2000 Kms Por Grecia ✏️ Blogs de Grecia

Uno cuando está en Grecia lo primero que piensa es que desde el aire es una bella mujer. Cuando va descendiendo comprueba que tiene muchas arrugas, unas fruto de la vejez y otras de la mala vida, pero llega a la conclusión de que merece la pena conocerlas y surcarlas porque debajo estamos nosotros, somos nosotros. Es Grecia un país en el que parece que el caos se ha adueñado de todo. Basta una inmersión en sus carreteras para darse cuenta de ello: comarcales a medio hacer con más cruces semafóricos que un vía crucis, cajas de radares por doquier, autopistas que no terminan de ser tales y en las que alguien seguro que ha ganado una pasta haciendo señales de desviación o vendiendo litros y litros de pintura amarilla, una conducción temeraria siendo generosos con el calificativo, desvíos imposibles, arcenes asesinos,…

Y a pesar de todo la gente es amabilísima, la mayoría con una sonrisa perenne en la boca, dispuesta a ayudarte. Se ve que la ausencia de lo público es notoria: en los pueblos que hemos visitado es difícil encontrar un cierto orden en las construcciones, da la sensación de que cada uno hace lo que le da la gana y como le da la gana, las calles y espacios públicos están poco cuidados, hay muchos edificios abandonados a su suerte como heridas en el cuerpo de un enfermo que le hacen parecer más viejo de lo que es… pero sólo las puestas de sol merecen la pena y engalanan incluso lo que te pueda parecer algo más sórdido. Eso sí, el calor brutal y el canto de la chicharra omnipresente todos los días y todas las horas. Sí tengo que decir que si se puede, se vaya en otra época del año a Grecia. El calor no te deja disfrutar cien por cien de todas las maravillas que allí hay.


Se puede comer muy bien por lo que vale un menú del día aquí, alrededor de unos 10 euros. Sí nos ha llamado la atención que no le dediquen demasiado espacio al pescado, al menos en lo que nosotros hemos visto. Todo lo que tiene que ver con las berenjenas, las verduras y demás está muy rico. Musakas y similares deliciosas, gyros, souvlakis, guisos, chuletas de cordero, yogures, tzatziki, ensaladas, queso feta… y las cervezas (Mythos, Alpha, Fix..) hacen que comer no sea un problema en Grecia y creedme, cuando van catorce personas en un grupo eso se hace a veces complicado. Vino blanco fresquito también hemos tomado, normalmente el de la casa allá donde estábamos y la verdad es que no estaba nada mal. La fruta está muy buena también: mención especial para las sandías de las que no soy un fan precisamente.


Los hoteles en los que nos hemos alojado han sido diferentes pero en general decir que han sido todos correctos dentro del standard de cada uno. En los primeros tuvimos que pagar en cash. Sólo en el de Atenas pudimos hacerlo con tarjeta. El tema de la wifi un poco tramposillo también ha sido. En uno de ellos no funcionaba, en los demás en la recepción y en el de Atenas había que pagar.


Con las distancias hay que tener cuidado: lo que en el mapa parece estar relativamente cerca en la realidad se convierte en bastante más tiempo del que creeríamos razonable. Hoy con los google maps y similares no hay problema, pero hay que calcular que tu velocidad media será de 60-70 kms por hora, no más. A partir de ahí hay que hacer cálculos. Fuera de autopistas que están terminadas de verdad la circulación es difícil y las carreteras también. Nosotros hemos hecho unos 2000 kilómetros en apenas 9 días. Ha resultado algo excesivo, un poquito más de pausa es importante pero… una vez que estás allí quieres abarcar. La gasolina cara 1,7 euros/litro aproximadamente. La diesel como aquí más o menos.


Un apunte que me ha llamado la atención: hemos viajado con un niño hijo de unos amigos. Llevábamos documentación acreditativa de ser sus tutores en ese viaje y nadie nos pidió en ningún momento nada que demostrase tal condición. Presentar DNIs y listo. Curioso.

Una última cosa: he tenido problemas con la cámara de fotos y a pesar de que no es que yo sea un fenómeno de la fotografía, algunas de las que me he visto obligado a poner aquí tendrían que haber salido mejor. Las que están bien son las sacadas por los amigos. Si puedo encontrar mejores intentaré sustituirlas.

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A las 6:30 de la mañana ponemos el golfo rumbo a Girona. Viaje sin contratiempos y cómodo. Voy por Pamplona y Puente la Reina para evitar autopistas de peaje. Para las 12:30 el coche está en el Parkvía del aeropuerto de Girona. El vuelo a las 15:30. A las 19:00 hora local estamos en Salónica y vamos a recoger los coches (un Wolkswagen Touran de cinco plazas y una furgoneta Peugeot Partner de 9 plazas) con la agencia Sixt. Los coches tienen más marcas en la chapa que un campeonato del mundo de atletismo. A eso de las 19:30 enfilamos hacia Kalambaka por la autopista A-2. Pagamos 3,50 en peajes y todo bien hasta que se acaba la autopista. A partir de aquí empieza el modo griego de conducción y las dificultades meteorológicas: llueve un poquito, se hace de noche y todavía nos quedan unos 60 kms. a Kalambaka. Para colmo en unos de los coches nos queda poca gasolina y la única que vemos en medio de la nada está cerrada, guardada eso sí por un par de perros que merodean por allí. Guardada o no porque los perros abandonados en Grecia son una constante. En la autopista ya hemos visto dos atropellados. Cuando ya estamos valorando diferentes estrategias para salir del paso en medio de la lluvia y de la niebla aparece, oh milagro, una gasolinera. Al apearnos del coche sentimos un fresquito majo. Nos miramos y pensamos lo mismo: ¡¡¡No tengo ni un mísero jersey en la maleta!!!! No sabíamos que por ese lado no íbamos a tener ningún problema. Respiramos tranquilos y después de llenar los depósitos llegamos a Kalambaka a eso de las 22:45. Damos con el hotel Kosta Famissi rápido y después de alojarnos encontramos al lado una taberna que nos da de cenar a pesar de ser ya casi las 12 de la noche. Ensaladas, champiñones con queso, souvlaki, berenjenas rellenas regadas con Mythos…. Todo amabilidad el señor Aquile y la gente que allí trabaja. Terminamos y a la cama que estamos cansaditos y mañana espera Meteora, camuflada en la noche a pesar de que la tenemos prácticamente encima de nuestras cabezas, guardando nuestro sueño griego.

