![]() ![]() Venecia-Italia ( 48 HORAS) desde Bucarest ✏️ Blogs de Italia
Escapa a Venecia de 48 horas desde Bucarest.Autor: Candelafa Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Índice del Diario: Venecia-Italia ( 48 HORAS) desde Bucarest
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Etapas 4 a 6, total 14
Volando a Venecia. Hacía años que quería venir, aunque no estaba en mi lista de destinos imprescindibles. Era más bien uno de esos lugares que sabía que debía visitar algún día. Había estado en Aveiro con Lara, la llamada "Venecia portuguesa", pero después de conocer la original, puedo decir que es un gran fake. Eso sí, allí al menos hicimos el paseo en góndola, que me pareció demasiado romántico para hacerlo yo sola en Venecia.
Cuando piensas en Venecia, es inevitable imaginar el carnaval. Mi amiga Carmen lo vivió hace años y tuvo la oportunidad de asistir a uno de esos bailes de época con su novio. Me pareció brutal ,y ahora que he estado, puedo decir que ha subido al puesto número uno en mi lista de cosas por hacer en 2026. Es viernes. Después de mi jornada, dejo atrás el bullicio de Bucarest y me dirijo al aeropuerto. Tengo la suerte de que mi compañero Fer va a Brasov y me puede dejar en el aeropuerto, ya que le queda de camino. A las 18:00 ya estaba allí, justo a tiempo para mi espera de una hora antes de embarcar, lo que me ahorró el taxi o el tren/metro. El vuelo de Ryanair despega puntual, y en 2 horas y 10 minutos, atravieso el cielo hasta aterrizar en Venecia Treviso (el aeropuerto low cost). Aunque en Bucarest son las 21:30, en Italia el reloj marca una hora menos, un pequeño regalo del huso horario… que devolveré a la vuelta. Desde allí, hay un servicio de autobuses de la empresa ATVO que, por 22 euros ida y vuelta, te deja en Piazzale Roma, el punto de entrada a la ciudad. Aterricé de noche y salí del aeropuerto a las 20:52. Es pequeño y la oficina de información ya estaba cerrada, pero al salir encontré el autobús listo para partir. Estos buses funcionan según los horarios de los vuelos, así que no tuve que esperar. Llegué a Venecia a las 21:50 y crucé el puente de cristal en dirección a mi alojamiento en Cannaregio, uno de los seis distritos de la ciudad, a unos 30 minutos a pie de la parada del bus. Me alojé en un Airbnb con supuestas vistas al canal por 70 euros la noche, lo más asequible que encontré en una ciudad donde los precios no son precisamente bajos. Mucha gente opta por alojarse fuera de Venecia y venir solo a pasar el día. Un hotel estándar cuesta fácilmente 200 euros. Viajar sola también limita las opciones. Dejo la mochila y salgo a cenar. Tenía en mente dos opciones: Vino Vero, una pequeña vinoteca junto al canal especializada en vinos naturales, y Al Timon, un restaurante rústico, ambas con terrazas al canal y cercanas al alojamiento. Llegué a Vino Vero a las 22:33, pero, aunque en teoría cerraban a medianoche, ya no servían comida. Pedí una copa de Tenuta Foresto Leuto, un vino blanco italiano, y disfruté del ambiente. Me gustó el sitio: íntimo, con mesas junto al canal y un par de libros únicos. Encontré uno sobre el mar y las islas que terminé comprando. Cuando el hambre apretó, fui al segundo restaurante de mi lista, justo en la esquina de mi calle. Cerraban a la 01:00, pero cuando llegué a las 23:00, me informaron que la cocina ya estaba cerrada. Al menos tenían tapas, así que pedí unas ocho, acompañadas de otro vino y un tiramisú. La copa costaba entre 5 y 8 euros, algo sorprendente para Venecia, casi como en Rumanía. Después de la cena, regresé al alojamiento. Daban mal tiempo para el fin de semana, pero el viernes solo chispeó un poco. Mi primera impresión de Venecia fue mágica: una ciudad romántica, envuelta en un aire místico, con el agua reflejando las luces de las viejas fachadas. Es preciosa. Tengo ganas de empezar mi aventura veneciana. Gastos del viernes: Autobús: 22 € Vino Vero: 17,50 € Tapas y vino en Al Timon: 27,50 € Total=66.50 € Etapas 4 a 6, total 14
El sonido del agua y la luz tenue de la mañana me despiertan con suavidad. Me levanto con la expectativa de disfrutar de mi primer día completo en la ciudad, pero lo primero que noto al abrir las cortinas es una pequeña decepción: mi habitación, supuestamente con vistas al canal, solo me ofrece la pared del edificio de enfrente. Si giro la cabeza a la izquierda y me asomo lo suficiente, ahí está el canal… pero no es lo que esperaba. En fin, así es la vida.
