Itinerario del día:
A: Yellowstone
B: Wendover (Bonneville Salt Flat)
C: Springville
A las 5 ya estábamos en la ducha. Teníamos por delante una dura jornada en carretera, puesto que nuestras previsiones pasaban por llegar a dormir a las inmediaciones de Provo, al sur de Salt Lake City, y antes queríamos acercarnos asimismo al desierto de sal de Bonneville Salt Flat, lo cual suponía que desde el Gran Lago Salado deberíamos desviarnos al oeste más de 350 kilómetros entre la ida y la vuelta. En el mapa anterior se aprecia bastante bien lo exigente que se presentaba a priori nuestro plan de ruta diario.
Por todo ello procuramos no demorar en exceso la salida y recogimos las cosas con cierta premura. Llenamos la nevera como cada mañana, cargamos el equipaje en el coche y, antes de hacer el check out en la recepción del hotel, llamamos a nuestras familias desde los teléfonos públicos del recinto y nos llevamos una fortísima impresión al conocer la noticia del accidente de tren de Santiago de Compostela. Una tragedia como ésta, ya de por sí muy grave, todavía te afecta más cuando te pilla tan lejos de casa. Nuestra querida Galicia, sacudida de nuevo por la fatalidad. Qué desgracia.
Un poco en estado de shock iniciamos nuestro recorrido. La idea era subir hasta Canyon Village atravesando la zona de Mud Volcano y Hayden Valley para luego girar al oeste y abandonar el parque por West Yellowstone. Justo después de LeHardys Rapids comenzaron a aparecer los bisontes, y al rato estaban ya por todas partes. Y de pronto… la traca final con la que Yellowstone quiso despedirse de nosotros: un enorme oso negro paseando tranquilamente por el arcén mismo de la carretera. Hay que decir que para divisar animales en este fantástico lugar el mejor momento del día es, sin duda, al amanecer. Con la salvedad de los bisontes, por supuesto, ya que estos se dejan ver a cualquier hora, sobre todo en la franja más oriental del parque, entre Mud Volcano y Lamar Valley.
Nos llamó mucho la atención la cantidad exagerada de humo que veíamos salir del suelo mirásemos a donde mirásemos, como si las fumarolas se hubiesen multiplicado de un día para otro. Hasta en el mismo aparcamiento del Sulphur Caldron había un pequeño agujero vallado expulsando una densa humareda. Y el Yellowstone River estaba precioso, puesto que el contraste térmico provocaba que sus aguas apareciesen cubiertas por docenas de columnas de vapor. El día había amanecido sencillamente espectacular.
Hicimos un pequeño alto en el mirador de las todavía algo brumosas Gibbon Falls y sacamos unas fotos y unas tomas de vídeo.
Al llegar al cruce de Madison, nos dirigimos al sur, porque no queríamos irnos de Yellowstone sin recorrer la Firehole Canyon Road, de la que teníamos muy buenas referencias. Sin embargo, no encontramos el desvío y, como había obras en la calzada y no se podía dar la vuelta, nos vimos obligados a continuar hasta el parking de la Fountain Paint Pot. De regreso al norte nos dimos cuenta del motivo por el cual no habíamos localizado la carretera que buscábamos: estaba cerrada, me imagino que a causa de algún desprendimiento, y habían tapado las señales indicativas con plásticos negros. En fin, que nos quedamos sin ver el cañón del río Firehole, vaya.
A continuación adjunto el vídeo en el que se recoge lo más destacado del recorrido anterior, desde Lake Village hasta la salida del parque.
Tema musical: "Common ground" (IQ)
Y, a modo de bonus track, el vídeo del oso negro.
Tema musical: "Hedgerow" (BIG BIG TRAIN)
En West Yellowstone paramos a desayunar. Mientras nos tomábamos el café y la contundente bollería americana a la que ya nos estábamos empezando a acostumbrar, María y yo repasamos en amena charla los mejores momentos de los tres inolvidables días que habíamos dedicado a conocer Yellowstone.
