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Tan solo Egipto

Tan solo Egipto ✏️ Blogs de Egipto Egipto

TAN SOLO EGIPTO VIAJE A EGIPTO DEL 22 DE ENERO AL 2 DE FEBRERO 2007 PRÓLOGO La fascinación por Egipto, empezó antes de partir. El embrujo de Egipto se apoderó de mí, de mi sed de aprendizaje y de mis deseos de saber todo lo posible de una civilización milenaria. A la vuelta, me he dado cuenta de que nada sabía, pero quiero saber. Ramses, Abu Simbel, Nefertari, Luxor, Karnak, Keops, Gizeh, Akenaton, Seti, Isis, Osiris, Ra…. Nombres y más nombres con decenas de historias y leyendas tras ellos. Cada historia con decenas de versiones, y cada versión con decenas de interpretaciones. Faraones que eran dioses, dioses que fueron humanos, templos colosales y por encima de todo… El río Nilo. La fuente de la vida para Egipto. Tan solo los que han visitado Egipto saben lo que se siente. Y los que aún no lo han hecho, empezaran a comprender todo lo que significa este país, estas historias, estas leyendas. Que los dioses te acompañen.
Autor: Lwrence  Fecha creación:  Puntos: 4.7 (10 Votos)
EL VALLE DE LOS REYES

EL VALLE DE LOS REYES


Localización: Egipto Egipto Fecha creación: 18/10/2007 15:55 Puntos: 3.5 (2 Votos)
LUNES 22 DE ENERO… … 1º DIA… … BARCELONA-LUXOR

NARMER


Egipto. Egipto. Son tantos los estereotipos que vienen a mí cuando pienso en este país, que creo que no seré capaz de transmitir con objetividad todo lo que vi, lo que aprendí y lo que disfruté con cada una de las piedras que mis ojos observaron.

Viajar a Egipto se había convertido en un reto, en más que un deseo, largo tiempo deseado. Y en unas fechas en que el calor aún no era demasiado extenuante, y con un motivo especial como es un viaje de novios, Egipto nos aguardaba.

Nuestro vuelo de Egipteair con destino a Luxor, tenía que salir a las 15 horas. Y con unos pocos minutos de retraso dejamos la ciudad condal para dirigirnos a la ciudad de Luxor.
Se me hizo excesivamente largo el viaje, y eso que las 4 horas largas de vuelo no eran excesivas, pero la impaciencia de llegar no me dejaba ni pegar ojo. Los nervios se mezclaban con impaciencia. Pero todo llega, todo termina.

Aterrizamos sin problemas en Luxor y nada mas descender del avión ya teníamos al representante de Galaxia esperándonos. Primero nos junto a todos en un rincón para ponernos el sello de entrada al país y a que le fuésemos dando todos los vouchers del viaje, y los billetes de avión para la vuelta; después fuimos a recoger las maletas. Sin novedad. Todas llegaron bien.
Y después de los controles de rigor, no demasiados en comparación con todos los que vimos después, tocaba esperar.

El vuelo de Madrid llegó casi a la vez y tuvimos que esperar que estuvieramos todos juntos para repartirnos después en diferentes autocares.
Salimos fuera de la terminal. Por primera vez el aire egipcio azotaba mi cara. Estaba emocionado, y tan solo era el aparcamiento de un aeropuerto.
Nos dividimos en dos autobuses. Los de la motonave Amarco, más numerosos iban en otro. Nosotros, junto con unos pocos más nos íbamos a la Aljamila.

El trayecto hasta el embarcadero fué rápido. Nuestro enlace aprovechó el trayecto para cobrarnos el visado. 27 euros por cabeza, sin regateo.
Intenté fotografiar en mi memoria cada imagen que veía a través de la ventana del bus, de la noche de Luxor, de las pocas luces que las calles me mostraban. Los letreros en árabe, las mujeres de negro riguroso vestidas con su traje característico, los hombres con chilaba, calles sin asfaltar…Egipto.

Llegamos al embarcadero y la primera sorpresa se presentó ante nosotros. Para acceder a nuestro barco, debíamos de atravesar dos antes. Los barcos aparcan en paralelo, pegados los unos a los otros y la recepción de cada barco se convierte en una improvisada pasarela.
No se si los barcos que crucé eran más lujosos que el nuestro, pero desde luego la entrada del Aljamilla no desmerecía para nada.

Nos dieron un refresco, el Karkade, y nos separaron en dos grupos. Los que íbamos a hacer el crucero del lago Nasser, teníamos de guía a un tal Tarek Hassan.
Y allí nos tocó la lotería.
Nos dieron las llaves; teníamos unos pocos minutos para dejar las maletas y a cenar.

Nuestra habitación estaba en el cuarto piso, pero con vistas a otro barco que estaba al lado del nuestro. En la habitación una botella de vino, cortesía de la empresa por ser luna de miel. La habitación, preciosa.

Bajamos a cenar, y nos tuvimos que sentar en unas mesas redondas que ya estaban reservadas por la agencia. En las mesas ponía TAREK.
Encarna y yo en una mesa para los dos solos. La cena tipo buffet, buenísima, abundante y de calidad. Los camareros muy pendientes de los clientes, y un aroma de inicio de algo excitante en el ambiente.

Primeros comentarios con el matrimonio Roure, que hacían el viaje en compañía de sus dos hijos. Entablamos una buena amistad con ellos a lo largo de estos 12 días que nos esperaban.

Cenamos y a dormir. Mañana tocaba madrugon a las 4.30 de la mañana. Iba a ser el día más duro de todos. Pero daba igual. Me hubiese ido ahora mismo a recorrer las calles, a sentarme delante de un templo y ver salir el sol desde su puerta.
La excitación me estaba superando. Y tan solo llevaba poco más de 4 horas en Egipto.

MARTES 23 DE ENERO… … 2º DIA… … LUXOR
HATSHEPSUT


Fueron muy pocas las horas que dormimos esa noche, pues a las 4.30 de la madrugada ya nos estaban despertando por teléfono. El día iba a ser muy, pero que muy largo.
Ducha, desayuno y a las 5.30 partimos en bus hacia la orilla occidental de Luxor.

Luxor, Tebas, Uaset, Al-Uqsur... varios nombres para la misma ciudad. Aunque en la actualidad Luxor se utiliza para describir la parte moderna de la ciudad, y Tebas para las ruinas de la antigua capital en la orilla occidental.

La historia de Tebas está llena de períodos de gran esplendor, alternados con otros de decrepitud. Durante el Primer Periodo Intermedio, Tebas se fortaleció y llegó a dominar a Heracleópolis, la capital del Norte. El faraón Mentuhotep, reunifica el país y traslada la capital de Egipto a Tebas. Tebas florece y con ella templos espectaculares. Aunque posteriormente la capital fue trasladada a Menfis, Tebas siempre conservó la capitalidad ceremonial del país.

Tras el fin de los faraones, llegó la época cristiana y posteriormente la islámica, y con ello la oscuridad para Tebas. Hoy Tebas, Luxor, suele ser el inicio o el final del turístico crucero por el Nilo. Para mí, era la primera puerta a un mundo tan lejano como apasionante.

El día empezaba lentamente a asomar, de la misma manera que las palabras de Tarek, empezaban a brotar sin pausa de sus labios. Nos explicó el plan del ajetreado día, para acto seguido empezar con la primera de las clases magistrales de historia en las que convertía cada visita.

Cruzamos el río. El sol salía por el oriente, por el mundo de los vivos. Y se ponía por occidente, por el mundo de los muertos. Los templos funerarios, las tumbas, todo lo relacionado con el mundo de los muertos, estaba en el lado occidental del Nilo. Y medio muertos, pero de sueño, empezamos con la primera de nuestras visitas. El valle de los artesanos o Deir al Medina.
El autobús nos dejó en una pequeña explanada, para subir por unas escaleras hasta la entrada de las tumbas.

Muchas de las personas importantes y los artistas que trabajaron en las tumbas reales vivieron y fueron enterrados aquí. Podíamos entrar a dos tumbas, pero por turnos, pues la estrechez de la tumba y la dificultad de su acceso, hacían que tuviésemos que turnarnos para entrar. En la entrada de cada tumba, un lugareño sé hacia notar para que a cambio de alguna propina, posase con nosotros para una foto. Entramos en la primera tumba, la de Inherjau, que era la tumba de un médico de la dinastía XIX y que tenia unos relieves increíbles de bien conservados. Las paredes estaban cubiertas por un cristal, pero las pinturas conservaban los colores después de miles de años. Increíble. Las escenas representadas eran las primeras que veíamos en el viaje, aunque después muchas de ellas fueron repetidas en otros templos. No podíamos ni filmar ni hacer fotos, pues los vigilantes venían detrás nuestro para evitarlo.

Después de la primera, entramos en otra, en la tumba de Sennedjem, un arquitecto que trabajó para las tumbas de Seti I y Ramses II. La decoración era magnifica, pero para bajar a las tumbas, un casco, no hubiese ido nada mal, puesto que el techo era muy bajo.

Al lado de las tumbas, están las ruinas de la aldea de los trabajadores, donde se podían distinguir perfectamente las viviendas y las calles de la ciudad. Tarek nos explicó el funcionamiento de la ciudad, los turnos de trabajo, las semanas de 10 días, el secretismo de los que Vivian aquí... etc, etc...
En la entrada del recinto, y también al lado de las tumbas, policías. Muchos policías con sus metralletas en mano, y el escudo protector antibalas erguido en el suelo.

El lugar no es muy visitado y fue el único sitio de todo el viaje, en que nuestro grupo era el único en el lugar.

De nuevo al autobús para dirigirnos al templo de Medinat Habu, nuestro primer templo.
Es el segundo templo en tamaño, después del de Karnak. Con las montañas tebanas al fondo, y los primeros rayos de sol iluminando sus paredes exteriores, el lugar era ideal para pasear tranquilamente unas horas.

El templo estaba en un principio, dedicado al dios Amón. Tutmosis III, Hatshepsut y sobre todo Ramses III fueron los encargados de agrandarlo, levantando edificios y añadiéndolos posteriormente al inicial. Tarek nos contó como apreciar la diferencia entre un templo funerario y otro de fiesta, mirando únicamente su fachada.

Los templos de Fiesta tienen como cuatro ventanas en lo alto de la puerta principal, dos a cada lado y bajo ellas unas hendiduras en la fachada. Los funerarios solo dos.
Cuando un faraón estaba vivo, era el señor del alto y bajo Egipto, y del cielo y la tierra.

Cuando estaba muerto, tan solo era el faraón del cielo y la tierra. Por cada titulo una bandera. Dos o cuatro.