Son las 7:30, chispea ligeramente, pero nada que katiuskas y un paraguas no puedan manejar. Me ducho, me visto y salgo a comprar algo para desayunar. Apenas a dos minutos del alojamiento, encuentro una pequeña panadería, Panificio El Fornareto. El olor a pan recién hecho inunda la calle. Entro y compro un par de croissants. Son tiernos y mantecosos, perfectos para empezar el día. Mientras camino hacia la Librería Acqua Alta, doy algunas vueltas por las calles silenciosas, sacando fotos de las fachadas desconchadas y los telefonillos antiguos, que me parecen preciosos. Librerías, máscaras y palacios Camino por las calles aún medio vacías hacia la Librería Acqua Alta, una de las más curiosas del mundo. Llego temprano, justo a las 9:00, cuando abren. Soy la primera en entrar, lo que me da unos minutos de calma antes de que empiecen a llegar turistas. La librería es un desorden maravilloso: libros apilados en góndolas, bañeras y viejos barriles para protegerlos de las inundaciones. Hay una mezcla de libros nuevos y de segunda mano, postales, marcapáginas y pequeños tesoros literarios escondidos entre el caos. Encuentro un par de recuerdos que decido llevarme. Salgo de la librería y continúo mi ruta sin prisa. Me detengo en una tienda de máscaras hechas a mano. Se diferencian claramente de las versiones masivas que se ven en cada esquina: estas son únicas, con detalles trabajados, algunas con formas de animales—delfines, peces, leones. Me imagino a mis amigas y a mí en una fiesta de disfraces con máscaras venecianas, sería épico. Veo una que me encanta, la dueña me dice que es japonesa, pero a mí me recuerda más a Cleopatra. Mientras sigo explorando, paso frente a varias góndolas aún amarradas. A estas horas, los gondoleros no han comenzado su jornada, y me doy cuenta de algo curioso: algunas de estas embarcaciones parecen valer más que las propias casas en las que están atracadas. Es inevitable pensar en lo caro que debe ser mantener una vivienda aquí: la humedad, la restauración de las fachadas, las filtraciones de humedad y agua en la primera planta… un nightmare para cualquier propietario . Visitar Venecia es genial, pero vivir aquí debe de ser otra historia. Paso por una tienda de telas que ficho para volver más tarde. También descubro algunas galerías de arte cerradas a esta hora y una manilla de puerta en forma de caballito de mar que me parece preciosa. Mi siguiente parada es el Palacio Contarini del Bovolo, famoso por su impresionante escalera de caracol exterior. No entró la observo desde fuera. Decepción en Fondaco dei Tedeschi y el caos de San Marcos A las 10:45, tengo reserva en la terraza de Fondaco dei Tedeschi, un antiguo edificio convertido en centro comercial de lujo, cuya azotea ofrece una de las mejores panorámicas de la ciudad. Sin embargo, cuando llego, me llevo una sorpresa desagradable: la terraza está cerrada por la lluvia, y no hay opción de reprogramar la visita. Ni ticket ni nada. Casi los mato (porque ya no llovía ) . aunque al menos el edificio tiene baños, algo útil en una ciudad donde no abundan. Doy un paseo hasta la Piazza San Marco y, aunque no está abarrotada, ya hay suficiente gente como para que me dé pereza quedarme mucho rato. No soporto las multitudes, así que descarto cualquier plan que implique hacer fila aquí. Me limito a admirar la basílica desde fuera y camino hasta el final de la plaza, donde el canal se abre y los barcos pasan constantemente. Me quedo un rato observando el ir y venir del agua antes de adentrarme nuevamente en las calles menos transitadas. Antes de continuar con la ruta, entro en una pequeña tienda especializada en sellos de lacre. Los colores de los lacres son preciosos, y no puedo resistirme a comprar un par. Le mando fotos a Tere, porque sé que le