REGRESO A FRANCIA: Burdeos, Bretaña, Angers, Puy du Fou, Orléans y mucho más ✏️ Blogs de FranciaUn viaje por el país vecinoAutor: Ctello Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Índice del Diario: REGRESO A FRANCIA: Burdeos, Bretaña, Angers, Puy du Fou, Orléans y mucho más
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Salimos de Barcelona, estación del Nord, a las 2240 horas de la noche con destino a Burdeos. Escogimos un autobús FLIXBUS para aprovechar la noche, porque está relativamente bien de precio y sabemos de otros viajes que dan un buen servicio. Normalmente disponen de WC dentro pero en esta ocasión está roto por lo que va haciendo algunas paradas técnicas además de las previstas para recoger a pasajeros (Lloret, aeropuerto de Girona, Toulouse, Agen y Burdeos).
Burdeos es una ciudad portuaria del sur de Francia, capital de la región de Nueva Aquitania. A menudo se le llama “la Perla de Aquitania”. Hace algunos años estaba muy degradada pero se ha recuperado y desde 2007 una parte de la ciudad, el llamado Puerto de la Luna, es Patrimonio de la Humanidad. Hoy se están construyendo un montón de edificios modernos. Casi toda la ciudad está levantada por obras. Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 14
Llegamos a Burdeos a las 8.30, con unos 15 minutos de retraso sobre la hora prevista. La Gare Routière (estación de autobuses) no está como en otras ciudades pegada a la estación de trenes. La primera impresión es que es como un descampado dejado de la mano de Dios, con basuras por todos lados.
Debido a las obras y a la ubicación de la estación nos hacemos un poco de lío para ir al hotel y damos más vuelta de la debida. Al final damos con él. Se llama All Suites Bordeaux Marne-Gare Saint Jean y tiene muy buena relación calidad-precio. Se encuentra bastante cerca de la estación de trenes y se puede ir caminando a algunos puntos de interés (no obstante en la ciudad hay tranvía). Dejamos las maletas y nos dirigimos hacia la Cours de la Marne, calle grande que nos llevaría a la estación, para bajar un poco hacia la Iglesia de la santa Cruz, en la Place Pierre Renaudel. Tiene una espectacular fachada románica. Se construyó entre los siglos XI y XII después de que el monasterio benedictino que había en la ciudad fuera arrasado rimero por Abd er Rahman y después por los vikingos. Después de la Revolución francesa se convirtió en hospicio y luego en escuela de bellas artes. En origen parece que carecía de la torre de la izquierda, que se añadió en el siglo XIX para darle simetría al conjunto. Nos adentramos en el barrio de san Miguel, bastante típico y donde parece que siempre han vivido inmigrantes de otros países (ahora abundan los musulmanes, a tenor de los carteles de las tiendas). Una de las construcciones más destacadas del barrio es la Iglesia de san Miguel, alrededor de la cual encontramos un rastro (mercadillo de antigüedades y demás) y muchísimas carnicerías). Una de las cosas que más llama la atención de esta iglesia es que tiene el campanario por separado, una inmensa torre de 114 metros de altura, siendo uno de los más altos del sur de Francia. Esta iglesia en realidad tiene la categoría de basílica menor y fue construida entre los siglos XIV y XVI en estilo gótico flamígero. Se incluye dentro de la zona llamada Puerto de la luna, llamada así por la forma de croissant que tiene el meandro del estuario que forma el río Garona cuando pasa por la ciudad. Las obras de la iglesia empezaron por iniciativa del rey Luis XI y se convirtió pronto en un punto importante del Camino de Santiago. Sufrió desperfectos en el siglo XVIII a causa de un terremoto y pocos años después un rayo dejó el campanario sin punta. (hoy lo vemos terminado). En cuanto a la plaza que la rodea, Place Meynard, en su tiempo era el cementerio. Los cuerpos fueron desenterrados, encontrando 12 momificados. Estuvieron un tiempo expuestos en la cripta y a partir de 1979 están enterrados en un cementerio. Hoy la plaza es lugar de terrazas, encuentros y ventas. Nos dirigimos hacia la Puerta de Bourgogne. La ciudad que ahora vemos tiene avenidas muy largas y grandes