Hoy amanece despejado y las montañas se ven perfectamente, pero desde donde estamos no hay una buena vista. Subimos a la azotea del hotel y conseguimos ver algo. No la vista completa, pero si los picos individuales. Aún así, con eso nos contentamos. Preferimos quedarnos con el lado bueno de esta mala suerte que hemos tenido y es que podría haber sido peor: podríamos no haber tenido ni hoy el día despejado.
Nuestro autobús sale a las 7:30 y tenemos que ir a la estación, que está a 20 minutos andando. No es la estación a la que llegamos, es otra a la que llaman ‘estación turística’ y que está en dirección a Devis Falls. Ironías del destino, desde allí se ven los picos perfectamente. Al final, nos vamos con un un buen sabor de boca.
La estación desde la que salen los autobuses turísticos a Katmandú no es la misma a la que llegan. Pregunta por la estación turística.
Dos en la carretera
Esta vez viajamos con Blue star. Los autobuses son ligeramente mejores que el otro día y el precio es el mismo. Además, nos dan una botella de agua, así que nos quedamos tan contentos. Con todo, el trayecto da para lo que da: las carreteras son malas y llenas de baches, así que vamos todo el camino dando tumbos. Paramos a comer a mitad de camino en un bar de carretera, donde nos tomamos un chowmein. En total, hacen tres paradas, una hora entre las tres. Llegamos a las 16:30 a Katmandú (sí, 9 horas para 200 km).
Vamos al hotel que reservamos el último día aquí, el Magnificient view. El recepcionista, que no es el mismo que nos atendió, nos dice que la habitación cuesta 20$ por noche. Le decimos que nosotros la habíamos dejado reservada a 15$, pero insiste en que 20, así que nos vamos. No hemos llegado ni a la puerta cuando nos dice que vale, que 15$ por noche. Para nuestra sorpresa, la habitación es mucho mejor que la que nos enseñaron el otro día. Mucho más grande y con aire acondicionado.
Después de dejar el equipaje salimos a dar una vuelta y nos encontramos con una especie de procesión de Diwali. Hay muchísima gente, todos con trajes típicos nepalies, acompañados de tambores y cantos. Llevan velas en la mano. Es alucinante. Ocupan prácticamente todo el centro de la ciudad, aunque lo más curioso de todo sea posiblemente que no han cortado el tráfico y las motos siguen colándose entre la gente pese a la aglomeración que hay. Tremendo.
El nombre del festival es Diwali en hindú, aunque en Nepal también lo llaman Tihar. Es el festival de la luz.
Las niñas representan a la diosa Taleju, la mismas que creen que ocupa el cuerpo de la Kumari.
Nos salimos un poco de Thamel para cenar en un sitio llamado Ocean café. Pudimos monos buff, fry rice y Aloo paratha. El truco para comer barato en Nepal es comparar siempre los mismos platos: los momos no deben sobrepasar las 100 rupias y los lassies las 70. Si los precios se salen mucho de ese rango, estas en un sitio muy caro. Lo mejor es valorar si realmente el lugar vale lo que vas a pagar.
La ciudad sigue muy animada y llena de gente. Además está muy iluminada, algo que contrasta enormemente con el Katmandú que encontramos a nuestra llegada. Parece otro lugar. Nos parece que incluso que hay menos coches de lo habitual y que todo está más limpio. Posiblemente porque, vemos, la gente está limpiando los cierres y ventanas de sus tiendas. Luego nos enteraremos de que todo forma parte del Diwali.
Desayunamos cerca hotel. Té masala y unos bollos. El té masala está buenísimo, lo tienen en todas partes y nos hemos aficionado a él de mala manera. Normalmente tienen dos opciones: black tea o milk tea. El primero es solo, con azúcar. El segundo, igual pero con leche. Yo prefiero el segundo, pero la verdad es que los dos están muy ricos.
Vamos hasta Ratna Park, que es el lugar desde el que salen los autobuses a Bhaktapur. No es muy complicado de encontrar el autobús correcto: solo tenemos que preguntar y enseguida nos encaminan en la dirección correcta. El autobús tarda unos 40 minutos en llegar y, curiosamente, somos los únicos turistas que hay dentro.
El precio de los autobuses es de 25 rupias por persona y siempre se paga al bajar.
Bhaktapur
Cuando llegamos a Bhaktapur pagamos la entrada: 1500 rupias por entrar al entorno de la ciudad. Nos parece una exageración, dado el nivel de vida aquí, y sabemos que muchos turistas se cuelan, pero no nos parece ético hacer lo mismo. Cuando llevamos un rato dentro nos alegramos de nuestra decisión. Realmente son 12€ y el lugar fue gravemente dañado por el terremoto (aunque ya han empezado a reconstruirlo y hay bastante aún en pie). Con que, si nuestro dinero ayuda a reconstruir el país, estamos felices con ello. Creemos que hay que ser un poco consecuentes en la vida: Nepal esta tratando de remontar después de uno de los peores terremotos de su historia y somos los primeros a los que nos gusta disfrutar de su patrimonio, así que lo mínimo que le debemos a este país es aportar nuestro pequeño grano de arena para que reconstruyan todo esto.