encantarán. Arte y almuerzo local A las 12:10, cruzo el canal en vaporetto y camino hasta el museo Peggy Guggenheim, un oasis de arte moderno en medio del clasicismo veneciano. Es un museo pequeño, ubicado en un antiguo palacio, y su colección esta bien . aunque la exposición temporal no está disponible. Me quedo unos 30 minutos viendo las obras. Algunas esculturas me recuerdan a la artista mexicana Leonora Carrington, una de mis favoritas. Me llama especialmente la atención una obra de Mirko Basaldella, una especie de león con un aire místico, y otra escultura extraña: un hombre con pene erecto montado en una especie de criatura , una criatura digna de una película de fantasía. Salgo del museo y tomo otro vaporetto para regresar a la zona donde tengo mi tour a las 15:00. Antes de eso, aprovecho para almorzar en Rosticceria Gislon, un sitio recomendado por los organizadores del tour. así que pruebo suerte. Está llena, pero después de esperar un rato consigo un sitio en una mesa alta. Pido espaguetis con marisco y agua. Como aún tengo hambre, me fijo en unas especies de sanjacobos fritos que todo el mundo está comiendo y me animo a probarlos. Acompaño con una copita de vino. Descubriendo la Venecia más oculta A las 15:00, comienza mi Venice Walking Tour. El guía nos lleva por calles menos transitadas y nos cuenta historias fascinantes sobre la ciudad. Una de las más curiosas es la de las mujeres venecianas del Renacimiento, quienes usaban sombreros con huevos y se untaban el pelo con orina para lograr ese tono cobrizo tan característico. Uno de los lugares que más me sorprende es la iglesia de Santa Maria dei Miracoli, completamente hecha de mármol. El tour termina a las 17:00, cerca de mi alojamiento. Mis pies empiezan a dolerme, y cuando me quito las botas, descubro que tengo varias ampollas por todas partes gracias a las katiuskas, que llevo porque daban lluvia al 100% No fue mi mejor elección de calzado. Me tumbo un rato para descansar y cargar el móvil, que ha agotado su batería de tantas fotos. Un cóctel en un palacio veneciano A las 18:30, me animo a salir de nuevo y cojo el vaporetto. Voy a Aman Venice, un hotel de 5 estrellas con una de las mejores coctelerías de la ciudad. El sitio es una maravilla: un salón elegante con un pianista tocando en directo. Me dejo recomendar y pido su reinvención de la margarita. Me traen un pequeño picoteo con patatas fritas, anacardos y aceitunas (que rechazo). También incluyen dos mini tapas. El ambiente es tan agradable que me pido un segundo cóctel. Esta vez no me gusta tanto, pero el detalle es increíble: viene con una ostia a juego con el fresco de la habitación. Me voy a las 20:30, aunque Los cócteles aquí no son baratos (entre 35 y 40 euros cada uno), para mi la experiencia merece la pena. Salgo del bar sintiéndome satisfecha, sin hambre después de todo lo que he picoteado. Tomo el vaporetto de vuelta hasta la parada más cercana y camino hasta mi alojamiento. Hoy ha sido un día completo: entre las caminatas, las compras y las visitas, tengo la sensación de haber visto una Venecia más auténtica. Me duelen los pies, pero ha valido la pena Etapas 4 a 6, total 14
Hoy me despierto con una sensación agridulce: es mi último día en la isla y ya le había tomado cariño. Al abrir la ventana, me llevo una grata sorpresa: el sol brilla con fuerza, a pesar de que el pronóstico anunciaba lluvia. No me lo puedo creer. Son las 7:30 de la mañana, así que me doy una ducha, recojo mis cosas y salgo del alojamiento sobre las 8:10. Antes de irme, dejo la tasa turística (3 euros por persona) en el Airbnb, pero como no tengo cambio, dejo un billete de 5 euros y le pregunto al anfitrión cómo enviarle el euro restante. (Os hago spolier, me perdona el 1, creo que es la estafa turística del siglo XXI).