Y entramos en el templo. Una pequeña estatua nos da la bienvenida mientras Tarek nos seguía explicando cosas. Al entrar en el primer patio, al aire libre, con sus columnas, un pequeño escalofrió recorre el cuerpo. Inmensas columnas llenas de grabados y de jeroglíficos, nombres de dioses y cartuchos. Estaba en un templo construido hace casi 3500 años.

Unos relieves increíblemente perfectos nos llamaron la atención. En el se ve a Ramses III, como vencedor en varias guerras y como los escribas cuentan los enemigos abatidos, contando pies o genitales. Cuantos más enemigos muertos, más prestigio para un soldado.

Entramos en el segundo patio, donde unas columnas más gruesas que las primeras y con grabados igual de preciosos nos esperaban. Este patio conducía a otro, menos espectacular pues tan solo las bases de las columnas permanecían en su lugar. Los “vigilantes” del lugar se apresuraban en llamarte para enseñarte una sala que ellos tenían cerrada con una madera. A cambio de esta “atención”, una propina. Y lo que se ve en las salas que enseñan son los mismos grabados y pinturas que se pueden visitar libremente.

No fue el mejor templo que vimos, pera era el primero y quise retener en mi retina cada una de las imágenes que vi.

El Valle de los Reyes era el siguiente punto de destino. Iba a entrar en una tumba real.
Se cree que los antiguos egipcios escogieron este lugar como lugar definitivo para su descanso por razones simbólicas. Era una zona aislada y relativamente fácil de guardar. Hay 62 tumbas excavadas y se sospecha que hay muchas más, pero no todas están abiertas.

El autobús nos dejó en la entrada, donde después de que Tarek nos diese las entradas a cada uno, empezamos a padecer una de las plagas de Egipto: los vendedores ambulantes.

Un pequeño trenecito blanco te lleva hasta las primeras tumbas, aunque la distancia es de unos pocos metros. Supongo que en verano, con el fuerte calor se agradece, pero como ahora la temperatura no era demasiado fuerte, casi fue más una turistada el viaje que no otra cosa.

Podíamos visitar 3 tumbas... ¿pero cuales? Tarek había decidido por nosotros.
Llegamos a la primera tumba, la de Ramses IV.

Tarek nos dio la explicación de cómo era la tumba en el exterior y después nos dejó tiempo libre para que la visitásemos.

Y entramos en una tumba real. Al cruzar la puerta, un largo pasillo descendente, con todas las paredes llenas de pinturas y jeroglíficos, nos conducía hasta el sarcófago de granito rojo, uno de los mayores de todo Egipto. Enorme. Varios pasajes del Libro de los Muertos estaban pintados en sus paredes. Un guardia vigilaba que no hiciéramos fotos, mientras yo me las ingeniaba para poder hacer aunque solo fuera una. Mientras salíamos de la tumba, pudimos contemplar la pintura de la diosa Nut, que se extendía por todo el techo. En el exterior un plano de la tumba con información de ella y de sus hallazgos, ayudaba a hacerse una idea mejor de lo antes visto.

Caminamos unos metros por un lugar lleno de turistas, y con un sol, que sin ser muy picante, calentaba bastante. Nos detuvimos ahora en la tumba de los hijos de Ramses II, en la cual no entramos pero Tarek nos contó muchas cosas sobre ella.
Ramses II, tuvo 111 hijos, muchos de los cuales están enterrados en esta tumba.
Después entramos en la tumba de Ramses IX.

La distribución de la tumba, era parecida a la anterior, con un largo pasillo cubierto de pinturas y relieves, hasta que al final se llega al lugar donde un día, estuvo el sarcófago.

Y por ultimo vimos la tumba de Ramses III. Esta tenía un pasillo muy largo, y a mitad de él, en su lado derecho había una sala, que estaba llena de pinturas representando pasajes del Libro de los Muertos. Las pinturas conservaban aún sus colores y era una delicia estar allí contemplándolos. Lastima que no paraba de entrar gente y no se podía estar ni cinco minutos tranquilo. En el otro lado, un pasillo llevaba a una pared con relieves y pinturas del faraón. Al terminar de descender por el pasillo principal, se llegaba a una sala de la cual no se veía el final, y que estaba llena de piedras, como si la tumba se hubiese terminado rápidamente.

Se terminaron las tumbas. Y cuando empezamos a caminar en busca del trenecito, nos detuvimos en la tumba más famosa de todas.

La tumba de Tutankamón tiene una entrada especial de 100 libras egipcias, unos 14 euros, y como no había tiempo libre, pues teníamos mucho por ver y poco tiempo que perder, nos quedamos sin verla. De hecho la tumba de Tutankamón no es de las más bonitas ni grandes. Su fama se debe a que fue la única que se encontró intacta, y sus tesoros no fueron pasto de los ladrones de tumbas.

Los faraones nada más llegar al trono, empezaban a preparar su tumba. Esta era la obra más importante en la vida del faraón, pues para ellos era un espacio sagrado desde el que alcanzar su supervivencia en él más allá. El destino del faraón estaba en el cielo, junto a los dioses y su muerte era tan solo el inicio de su regeneración. Una vez fallecido el faraón, tan solo se disponía de 70 días para la finalización de la tumba, de sus grabados; es por ello que muchas tumbas de este valle se han encontrado inacabadas o con signos de haberla querido terminar apresuradamente. No se sabe a ciencia cierta quién fue el primer faraón enterrado en el valle; algunas fuentes apuntan a Tutmosis I y otras a Amenofis I.

En cada tumba, el faraón era enterrado con multitud de objetos para que le sirvieran en la otra vida, así como comida, bebida y figuras de sirvientes para procurar todas las comodidades al faraón.

De nuevo al trenecito y al autobús. Me hubiese gustado hacer el camino a pie. La distancia era corta, pero había que darse prisa. Correr. Correr.

Siguiente parada: vista panorámica del templo de Hatshepsut, que es lo mismo que decir verlo desde lejos, sin poder subir por sus rampas, o pasear por sus salas.

Y aunque Tarek sacó una entrada, esta no era para acercarnos al templo. Y aun así, visto desde lejos impresiona. Cierto que el interior del templo no tiene nada, que esta semidestruido, pero me hubiese gustado ver algo más de cerca este templo.

De Hatshepsut hay muchas cosas que contar... una mujer en el trono de Egipto.
Antes de llegar, Tarek nos fué contando toda la particularidad del valle, de sus habitantes, de apariencia humilde, pero que esconden grandes fortunas...

Se cree que la mayoría son saqueadores de tumbas, que conocen caminos hacia las tumbas y que no desean moverse de allí. Sus casas se caen, y el gobierno Egipcio les ha dado nuevos alojamientos porque desean excavar y reformar el valle, y sus habitantes, no quieren marcharse.

Paramos unos minutos para hacer alguna foto, desde la lejanía, con cientos de turistas que cruzaban por delante de nosotros, y a seguir.
Ahora tocaba Los Colosos de Memnón.

Y de nuevo varias teorías sobre ellos. Una que fueron edificados por Amenofis III, como parte de su templo, y cierto es que al lado de los colosos sé esta excavando lo que parece ser los restos de un templo. Los colosos serían la puerta del templo. Y otra teoría decía que en la época grecorromana, los griegos decían que eran estatuas del legendario rey Menón, rey de Etiopía e hijo de la diosa Eos, que fue asesinado por Aquiles en la guerra de Troya.

Son feos, pero tienen su encanto. Unos grandiosos bloques de piedra, con la forma de dos personas sentadas y delante de ellos decenas de turistas con sus cámaras fotográficas en mano.

Vistos en foto, no parecen tan grandes como son en realidad, y al estar delante de ellos, impresionan por su altura y lo bien o mal conservados que están.

Con los colosos terminábamos la orilla occidental. Ahora debíamos de cruzar de nuevo el Nilo para llegar a Luxor, y a los templos de la ciudad.

El primero, que íbamos a visitar era el que da nombre a la ciudad: el templo de Luxor.
El autobús nos dejó a escasos metros del templo, los suficientes para comprobar desde el exterior lo grande que era. Dos enormes estatuas de Ramses II, flanqueaban la entrada, y como veníamos haciendo ya durante todas las visitas, Tarek nos reunió en la entrada para empezar a explicarnos él porque del templo. En la fachada principal, los muros están decorados con relieves del faraón Ramses II, y que narran la famosa batalla contra los Hicsos, la batalla de Qadesh.

El templo de Luxor, fue construido en gran parte por Amenofis III, sobre un anterior templo de la reina Hatshepsut. Esta consagrado básicamente al dios Amon, aunque Hatshepsut lo había dedicado a la tríada de dioses Amon, su esposa y diosa Mut, y el hijo de ambos Khonsu.
Tanto Amenofis, Ramses II, Tutankamón, Alejandro Magno y varios gobernantes romanos, fueron añadiendo ampliaciones del templo.

Cruzamos la entrada, con las estatuas de Ramses II vigilándonos, y llegamos al primer patio, lleno de columnas con grabados de las hazañas de Ramses II y unas estatuas más pequeñas del faraón construidas en granito negro. El lugar estaba abarrotado de gente; parecía una calle principal de una gran ciudad en el primer día de rebajas. Era imposible intentar hacer una foto sin que ningún turista (básicamente japoneses) se cruzara por delante. Desde el patio se ve la mezquita de Abu Al Haggag, construida en el siglo XIV sobre las ruinas de Luxor y a la que se puede entrar desde el exterior del templo. Seguimos caminando por una pequeña entrada para llegar a un camino lleno de columnas que comunican los dos patios. Dos filas de 7 columnas cada una, con 16 metros de altura, daban paso a un segundo patio, el patio de Amenhotep III Las enormes columnas de este patio, rivalizan en grandiosidad con las anteriores. La sala hipóstila, que venia a continuación es increíble. Jugamos a escondernos detrás de unas moles enormes de granito, con inscripciones que aunque no sabíamos que decían, si que intentábamos adivinar algunos conceptos, que Tarek ya nos había empezado a explicar. Intentar captar las 32 columnas de la sala en una foto, era misión imposible.

Seguimos avanzando para llegar ya al final del templo, donde estaba la capilla principal. Por el camino, diversas estancias se nos mostraban a ambos lados, y en cada una de ellas, las imágenes eran preciosas. Comenzaba ya a diferenciar entre el dibujo de un dios y un faraón.

Lo único que estropeaba el lugar era la gente, aunque en estos últimos metros había disminuido un poco la cantidad. Empezamos a salir del templo, pero antes nos quedamos un rato observando una estatua de mármol blanco de Tutankamón y su esposa. A pesar de que le faltaba algún trozo, era preciosa.