plazas como la de la Bolsa, la más famosa, pero no siempre ha sido así. Como otras ciudades europeas en la Edad Media se encontraba encerrada entre murallas. Éstas han desaparecido siguiendo también la estela de lo ocurrido con esas otras pero aún queda algún vestigio. En concreto en Burdeos vemos seis puertas monumentales. Esa primera puerta que vemos, no es medieval sino del siglo XVIII aunque sustituye a la de aquel tiempo que se levantaba en ese lugar. No es que sea esplendorosa pero llama la atención por todo lo que la rodea, empezando por los edificios que se alzan a un lado y a otro (la fachada del “Quais”) y por el puente de piedra que tiene enfrente. El Puente fue construido por orden de Napoleón entre 1810 y 1822 no sin problemas porque el Garona en ese punto va con mucha fuerza. Tiene 17 arcos (por las letras de Napoleón Bonaparte) y cuenta con pequeñas representaciones del escudo de la ciudad (3 lunas entrelazadas). Fue el único puente de la ciudad hasta 1965. Está lleno de farolas con 4 faroles negros cada una. El río es caudaloso aunque sus aguas estaban muy turbias. Subimos por la calle Víctor Hugo, llena de tiendas en su mayoría árabes. En breve nos queda a la derecha la puerta más bonita de Burdeos, la de la Gran Campana o de san Eloy. Es del siglo XIII y es lo único que queda de la puerta defensiva que fue. Se trata de la puerta más antigua que aún permanece en pie. Es francamente bonita, la más bonita de todas me atrevería a decir. Tiene unos tejaditos en punta que recuerda a los palacios de cuento sobre dos torrecitas que miden nada más y nada menos que unos 40 metros. El nombre de Gran campana no es porque sí sino porque realmente la tiene (su función era avisar a los ciudadanos cuando pasaba algo, un incendio por ejemplo), justo encima del escudo y del enorme reloj que se colocó en el siglo XVII. Es posible pasar por debajo de su arco apuntado. Pegada a la puerta encontramos la parroquia de san Eloy. No está mal. Tiene algunos retablos interesantes y bóvedas de arco apuntado. Al parecer era donde los concejales juraban su cargo ya que la puerta formaba parte del antiguo ayuntamiento. Enfrente encontramos la calle Santa Catalina, larguísima (mide 3 kilómetros) y llena de tiendas (por lo que vi algunas tienen ropa a muy buen precio). Se trata del antiguo Decumanus romano y termina en la Plaza Victoria. En dicha plaza, llena de restaurantes y terrazas, encontramos la puerta de Aquitania, una de las antiguas entradas de la ciudad. Se construyó entre 1754 y 1755. En el frontón vemos el escudo de Francia sujetado por leones marinos. En la plaza también hay un obelisco rosado y una escultura con dos tortugas, madre e hija, que al ser de metal con el calor que hacía estaban ardiendo. Proseguimos camino y al pasar por delante de una panadería pensamos que es el momento de probar el dulce típico, el canelé. Se trata de un bizcocho de forma cilíndrica con bordes estriados hechos con huevos, azúcar, leche, mantequilla y harina y perfumados con ron y vainilla. Está recubierto de caramelo. Son bastante pequeños (el más grande apenas mide 5 cm de alto y el más pequeño sólo 2) y suelen comerse de merienda o desayuno. También los vi servir de acompañamiento al café. Nos costó 2 euros la unidad y no está mal pero he comido cosas mejores. Nos dirigimos hacia la catedral pero antes de entrar vamos a la torre, llamada de Pey Berland, que está separada también. Este campanario se construyó en el siglo XV para darle a la catedral unas campanas muy grandes que el edificio por sí solo no habría podido soportar. Tiene 4 en total, Marie, Clémence, Marguerite y Ferdinand-André (ésta de 8 toneladas). Su nombre proviene del arzobispo del siglo XV que mandó construirla bajo el mandato de los Plantagenet. Es posible subir aunque sólo 19 personas cada vez. cuesta 6 euros y no es apto para personas que tengan claustrofobia (la escalera es muy estrecha) o que tengan dificultades para subir escalones (tiene 233). Arriba encontramos dos terrazas (la última a unos 50 metros de altura) y unas vistas espléndidas sobre la ciudad. La torre está coronada por una estatua dorada