El pueblo está muy orientado al turismo, como es lógico, y alberga muchos establecimientos hoteleros, restaurantes, cafeterías, supermercados y tiendas como las de la foto:
Entramos en Idaho, el octavo estado de nuestro viaje. Y comenzó una larguísima travesía a través de llanuras inmensas e interminables rectas. La conducción en tales condiciones se hace bastante monótona, y para sobrellevar el muermo del mejor modo posible María echó mano de su e-book mientras que yo me entretuve, como de costumbre, con mi cotidiana ración de rock progresivo.
En un determinado momento pudimos observar, muy a lo lejos, por nuestra izquierda, las inconfundibles siluetas de las montañas del Grand Teton. Vistas desde la perspectiva opuesta a la que nosotros ya conocíamos, claro está.
Una curiosidad de esta tierra es la importancia que aquí adquiere el cultivo de la patata. De hecho, existe hasta un museo dedicado a este tubérculo en la localidad de Blackfoot. Como diría aquél, "eso ha de ser pa vel-lo". Repostamos en Pocatello y aprovechamos para tomarnos un cafetín y estirar las piernas. Las nubes habían ido apareciendo paulatinamente, y la luminosidad de la mañana decrecía poco a poco.
Algo más al sur volvimos a detenernos en un área de servicio cercana a la pequeña localidad de Downey, en medio de la nada más absoluta. Allí nos comimos unos sandwiches con ensalada y nos aprovisionamos en el pequeño supermercado contiguo. Al igual que nos había sucedido días antes en algunos pueblos de Colorado, de camino a Vernal, de nuevo ahora nos sentíamos inmersos en la América más profunda, muy apartada de los itinerarios turísticos convencionales.
No tardamos en reingresar en "nuestro" añorado estado de Utah, ya con el día bastante nublado y gris, como bien puede apreciarse en la fotografía:
Sin embargo, a medida que nos aproximábamos a las inmediaciones del Gran Lago Salado, las nubes fueron dando paso otra vez al cielo azul y despejado. Como en el Lake Powell, -casualidad o no-, la cercanía de un gran lago traía consigo una mejora espectacular del tiempo. ¡Y bien que lo agradecimos!
Rodeamos Salt Lake City y nos incorporamos a la Lincoln Highway, en dirección oeste, para llegar así a nuestro siguiente objetivo, el Bonneville Salt Flat. Juntamente con el vecino Gran Lago Salado, esta extensa llanura de sal es el último vestigio del antiguo lago Bonneville, que durante la última glaciación, hace unos 15000 años, alcanzó un tamaño equivalente al del lago Michigan y cubría un tercio de la superficie del actual estado de Utah y también algunas otras zonas limítrofes. El enorme lago se fue secando y dio lugar a las grandes salinas que cubren hoy en día buena parte de este inhóspito territorio.
Bonneville Salt Flat viene a ser una especie de Salar de Uyuni a menor escala. Y como nosotros no hemos ido todavía a Bolivia, la experiencia en el desierto de sal de Bonneville nos resultó completamente novedosa y alucinante. Y lo de alucinante lo digo en el sentido literal de la palabra, puesto que a lo largo de unas cuantas millas tuvimos la oportunidad de contemplar atónitos una sucesión de espejismos que nos dejaron con la boca abierta durante un buen rato, preguntándonos el uno al otro si todo aquello lo estábamos viendo los dos al mismo tiempo o era producto de la particular imaginación de cada cual. Primero se nos aparecieron enormes lagos en lugares donde no había nada más que sal. Después, llegamos a ver objetos blancos y negros volando por el horizonte a toda velocidad. Y ya el colmo fue cuando nos dimos cuenta de que trozos enteros de determinadas montañas... ¡desaparecían de nuestra vista para volver a resurgir instantes después! Más tarde leímos que estas ilusiones ópticas son bastante frecuentes aquí en días muy calurosos.