Salimos del templo de Luxor. Un enorme obelisco de granito rosa nos recibía. Originariamente había dos, pero ahora el otro esta en Paris.

Frente a nosotros, la avenida de las Esfinges. Anteriormente esta avenida llegaba hasta el templo de Karnak. Tres kilómetros de avenida entre tempo y templo, y que a día de hoy se encuentra sepultada bajo la Luxor moderna. Numerosas esfinges, algunas algo rotas, nos miraban. Sentadas, inmóviles pero vivas, al contemplarlas era como si esperase que en algún momento empezasen a rugir, y nos castigaran por querer fotografiarnos tan cerca de ellas, tocándolas en algún momento.

Salimos por una puerta diferente de donde habíamos entrado, para dirigirnos ahora al templo de Karnak.

Más que un templo Karnak, es un espectacular complejo de santuarios, obeliscos, estatuas y columnas. El templo principal de Karnak es el templo de Amon.

El conjunto mide 1500 metros de largo por 800 ancho. Durante el reinado de Ramses III, más de 80.000 personas trabajaron en o para el templo. Construido, ampliado, desmantelado, restaurado, ampliado de nuevo y decorado durante mas de 1500 años, Karnak fue uno de los lugares de culto más importante de Egipto.

No puedo describir lo que sentí, cuando al acercarme a la entrada al templo, tan solo veía gente. Manadas de gente. Como si todos los turistas del mundo se hubiesen juntado en Karnak. La espectacular entrada flanqueada por esfinges con cabeza de carnero, pasaban desapercibidas ante la marabunta de turistas como nosotros.

Al cruzar la entrada, dejando atrás las esfinges, una sensación de agobio me estremecía. Yo era un turista más, cierto, pero me molestaban todos los demás. Antes de llegar a la segunda entrada, que daba a la joya del templo, dos estatuas enormes de Ramses II, con otra estatua de mujer entre sus piernas nos hacían de guardianes. Era Nefertari. Su esposa favorita. Al lado, la impresionante columna de Taharqa, rivaliza en altura con las estatuas del faraón. Y llegamos a la sala hipóstila.

Había visto columnas, enormes columnas, pero no como estas. La luz se apacigua entre las columnas, como queriendo rendir pleitesía. El sonido se vuelve lejano y casi desaparecieron la mayoría de turistas. Estar en medio de la sala hipóstila, es una sensación especial.
Esta sala fue construida por Amenofis III, Seti I y Ramses II.

134 columnas, en una sala de 6000 metros cuadrados, con grabados increíbles de las vidas de los faraones. Algunas columnas aún conservan restos de los colores que algún día adornaron sus grabados. Me acordaba de alguna película rodada entre estas columnas, y aun me parecían más bellas. Conseguí un rato de tranquilidad, para quedarme en silencio, observando la imagen de unos bellos pedazos de piedra.

Dejamos la sala, para salir por la derecha a un patio al aire libre, donde lo primero que vimos era a un grupo de personas dando vueltas alrededor de una piedra. La piedra era una escultura de un escarabajo, animal sagrado que representa a Kepri, dios del sol naciente y una de las representaciones del disco solar de Aton. Y alguien les dijo al grupo de turistas (los guías) que si daban 7 vueltas a la figura, podrían pedir un deseo y este se cumpliría.

Frente al escarabajo, el lago sagrado. Un pequeño lago, de limpia agua, donde los sacerdotes de Amon se bañaban dos veces al día y por la noche, como ritual de purificación.

Era curioso ver como cada vez que llegaba un grupo de turistas, la mayoría lo primero que hacia era ponerse a dar vueltas al escarabajo. En el mismo lugar, detrás de la distracción giratoria, hay dos obeliscos. Uno erguido, alto, imponente, con sus 29 metros de altura, el mayor de todo Egipto. Otro en el suelo, caído. Obeliscos erigidos por la reina Hatshepsut, en honor a Amon.

Hatshepsut era hija de Tutmosis I. Se casó con Tutmosis II, su hermanastro, y poco a poco empezó a tener influencia en el gobierno.

A la muerte de Tutmosis I, el matrimonio de hermanos toma las riendas del país y ella como mujer del faraón, era la esposa del dios Amon y por lo tanto estaba al frente del clero femenino.

Su esposo tiene un hijo con otra mujer, al que llama Tutmosis III. La temprana muerte de su marido, deja a Tutmosis III, demasiado joven para reinar, por lo cual Hatshepsut toma las riendas de Egipto como faraón regente. En un momento dado, Hatshepsut deja la regencia y se proclama único faraón de las tierras egipcias con el apoyo del resto de los poderes del estado que ella hábilmente hizo a su medida. Sobretodo se ganó a los sacerdotes.

Una mujer no podía ser faraón. Para lograrlo, hizo creer al pueblo que ella era hija de la diosa Hathor. Y en varios de los relieves que aparecen en algunos templos, se ven imágenes de la diosa Hathor criando a Hatshepsut.

Hatshepsut reina, manda, decide, mientras su sobrino crece y por causas que aun no se saben, ella, la faraón de Egipto desaparece y Tutmosis III, se sienta en el trono de Egipto.

Se inicia entonces una persecución de la memoria de la reina. Se destruye su nombre, y se la borra en numerosos templos y monumentos. El obelisco tirado de Karnak, conserva algunos trozos con el nombre de Hatshepsut, borrado o destruido. Él porque de este querer destruir su memoria, sigue siendo un misterio a día de hoy.

Pero a mí me daba igual. Yo estaba disfrutando del obelisco, del lago y del templo, sea de Amon, de Isis, de Ramses o de quien quiera.

Encarna y yo nos quedamos solos, momento que aprovechamos para explorar la parte más alejada del templo, el santuario de Amon-ra y los restos de los jardines.

El nivel de personas había caído bastante, por lo cual pudimos pasear por Karnak, con relativa tranquilidad. Comprobamos como levantaban los templos, con rampas de adobe para subir cada vez más alto las piedras y nos pudimos fotografiar con estatuas, esfinges y carneros.
Al salir del templo, una última mirada hacia la avenida de las esfinges, ahora infinitamente más vacía de publico que al entrar.

Me faltó tiempo para poder disfrutar más de Karnak, pero los horarios mandaban, y nuestro horario estaba condicionado por el paso de la esclusa de Esna. Y por el convoy.

Un convoy, una escolta policial, nos acompañó a nosotros y a otros autocares más. La seguridad.
Tarek nos decía que el país tan solo quería dar sensación de seguridad, que no había para tanto. Y debíamos de salir en punto para llegar puntuales al barco, y poder salir lo antes posible.

Debíamos cruzar la esclusa, y el barco que antes llegaba, antes cruzaba. De llegar pronto, dependía no hacer mucha cola y no padecer retrasos que nos obligaran a hacer menos visitas el día de mañana.

Regresamos al barco para comer. Nuestro barco, Aljamila, tenia 4 plantas. En la primera estaba el restaurante y algunas habitaciones. Al comer, estábamos al mismo nivel del agua, viendo como el agua salpicaba los cristales del comedor.

En el segundo piso estaba la entrada al barco, la recepción y más habitaciones.
En el tercer piso estaban las tiendas de recuerdos y la joyería, aparte de alguna habitación más.
Y por ultimo, en el cuarto piso, el bar discoteca y las habitaciones con mejores vistas, por su altura...siempre que ningún barco se instalase a nuestro lado.
Aun había una cubierta superior donde estaba una piscina, el jacuzzi, unas deliciosas tumbonas para tomar el sol y un pequeño bar que solo habría por la tarde, para la hora del té.

Después de comer, y muy bien, en un extensísimo buffet, nos fuimos a la habitación para ponernos ropa cómoda y tomar el sol.
Antes de “zarpar” tuvimos tiempo de contemplar un espectáculo curioso. Unos vendedores ambulantes, se acercaban con su barca a vendernos chilabas...desde la barca.
Cogían una chilaba, la metían en una bolsa de plástico y la lanzaban al barco, a la cubierta o a las habitaciones. ¡!! Un euro! un euro!!...

Pero un euro, era solo por mirar...para las chilabas había que regatear, como no.
Hubo quien con este sistema sé junto con 5 o 6 chilabas en su habitación...que luego lógicamente terminó comprando más de la mitad.

Empezamos a navegar, mientras Encarna y yo tomábamos el sol en la cubierta. A ratos nos dedicábamos tan solo a contemplar los paisajes que el Nilo nos ofrecía. Palmeras y más palmeras bordeando él rió, con el desierto a su lado...una explosión de colores y contrastes se nos brindaba a los ojos. Hay que verlo para entenderlo.

El tiempo pasó rápidamente y a las 4.30 de la tarde, una campanita nos avisaba para la hora del té.
Un té o café con pastas. Navegando por el Nilo. Tomando el sol...

Lo mejor aún estaba por llegar. Y es que el que no ha visto una puesta de sol en el Nilo, no puede decir con orgullo que ha estado en Egipto. El sol lentamente se escondía en las pequeñas dunas de arena que a lo lejos nos mostraba el paisaje. Los colores cambiaban tan rápido que en menos de un minuto las tonalidades eran totalmente opuestas a las anteriores. Y de fondo, en el aire, el sonido de alguna ave que sobrevolaba el barco. Idílico.

La tarde fue totalmente de relax, y sin darnos cuenta, llego la hora de la cena. Dios, si apenas habíamos hecho ejercicio!!!.

Al cenar, cuando Encarna y yo estábamos a punto de ir a buscar los postres, los camareros salieron todos a la vez de la cocina, cantando y haciendo ruido con ollas y cacerolas.
El Maître se acercó a nosotros con una tarta. Nos la enseñó. Era una tarta de chocolate, mediana, con unas letras que ponían “feliz luna de miel”, y fue enseñando la tarta a todas las mesas. Cuando terminó, nos vino a buscar y nos llevó junto a los camareros y a que bailáramos con ellos alrededor de la mesa de los pasteles.

UF!!!. Vaya. En ese momento todo el barco se enteró de que éramos unos recién casados en su viaje de boda. Nos hicieron partir la tarta, darnos un beso e invitaron a más chicas a que se pusieran con nosotros y los camareros a bailar. Resulta que nos estaban cantando una canción de boda egipcia.
Después del pequeño show, todo fueron besos, felicitaciones y el tener que contar a todos que si, que estábamos de luna de miel.

