Carcassone y el país cátaro ✏️ Blogs de FranciaViaje de 4 días a una zona preciosa y con historiaAutor: Serdel Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.4 (16 Votos) Índice del Diario: Carcassone y el país cátaro
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Etapas 1 a 3, total 4
El país cátaro….desde mi época de bachiller, donde en la asignatura de Religión nos hablaban de cruzadas y herejías durante la edad media, el nombre de cátaro me sugería misterio, intriga, injusticia, sufrimiento,…pero sobre todo, de interés, de ganas de saber qué pasó, por qué pasó y, sobre todo, dónde pasó. Este año lo hemos podido descubrir.
Aprovechando que nuestra residencia está en el sur de Tarragona, decidimos hacer una escapada en febrero de 2009 de cuatro días para conocer el enigma y la experiencia cátara. Primero de todo, debíamos buscar un alojamiento. Teníamos pensado claramente que, aunque íbamos a dedicar la mayoría del día a desplazarnos en coche por los castillos y pueblos de la región, queríamos alojarnos en un lugar con encanto, tranquilo. Y lo encontramos en La Maison de la Riviere, en la pequeña localidad de Esperaza, más o menos en el centro de todas las visitas que teníamos previstas. El lugar no nos defraudó en absoluto: un B&B regentado por Jo Hayes y su familia, habitaciones decoradas con un estilo clásico, al lado de la ribera del río Aude, con un desayuno increíble y completísimo…sin duda:100% recomendable. Llegado el día, tras acabar un poco más temprano de lo habitual en el trabajo, nos encaminos rumbo a la frontera francesa, a la que llegamos poco más de la seis de la tarde. Después de repostar en la última gasolinera española (te la indican claramente), pronto llegamos a Perpignan con un tráfico de camiones muy intenso. A continuación nos desviamos por la carretera D117 que discurre paralela a los Pirineos más orientales. Saint Paul de Fenoillet, San Martin de Lys (con un desfiladero impresionante), Guillan…y, por fin, Esperaza, donde llegamos poco después de las siete y media. Jo enseguida nos recibió encantado, ofreciéndonos un buen vino y un poco de queso. [align=center] Fachada del B&B Maison de la Riviere en Esperaza
Pensamos en salir a tomar algo rápido, pero claro, a las ocho y media de la tarde en un pueblo perdido de Francia, no creáis que nos estaban esperando a los dos españolitos, así que, cansados del viaje, nos retiramos a descansar preparando la ruta del siguiente día .Etapas 1 a 3, total 4
Sin haber cenado nada, os podéis imaginar cómo cumplimos con el magnífico desayuno que nos preparó Jo (café, leche, cereales, fruta fresca cortada, yogur y, por encima de todo, los deliciosos croissants y caracolas de pasas de la boulangerie del pueblo)…hay que decir que en panaderia y bollería los franceses nos ganan por goleada.
[align=center] Amanecer en la ribera del río Aude
Bien prontito y con no más de 2 ºC en el ambiente, arrancamos la ruta por la D613 con la primera parada en la cercana localidad de Arques, donde anduvimos por los alrededores del castillo que, aunque reformado, tiene un aire especial en medio de una llanura verde rodeada de montañas pobladas de pinos y abetos Señal característica de toda la zona cátara
El castillo de Arques pertenecía en el siglo XI a la famosa abadía de Lagrasse (que visitaríamos esa misma mañana) que, tras pasar de manos de varios señores feudales de la época, vivió su mayor esplendor a partir de 1216. La arquitectura de la torre, de 23 metros de altura , demuestra que en su construcción primó la comodidad y elegancia frente a aspectos estratégicos o bélicos. Por sus faldas pasaron los cruzados que se dirigían de Termes a Puivert. Castillo de Arques
