¡Silencio, se rueda!. Viaje de 18 días por el Wild West americano.
En sintonía con una de tantas viejas películas del oeste, que cuando éramos pequeños, nos entretenían las tardes de los sábados, iniciamos nuestra aventura por el oeste americano, tratando de ser protagonistas directos de una de ellas.
Nos enrolamos en su “rodaje” cuatro amigos, (dos parejas), para vivir nuestra propia historia, filmada en esta ocasión en color, en lugar, del clásico blanco y negro.
Trataré de contárosla con este pequeño diario. Autor:LapenaFecha creación:⭐ Puntos: 5 (6 Votos)
La idea que teníamos para ese jueves era la de ir a Mono Lake, Tioga y Yosemite, pero el planning final fue solamente el Parque Nacional de Yosemite, porque el lago Mono y el Tioga estaban cerrados por nieve.
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Empecé la mañana con muy mal pie pues me levanté con sensación de vértigos, supongo que serían los resquicios del calor del día anterior. Apenas me enteré del viaje hasta allí pues lo hice adormecida.
Habíamos elegido el alojamiento en el pueblo de Fish Camp, concretamente, en el Hotel Narrow Gauge INN, y quisimos hacer el check in porque teníamos que pasar por delante para ir al Parque de Yosemite. Como era aún pronto, no pudimos, pero la recepcionista que era muy simpática nos comprobó que los datos de las reservas eran correctas, incluso, nos animó a que reservásemos para cenar en su restaurante, que por allí era todo un clásico. Rechazamos la oferta porque no queríamos estar condicionados por horarios estrictos.
Contentos porque todo estaba perfecto. Nos adentramos en Yosemite, que es un valle encantador lleno de vida, y me transporté a mis años jóvenes, al ver que las imágenes de los dibujos animados del oso Yogui , con sus guardabosques, sus altísimos árboles, sus campistas, sus cascadas,…se convertían en imágenes reales.
Dimos vueltas hasta marearnos, (más de lo que ya estaba), para buscar aparcamiento. A pesar de ello, tuvimos que aparcaren un hueco extraño cerca de los campings. Finalmente, y por fortuna nos pudimos “deshacer” del vehículo.
Dimos un paseo, oteando la magnífica panorámica, divisando los grandes picos: el Dome, el Half Dome, el Cápitan, el Sentinel,…; las cascadas por doquier en pleno apogeo de deshielo.
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Encontramos un murete cerca del río y nos sentamos a la sombra. En él nos repartimos los roles y protagonizamos a: Yogui, Cindy, Bubu y una hipotética novia, los cuatro parloteando y degustando “con sumo placer” nuestras “viandas”. Entablamos conversación distendida con unos visitantes indianos, creo que se llaman así a los del Estado de Indiana. Nos dieron consejos e impresiones sobre la ciudad de San Francisco. Afortunadamente, mis mareos se pasaron.
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Por la tarde, teníamos como objetivo subir a Nevada Fall. Para ello, hay que hacer un trail, llamado el sendero de la neblina y pasar por Vernal Falls. Iniciamos la marcha muy alegremente, sin chubasqueros, sin zapatos apropiados,… pero entendimos porqué se llamaba así el sendero, pues había tramos que no podíamos ni ver de la cantidad de niebla, con arco iris, que formaba el agua, y que nos duchaba, hasta el punto de terminar calados hasta la medula. Aún a día de hoy estoy intentando recuperar mis zapatos de su inmersión. No llegamos a la Cascada Nevada, nos tuvimos que conformar con quitarnos la ropa y escurrirla para poder regresar medianamente secos. Pasé de interpretar el papel de osa al de la Blasa de José Mota. Menuda sesión de carcajadas.
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Con la esperanza de recomponernos del ya exceso de frescor que nos había ocasionado la aventura de la cascada Vernal, regresamos al coche y en él al alojamiento. Cuando llegamos a recepción, no estaba la señora que tan simpáticamente nos había recibido por la mañana. Y la nueva va y nos dice: “sólo tenéis reservada una habitación”, con la tembladera que teníamos y las prisas por secarnos, pasaríamos más de media hora para resolver el entuerto. Menos mal, que no nos tocó dormir a la intemperie, que la ducha nos alivió y que los calefactores nos secaron todas las prendas.