Fué una sorpresa agradable. La tarta, lógicamente era para todos, pero fue divertido.
Al terminar la cena, nos fuimos a tomar un café en el bar, y nos sentamos con la familia Roure.
Charlamos de varias cosas, reímos y empezamos a presentarnos un poco todos.

El tiempo pasaba y optamos por una retirada prudencial. Hoy habíamos madrugado bastante y como primer día en Egipto, no estuvo mal.
Claro que si queríamos podíamos también levantarnos a las 3 de la mañana para ver el paso del barco por la esclusa de Esna, pues esa era a priori la hora en la que deberíamos cruzar.

Creo, que no iba a levantarme.

Mañana seria otro día. Otro gran día.

MIÉRCOLES 24 DE FEBRERO… … 3ª DIA… … LUXOR-ASSUAN
HORUS


No nos levantamos para ver el paso por la esclusa de Esna. Y menos mal que no lo hicimos pues de la hora de la hora prevista de las 3, resulta que la esclusa la pasamos sobre las 6.

Desayunamos, y como seguíamos navegando, nos dedicamos a contemplar el paisaje desde la cubierta. Aunque era pronto, hacía ya algo de calor.

Y antes de que nos diésemos cuenta, estábamos ya en Edfu.

Desembarcamos y nos subimos al autobús. Cada vez que desembarcábamos, y siempre que después de subir a bordo, el barco empezase a navegar, nos daban una tarjeta que debíamos entregar al subir. Sin tarjeta, no se subía.
Numerosas calesas estaban aparcadas en la ribera del río, y Tarek nos comentó que antiguamente las utilizaban para ir hacia el templo de Edfu, dedicado al Dios Horus, que era el que visitábamos ahora, pero que algunas estafas a los turistas, y algunos intentos de robo, han terminado por no hacer el traslado al templo de esta manera.

En menos de 5 minutos llegamos al templo. El autobús nos dejó en la entrada donde hay un pequeño bazar de tiendas, unas al lado de otras. Tarek nos advirtió que no nos detuviésemos ahora, que luego tendríamos tiempo y nos dió una hora de regreso.

He viajado por bastantes lugares, he soportado el acoso de los vendedores, en las calles, bazares, he soportado a los pedigüeños...pero lo que vimos aquí, supera todo lo imaginable.
Nada mas bajar del autobús, y mientras todos nos dirigíamos en fila india hacia la entrada del recinto, una multitud increíble de vendedores nos asaltaban a la vez...
Nos daban tarjetas, nos ponían papiros en las manos, chilabas, nos llamaban por cualquier nombre para llamar nuestra atención, y todo ello en menos de 50 metros. Fue increíble. Jamás había dicho No!!!, tantas veces, ni había rechazado tantas “invitaciones” y lo que es peor, a la vuelta debía de volver a pasar por allí... y ellos nos estarían esperando, pues sabían que ahora no nos detendríamos...”después aquí amigo”...”te espero amigo”...”aquí engañamos menos”...

El templo del dios Horus, el dios Halcón, hijo de Isis y Osiris, es como no, precioso.
Aún que ya hace más de 5000 años que había un templo en el lugar dedicado al dios Horus, este templo que visitábamos ahora, tal como está, es del 237 a. C.
En el siglo XIX, fue redescubierto, semi enterrado en la arena, con escombros y parte del pueblo de Edfu también oculto.

A pesar de ser más reciente, conserva todos los detalles de los templos faraónicos más antiguos. Su fachada principal, o pilón como se le llama, está flanqueada por dos enormes halcones de granito.
Antes de entrar en la sala hipóstila, una enorme estatua del dios Horus, era blanco de todas las fotos de todos los que entrábamos en el templo. Como siempre, los lugareños, los que hacía de guardianes de los templos, nos llamaban para hacernos fotos con ellos, a cambio de alguna propina.

En todos los monumentos había siempre policías, guardias turísticos y siempre armados.
Los guías, solían dar propina a estos hombres, pues sus sueldos de 80 euros al mes, no les daba para nada. La propina es una forma de vida en Egipto. Es la forma de vida. Cualquier acción que se realice, debe de ir acompañada de su propina correspondiente. Nosotros íbamos con las propinas incluidas, y la verdad es que es una tranquilidad, pues nunca sabías ni cuanto ni cuando soltar algún billete.

Dentro de la sala hipóstila, de 12 columnas, había dos pequeñas habitaciones. Una era la biblioteca, que albergaba los textos rituales del templo. La otra era una especie de sacristía, donde se guardaban las vestiduras y las vasijas de los sacerdotes.
Dejando esta sala, entramos en otra más pequeña pero con también 12 columnas, y una habitación que era utilizada como laboratorio. Los ingredientes estaban escritos en los grabados de las paredes.
La sala carecía un poco de luz, pero era preciosa. En cada grabado intentaba adivinar quienes eran, que dioses aparecían, y si había algún faraón. Mis conocimientos iban en aumento, pero Tarek nos contaba tantas cosas, que al final teníamos una empanada mental de dioses y reyes que mezclábamos a la menor oportunidad.

Tarek empezó a caerme simpático y creo que ese sentimiento fue mutuo hacia el grupo, pues poco a poco empezaba a contarnos cosas sobre él, sobre su vida, sobre el Islam.

Por un lateral de la segunda sala, hay unas cámaras con escaleras que conducen a un altillo con vistas a todo el templo. Si queríamos subir, hacia falta dar la propina correspondiente. Encontramos otra entrada y subimos escaleras arriba, pero la puerta que daba al exterior estaba cerrada.

En la parte más interior del templo, está el santuario de Horus, donde aún está el monolito de granito pulido que albergaba la estatua de oro del dios. Encima de este monolito, hay una reproducción de la barca de madera en la que se sacaba la estatua de Horus en procesión.
El interior del santuario, esta completamente pintado con jeroglíficos y dibujos.
No había demasiada gente por el templo, por lo cual pudimos pasear libremente, y hacer todas las fotos que quisimos sin ser molestados demasiado.

Ahora tocaba salir, y enfrentarse a la jauría de vendedores.
Y no fue tan brutal como al principio.
Como por la noche teníamos la tradicional fiesta de disfraces, teníamos que comprarnos una chilaba, y a pesar de que en el barco vendían, creía que aquí estarían más baratas.

Entramos en una tienda, la de Mohamed, que amablemente nos enseñó varios modelos para Encarna y para mí. Al final, después de mucho regatear, y de comprobar que en esto de la venta son unos artistas, cuando me había decidido por un modelo, él quiso cambiármelo por otro, por lo que me enfade y me fui. Mohamed al ver que perdía la venta, me siguió por media calle para ofrecerme el que yo había elegido. Pero no. Me fui a otra tienda.

En esta, claro está también me timaron, o mejor dicho me engañaron con gracia. Al final había aceptado que cada vez que quisiera comprar algo, me engañarían como ellos quisieran. Pero al que me “timara” con más gracia, pues a este le acabaría comprando.

Compre dos chilabas, que pensando que había hecho una buena compra, resulta que las había pagado mas caras que en el barco, y además, no eran tan bonitas. Pero en fin. No todo sale perfecto.

Al llegar al autobús, esperamos unos minutos, y cuando era la hora de partir, Tarek comprobó que faltaba un matrimonio. Unos amigos le dieron su teléfono y Tarek les llamó. Debían de venir ya, o si no coger un taxi al barco, pues no podíamos esperar.
Por fortuna para ellos, llegaron en unos minutos, pero Tarek una vez dentro del autobús, les dio un pequeño tirón de orejas... les dijo que éramos un grupo y que los horarios eran sagrados, pues dependíamos de muchas cosas y un retraso en una hora de salida, nos podía hacer perder una visita posterior.

Llegamos al barco, y antes de zarpar vimos que en la orilla había también puestos callejeros de chilabas y recuerdos. Ana, la mujer de Enric, el matrimonio de Barcelona del cual nos habíamos hecho ya amigos, quiso bajar a comprar, pero no le dejaron. Partíamos ya.

Comimos, y después de comer, siesta en la piscina. Me puse el bañador y me remoje un rato en el jacuzzi, que estaba muy solicitado. La piscina grande no la probé, pues aunque hacia calor, el viento que soplaba, desanimaba un poco.

A media tarde, el té, las pastitas y con el atardecer y las puestas de sol preciosas, llegamos a Kom Ombo. Íbamos a ver el templo de noche, con luces pero de noche. Culpa del retraso en el paso de la esclusa de Esna.
En la antigüedad el templo de Kom Ombo, se llamaba Pa Sebek, tierra de Sobek, en honor al dios cocodrilo de la región.
Visitar un templo de noche tiene su encanto, aunque te pierdes algunos detalles, las luces, las sombras y el ver un templo con una luz diferente esta bien, siempre que la cámara de fotos me sacase las imágenes con una buena calidad.

El templo está encima de una pequeña colina, donde antiguamente tomaban el sol los cocodrilos. El templo, lógicamente esta dedicado a Sobek, el dios cocodrilo.
Su construcción data de los tiempos de los faraones Ptotolomeos, en el 200 a. C. aproximadamente.

Es un templo original, tiene una asimetría perfecta, con duplicación de todo: dos entradas, dos patios, dos columnatas, dos salas hipóstilas, santuarios... se cree que en el templo había dos grupos de sacerdotes, uno para cada dios... Sobek y Haroeris, el Horus anciano.

A pesar de que era de noche, la cantidad de personas que había, era increíble. Antes de entrar en el templo, fuimos a una capilla en la derecha del templo, donde había varios cocodrilos momificados.

Entramos en el templo, y buscamos un lugar para escuchar a Tarek. Era difícil, pues todos los guías hacían su trabajo en los mismos lugares, y siempre molestábamos a alguien. Al final después de pasar las salas de columnas, en una pared de la antecámara, Tarek nos contó bastantes cosas del templo.
A su lado, teníamos un grabado en la pared único. Un calendario. La precisión con que los egipcios hacían los calendarios, sus razonamientos, era fenomenal. Me empezaba a preguntar cuál era la civilización adelantada. Nosotros o ellos.

Hay que mencionar que los grabados en las paredes son tan bellos como en las tumbas, o en los templos que ya vimos. La perfección en los dibujos aun me sorprendía.
En la pared más interior del templo, hay unos grabados que son de utensilios de medicina, algunos de los cuales aún se utilizan hoy en día... y de eso hace más de 2000 años...

Por el exterior del templo, hay un Nilómetro, que era un medidor del caudal del Nilo. A mayor caudal, mayor cosecha, mayores impuestos.
También nos mostró un pozo donde antiguamente servia de criadero de cocodrilos.