La entrada a Bhaktapur cuesta 1500 rupias.
Es curioso porque aquí, algo que no pasaba en las zonas más rurales de Nepal, los niños piden dinero o dulces a cambio de una foto. Obviamente nos negamos porque no queremos incentivar ese modo de vida. Los niños tienen que estar en el colegio, no pidiendo por las calles. No cuesta mucho, si uno se fija, ver a algún adulto pendiente de si los críos recaudan o no. Es una auténtica lástima y se nos parte el corazón diciendo que no a los pequeños, pero no podemos ser partícipes de esto.
Probamos el famoso juju dahu -típico de aquí- o, como lo publicitan ellos, el king curd. Se trata de un yogur algo más denso de lo habitual, parecido al griego, pero con un sabor ligeramente cítrico. Está muy rico. Te lo sirven en un cuenco de barro que te puedes quedar. Algunos te lo dan en un recipiente de plástico.
El precio del juju dahu, yogur típico de Bhaktapu, oscila entre 35 -40 rupias.
Bouddhanath
A mediodía, cogemos el bus de regreso a Katmandú y desde allí cerca enlazamos con el que nos lleva a Bouddahnath. Todos nos cuestan lo mismo: 25 rupias.
Bouddahnath es el barrio budista de Kathmandu y posee una de la mayores estupas esféricas de Nepal. Es alucinante este lugar. Tiene cierto aire místico que, pese a la cantidad de gente que hay, invita a la reflexión.
La entrada a Bouddha es de 200 rupias por persona.
En los alrededores de la estupa se mezclan los monjes budistas con los mendigos y la gente pasa entregando limosnas en fila (entendemos que por algún motivo religioso). No deja de ser curioso porque incluso hay vendedores que tienen fajos de billetes pequeños para dar cambio.
Vamos a comer a un sitio que sale de un callejón de la estupa. Probamos el tingmo, un pan tibetano y una especie de empanadillas llamadas shabalay que vienen a ser como unos momos pero con otra masa. Después visitamos el Parque de la Paz y aprovechamos que tiene un baño público, gratuito y relativamente limpio para ser Nepal. Eso es algo que ya hasta nos sorprende: Aquí normalmente los baños públicos apestan y están muy sucios. Incluso en los restaurantes. A menos que, obviamente, sean lugares orientados exclusivamente al turismo. Y aún así, dejan mucho que desear. Además nunca tienen papel y pocas veces tienen jabón.
Celebrando Diwali
Regresamos a Katmandú. Todas las puertas de los comercios están decoradas con mandalas de tiza, velas y, en algunos, alimentos o flores a modo de ofrenda. En muchos aún están terminando de hacer los mandalas y parece un trabajo de lo más laborioso, algunos son realmente complejos y bonitos. La ciudad está increíble.
Hemos quedado para cenar con Reyes, una chica con la que hemos hablado por Instagram y que, casualidades de la vida, se aloja en nuestra misma calle. Damos una vuelta por la ciudad viendo las decoraciones de las tiendas antes de decidirnos por un tibetano que Reyes conoce. No nos ha quedado mucha opción porque se nos ha hecho tarde (20:30) y muchos sitios ya han cerrado. Cenamos unos momos y un pan con verduras por encima que es, posiblemente, lo más picante que hemos probado hasta la fecha. Nos lloran los ojos del picor. Muy rico, pero es como comer fuego.
Al salir callejeamos un poco buscando un sitio donde tomar algo, pero todo nos parece demasiado orientado a turistas. No sé cómo, acabamos en un callejón tras oír música típica. Resulta ser una especie de fiesta privada, en plena calle, con gente bailando y bebiendo. Enseguida nos ofrecen algo de beber y nos animan a bailar con ellos, mientras nos preguntan cosas sobre España y, cómo no, nos hablan de fútbol. Es algo muy curioso porque, de vez en cuando, alguno de ellos echa dinero en un lugar que tienen habilitado para ello. Todos aplauden y le jalean. Tienen también una especie de canción que cantan como para animar al que va a echar el dinero. Nos incluyen de inmediato en el grupo y nos enseñan incluso a bailar, aunque no se nos da excesivamente bien. Contribuimos al bote, que no sabemos muy bien para qué es, pero nos parece lo suyo ya que nos han ofrecido de beber y nos han aceptado como si fuéramos uno más. Nos Pasamos un buen rato con ellos y nos despedimos con mucha pena pero con la sensación de que nuestra última noche en Nepal ha sido perfecta.
Hoy nos damos el lujo de no madrugar. Nuestro vuelo sale a las cinco de la tarde, por lo que nos han dicho que estemos en el aeropuerto a las 14:00. Acordamos con el hotel que nos pida un taxi para la 1:30 por 500 rupias -mucho más barato de lo que nos pidieron en el aeropuerto al venir-.