Desayunamos en el Hotel Narrow Gauge, recogimos y terminamos de disfrutar los últimos deleites de Yosemite. Subimos hasta Glacier Point, donde nos empapamos de sus magnificas vistas y de la nieve, hicimos recuento de las ubicaciones de los distintos picos y cascadas, recordando el punto exacto donde nos habíamos “metido a remojo” la tarde anterior, que desde Glacier parecía tan insignificante e inofensivo. Era estupendo el ver como el deshielo hacía correr el agua por doquier, incluso se advertía de la posibilidad de inundabilidad del firme.
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Decidimos qué ruta de trail hacer, decantándonos por la del Sentinel Dome hikking, de algo menos de cuatro kilómetros. Lo de HIKKING lo remarco porque aunque no son fundamentales, viene genial el llevar unos bastones, sobre todo para las bajadas. Era una gozada el pisar por la nieve, acompañados en todo momento por la grandeza de sus árboles hasta llegar al Sentinel. Como recompensa nuevamente nos regalaron magnánimas panorámicas. Pero para seos sincera en el punto final, producían vértigo. Cuando regresábamos del paseo, pensamos que se oía el inicio de una gran tormenta. Sin embargo, no era eso, simplemente, que en algún lugar del parque se desplomaba uno de sus gigantescos árboles. NO vimos las consecuencias pero el estruendo hizo que se nos pusiesen los pelos como escarpias.
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Dentro de Yosemite en la parte sur, nos hubiese encantado visitar la arboleda de Mariposa, (Mariposa Grove), que es un paraje maravilloso de inmensas y centenarias Secoyas. Entre las más famosas están: Gigante Grizzly “Grizzly Giant” de unos 2000 años de antigüedad y el Wawona Tree. Desgraciadamente, después de haberlo deseado durante más de seis meses, no se nos logró por estar su acceso cerrado.
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Como nos quedaban casi 400 kilómetros para alcanzar nuestra meta en la localidad de Alameda en Oakland, continuamos el viaje, haciendo solamente una parada en un Wendys para comer y otros menesteres.
En Alameda fuimos recibidos por Hilma y Bob, los afables anfitriones de “nuestra nueva casa”, y tras hacer las presentaciones, nos dieron respuesta a todas nuestras dudas. Especialmente, la referente a la cuestión de cruzar el puente del Golden Gate, sin exponernos a las posibles sanciones que nos advirtieron los de la compañía del alquiler de coches. Nos explicaron que evitásemos la entrada por el Golden, que pagásemos el peaje de cualquier otro puente, que en todos se podía hacer el pago en efectivo y que una vez en San Francisco, podíamos salir por el Goleen, pues se paga para entrar pero no para salir por él. Nos informaron de que el fin de semana se celebraba el Memorial Day, y de todas sus ventajas e inconvenientes.
Nos acomodamos y sin perder un minuto, salimos e nuevo rumbo a San Francisco, y nos dirigimos a visitar el pueblecito de Sausolito frente a la península de San Francisco.
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Sausalito significa pequeña arboleda de sauces, nos agradó mucho el pasear por sus casas-barco, todas ellas muy cuidadas. Tratamos de cenar en algún restaurante de por allí, prácticamente, estaba todo cerrado. Casualmente, encontramos un restaurante italiano, con un ambiente diverso y genial, algunos tomándose una copa, otros un café y otros cenando. Todo ello aderezado de buena música en directo, era el Taste of Roma.
Después de pasar un rato agradable, regresamos a Alameda.
El nombre de esta etapa es un homenaje a todos los pobres que viven, literalmente, debajo de los puentes en San Francisco, y/o por cualquier acera de la ciudad. Si en los Ángeles ya me había sorprendido la cantidad de homeless. San Francisco me dejó boquiabierta. Da la impresión, que a pesar del intenso frío que hace en la ciudad, todos los vagabundos hubiesen decidido vivir bajo la protección de San Francisco de Asis, que para algo lleva su nombre la ciudad.
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Los bajos del puente de Oakland, por los cuales pasamos al menos en varias ocasiones, parecían un sembrado de tiendas de campaña individuales con hatillos de las escasas pertenencias de los “desamparados”.