Casi fuimos los últimos en salir del templo, por lo que aprovechamos para tomar todas las fotos posibles con ausencia de turistas.
Al salir, teníamos que andar un poco, pues el barco no estaría en el mismo lugar que nos había dejado, según Tarek. Pero al llegar al lugar previsto, tampoco estaba.
Mientras llegaba el barco, pudimos pasear por las tiendas de souvenirs que había al lado del embarcadero. La noche era estrellada, y además de intentar adivinar los dioses en las paredes, ahora me disponía a adivinar las estrellas en el cielo.

Al final el barco llegó, y después de embarcar, partimos hacia Assuan.
Hoy teníamos fiesta en el barco.
Cenamos y después a disfrazarnos para la fiesta de disfraces.

Y poco a poco, el bar discoteca se lleno de moros, princesas, y alguno que parecía un jeque árabe.
Para animar un poco la noche, Tarek se puso a bailar. Y bien que lo hacia.
Y luego se inventó un juego para que participáramos todos. Juego absurdo, pero lo que contaba era participar. Con el ambiente algo más animado, todos nos pusimos a bailar, o casi todos. Y como que el disc-jockey nos puso música actual, mezclada con algo de española, pues durante bastante rato, la noche estuvo animada. Al final, poco a poco todos se fueron marchando y tan solo nos quedamos 7 aguantando.
Tarek nos dijo que la música no se pararía hasta que hubiese alguien bailando. Y bien supongo que ya lo intentaron antes, pero a cada canción que nos ponían, nosotros la bailábamos. Cuando al final, las músicas ya eran imbailables, dimos por concluida la noche de disfraces.

Habíamos llegado a Assuan, y eran más de la 1 de la madrugada.

Mañana el madrugón sería menor, pero nos esperaba uno de los mejores días del viaje.
Pero eso seria mañana.




CRUCERO POR EL NILO Y POR EL NASSER

CRUCERO POR EL NILO Y POR EL NASSER


Localización: Egipto Egipto Fecha creación: 18/10/2007 15:56 Puntos: 0 (0 Votos)
JUEVES 25 ENERO… … 4º DIA… … ASSUAN
ISIS
El teléfono de la habitación sonó para despertarnos. No debíamos de preocuparnos por despertadores ni horarios. Cada mañana, una hora antes de empezar la excursión del día, desde la recepción nos daban los buenos días vía telefónica.

No lo sabía aún, pero hoy iba a ser uno de esos días en que más iba a disfrutar.
Salimos del barco en dirección al famoso obelisco inacabado de Assuan. Por el camino, mientras observaba las calles de la ciudad, me preguntaba que podía tener de interesante un obelisco.
Assuan es una ciudad de casi 300.000 habitantes más conocida por su presa que no por sus encantos como ciudad.

En unos pocos minutos llegamos al obelisco, y antes de subir por las escaleras para contemplarlo desde lo alto, Tarek nos dió una explicación del porqué no estaba acabado, de las canteras, y sobre todo de como lo hacían los egipcios para cortar, pulir y transportar estas inmensas moles de piedra.

Las canteras de Assuan eran la principal fuente egipcia de granito y la mayoría de templos, estatuas y pirámides salieron de las estas canteras.
Este obelisco tenía que medir 42 metros de alto y su peso estimado estaría sobre las 1168 toneladas. Hubiese sido el mayor obelisco de pieza única construido. Pero se apreció un defecto en su construcción y se dejó inacabado. Ello ha permitido a los egiptólogos poder saber como se construían estos obeliscos.

Visto desde arriba impresiona su magnitud. Años atrás incluso se podía caminar sobre él. Por un momento miré alrededor y traté de imaginarme como podrían sacarlo de la cantera, en un solo bloque, como se las ingeniarían para transportarlo, para levantarlo...

Al salir del recinto del obelisco, tuvimos que sortear unos cuantos vendedores de un pequeño bazar que había en la salida. Por si no fuera poco, algunos de ellos nos siguieron hasta el autobús ofreciéndonos toda clase de souvenirs del país.

Del obelisco fuimos en autobús hacía un embarcadero para tomar una lancha que nos llevaría a la isla de Agilkia para ver el templo de Philae, dedicado a la diosa Isis.

Hace años, las aguas del embalse creado por la vieja presa de Assuan inundaban la isla de Philae y sus templos, 6 meses al año. Parecía que estaban destinados a perderse para siempre. En los años sesenta, cuando estaba a punto de finalizar la construcción de la Gran Presa, la UNESCO, organizó el rescate de los templos. Entre 1972 y 1980 se seccionó el enorme complejo para trasladarlo a la cercana isla de Agilkia. El paisaje de esta isla se alteró para que fuese lo más parecido al anterior e incluso los templos se colocaron de una manera lo más parecida a la original.
El culto a Isis en la isla de Philae se remontaba al siglo VI a. C, pero el templo de Isis se creé que es de construcción más tardía, sobre el 370 a. C.

El autobús nos dejó en una plaza con su bazar, como no, y tuvimos que andar unos metros para llegar al embarcadero. Este estaba lleno de gente esperando su lancha para subir y cuando Tarek nos lo indicó subimos a una para que nos llevara a la isla. Y para aprovechar el camino, teníamos a un precioso chico nubio, de unos 8 años de edad, vestido con una chilaba blanca y con unos ojos que daban brillo a todo lo que miraba, que nos vendía artesanía nubia.

En unos 15 minutos bordeamos la pequeña isla de Agilkia y llegamos a su embarcadero.
Estábamos delante del templo de Isis, uno de los iconos más representados en todo Egipto.
Una preciosa leyenda, con varios finales y unas historias con mucho parecido a la religión cristiana.

Las primeras explicaciones del templo, en el patio. El patio exterior está flanqueado por columnas hasta la entrada. El exterior es muy parecido a los templos que ya habíamos visto, pero este tenía todo un halo de romanticismo y majestuosidad que Tarek se encargó de explicarnos.
El segundo pilón nos condujo a una sala hipóstila de diez columnas, tras la cual está el santuario de Isis, y que en tiempos pasados albergaba una estatua de oro de la diosa.
Caminamos por el interior de las salas, dándonos cuenta que no es el templo más grande, pero si quizás el que atesora las más bellas historias. O eso creía yo.

Era el momento justo para que Tarek nos contase la leyenda, le preciosa leyenda de Isis, 0siris y Horus. De la misma leyenda hay tantas decenas de versiones diferentes... ¿ y cual es la cierta?. Oyendo hablar a Tarek con la seguridad con que lo hacía y con toda la cascada de datos que nos daba, empecé a creer a pies juntillas en sus explicaciones. Todo lo explicaba, lo razonaba, incluso las malas interpretaciones que pudiésemos tener, nos hacía dar cuenta de los fallos y de porque se producían. Una pasada.
Los alrededores del templo, merecen ser vistos. Sobre todo el quiosco de Trajano de una belleza impresionante. Además el hecho de tener vistas al mar, lo hacía más fotogénico.
Cerca del quiosco, está la puerta de Diocleciano, donde unos guardas estaban sentados escuchando música de una vieja radio. Al acercarnos nosotros subieron el volumen, como si quisieran que escucháramos su música. Lo mejor de esta puerta, es que asomándose por ella, se obtenía un paisaje precioso con varios islotes en medio de un mar azul.

Hacía calor. Se notaba que estábamos más hacía el sur. Seguimos caminando por los alrededores del templo, con su tienda de recuerdos correspondiente, llena de turistas japoneses. Lo mejor del templo, era su historia, sus leyendas...

Atum fue el dios creador para los antiguos egipcios. Este tuvo dos hijos, Shu y Tefnut. Uno de ellos mata al otro. Esto era el principio del mundo para los egipcios de hace más de 4500 años.
Tarek nos mostró la semejanza con la religión cristiana. Dios, Caín, Abel. Uno mata al otro.
Puestos a buscar más parecidos, podríamos seguir con la cruz cristiana, y el Ang, el símbolo de la salud y vida eterna, muy parecido en forma a la cruz...
Y nos contó más semejanzas, tantas, que enumerarlas todas requeriría mucha explicación y para ello, ya hay buenos libros de historia religiosa.

Para terminar la visita, nos fuimos hacía la zona de las tiendas y los servicios, para contemplar después que una parte del templo permanecía en obras, en restauración, convenientemente señalizada para que nadie cruzase... aunque siempre algún turista se salta esa advertencia.

Regresamos a la lancha, y de nuevo nuestro joven vendedor vino con nosotros.

Después del paseo en lancha, ahora nos íbamos a una tienda de perfumes.
Varios miembros del grupo mostraron su interés en ir a una tienda de perfumes, y Tarek lo arregló para llevarnos a una. Lógicamente, comisión.

La tienda de perfumes estaba regentada por una madrileña que se casó con un egipcio y se quedó a vivir en Assuan. Al menos nos hablarían en castellano.
La visita a la fabrica de perfumes, empieza con una demostración de cómo se fabrican las botellitas pequeñas de cristal, que albergan el perfume, botellas que también se venden en la tienda, como no.

Y después nos dejan oler varias muestras de perfumes, que según la dueña eran la base de perfumes conocidos. Cada perfume egipcio de la tienda y había bastantes, servía de base para varias de las mas conocidas y famosas marcas.
Nombre egipcios exóticos para marcas super comerciales. Olfateamos 3 tipos de perfume masculino y 3 de femenino, todo ello mientras la casa nos invitó a una bebida: coca cola, té o Karkade. Cada perfume se vendía en botellitas de 25, 50 o más gramos y con oferta... comprando 3 botellas te regalaban la cuarta.
He de reconocer que yo no olí ninguno, pues tenía la nariz completamente congestionada, y me deje llevar por el buen criterio de Encarna.
La mayoría acabamos comprando algún perfume además de las botellitas de cristal correspondientes. Hay un perfume especial, único, el llamado Flor de Loto. Un perfume solo egipcio que no llega a exportarse pues está considerado patrimonio del país. Aunqué si se vende en pequeñas dosis a los turistas; mientras esperábamos que el resto del grupo terminase, una nueva remesa de turistas, hacia su entrada. Más dinero, más comisión.

Después de las compras, al barco, a comer. La tarde se preveía intensa.