de Notre Dame de Aquitania. Después del esfuerzo nos dirigimos a la catedral propiamente dicha, cuya entrada es gratis. La catedral de Burdeos recibe el nombre de san Andrés y se construyó en estilo gótico entre los siglos XII y XIII sobre una más antigua románica del siglo XI. En esa antigua construcción se casaron Leonor de Aquitania y el futuro Luis VII de Francia (matrimonio que los amantes de la Historia saben que fue disuelto). Muy poco queda de esa antigua iglesia, apenas los muros interiores de la nave principal. En el exterior la fachada occidental es fea, sosa, sin ornamentación. Las laterales están bastante bien pero donde realmente se ve el trabajo magnífico de los artistas es en la fachada norte, por donde entramos, la llamada Puerta real. Se construyó sobre 1250 y tiene representado en el tímpano el Juicio real. Decía una crónica del siglo XVI que en la catedral de Burdeos estaban los más bellos y más grandes órganos de toda la Cristiandad. Que nadie los busque; no están. Se vendieron para recaudar fondos para el ejército. El que vemos actualmente, enorme, se inauguró en los años 80 del siglo pasado y ofrece conciertos en verano (lamentablemente ninguno de los días de nuestra visita). Tiene muchísimos cuadros y algunas tumbas de personalidades de la Iglesia. Se ofrecen visitas guiadas en varios idiomas. Forma parte del Patrimonio de la Humanidad de los Caminos de Santiago de Compostela en Francia. Enfrente de la catedral vemos el Ayuntamiento. Ocupa el Palacio Rohan del siglo XVIII. Al parecer si compras la tarjeta City Pass puedes visitarlo por dentro. Nosotros sólo vimos la fachada, sobria, y el patio. Muy cerca encontramos el Tribunal de Grande Instance, una especie de tribunal superior de Justicia que se encuentra en un edificio tan nuevo y tan curioso que parece una bodega (quizás es porque estamos en una ciudad estrechamente vinculada al vino). Tanto el Tribunal (Palacio de Justicia) como la escuela de magistratura se integran junto a unos muros y una torre antigua que forman parte del Fort de Ha, construido por Carlos VII. Continuamos hasta la Cours de la Interdance, antigua vía romana llena de restaurantes. Aprovechamos para comer en el local del mismo nombre (ensalada con aguacate y surimi; filet mignon en salsa de mostaza antigua y tagliatelle por 15 euros cada uno). Muy cerca encontramos el edificio donde se ubica el Instituto Cervantes y que ocupa la casa donde vivió y murió en 1828 Goya. Dentro exponen algunos grabados suyos que se pueden ver gratis. La iglesia de san Sernin (San Severino) se levantó en el siglo VI si bien el edificio que vemos actualmente es del siglo XI. Tiene la categoría de basílica menor y también es Patrimonio de la Humanidad dentro de los bienes incluidos en los Caminos de Santiago de Compostela en Francia. Severino fue un obispo de Burdeos en el siglo V. Todavía se conserva la cripta de época merovingia que puede visitarse (tiene capiteles galo-romanos, sarcófagos y los enterramientos de san Severino y de san Amador, otro obispo de la ciudad). La iglesia ha sido reformada muchas veces, por eso presenta el aspecto actual. No pudimos verla por dentro porque la habían cerrado una temporada debido a un incendio en la sacristía. Sorprende, eso sí, su fachada, profusamente decorada con personajes y motivos vegetales. Sí visitamos el Gran Teatro. La entrada cuesta 7 euros y permite ver la escalera, el patio de butacas y una sala donde había una exposición sobre el bailarín Rudolf Nuréyev. Vale mucho la pena. Es precioso. Era, además, uno de los sitios más frescos de la ciudad en un día extremadamente caluroso. El teatro se inauguró en 1780 e inspiró a Garnier para hacer la escalinata de la Ópera de París (aunque a mí me parece que ésta última es más espectacular). Tiene algo más de 1000 butacas en su sala central y lo más importante es que está todo hecho en madera que nunca ha sido restaurada. También la fachada neoclásica es muy elegante, con 12 columnas sobre las que se alzan las 9 musas más Juno, Minerva y Venus. Nada más entrar nos encontramos con la imponente escalera. Unos cuantos escalones nos llevan a la