Aprovechamos que estamos al lado para visitar el Jardín de los sueños. Está bonito, pero sin más. No nos parece que merezca especialmente la pena, ni que valga las 200 rupias que vale la entrada.
La entrada a The Garden of Dreams vale 200 rupias
De allí nos vamos paseando tranquilamente hasta la Durbar. Hay otro desfile con tambores y música, mucha gente y animación en las calles.
Visitamos el palacio de la Kumari, la niña diosa de Katmandú. Hay varias Kumaris en Nepal, pero esta es la Real y la más importante. Fue elegida recientemente y tiene sólo tres años. Estas niñas viven aisladas aquí hasta que tienen su primera sangre y, aunque antiguamente no se relacionaban con nadie, hoy en día se les permiten recibir clase y juntarse con niños de su misma casta, gracias a la denuncia que una antigua Kumari hizo en su libro ‘De diosa a mortal’. Realmente debe de ser duro para una niña de doce o trece años, acostumbrada a ser tratada como una diosa viviente, adaptarse al mundo real como si fuera una persona normal.
El palacio de la Kumari se encuentra dentro de la Durbar y el acceso es gratuito.
En el palacio hay mucha gente que nos empiezan a pedir fotos, con la que intercambiamos los teléfonos o emails para enviárselas a nuestra vuelta. Después nos alejamos un poco del centro para ir hacia el río y nos topamos con una especie de desfile pero de camiones y motos. Van con música y mucha gente montada, bailando y haciendo sonar el claxon. Debe ser parte del Diwali. Tenemos que callejear para volver al centro para comer algo. Pedimos un par de platos pero están tan sumamente picantes que no podemos terminarlo. Después, gastamos nuestras últimas rupias en unos tés para llevarnos a casa.
Llegar hasta el hotel se convierte en una odisea porque las calles están colapsadas por los camiones y la fiesta que hay montada. Nos agobiamos un poco porque creemos que no llegamos al aeropuerto pero al final todo sale bien y llegamos a las 2:10. Para nada porque hasta las 3 no abren la facturación. No entiendo por qué piden que estés con tres horas de antelación si no es necesario.
El techo del mundo
Pedimos asientos en el lado derecho avión para ver el Himalaya. Debe ser algo que hace todo el mundo porque enseguida entienden mis intenciones. Y… acertamos de lleno. Por fin las nubes nos conceden una tregua y podemos disfrutar de unas increíbles vistas de las montañas. El broche perfecto para cerrar la primera parte del viaje y despedirnos de un país que nos ha enamorado totalmente.
Para ver los Himalayas desde el avión hay que pedir asientos al lado derecho cuando se vuela de Katmandú a Delhi y al lado izquierdo cuando el viaje se hace al revés.
Namasté, India
Aterrizamos en India y encontramos mucha cola para la e-visa. Tardamos un montón en pasar. Eso sí, el aeropuerto de Delhi es una pasada. Enorme y muy nuevo.
Nos recoge Mahendra a la salida. Hemos hablado durante tanto tiempo para organizar el viaje que parece que nos conociéramos de siempre. Para mi sorpresa, habla perfecto español. Siempre nos habíamos comunicado en inglés porque al parecer el español escrito no lo domina. Nos comenta que ha tenido que hacer un cambio de hotel a última hora por uno más cercano al aeropuerto debido a que los de la compañía aérea le han escrito diciendo que tenemos que estar cuatro horas antes en el aeropuerto por la saturación que están sufriendo estos días. El nuevo hotel se llama City Park y, aunque no hemos visto el otro para comparar, este nos parece una pasada. Sobre todo viniendo de Nepal, donde los alojamientos han sido de todo menos lujosos.
Nos vamos a dormir nada más llegar porque el madrugón de mañana va a ser importante.
Keira en la India.Me llamo Keira y tengo 11, en este blog pretendo narrar mi viaje por la India durante el verano de 2016, desde el punto de vista de una niña, que ya era...⭐ Puntos 5.00 (8 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 50
INDIA POR LIBRE. INDESCRIPTIBLELo mejor que puedes hacer en la India es vivirla, vivir sus calles, vivir su gente, vivir sus...⭐ Puntos 5.00 (9 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 36
Hola! Después de estar mirando muchas opciones, he visto que podemos llegar hasta Calcuta ( después de campamento base) y tras, Norte de la India, y de Calcuta los vuelos a Port Blair, son económicos.
Alguien ha estado en Islas de Andamán y Nicobar, no encuentro demasiada información.
Y otra cosa, qué opináis del tren que va de Delhi a Calcuta?
Nosotros fuimos de Calcuta a Delhi en tren. La verdad que muy bien, fueron 15 horas pero se pasaron rápido porque aprovechamos para dormir un montón. Escogimos 2a clase y aún así pasaron a repartir la cena con helado de postre incluido.
Saludos
Nataliacasle Super Expert 16-02-2016 Mensajes: 390