Después de la comida, una lancha nos llevó hasta una faluca. En la faluca íbamos a recorrer los alrededores de Assuan, para acercarnos después a un poblado Nubio.
Navegar en faluca, con el viento, es una sensación increíble. Pero lo mejor de todo, era nuestro “capitán”. Juan.
Juan, debía de tener unos 40 y pocos años. Tez morena, túnica blanca y un gorro de colorines como la bandera de jamaica. Tenía un tono de voz dulce, tranquilo, muy pausado, y él escucharle contar su vida, sus viajes por España, sus años de fiesta, y de meditación posterior, su regreso a su ciudad, y todo ello en el marco incomparable de los paisajes que las orillas del Nilo nos ofrecían, eran una sensación única. Estaba tan atento a sus palabras que casi no prestaba atención a los colores que el desierto me brindaba. Hubiese podido estar horas y horas escuchándole, mirándole, e interpretando cada uno de sus silencios, de sus palabras.
Al llegar a un punto, cambiamos de barco. Cogimos otra embarcación a motor, mientras parte del grupo regresaba al barco.
En este nuevo barco teníamos fruta y bebidas a nuestra disposición.
Por el camino, observamos de lejos el jardín botánico de Assuan, el mausoleo de Agha Khan que no es más que una tumba emplazada en lo alto de una pequeña colina. Bordeamos la isla Elefantina, cuna de la ciudad de Assuan y proseguimos camino hacia el poblado Nubio.

Este trayecto fue uno de los que me proporciono las estampas más bellas de todo el viaje. A mi derecha, el desierto, el árido, infinito y majestuoso desierto. A mi izquierda, palmeras, vegetación, humildes casas con techo de uralita, vacas, pastores y contrastes brutales de colores. El río era el adorno perfecto a esta postal infinita que estaba creando con mis ojos. A veces, niños, crios de 8 o 10 años se tiraban al agua para nadar a nuestro lado, o con sus rudimentarias barcas, se arrastraban de nuestra lancha, mientras intentaban llamar nuestra atención a cambio de alguna propina. Las barcas iban pintadas con los colores del Barça...

Por el trayecto, cruzamos la 1ª catarata del Nilo. Un pequeño trozo de río, lleno de piedras y rocas, que la barca debía de esquivar con sumo cuidado. Yo me imaginaba una catarata como en las películas, con un salto de agua más o menos grande, y no, no era esto.

Y después de un paseo por el río que se me hizo corto, llegamos al poblado Nubio, o mejor dicho a la orilla. Para llegar al poblado había dos opciones. Seguir con la barca hasta la misma aldea o bien ir en camello por un camino de arena de unos 2 kilómetros.
Al poner los pies en la arena, una manada de vendedores se abalanzan sobre nosotros, mientras mi vista se distrae por el inmenso top manta de objetos en el que se ha convertido la arena.
Y puestos a hacer el turista, lo haríamos entero. Me subí a un camello... y Encarna y la mayoría del grupo...

El subirse a un bicho de estos, tiene truco, pues cuando se levanta, o te agarras bien o te caes.
Y todos en fila india, empezamos a recorrer los metros que nos faltaban para llegar al poblado. Cada camello llevaba su guía, y el trayecto era tranquilo, a no ser como nos pasaba a veces que sin saber porque, el bichito empezaba a correr y a adelantar a los que iban por delante de mí.
El ir a lomos de un camello, a paso lento, me permitió hacer unas fotos fantásticas de los paisajes que mis ojos no paraban de grabar en mi memoria.
Subir al camello es complicado, pero bajar, tiene peligro. Aun no se como no me caí.

Juan nos estaba esperando para llevarnos hacia su casa. La casa de Juan, estaba en el pueblo de Sehel.
Juan nos enseñó su casa, a su madre durmiendo en una habitación, a su esposa y a sus hijas. Y sobre todo sus cocodrilos. Algunos pequeños, que podían cogerse con la mano. Otros a los que había que vigilar para que no nos cogiesen la mano a nosotros.

Nos preparó un té, mientras nos iba contando cosas de su vida, de su casa, de su familia.
El pueblo Nubio, alterno etapas de paz con el antiguo Egipto con otras de mucha beligerancia. Los nubios, los faraones negros, llegaron a sentarse al trono de Egipto, en la XXV dinastía, allá por siglo VIII a. C.
Los Nubios en la actualidad conservan una especie de estatus especial y se muestras orgullosos de sus diferencias y sobre todo de su historia.
Tierra repartida entre Egipto y Sudan, fue muy codiciada en tiempos de los faraones, pues para Egipto esta tierra era la que aportaba hombres y riquezas, además de otras materias que los egipcios necesitaban.
Al rato llegaron dos chicas, dos adolescentes que hacían tatuajes de Alheña, henna en árabe...
Dibujos sencillos, pero que hacían con una rapidez increíble.
La casa de Juan, era un lugar de paz, de color y de moscas, muchas moscas.
Después nos invitó a subir a su terraza, desde la que se veía una vista de todo el pueblo. Al rato aparecieron unos niños. Sin decir nada se pusieron a nuestro lado, reían, nos miraban y nos hablaban...sus ojos tenían un brillo increíble.

Salimos de la casa y paseamos un poco por el poblado. Calles de arena, casas de adobe, y algunas esperando a caerse muy pronto....al acercarnos a lo que podía ser la calle principal del pueblo, un aluvión de crios pidiendo propina aparecieron de repente, además de unos cuantos vendedores de cualquier cosa. La mayoría no eran ni del poblado, sino que se desplazan de aldeas vecinas, para aprovechar la visita de los turistas.

Con alguna dificultad por el acoso, llegamos a la lancha, y con ella, y con el atardecer a nuestras espaldas, emprendimos el regreso al barco.
No había visto templos, ni tumbas ni piedras, pero había sido la visita más especial para mí...
¿Y por que?, supongo que lo que la hizo así, fue nuestro anfitrión, un nubio llamado Juan

Llegamos al barco, y después de unos momentos de relax, ahora tocaba visita a una joyería. Algunos del grupo querían visitar una joyería “con garantía” y Tarek, “amablemente” se ofreció a acompañarnos.
Y la joyería era del marido de la dueña de la tienda de perfumes de esta mañana.
Confieso que yo ya vine a Egipto con ganas de hacerme un cartucho con mi nombre en jeroglífico.
Y claro, estando en un joyería, “ de garantía”, y que además te lo grababan al momento o si no te lo traían al barco, pues esta claro que salí de la joyería con un cartucho.
Era un capricho. Un capricho egipcio.

Volvimos al barco y a cenar. Esta vez nos obsequiaron a todos con un pastel en el que se podía leer, “feliz viaje”. Era nuestra última noche en el barco. Después de la cena, espectáculo. Espectáculo oriental.

Primero actuó un chico que hacia vueltas y más vueltas como los derviches, aunque su traje era de más colorido y hacia figuras con sus ropas. No estuvo mal.
Luego actuó una chica imitando a las bailarinas de danza del vientre. Sus pechos extremadamente grandes, sus labios gruesos y su rostro en general nos hacían albergar sospechas de que era una travestí.
El baile de la bailadora, fue penoso. Intento arreglarlo algo invitando a salir a bailar a algunas chicas y después a todo el que podía.

Después del baile, del penoso baile, nos quedamos charlando un rato. Pero como el cansancio aparecía, nos fuimos a nuestra habitación, a disfrutar de la última noche en el barco.

Lo que no sabíamos es que teníamos un barco al lado, como siempre, pero en el que la música discotequera, mayormente española, se nos colaba en la habitación, con la misma intensidad que si estuviésemos nosotros en ella. Costo dormir, pero cuando los cánticos del barco se apagaron, todo fue más fácil.

Precioso día el de hoy. Y mañana me esperaba la joya del viaje. Abu Simbel
Pero eso seria mañana.
VIERNES, 26 DE ENERO… …5º DIA… … ASSUAN-ABU SIMBEL
RAMSES
Si un nombre destaca en todo Egipto, este es el de Ramsés, Ramsés II, pues la saga de los Ramsés abarca hasta el número XII. Y hoy íbamos a comprobar uno más de los motivos de esta fama.
El día empezó tranquilo, con un ligero madrugón, después de una noche de semi fiesta.
Nos dirigíamos al aeropuerto para coger el vuelo hacía Abu Simbel, aunque antes haríamos una breve parada por la presa de Assuan, la mega presa.

Tarek se enorgullecía al contar como fué construida, lo que representó y aún representa para Egipto esta enorme obra de ingeniería. Hablar de números, metros y capacidades para comprenderla es inútil. Hay que verla. Mientras nos iba contando cosas de la historia, del pasado reciente de Egipto, relacionándolo con la presa, se notaba que Tarek tenía una visión bastante particular de la historia, no en vano era un musulmán practicante y convencido, políticamente correcto y sin dar una sola muestra de partidismo. O al menos eso era lo que intentaba.
Paramos en medio de la presa, en un área delimitada para ello, donde la policía militar, armada, iba controlando que nadie se acercara más de la cuenta a la estación eléctrica, o al campamento militar. La presa es considerada un “edificio” militar.
Las crecidas del Nilo, la producción de energía, el desarrollo industrial del país, dependían de la construcción de la que ahora nosotros nos empeñábamos en hacer fotos.

Costaba imaginar que bajo aquellas aguas, hace años existieron decenas de templos, de santuarios, de pueblos, y que tan solo la cooperación internacional permitieron salvar de morir para siempre bajo las aguas. Mirar el lago Nasser desde la presa, era establecer la mirada en el infinito, en la lejanía, pero sabiendo que mañana, nosotros navegaríamos por esas aguas.
Después de visitar, o mejor dicho de dar unos pasos por encima de la presa, nos dirigimos al monumento a la cooperación egipcio-soviética. Un monumento de piedra gigantesco, blanco, con 5 enormes estructuras unidas en lo alto con un circulo, eran el monumento erigido hace años por el pueblo egipcio, dando las gracias al pueblo soviético por su ayuda, sobre todo económica en la construcción de la presa. El monumento en si, es mas bello de lejos que de cerca, aunque el acercarse para contemplarlo con toda su majestuosidad es recomendable. Después de hacer las fotos de rigor, nos entretuvimos con unos niños preciosos, morenos que se nos acercaron atraídos por la curiosidad y por nuestra cámara de fotos. Sus ojos grandes, negros, llenos de vida, eran el perfecto contrapunto a sus ropas de colorines algo desgastadas.

De nuevo al autobús, para dirigirnos ya si, hacia el aeropuerto. La entrada estaba custodiada por policías, a los que el conductor les dirigió algunas palabras mientras algunos de ellos miraban desde el exterior quienes íbamos dentro.
Varios maleteros se abalanzaron sobre nuestras maletas. Tarek nos dijo que no nos preocupásemos que nos las llevarían hasta la entrada y una vez allí nos las darían. Ellos no podían entrar al edificio del aeropuerto. Tampoco debíamos de darles propina. Esta ya estaba incluida en el total del viaje. Cuantas veces agradecimos el no tener que dar propina continuamente!!!