puerta principal, cubierta con un frontón y enmarcada por dos figuras femeninas que se cubren púdicamente los cuerpos con una tela. Una vez dentro de la sala (a la que accedimos sin subir por la escalera sino directamente por el lateral izquierdo) sorprende el patio de butacas por su majestuosidad. Parece que hayamos retrocedido en el tiempo contemplando los palcos dorados, la cúpula y las butacas verdosas. Después subimos por la elegante escalinata y llegamos a una sala dorada con imponentes lámparas y medallones que representan a compositores célebres. Desde las ventanas podemos ver el Grand Hotel de Bordeuax que está enfrente así como un curioso reloj. Un hermoso techo parece representar al Olimpo. En fin, el colmo de refinamiento en el que hasta los cuartos de baño para el público son bonitos. El teatro fue sede de la Asamblea Nacional en tres ocasiones. Ahora es sede de la Ópera Nacional de Burdeos y del Ballet Nacional. La línea roja del tranvía nos lleva hasta la Cité du Vin. Burdeos tiene 3 líneas de tranvía que pueden servir para algunos desplazamientos aunque en aquellos días estaban en obras en las calles y algunas paradas no estaban activas (se sustituía con un servicio de buses). Compramos una tarjeta de día porque cuesta 4,60 euros y con tres viajes ya se amortiza. La Cité du Vin se trata de un edificio muy moderno situado al pie del río y que propone un recorrido por el mundo de esa bebida tan famosa en la ciudad. La entrada cuesta unos 20 euros pero se incluye en el City Pass (antes de las 12 la visita es gratis y después cuesta 5 euros, cosa que compensa). Al parecer no es sólo un museo al uso sino que se trata de un espacio interactivo donde también hay muchas proyecciones relacionadas con ese mundo. Es posible la entrada aunque no vayas a ver el museo ya que en lo alto hay un restaurante y en la planta baja una cafetería donde tomar una copa de vino (nos tomamos una de rosado, la variedad más famosa de Burdeos, por 3 euros) o comprar botellas de todo el mundo. Al lado hay un puente muy extraño y nuevo de color blanco llamado Pont de Jacques Chaban Delmas como un antiguo alcalde de Burdeos. Se construyó entre 2009 y 2012 y tiene un tramo central que puede estar bajado para que pasen personas o coches o elevarse hasta lo alto de las cuatro columnas para que pasen barcos. Volvimos a coger el tranvía y bajamos en la explanada de Quinconces. Es una de las plazas más grandes de Europa (aunque no es muy bonita tal y como está ahora), con una superficie de 126.000 metros cuadrados. El monumento principal y que hace que merezca una visita es la altísima columna blanca en memoria de los Girondinos. Se construyó entre 1894 y 1902 en honor de los Girondinos, diputados del departamento francés de la Gironda (es decir, de esa zona), en su mayoría intelectuales y burgueses. En plena Revolución Francesa se enfrentaron con los Jacobinos, a los que acusaba de haber “acusado” y asesinado a sangre fría a unas 300 personas. No obstante fueron ellos los que acabaron mal porque se les expulsó de la Asamblea, fueron perseguidos, encarcelados y 29 de sus dirigentes fueron sentenciados a ser guillotinados. Volviendo a la plaza he de decir que el monumento es espectacular. La estatua que corona el enorme pedestal representa al espíritu de la libertad. En los cuatro lados se representan el triunfo de la República, el triunfo de la Concordia, la Tribuna con un gallo entre la Historia y la Elocuencia y la ciudad de Burdeos sentada sobre un barco con una cornucopia entre los ríos Dordoña y Garona. Lo que más llama la atención son los conjuntos de los caballos que representan a la Ignorancia, la Mentira, el Vicio y la Felicidad. Intentamos coger el tranvía (ya que no teníamos incluido) para ir a la Plaza de la Bolsa pero no funcionaba por las obras y nos recomendaron que fuéramos andando. Algo que no apetecía mucho porque el calor a esas horas era insoportable. Pero caminando llegamos a un lugar donde me hubiera quedado lo que quedaba de día si no hubiera quedado aún mucho por ver, el Espejo de agua. Sólo es una gran placa de granito sobre la se han instalado unos agujeritos