Continuamos hacia Termes, donde su castillo, casi en ruinas, se yergue todavía orgulloso en lo alto de un cerro cercano a la localidad. Pueblo minúsculo pero muy auténtico, en el fondo de un valle muy cerrado, donde la gente mayor paseaba tranquilamente alejada de cualquier ruido de las grandes ciudades. Qué envidia…a veces, claro está. El castillo de Termes fue sitiado por los cruzados de Simón de Monfort hacia el 1210 y, aunque la posición del castillo les permitió aguantar los ataques cruzados, no resistieron a un mal que hoy en día también es mortal: la sed. Cuenta la historia que la lluvia que llenó las cisternas de agua provocó que ésta se pudriese y contaminase, provocando una epidemia de disentería que acabó con el sitio del castillo en tres meses. Estructuralmente, está casi en ruinas, conservándose solamente dos murallas concéntricas que rodean la torre central, que conserva una fachada abierta por una ventana con forma de cruz,…recuerdo de las feroces luchas que, en su nombre, ensangrentaron estas tierras durante el siglo XIII. Castillo de Termes
La siguiente parada fue el castillo de Villerouge-Termenes, el cual se puede visitar por el interior y donde uno se puede hacer cómo era la vida entre esas paredes hace, como no quiere la cosa, unos 800 años. Consta de torres almenadas en sus cuatro lados . Sus salas, escaleras y torres son el escenario de una animación audiovisual que recuerda la figura de Guillermo Belibaste, último perfecto cátaro que murió en la hoguera en 1321 en este pequeño pueblo. Es curioso la sensación que uno tiene y experimenta en lugares que sabes que tienen historia, que personas hace cientos de años han pisado por donde tú pisas en ese momento,… Castillo de Villerouge-Termenes
Si se desea revivir un buen manjar como el de la Edad Media, en el castillo está la Rotisserie Medievale, donde se elaboran recetas de la época medieval y donde se come con cucharas y cuchillos, sin platos ni tenedores, con jarros y botijos para beber…curioso al menos, aunque nosotros no tuviéramos tiempo (ni ganas) de probarlo. Tras Villerouge, nos detuvimos en la magnífica y preciosa aldea de Lagrasse, clasificado más de diez veces como uno de los pueblos más bellos de toda Francia. Mientras recorríamos una de las preciosas callejuelas de este pueblo, nos llegó un olor a la que no nos pudimos resistir: boulangerie-pastisserie…mmm, croissant y caracola al buche. Cruzamos el antíquisimo Pont Vieux del s.XIV para visitar la espléndida, aunque en parte en ruinas, abadía de Santa María, cuyo origen se remonta a la época de Carlomagno, pero, lamentablemente, estaba cerrada a esas horas (poco más de las 12.30), así que nos conformamos con recorrer su bonito entorno al lado del río Orbieu, con la esplendorosa torre contigua a la abadía, reflejo del antiguo esplendor de este pequeño rincón de Francia. Boulangerie en Lagrasse
Abadía de Santa María en Lagrasse
Pont Vieux de Lagrasse
Con el buen sabor de boca que nos dejó Lagrasse, regresamos a la D613 apretando un poco el acelerador para llegar a hora de comer a la más industrializada Narbonne, donde, aprovechando el buen tiempo, nos zampamos dos bocatas rápidamente en un parque cercano a la zona más céntrica de la ciudad. Mientras hacíamos tiempo a que se abriera la abadía de Fontfroide, nuestra próxima visita, recorrimos el palacio arzobispal y la anexa catedral de los santos Justo y Pastor de Narbona, interesante edificio de un gótico clásico. Interior catedral de Narbona
La abadía de Fontfroide nos quedaba a unos 10 kilométros de Narbonne, así que en un periquete nos plantamos en la explanada que da acceso al recinto. Nos metimos en una visita guiada de un colegio catalán que venía de visita que nos vino de perlas para conocer todo aquello de ese magnífico edificio que no viene en las guías. La abadía siempre tuvo un gran prestigio, no obstante fue de ella donde dos de sus monjes fueron los elegidos por el Papa para combatir la herejía cátara, convirtiéndose en un bastión de los cruzados. Estructuralmente, la abadía es un buen ejemplo de arquitectura cisterciense muy bien conservadas, con dependencias privadas para los hermanos legos (religiosos pero no monjes), dormitorios de los monjes, claustro gótico precioso,… Claustro de la abadía de Fontfroide