Varios controles, detectores de metales, algún cacheo y a esperar el avión. La sala de espera era como la de un aeropuerto cualquiera, con tiendas de comida, de recuerdos, y gente sentada esperando. En las tiendas estaba permitido el regateo, como no.

Nuestro vuelo a Abu Simbel salió puntual. Vuelo corto, en el que nos entretuvimos mirando los paisajes desérticos que la altura nos iba proporcionando.
Nuestra piloto era una mujer, y eso nos dió pie para hablar con Tarek de la situación de la mujer en Egipto. A ojos de Tarek, las mujeres vivían muy bien en su país. Sin discriminación, con igualdad de oportunidades, con los mismos derechos del hombre….

La salida del aeropuerto de Abu Simbel fué un pequeño caos. El aeropuerto estaba en obras y nuestras maletas salían por una cinta que daba a una sala pequeña, en obras y colapsada tanto por nosotros, como por las maletas de los demas pasajeros.
Salir de allí, medianamente en orden era misión casi imposible. Subimos al autobús y esperamos…y seguimos esperando…esto nos dió pie para comprobar la otra cara de nuestro guía. En nuestro autobús no hacían más que subir japoneses, y maletas, y Tarek empezó una discusión acaloradísima con el chofer. Tanto gritaban que pensé que se iban a liar a golpes en cualquier momento. La cara de Tarek estaba roja, a punto de estallar. No se que dió pie a la paz, pero durante el traslado en autobús, Tarek no abrió la boca para nada. Más adelante nos contó lo que pasó, y también nos hizo una advertencia: yo cuando me enfado, soy peligroso.

En unos minutos llegamos al destino. Teníamos un nuevo barco que nos esperaba, a los pies de Abu Simbel. Caminamos por un camino de tierra, mal señalizado y llegamos al Princess Abbas, nuestro nuevo hotel.
A nosotros nos dieron una suite, la habitación Nefertari, en la parte delantera del barco, con una gran ventana que nos permitía estar tumbados en la cama, y ver como navegábamos. Las ventanas de nuestra habitación tenían truco. Desde dentro podíamos ver todo el exterior. Y desde el exterior no se podía ver nada del interior….pero cuidado, si encendíamos la luz, entonces todo lo invisible salía a la luz. Peligro.
Comimos rápido, de menú, y compartimos mesa con la familia Roure. La mesa era para 6, por lo cual durante toda la travesía nos vimos “obligados” a compartir mesa, aunque en ningún momento fué una obligación, pues nos sentíamos muy a gusto con ellos.

Después de comer, la joya de todo el viaje nos esperaba. La visita al templo de Ramsés II. La visita de Abu Simbel.
Volvimos a hacer el camino de tierra que nos llevaba hasta el templo y al entrar en el recinto, un pequeño camino bordea por la derecha la montaña en donde se ubica el más maravilloso de todos los templos visitados. El lago de fondo. A cada paso me acercaba más a mi objetivo. Quería ver la típica imagen de postal del templo, pero quería verlo con mis ojos. Debo reconocer que el corazón me latía con fuerza y que al llegar frente a él, me quedé como perplejo, atontado, absorbido por la fuerza que 4 estatuas milenarias me transmitían.
Tarek empezó a contarnos cosas del templo, de su construcción, de su historia, de sus curiosidades…yo le escuchaba, o quería escucharle, pero mis ojos, no paraban de escrutar cada rincón de la fachada.
Salvado de morir bajo las aguas, salvado gracias a la cooperación internacional, Abu Simbel emerge como uno de los mejores iconos de Egipto. Tan sólo los que lo han visitado, me comprenderán. Y los que no lo han hecho, encontraran razones para no dejar de visitarlo.

Excavado en la montaña de la orilla occidental del Nilo entre 1274 y 1244 a.C. el templo está dedicado a los dioses Ra-Horakthi, Amón y Ptah… y como no, al mismo faraón divinizado Ramsés. Sus cuatro estatuas colosales, mirando al Nilo, como demostración de fuerza, de centinela que vigilaba cualquier embarcación que llegaba a las tierras del faraón.
El paso de los siglos, lo sumió en el olvido y el silencio, hasta que a principios del siglo XIX, un explorador lo descubrió por casualidad, semienterrado en la arena, oculto para que pudiese ser redescubierto de nuevo.
Cuatro enormes estatuas de más de 20 metros de alto de Ramsés, guardan la entrada, sentadas, majestuosas, como si mirasen a través del tiempo. Tres estatuas están enteras, la cuarta permanece rota, con la cabeza en el suelo, igual como se encontró.
A ambos lados de las estatuas, entre estas y la pared, hay dos escritos importantes. En el lado izquierdo está el acuerdo de paz firmado entre Ramsés y los Hihitas. En el lado derecho, el acuerdo matrimonial con una princesa hitita.
Después de las primeras explicaciones de Tarek, entramos en el templo.
Debo reconocerlo. Me emocioné.
Subí los peldaños y entré en el templo. Los relieves en las paredes muestran al faraón en varias batallas, victorioso, aplastando a sus enemigos. Sobresalen los gravados de la batalla de Kadesh, en la actual Siria, donde los Hititas estuvieron a punto de derrotar a los egipcios. Algunas escenas parece como si cobrasen vida, dibujos simulando el movimiento, dibujos victoriosos, en un templo increíble.
Pero lo más impresionante del templo, es su santuario, la sala final.
En ella, cuatro relieves de los dioses antes mencionados, están representados.
A la derecha, Ra-Horakthi, a su lado Ramsés II, al lado de este Amón y en el extremo de la izquierda, Ptah, el Dios de la oscuridad.
El templo, en su ubicación original, se construyó de manera que el 21 de Febrero y el 21 de Octubre, los primeros rayos del sol, entrasen en el templo, llegasen al santuario e iluminasen a 3 de las 4 estatuas. A Path el dios de la oscuridad, nunca le llegaba el sol.
Se cree que estos dos días, eran el nacimiento de Ramsés y la coronación como faraón.
Después del traslado del templo, en la época moderna, con todos los adelantos conocidos, no hemos podido repetirlo. Y este hecho ocurre ahora un día después, 22 de Febrero y 22 de Octubre. No hemos podido imitar a una civilización de hace más de 3000 años….sin palabras.
Quizás las fechas signifiquen otra cosa, otro acontecimiento, pero lo que si es cierto, es que los antiguos egipcios nos siguen ganando.

El templo de Abu Simbel no es de los más grandes que hemos visto, pero su fachada, su impresionante fachada y el saber, el llegar a entender que todo el templo fué desmontado bloque por bloque, y vuelto a construir unos metros más arriba para salvarlo de las aguas, lo hace ser único, especial, irrepetible…

Pero como siempre, aún había más. A su lado otro templo, quizás no tan espectacular, pero igualmente bello. El templo de Hathor, dedicado a la reina Nefertari, la esposa preferida de Ramsés, la más famosa de todas ellas.
Seis estatuas en la fachada, cuatro de Ramsés y dos de Nefertari, todas de la misma altura, unos 10 metros de alto. No era normal que las reinas tuviesen estatuas del mismo tamaño que sus maridos, pero era tanto el amor de Ramsés por Nefertari, que la puso a su mismo nivel.
En el interior, la sala hipóstila tiene 6 columnas, con relieves de la reina, de la diosa Hathor, y como no de Ramsés victorioso y batallador.
Es cierto que visto el primero, este parece algo menor, algo menos importante. Pero hay que estar frente a ellos, y opinar después.

El atardecer nos ofrecía unos colores especiales y además nos brindaba la oportunidad de pasear frente a los templos, con casi ausencia de turistas. Debíamos de salir, para volver a entrar, pues por la noche asistiríamos al espectáculo de luz y sonido.
Salimos del recinto y mientras Encarna se quedó con Ana en las tiendas de souvenirs y en el museo fotográfico que explica con todo detalle como fue transportado el templo a su ubicación habitual, yo me fuí al barco para coger una chaqueta. De día, el sol calentaba de lo lindo, pero al anochecer una chaqueta no molestaba,

Esperamos en el abarrotado bar a que fueran las ocho de la noche, para entrar en el recinto y correr a buscar un buen sitio para poder ver en primera fila el espectáculo de luz y sonido.
El idioma era francés, pero con los auriculares teníamos la traducción simultánea al instante. Otra maravilla más.
El espectáculo es una combinación de luces, música y voces, relatando escenas de la vida de los faraones y de Egipto. El juego de colores sobre los templos, la espectacularidad del sonido y sobre todo el lugar, el mágico lugar. podía ser una turistada, pero valía la pena ser un simple turista en estos momentos.
Al finalizar, tuvimos unos minutos para hacer fotos de los templos iluminados, de las estatuas con luz, casi con luz propia, casi con vida.
De salida, me empeñaba en volver la vista atrás una y otra vez, como no queriendo olvidar una imagen única, que ya para siempre permanecería imborrable en mi memoria
.
Llegamos al barco y a cenar. Después de la cena, nos dedicamos a pasear por el barco, subimos hasta la cubierta superior, observando un cielo maravillosamente estrellado, como queriendo rendir cortesía al más grande faraón de todos los faraones.
Ramsés II.
Los últimos momentos del día, los pasamos en la habitación, intentando ver una película en el dvd de la habitación que no pudimos ver por la mala calidad del disco y nos tuvimos que conformar con la película que daba el canal interno del barco.
A oscuras, viendo el cielo desde nuestra cama, y observando a las personas que pasaban por delante de nuestra habitación, nuestros ojos se cerraron, de la misma manera que hace cientos de años, un faraón cerró sus ojos físicos para siempre.
Abu Simbel, me había atrapado.
SABADO 27 DE ENERO… … 6º DIA… … LAGO NASSER
AMON-RA
La primera noche en el nuevo barco, fué especial. Una suite, ver amanecer desde la cama, y sobre todo la sensación de intimidad que nos daban los vidrios opacos de la habitación.
Desayunamos, y tan solo unos minutos después el barco empezó a navegar. Tarek nos colgaba cada noche en el tablón de anuncios el planning del día, aunque también nos lo decia cada noche de viva voz, y ese día, lo íbamos a empezar navegando frente a los templos de Abu Simbel. Una nueva perspectiva de una imagen que ya formaba parte de los recuerdos de mi vida.
Subimos a la cubierta superior, e intentamos hacernos un hueco entre todos los turistas apoyados en la barandilla intentando captar imágenes de los templos. Creo que la pareja más joven de todo el crucero éramos Encarna y yo. Aquello parecía un viaje del inserso.

