La noche anterior y la de hoy teníamos alojamiento en Cortina d'Ampezzo. Sin embargo, para no liar la información, voy a dejar el relato de lo que hicimos y vimos allí para una etapa posterior.
El día amaneció con el cielo casi cubierto, aunque no tan oscuro como muestra la foto que tomé desde la terraza del hotel.


Después del calor de los días anteriores, las previsiones meteorológicas anunciaban tormentas: no estaba claro en qué momento del día serían, aunque supuestamente haberlas, las habría. La mañana amaneció con muchas nubes, pero decidimos continuar con el plan previsto, aunque luego no fue el definitivo. Y, tras alguna modificación que ya contaré, el itinerario final de la jornada comprendió unos 106 kilómetros, con el siguiente perfil en Google Maps:

Ruta senderista de los Cañones y la Cascada de Fanes.
Por la carretera SS51, después de recorrer unos 10 kilómetros, llegamos al aparcamiento del área recreativa del Parque Natural delle Dolimite d’Ampezzo, en San Uberto. Desde luego, era de pago. No recuerdo el importe, aunque no era por tiempo sino por día completo. Allí, teníamos previsto hacer una ruta senderista por los cañones y la cascada de Fanes, de unos 8 kilómetros de longitud. Al final, los datos de mi copia de wikilock fueron los siguientes:
Longitud: 7,64 kilómetros
Duración: 3 horas y 41 minutos incluyendo paradas.
Desnivel acumulado: 339 metros.
Altitud mínima: 1.346 metros; altitud máxima, 1.498 metros.
Dificultad: fácil el recorrido básico, pero puede complicarse con varios añadidos.



La ruta consta de dos partes: una, básica y asequible para casi todo el mundo, que transcurre por una pista forestal y un sendero en medio de un precioso bosque. No faltan tramos de pendientes prolongadas, pero sin dificultades técnicas de ningún tipo.



En la parte inicial, fuimos por nuestra derecha y volvimos por la izquierda en una ruta circular que confluye en un sendero que conduce a la cascada. El entorno es muy bonito, con árboles gigantes, puentes sobre el río Travenanzes y las montañas de fondo. De camino, hay rústicas fuentes y numerosos indicadores. Es una lástima que las fotos salieran tan oscuras por causa de las nubes, porque en directo el paisaje lucía más claro y bonito.



Tras un sendero pedregoso hacia arriba, llegamos a un primer mirador sobre la cascada, donde solo hay sitio para quien logre sentarse en un banco panorámico. Estaba ocupado, así que seguimos adelante. Tras unos minutos, alcanzamos el balcón principal, sobre el que se tiene una visión aérea de la cascada del río Fanes y su espectacular cañón.


Hasta ahí transcurre la primera parte de la ruta. En adelante, comienza un tramo algo más complicado y, más adelante, la vía ferrata que, por la ladera de la montaña, lleva a otros miradores, pasando incluso por detrás de la cascada. Desde el mirador principal, se contempla muy bien todo el escenario y también existe un cartel informativo que lo explica.





Por un lateral del mirador, vimos una vertiginosa escalera, formada por troncos rellenos de tierra, que bajaba hasta la base de la cascada. Por ella, con mucho cuidado para no resbalar, logramos llegar al fondo del cañón. El río discurría alegre y tenía un precioso tono azul claro que no se aprecia en las fotos.


Siguiendo el curso del río, llegamos junto a la poderosa caída de agua, que nos salpicaba desde el puente. La panorámica era imponente, tanto de la propia cascada como del desfiladero.




En este punto, aparecen los cables de acero, las clavijas y las argollas de la vía ferrata, que vimos emprender a varios excursionistas, todos equipados con arneses. Nos animamos a iniciar el recorrido por la zona más fácil, superando unas rocas con ayuda de unos cables de acero. Llegamos a un punto con escalones metálicos y, aunque ese tramo no parecía muy difícil, decidimos desistir, ya que no llevábamos equipo para ferratas, y también desconocíamos lo que había más allá y su duración. Además, tras unos minutos en que incluso llegó a asomar un poco el sol, las nubes reaparecieron mucho más negras que antes.


Afrontamos nuevamente la escalera de troncos (mucho más fácil y rápida la subida que la bajada) y regresamos por el mismo camino hasta el cruce, ya en el valle. Allí, tomamos el sendero contrario al de antes para completar la ruta circular en esta parte. A falta de un kilómetro, comenzó a llover, así que tuvimos que acelerar el paso. Paró a poco de salir con el coche nuevamente a la carretera.


Almuerzo en la carretera.
Nuestra siguiente parada en principio era el Lago Dobbiaco, pero entre unas cosas y otras se nos estaba haciendo tarde para comer. No llevábamos bocatas, así que paramos en un restaurante de carretera que anunciaba “cocina abierta”. Nos sentamos en la terraza exterior y nos atendieron muy bien. La comida, muy rica. Tomamos espaguetis con ajo, aceite y chili, raviolis rellenos de venado en salsa de arándanos (muy rico pese a lo que pueda parecer en la foto) y un surtido de tres albóndigas tirolesas, de carne, queso y verduras, llamadas “dumplings”, con ensalada de col roja. Para beber, agua y vino “bianco”. De postre, strudel de manzana con nata y café. El precio, 60 euros.

Lago di Landro.
Seguimos hacia el norte, en busca del Lago Dobbiaco. Las vacas estaban muy tranquilotas seguramente después de disfrutar de un buen pasto. Llegamos a un lago y paramos a echar un vistazo. El aparcamiento, de pago, por supuesto. Costaba un euro la hora, pero el parquímetro solo nos dio tres cuartos de hora. En fin…



El lago tiene un toque peculiar, pues a él cae una cascada y un fondo de montañas muy aparente. Además, cuenta con una playa, a la que se llega cruzando un puente y una zona de espesa vegetación que parecía un laberinto. Di una vuelta y tomé algunas fotos. Era una pena lo nublado que estaba porque debe tener un color bonito con más claridad. Al cabo de un rato, volvimos al coche



Poco después, pasamos por el Mirador de las Tres Cimas de Lavaredo, que se contemplaban bien. Queda resultón, pues también se ve la cascada que cae al lago. Tomé una foto desde el coche. No paramos, pues las habíamos visto perfectamente desde todas las perspectivas el día anterior. Si no hay niebla, es un sitio interesante para quienes no vayan a hacer la caminanta; pero, claro, no es ni parecido.


Más adelante, vimos el indicador del Lago di Dobbiaco. ¿Cómo? Pues sí, nos habíamos equivocado: habíamos parado en el Lago di Landro, no en el Lago di Dobbiaco. Quedaba en la dirección contraria y no queríamos perder más tiempo. Ya nos detendríamos a la vuelta si había ocasión. El cielo cada vez estaba más negro. Era evidente que tarde o temprano nos íbamos a mojar.