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Amanece un día radiante, no demasiado caluroso y desde el balcón nos miran las montañas de Meteora. Parece como si algunos de los dioses de este país hubiesen jugado una celestial partida de tabas y, llevados por algún afán repentino, se habrían olvidado de recogerlas. Desayunamos. El buffet no está mal, aunque le falta un poco de fruta a mi juicio. El yogur muy bueno. Aprovechamos para llenar la panza porque el día será intenso.

Los monasterios son seis y culminan en el de Gran Meteora, que es el más grande. A la semana cierra uno de modo que es importante informarse del calendario y de los horarios de cada uno de ellos. Nosotros empezamos por el de Agios Nikolaos, que es el más pequeño. La entrada a cada uno de ellos es de 5 euros. Tenemos un pequeño lío al principio pues no nos queda claro si los jóvenes tiene que pagar o no. Las mujeres se tienen que cubrir con telas que suelen tener a la entrada incluso aunque lleven pantalones largos. Esta norma es no obstante a veces laxa, dependiendo de la atención que preste quien esté en la entrada.

Este primer monasterio es como digo el más pequeño. Se accede por unas escaleras aunque los monjes tienen un ascensor por el exterior. Tiene una pequeña capilla y unas vistas magníficas, aunque según vayamos ganando altura en los demás monasterios, nos daremos cuenta de que esto no ha hecho nada más que empezar.

Coincidimos con dos chicas de Madrid que nos comentan que en Atenas hace mucho calor y que quizás sea mejor idea ir a la Acrópolis a la tarde. Después de visitar el más pequeño nos paramos en el de Rousanou para sacar unas fotos. No entramos y proseguimos hasta el de Varlaam. Tiene el acceso por un camino excavado en la propia roca y atravesando un puente y subiendo unas cuantas escaleras estamos dentro. Para esta hora, mediodía más o menos, las hordas de turistas son tremendas. El monasterio está bien pero resulta materialmente imposible pararte a contemplar con tranquilidad la iglesia pues los grupos de los viajes organizados te desalojan sin miramientos, uno detrás de otro ocupando todo el espacio. El monasterio es bonito, mucho más grande que el anterior pero le falta tranquilidad y sosiego.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Salimos, comemos un perrito caliente y enfilamos Gran Meteora. Ya son más de las tres de la tarde y notamos que la afluencia de turistas baja considerablemente. Se agradece pues nos permite visitar gran Meteora de otra manera, con pausa. Después de subir un buen número de escaleras, llegamos a la meta y merece la pena. Como su nombre indica es mucho más grande que el anterior: dispone de un patio detrás del ábside de la iglesia que configura un espacio muy acogedor, transmite paz. Tiene también un mirador excelente desde el que se domina el resto de los monasterios. La iglesia es grande, planta de cruz griega como la mayoría de las que hemos visto y veremos. La luz llega muy tamizada y hay una penumbra que aporta quietud. Las velitas que están encendidas por todas las estancias contribuyen a realzar ese clima. Las paredes están completamente recubiertas de iconos y contemplamos la devoción de algunas personas al persignarse a la manera ortodoxa delante de muchos de ellos. En este monasterio se puede ver un taller de ebanistería con herramientas muy completo, una cocina, un osario con las calaveras de los monjes que han ido muriendo allí y debajo, en una de las criptas tienen una exposición con material de guerra, trajes de soldados y combatientes desde la guerra de la independencia griega del imperio otomano hasta la 2GM. Si se dispone de poco tiempo y hay que elegir uno, yo elegiría este. Nos encontramos nuevamente con las chicas madrileñas.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Después nos acercamos hasta el de Agia Triada, el de la peli de James Bond, que está cerrado y vamos hasta Agios Stephanos, pero a este ya no entramos. Hacemos unas foticos y una parte del grupo baja hasta Kalambaka andando desde una senda que sale del monasterio de Agia Triada. Les cuesta alrededor de tres cuartos de hora llegar al hotel.

Después de refrescarnos y de tomar unas cervezas en la plaza de Kalambaka, volvemos a cenar a la casa de Aquile. A la mañana le habíamos pedido que nos hiciese mousaka pues si no es por encargo, no la suelen tener. Está exquisita y cenamos la mar de a gusto. En el bar de al lado un café frappé, que a juicio de los cafeteros está buenísimo. Yo me tomo mi vinito blanco fesco y en la gloria. A pesar de tener un aire turístico, no me parece Kalambaka un lugar en el que ese tipo de vida sea desbordante. De hecho, no se ve mucha gente por la calle a estas horas ya. Toca ir a la cama. Mañana vamos al oráculo ¿qué nos deparará?

*** Imagen borrada de Tinypic ***

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