por los que va saliendo vapor o agua cada unos determinados minutos. Cuando no están activos los chorros quedan unos 2 cm de agua donde supuestamente se refleja la Plaza de la Bolsa, que queda enfrente (no se aprecia bien porque está lleno de gente), y donde todo el mundo parece estar como en una piscina. Incluso yo, a pesar de mi mono vestido nuevo, acabé rodando por el suelo mojado. La Plaza de la Bolsa es el emblema de Burdeos desde el siglo XVIII, rodeada de elegantes casas y con una fuente central que representa a las 3 gracias donde primero hubo una estatua ecuestre de Luis XV y luego otra de Napoleón. Con ella se rompió con esa ciudad medieval cerrada y se abrió completamente. Se llama así porque en ella está el antiguo Palacio de la Bolsa (hoy Cámara de Comercio) y el antiguo edificio de Aduanas (hoy Museo Nacional de Aduanas). Bajamos un poco y llegamos a una de las puertas más bonitas de la ciudad, la Cailhau. Se construyó a finales del siglo XV y se dedicó al rey Carlos VIII, el primer esposo de Ana de Bretaña (tiene una estatua del rey conmemorando la batalla de Fornovo). Era, pues, un elemento defensivo de Burdeos y a la vez un arco del triunfo. El nombre recuerda a las piedras acumuladas a los pies de la ciudad por el río Garona. Está construida en estilo gótico-renacentista, con almenas y tejadillos en punta. Era, además, el lugar de entrada al barrio de Saint Pierre. Parece que por allí estaba el palacio de Leonor de Aquitania. Volvemos a coger el tranvía y nos vamos a ver el Jardín Público, un bonito jardín del siglo XVIII. Después de admirar lo bien que los franceses cuidan sus parques volvimos a coger el tranvía y nos fuimos al hotel. La habitación está muy bien. Es muy nueva, amplia y cuenta con una pequeña cocina. Además nos regalan una botellita de agua, un plum cake, dos galletas, un poco de café y té. Etapas 1 a 3, total 14
Después de desayunar un poco en el hotel salimos para coger el autobús a esa horrible estación en el Quai Paludate. Lo teníamos a las 8.30 pero Flixbus nos mandó un sms un poco antes para decirnos que se iba a retrasar media hora. Y justo entonces empezó a llover.
Cuando al fin llegó el bus hubo un poquito de caos. Entre el conductor que no organizaba las cosas bien, la gente que quería colarse, unas mujeres que se dejaban olvidada una bolsa, unos españoles que querían comprar un billete a no sé dónde y no sabían cómo hacerlo… y la lluvia. Paramos a las 11.30 en un área de servicio y llegamos a las 13.20 a Nantes (con algo de retraso, lo que tampoco nos beneficiaba). El año pasado ya fuimos a Nantes (aconsejo ver el diario www.losviajeros.com/ ...coche.html) por lo que esta visita era sólo de paso. La idea era ver el Castillo de los Duques de Bretaña, que ya vimos hace un año aunque sin entrar en las salas, y volver al Jardín. Como ya conocemos el lugar sabemos que desde donde para el Flixbus tenemos que caminar un par de minutos para llegar a la parada del tranvía. Nos toma unos 15, quizás 20 minutos, llegar al centro. Pero … oh… había obras y nos hacen bajar dos paradas antes para coger un autobús. Seguimos con los retrasos. Cuando al fin nos bajamos en la parada de la Duquesa Ana, la siguiente a la estación… más obras. Era un poco una odisea pasar al otro lado. Hicimos lo que pudimos con la maleta a cuestas y nos fuimos a un hotel cercano. Habíamos visto por Internet que existe un servicio llamado nannybag que por un precio determinado permite que puedas dejar las maletas en algún establecimiento que te convenga y que esté dentro de ese servicio. Una vez dejados los equipajes en custodia en L’Hotel cruzamos la calle y nos vamos al castillo. En 1466 el duque de Bretaña Francisco II decidió construir un nuevo castillo en el lugar del antiguo edificio medieval (siglos XIII-XIV). Su hija Ana de Bretaña continuó con las obras. Las torres exteriores son típicas de la arquitectura militar del siglo XV. Se accede al interior por un puente del siglo XVIII y luego por el antiguo puente levadizo. La torre del Homenaje es una de las 4 torres que encuadraban el primitivo castillo. El Grand Logis era la zona en la que residían