A unas diez millas de Wendover se encuentra el que está considerado como el mejor punto de observación del salar: se trata de un área de descanso, al borde mismo de la autopista, donde se puede aparcar el coche y caminar por una especie de playa arenosa en la que se tiene la sensación de que el agua del mar se ha evaporado dejando tras de sí un infinito manto blanco de sal. Un lugar ciertamente original e incomparable. Existe la posibilidad de acceder a este área de descanso tanto en sentido oeste -hacia Wendover- como en sentido este -hacia Salt Lake City-, pero sin duda resulta mucho más espectacular la primera opción, ya que de ese modo pueden contemplarse al fondo las montañas situadas algo más al norte, que sirven como magnífica referencia visual para darse cuenta de la verdadera magnitud y tamaño del desierto de Bonneville.
Un poco antes de llegar a Wendover está situada la Bonneville Speedway, una de las más conocidas pistas de velocidad extrema para vehículos sobre ruedas propulsados por cohetes. Ocupa una extensión de casi 15000 hectáreas y lleva albergando eventos de fama mundial desde la década de los 30 del siglo pasado.
Por su parte, Wendover es una localidad con una curiosa particularidad: un sector del pueblo pertenece a Utah, y el otro a Nevada. En el primero, se suceden los modestos moteles, las gasolineras y los supermercados. En el segundo, los grandes hoteles-casinos y los llamativos letreros luminosos. Lo que hacen a veces los límites territoriales...
Los primeros quince segundos y el último minuto del siguiente vídeo corresponden al Gran Lago Salado. El resto -toda la parte central del mismo- a la gran llanura blanca de Bonneville Salt Flat:
Tema musical: "Ann dey flon" (MINIMUM VITAL)
Dos perspectivas del Gran Lago Salado
Cinco imágenes diferentes de Bonneville Salt Flat
Repostamos en Wendover y acto seguido nos dispusimos a desandar la totalidad del camino a través de la Lincoln Highway hasta Salt Lake City. Casi 200 kilómetros. Dicho así, puede sonar a locura, pero la verdad es que a nosotros nos mereció muchísimo la pena, porque tuvimos la oportunidad de conocer un lugar extraordinario y muy diferente a todo lo que habíamos visto con anterioridad.
A lo largo de este tramo, sin duda a causa de las elevadas temperaturas que suelen alcanzarse aquí, nos volvimos a sorprender con la enorme cantidad de neumáticos reventados que alfombraban los arcenes. Nos vino a la mente el recuerdo del trayecto Barstow-Kingman, donde no dábamos crédito a lo que veíamos a uno y otro lado de la autopista.
Desde las vías de circunvalación de la ciudad contemplamos el sobrio skyline de Salt Lake City con las primeras estribaciones de la Wasatch Range al fondo.
Tema musical: "Fatal tragedy" (DREAM THEATER)
Entre Salt Lake City y Provo nos encontramos con un tráfico muy intenso. Casi tanto como el de Las Vegas. No teníamos nada reservado para dormir a la noche, así que programamos el GPS para que nos llevase hasta el Days Inn de Springville, una localidad situada apenas 6 millas al sur de Provo. Teníamos buenas referencias del hotel y, en efecto, fue una elección acertada. Uno de los mejores alojamientos de todo el viaje, moderno, funcional y bien equipado. Y el precio, razonable.
Nada más instalarnos, nos conectamos a internet para informarnos acerca del accidente de Santiago. Nos sobrecogieron las espeluznantes imágenes del descarrilamiento del tren. Cenamos en la misma habitación (unos bocadillos que calentamos en el microondas) y nos acostamos de inmediato, ya que había sido el día con el mayor número de millas recorridas -casi 700, más de 1100 kilómetros- y estábamos molidos los dos.
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