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Dejando la melancolía, paso a relatar algunas de nuestras vivencias por la ciudad. El sábado pasamos con el coche por la Market Street, para dirigirnos al Edificio Ferry construido para la Expo Internacional Pánama-Pacífico de 1915, resurgido de sus cenizas por los distintos terremotos que sacuden a la ciudad de San Francisco por la falla de San Andrés, fue muy agradable disfrutar de su estanque lleno de tortugas y peces y de la botánica que adorna sus alrededores y una suerte encontrar aparcamiento.
Seguido, nos fuimos en coche hasta el fortín militar que se encuentra a los pies del Puente Golden Gate, dimos un paseo por sus aledaños, disfrutando de sus vistas, después recorrimos el Parque Golden Gate Windmills and Tulips, (allí vimos bisontes americanos), una botánica preciosa, esculturas para que no nos olvidemos de los holocaustos que ha producido el hombre a lo largo de la humanidad, jardines, deportistas y hasta un paseo-exposición de coches clásicos americanos. Vimos desde afuera la casa del acantilado Cliff House.
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Ya de nuevo en el coche, fuimos a la montaña rusa, que es la impresión que se tiene circulando por las calles de San Francisco. No quiero ni imaginar cómo se mueven por allí los lugareños con lluvia o nieve, si ya con clima seco parecía que el coche iba a volcar de un momento a otro debido a la inclinación de las calles. Me imaginaba programando una carrera ciclista que se denominase “QUEBRANTAHUESOS” “qué dureza”.
Las casas por doquier son una preciosidad, merece la pena, el callejear, (en coche, por supuesto), para disfrutar de ellas. Como ya era hora de comer-merendar nos acercamos a la calle más hippy de la ciudad la Haight Ashbury llena de tiendas de ropa de segunda mano y lugares para tomar algo, por lo que optamos por comida italiana.
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Por la tarde subimos a los Picos Gemelos, Twin Peaks, para ver una gran panorámica de la ciudad, pero el viento y el frío era tan desapacible que con sujetarnos en pie y quitarnos los pelos de la cara, te tenías que conformar. Reconozco que las vistas son una “pasada” cuando se pueda estar sin “aires huracanados”. Decidimos ir al Barrio de Castro que es un auténtico ejemplo de respeto y tolerancia.
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Terminando la jornada por el Muelle, el Fisherman Wharft, que viene a ser el equivalente de todos los Water Front de las ciudades costeras de Sudáfrica, un lugar lleno de tiendas, pasatiempos y restaurantes con vistas al mar. Cenamos una deliciosa crema de cangrejo dentro de un pan, al más puro estilo islandés. Personalmente, creo que es la opción óptima para reponerse del frío.
Dos semanas en la costa este de EEUUDos semanas en EEUU visitando Boston, Niagara, Washington y Nueva York, sin alquilar coche.⭐ Puntos 0.00 (0 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 9
Driving me ... USAEste blog describe nuestro viaje por Estados Unidos durante 1 mes y 17.000 kilómetros.⭐ Puntos 4.88 (32 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 6
Alcatraz y Muir Woods cerrados por la razón above mentioned.
Menos mal que Muir Woods lo vi a la ida hace más de un mes, y que Alcatraz no me atraía lo más mínimo (ni compartir momentos con las "hermanas" en la lavandería ).
Lo que me fastidia es que vuelvo a perderme la fleet week por los pelos. Pero tengo el aniversario del Fisherman wharf ahí mismo, como consolidación.
Qué faena, ojomagico! os afecta en más visitas planificadas? no quiero ni imaginarme planificar un viaje como este durante meses, años y que pase esto y no puedas ver los parques!
Qué faena, ojomagico! os afecta en más visitas planificadas? no quiero ni imaginarme planificar un viaje como este durante meses, años y que pase esto y no puedas ver los parques!
Tranqui. No nos afecta a ninguna visita planificada. Alcatraz no nos mola el rollo carcelario y Muir Woods ya lo vimos hace un mes cuando llegamos. Lo malo es que me quedé ya sin coche, solo me queda Frisco, y en una semana de días estoy en el curro eguein