Para la vuelta a Esperaza, decidimos volver por la D611 hasta coger el desvío hacia nuestro próximo objetivo: el imponente castillo de Queribus, que llegó a pertenecer a la corona de Aragón en el siglo XII; cercano a la preciosa localidad de Cucugnan, donde se puede admirar un original molino de harina, como los de Don Quijote. Fue uno de los pocos que se mantuvo al margen durante la cruzada contra los cátaros pues perteneció al conde de Barcelona durante esa época. Castillo de Queribus
Aunque el acceso a Queribus no es fácil, las vistas panorámicas desde su cumbre son magníficas, llegando incluso a intuirse la silueta del que quizás es el más enigmático de todos los castillos cátaros, Peyrepertuse, al que rodeamos por completo, observando las ruinas que le confieren ese aspecto, por qué no, siniestro, como el casco de un barco, que te hace imaginar lo poderoso que llegó a ser y todo lo que en su interior se pudo vivir, pues fue un gran refugio cátaro hasta 1240. Castillo de Peyrepertuse desde la carretera que lo rodea
Tras la ruta de los castillos, combinamos la salida a Saint Paul de Fenoillet para vivir una de las experiencias más auténticas de todo el viaje: recorrer las Gorges de Galamus. Se trata de un angostísimo desfiladero a través del río Agly por el que, según la tradición, huyeron gran parte de los cátaros hacia Cataluña. Pues bien, en una de las laderas de este desfiladero, los franceses se “inventaron” una carretera de unos dos kilómetros que une ambas comarcas (Aude y Pirineos Orientales). La carretera es tan estrecha que sólo cabe un coche , salvo en algunas curvas donde hay un pequeño ensanche (que tuvimos que utilizar al cruzarnos con un coche en sentido contrario). Sencillamente espectacular. A mitad de los dos kilómetros hay una “planicie” que da acceso a la Ermita de San Antonio (de Galamus), del siglo VI, literalmente sobre la roca. Por las Gorges de Galamus
Tras esta experiencia y ya casi de noche, llegamos a nuestro alojamiento. Tras ponernos guapos salimos a cenar a una creperie (uno de los pocos lugares para comer) donde nos dieron el típico sablazo francés en las bebidas (2 heineken de 25 cl: 8€). .Descansamos pensando en la cantidad de lugares históricos que habíamos visitado ese dia, lugares en los que se juntaron historia, crueldad, ilusión, fidelidad a unos ideales,… Etapas 1 a 3, total 4
El segundo dia lo dedicamos a la zona occidental de la región cátara. Tras comentar con Jo la cantidad de escenarios vistos el día anterior y volviendo a devorar el delicioso desayuno que nos ofreció, salimos hacia Quillan donde tomamos la D117 hasta Puivert (donde también se asomaban las ruinas de otro enorme castillo cátaro, aunque esta vez no nos desviamos) y de ahí por la D16 hasta Mirepoix, un pueblo de dibujos animados.
Mirepoix conserva todo su encanto medieval perfectamente conservado, con un tramo de muralla y una puerta de acceso imponente. Recorriendo la callezuela tras la portada se llega a la Plaza de los Porches, literalmente sacada de un libro de cuentos, con sus casas porticadas de madera pintadas en llamativos colores y decoradas con ornamentos vegetales y animales muy graciosos, especialmente las viguetas de la Casa de los Cónsules. En los porches, multitud de tiendas tradicionales de alimentación, souvenirs, … [align=center] Casa de los Cónsules en Mirepoix
Gran reducto de cátaros, es en Mirepoix donde se reunieron más de 600 cátaros para aprobar la defensa a ultranza del último reducto cátaro: Montsegur. Cuando la ciudad fue asediada, la mayoría de los cátaros ya habían huido a Montsegur. Fachadas de Mirepoix
En un lateral de la plaza se alza la majestuosa catedral de Mirepoix, monumento nacional de Francia. De una única nave con arcos de diafragma, según la guía, es la iglesia más ancha del país, con más de 21 metros de ancho Catedral de Mirepoix
La ruta del día nos deparaba comer en la ciudad de Castelnaudary, uno de los focos cátaros más importantes y capital mundial del cassoulet, la versión francesa de nuestra tradicional fabada. Lo que más nos gustó es el ambiente alrededor del Grand Bassin, una laguna natural del Canal du Midi que atraviesa la ciudad, desde donde se obtiene la mejor panorámica de la ciudad. A destacar que este lugar está considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. . El Grand Bassin con la Colegiata de Castelnaudary al fondo