los duques. Merece la pena destacar la Torre de la Couronne d’or, con bellas galerías a la italiana que dominan un bonito pozo, coronado con una reja de hierro. El Petit Gouvernement, de estilo renacentista, se remonta a época de Francisco I. el edificio militar del Harnachement data de 1784. Aquí nació la duquesa Ana y se casó con Luis XII. Francisco I promulgó en este lugar el edicto que proclamaba la unión perpetua de los países y el ducado de Bretaña con el reino de Francia. Posteriormente, en 1598, Enrique IV firmó el decreto que autorizaba la libertad de conciencia y la libertad de culto a los protestantes calvinistas. Este edicto puso fin a las Guerras de religión. Se puede pasear por las murallas sin coste y desde allí se obtienen preciosas vistas de la ciudad. Nosotros esta vez no lo hicimos porque entre una cosa y otra cada vez teníamos menos tiempo. En su interior alberga el museo de la historia de Nantes y a eso nos dedicamos. La entrada cuesta 8 euros por persona y nos daba derecho a echar un vistazo también a una exposición sobre vikingos. Las salas, 32 en total, van recorriendo el viejo castillo aunque dentro se ve más bien poco de su estructura original. El museo tiene algunas explicaciones en castellano, por lo que no te pierdes en absoluto y puedes hacer un interesante recorrido por la historia de la ciudad. Después nos pasamos un momento por la exposición temporal aunque apenas miramos por encima (había demasiada gente y no nos quedaba mucho tiempo). Volvimos a recoger la maleta y nos fuimos (de nuevo la odisea entre obras) a coger primero el bus y luego el tranvía para llegar a la parada del Ouibus (en el mismo sitio que en la mañana). Hubiéramos querido pasarnos por un centro comercial muy grande que hay un poco más allá pero con las maletas era un poco engorroso así que entramos en una panadería y compramos un bocadillo de atún enorme, una quiche, un pedazo de far bretón, otro de pastel de flan y agua por 11,20 euros todo. No sólo de monumentos se alimenta el ser humano y ya era un poco tarde. El bus llegó tarde (vino uno primero de la misma compañía que iba a Rennes también pero ése no era) así que no llegamos hasta las 18.43 horas a Rennes. Por el camino fui viendo enormes campos de girasoles (vi muchos de esos en todo el viaje) y hasta un ciervo. Lo bueno que tiene es que la estación de buses (y la de trenes) están casi enfrente del hotel, un Ibis Styles correcto de habitaciones pequeñitas pero en el que dejan todo el día en recepción café e infusiones a disposición del cliente gratis. Nos regalaron también una botellita pequeña de agua. Cenamos un poco algo ligero y salimos a dar una vuelta. Me remito a lo que ya expliqué de Rennes en el anterior diario. Fuimos hasta la Plaza Charles de Gaulle (muy cerca del hotel del año pasado) y subimos hasta a République, el inicio del casco antiguo y donde estaba la antigua Bolsa de comercio (hoy está Correos y una oficina de Orange). Pasamos primero por la Basílica de St.Saveaur. Se destruyó parcialmente en el incendio de 1720. Fue reconstruida a finales del siglo XVIII. El exterior es muy austero; en el interior destacan un altar de baldaquino barroco, de madera dorada y mármol rojo y una rica escalinata de hierro forjado que sube al púlpito así como un exvoto que recuerda el incendio de la ciudad. No entramos. Seguimos hasta la plaza Saint Michel, llena de terrazas y de gente tomando algo. Vemos también la Place du Lices (muy distinta a cuando hace un año la vimos abarrotada de gente y puestecillos del mercado), la catedral (volvemos a entrar), la Plaza del Ayuntamiento con el ayuntamiento y el Teatro de la ópera, las Puertas Mordelaises (uno de los pocos vestigios de la muralla y por la que entraban los duques de Bretaña) y las casas de entramado de madera. No me extiendo porque es mejor remitirme a mi propio diario. Terminamos el recorrido del día en la Place Champ Jcquet, una de las que dicen más bellas de la ciudad, con casas de entramado de madera del siglo XVII y varios restaurantes y bares. Imagenes relacionadas Etapas 1 a 3, total 14
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