Salgo rumbo al vaporetto de la línea 1 en dirección Accademia. Dependiendo de la estación, hay dos paradas cercanas (Andén A y B), así que hay que fijarse bien para subir en la dirección correcta. En algunas estaciones, la misma parada sirve para ambos sentidos. El día es precioso, ideal para hacer fotos y videos del Gran Canal. Llego a Accademia sobre las 8:45 y camino hasta el Bar Alla Toletta, que ya está abierto. Decido probar algo salado para el desayuno. Justo al lado está la Pasticceria Toletta, muy popular entre los locales y completamente llena. Me animo a probar los famosos tramezzini, los pequeños sándwiches venecianos que son una tradición local. Para ser sincera, me decepcionan un poco: están llenos de mayonesa y llevan algo de huevo. No están mal, pero por 3,50 euros cada uno, necesitarías al menos tres o cuatro para sentir que has comido algo. ¡Por ese precio, mejor un buen plato de pasta!. Al ser mi desayuno, termino pidiendo tres tramezzini, un trozo de "Torta della Nonna" (la tarta de limón más deliciosa que he probado) y una botella de agua. En total, 20 euros por el desayuno. Después de comer, regreso al muelle donde me dejó el vaporetto y coloco el trípode para grabar timelapses del canal y los barcos, mientras disfruto del sol y espero el inicio de mi tour a las 10:00. Explorando Dorsoduro Repito la experiencia con Venice Walking Tour (Free Tour), esta vez para recorrer el distrito de Dorsoduro con la misma guía de ayer, Anna. Durante dos horas, exploramos esta zona mientras ella nos cuenta historias sobre la Edad de Oro del comercio, la peste que asoló la ciudad y las huellas de la invasión napoleónica. Hace un día increíble y, con el sol brillando, todo se ve diferente. Me sorprenden las curiosidades sobre figuras excéntricas como Peggy Guggenheim y Luisa Casati, y visitamos lugares emblemáticos como la Basílica de Santa María della Salute. Anna también nos habla de la Ca’ Dario, un palacio con una historia oscura que parece sacada de una novela de misterio. Al terminar, le doy 10 euros como propina. Regreso a casa A las 12:00, el tour finaliza y camino lentamente hacia la estación. Paro a comprar un bocadillo para llevar (5,50 euros) y me dirijo a la parada del autobús. Con este sol radiante, casi dan ganas de perder el vuelo y quedarme un día más... Hay tanta gente esperando que finalmente ponen dos autobuses. Salimos a las 12:40 hacia el aeropuerto y en una hora ya estoy allí, con tiempo suficiente para mi vuelo de las 15:50. El vuelo despega puntual y aterrizo en Bucarest a las 18:45. Llevo la maleta llena de recuerdos: postales, un libro y una máscara veneciana. Mientras voy de camino a casa en BOLT, solo pienso en cuándo podré volver a Venecia. Etapas 4 a 6, total 14
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