Dimos una vuelta por el centro de la ciudad alrededor la colegiata, pero no nos decidimos a comer aquí ya que queríamos llegar pronto a nuestro próximo destino: Toulouse, por lo que compramos pan y embutido en un supermercado y, siguiendo la D813 paralela al Canal du Midi, nos detuvimos en el pueblo de Avignonet, lugar de una de las últimas masacres cátaras, para tomarnos nuestros bocatas en un merendero cercano a la iglesia de Notre-Dame. Finalmente, poco más de las tres de la tarde estábamos en la cuarta ciudad de Francia: Toulouse. El motivo principal de la visita era tener un primer acercamiento a la ciudad y conocer una de las obras maestras de la arquitectura románica: la basílica de Saint-Sernin, sede de muchos debates entre los cruzados para decidir cómo detener la herejía cátara. Personalmente, me hubiera gustado tener más tiempo para poder visitar la fábrica de Airbus, pero otra vez será. Toulouse no nos defraudó, nos gustó, y mucho. Aparcamos en un parking del Boulevard Carnot que nos dejaba cerca de la principal plaza de la ciudad, el Capitole o sede del ayuntamiento de Toulouse. Antes nos desviamos a la oficina de turismo en la plaza Wilson para hacernos con un mapa de la ciudad. Place du Capitole en Toulouse
Haciendo honor a su apodo de ciudad rosa, los edificios que circundan el Capitole se caracterizan por construcciones de ladrillo que le dan ese color característico. Perfectamente indicado, por la Rue Taur nos dirigimos hacia Saint-Sernin, no sin antes caer en la tentación de un magnífico gofre casero de chocolate de una de las abundantes creperies y puestos ambulantes de esta calle. Mientras avanzamos por esta calle, ya se intuía el majestuoso cimborrio de la basílica Por la Rue Taur en Toulouse
Saint-Sernin, que nos sorprendió por ser totalmente gratis, es un edificio impresionante: uno de los centros de peregrinación medievales más importantes, tanto o más que la catedral de Santiago de Compostela. Pero, a diferencia de esta que está modificada con muchos otros estilos, Saint-Sernin conserva todo su ambiente románico tanto exterior como interior. Exteriormente, la combinación de ladrillo rojo con piedra blanca es magnífica y el interior no se queda atrás Lateral del alzado de Saint Sernin de Toulouse
Interior de Saint Sernin de Toulouse
Tras esta visita, nos dedicamos a vagabundear por las calles del centro de Toulouse, topándonos con el Convento de los Jacobinos, espectacular templo de una sola nave con columnas centrales enormes que dan lugar a bóvedas en forma de palmera muy originales. La verdad, una iglesia muy “rara” que no dejaba indiferente a nadie. Interior de la Iglesia de los Jacobinos de Toulouse
Volvimos a la plaza Capitole y nos dirigimos a las calles más comerciales del centro peatonal tolosano alrededor de esta plaza. La cantidad de tiendas, restaurantes, cafés es tremenda y es imposible no caer en la tentación alguna vez. Caminando caminando nos dirigimos a la ribera del río Garona, conretamente a un pequeño embarcadero que hay al lado del Pont Neuf, donde había un ambiente juvenil genial, derivado de las numerosasa y buenas universidades que la ciudad posee. Río Garona a su paso por Toulouse
Volviendo por la zona del centro hacia el Capitole, caímos en dos de las anteriores tentaciones : una tienda de golosinas artesanales donde compramos unas gominolas de regaliz y, como el hambre apretaba, en un café donde devoramos una riquísima tarta de queso junto a dos magníficos tés. Ya de noche, volvimos por la zona de Saint-Sernin para ver el edificio iluminado, sencillamente mágico. Cabecera de Saint Sernin de noche
Con un muy buen regusto de la ciudad tolosana, volvimos hacia Esperaza en mido de una oscura noche, únicamente alterada por la vista, a lo lejos, de pequeños pueblos y castillos iluminados. .Etapas 1 a 3, total 4
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