Y de nuevo, volví a quedar maravillado por la vista de los templos. El barco se iba alejando, mientras Abu Simbel empequeñecía acariciado por los primeros rayos de sol y un fuerte aire, nos impedía estar demasiado tiempo asomados a la barandilla.

El Prince Abbas tenía 4 pisos. Desde el exterior tenía un ligero aire a los barcos que cruzaban el Missisipi en el lejano oeste. Una zona de sofás y tumbonas en la cuarta planta y una quinta donde estaba la piscina y el jacuzzi, que la noche anterior habiamos visto que estaba bastante sucio.

Como el barco iba navegando, nos tumbamos en los sofás, tomando el sol, e intentando evitar el fuerte viento que nos azotaba. Después de un par de horas de viaje, llegamos a nuestro primer objetivo. Una visita panorámica, o sea desde el barco, del castillo de Kasr, o como lo llaman los lugareños Qasr Ibrim.
Es el único monumento nubio que se haya en su emplazamiento original, rodeado de agua, y sin poder llegar a él, por otro medio que no sea marítimo. Arqueología submarina.
Un pequeño islote en el cual están los restos de un templo erigido, destruido y vuelto a edificar sobre las ruinas del anterior varias veces. Se cree que llegaron a construirse seis templos en el mismo lugar.
El barco se detuvo a escasos metros del islote, para que pudiésemos tomar fotos mientras Tarek una vez más nos daba una nueva lección de historia. Contemplar los restos de unos muros, en la lejanía sin poder caminar por sus piedras, y después de haber visto las maravillas que habiamos visto, no era precisamente la mejor de las visitas que pudiésemos hacer, pero estaba en el programa, y había que parar.

Navegar por el lago Nasser, es diferente a navegar por el Nilo. Su gran extensión hace que prácticamente de la impresión de navegar por un mar, que no por un lago. A veces cuesta ver las orillas, y la sensación de extensión le quita encanto a la travesía. El crucero del lago Nasser es más un ejercicio de relax, que no de belleza. Aunque todo tiene su encanto.
Después de la visita panorámica, Tarek se sentó con nosotros a contarnos cosas de su vida. La habiamos insistido mucho sobre su historia personal, sobre sus dos mujeres, el Islam, la manera de pensar de un musulmán y el se dispuso a someterse a nuestro interrogatorio de la manera más cordial posible.
He de reconocer, que tuvimos una suerte inmensa con Tarek. A pesar de tener los típicos males de todos los guías, sus explicaciones, su trato con nosotros, y su buen humor fue un valor añadido extraordinario en este viaje.
Pasamos mas de una hora de charla, hasta que se hizo la hora de comer.
Hoy tocaba barbacoa en la cubierta.

Nos tuvimos que poner todo el grupo en otra mesa, pues la que Tarek había reservado para nosotros, ya había sido ocupada. Nos sentamos en una esquina del barco, resguardecidos aun del aire que soplaba y nos dispusimos a comer. Buffet de ensaladas y carne a la brasa hecha en la misma cubierta.

Después de comer, de nuevo volvían las visitas. Una lancha nos acercó a tierra firme, al desierto. Por primera vez, puse mis pies en la fina, dorada e inmensa arena de un desierto. La lancha nos dejó en la orilla, cerca del templo de Amada. Resultaba curioso que manadas de turistas se dirigieran a los mismos lugares, al mismo tiempo, lugares que tan solo instantes antes permanecían en la más absoluta tranquilidad.

El templo de Amada, es el monumento más antiguo que ha quedado de la zona del lago Nasser. Fué trasladado de una sola pieza desde su emplazamiento original, al que ahora ocupa, unos 2.5 kilómetros más lejos. Erigido en tiempos de Tutmosis III y de su hijo Amehotep II, faraones de la XVIII dinastía, el templo de Amada está dedicado básicamente al dios Amon-Ra.
Para las primeras explicaciones del lugar, Tarek nos situó en la parte trasera del templo, a salvo del sol que calentaba intensamente.
El templo en si, no es gran cosa, y mucho menos si se compara con la grandiosidad de los vistos anteriormente. Sus grabados interiores, reflejando las batallas del faraón en Palestina y como da muerte a sus enemigos, estaban bastante bien conservados. Otros grabados mostraban diferentes episodios bélicos en la historia de Egipto. La sala principal no debía medir más de 20 metros de largo, con grandes columnas que daban una sensación de agobio por la estrechez de la estancia.
Al salir, un lugareño jugaba con un escorpión. Lo tenía en sus manos y se lo ponía en su pecho mientras el bichito trepaba por su chilaba. Era la atracción. A cambio de una propina podías coger el escorpión tu mismo...Tarek nos comentó que a estos escorpiones les quitan el aguijón para que no puedan ocasionar ningún susto. Lo miramos con asombro, pero nadie fue tan valiente para probar la teoría de Tarek.
Caminamos unos pasos para hacer acercarnos al pequeño templo de Der.
De nuevo, las imágenes grabadas en sus paredes eran las de Ramsés, con su león, matando a sus enemigos. Muchos de estos templos eran erigidos en zonas lejanas de la capital, como muestra de que el faraón siempre estaba presente, y de que quien osase enfrentarse a Egipto, recibiría su castigo. Eran templos de advertencia, de frontera, de aviso....

Un camino nos llevó hacía la tumba de Pennut, caminando por las arenas del desierto. Ver las enormes extensiones de arena, y a escasos metros el agua del Nilo, es indescriptible.
La tumba de Pennut, un gobernador de la baja Nubia en el reinado de Ramses VI, es una pequeña cavidad en la roca, que muestra relieves con sus pinturas bastante bien conservadas y que de no visitarla, tampoco hubiese sido una desgracia. Lo mejor de esta visita, el paseo por el desierto y las ironías de Tarek sobre los demás guías que estaban dando sus explicaciones.

Terminadas las visitas, lancha y al barco. Llegamos justo para la hora del té. A las 5 de la tarde, igual que en el anterior barco, se servia té o café con pastas.
Hoy por la noche, teníamos un cóctel con el capitán. Y luego espectáculo Nubio. La noche a priori prometía, a priori.

Nos sentamos en la sala-bar-discoteca que tenía el barco, esperando a que fueran las 7 de la tarde. A esa hora se iba a producir la presentación de la tripulación y del capitán. En el centro de la sala, habían preparado una gran mesa con diversos cócteles, refrescos y canapés.
Un maestro de ceremonias hizo la presentación en ingles y francés, pero el capitán, no estaría. Estaba pilotando el barco. Cóctel del capitán, sin el capitán. Uno a uno nos fueron presentando a los miembros mas importantes del barco: el medico, el cocinero, el recepcionista, el contable, etc.etc. Y después a beber a la salud del invisible capitán.
Después del cóctel y de hartarnos de beber y comer, a cenar.
La cena era de gala, por lo que se recomendaba que todos fuésemos muy bien vestidos.

Y después de la cena, de nuevo al salón para el espectáculo nubio.
Bueno, lo que vimos a continuación, no se como catalogarlo. Los camareros del comedor, salieron a la pista sin saber que hacer, mirándose los unos a los otros y poniéndose uno al lado del otro haciendo pasos adelante y atrás.
Eso era el espectáculo nubio. Para no hacerlo tan patético, iban a buscar a las mujeres de la sala para llevarlas a la pista a bailar con ellos. Increíble. Y eso fue el espectáculo.

Después de la “divertida” sesión de baile, Encarna, Ana, Laia y yo empezamos a bailar la música discotequera que el aprendiz de discjockey ponía. El resto del salón, que era como un inserso multicultural, nos miraba con cara de no entender nada. Bailamos dos o tres canciones hasta que nos dimos cuenta de que aquello parecía más un funeral que no una fiesta, por lo cual, lo que mejor podíamos hacer era encerrarnos en nuestras habitaciones y que cada uno siguiera la fiesta como quisiera.

Mañana seguiríamos descubriendo Nubia.
DOMINGO 28 DE ENERO... ... 7º DIA… … LAGO NASSER
TOT
Me gustaba esto de ver a los demás sin que ellos nos vieran a nosotros, y sobre todo cuando nos paseábamos por la habitación completamente desnudos.

Desayuno y a visitar más templos. Hoy el día tenia una concentración de visitas por la mañana y el resto del día libre. Quizás fue lo que menos me gustó de este crucero, que faltaran actividades alternativas bien en el barco bien fuera de él. La sala del billar estaba cerrada, al parecer el billar estaba roto. Las piscinas no funcionaban a pleno rendimiento pues la temperatura no era demasiado alta, y los pasajeros del barco no eran precisamente una muestra de alegría y vitalidad.
El crucero del lago Nasser, era un crucero de relax, de calma, de dejar pasar el tiempo a la espera de las pocas visitas que el día proporcionaba.

Con una nueva lancha, nos acercamos a tierra firme, al templo de Wadi Al-Subua, el templo del valle de los leones.
De todos los templos que vimos por el crucero del Nasser, este era el más grande y el más bonito de ellos.
Trasladado también de su ubicación original para que no pereciera bajo las aguas del Nilo, el templo estaba precedido de una avenida con diez esfinges.
Templo dedicado también a Ramsés, albergaba en su entrada dos estatuas colosales del faraón.
Si algo me estaba quedando bastante claro es que Ramsés II, fue quizás el faraón más importante de todo el antiguo Egipto. El más longevo, pues vivió cerca de 90 años; el más constructor, batallador, y que hizo más por la grandeza de su país. Su abuelo Ramsés I, fue el iniciador de la XIX dinastía, que seguiría después con Seti I y ya por fin por Ramsés II.

Para entrar al templo, había que subir unas pequeñas escaleras que mostraban una imagen preciosa de las esfinges a nuestros pies.
Dentro del templo, hay un patio con 10 estatuas más de Ramsés, y algunas pinturas cristianas, pues el templo fue utilizado como iglesia por los cristianos.
En las puertas de todos los templos había siempre un vigilante, y Tarek los conocía a todos.

Dejamos el templo y emprendimos un camino hasta el templo de Dakka. El camino podía hacerse también en camello, pero me apetecía mas caminar por un vetusto camino rodeado de arena. Al fondo a nuestra izquierda, manadas de ovejas se veían a los lejos, dando un toque de color con sus colores blancos y negros a todo el paisaje.

El templo de Dakka no es gran cosa. Lo mejor del pequeño recinto son las vistas que se obtienen desde el, pues esta en un pequeño montículo de unos 12 metros de altura. El templo esta dedicado al dios Tot, dios de la sabiduría.
En la entrada del templo, teníamos otra muestra de la fauna del lugar. Un egipcio tenía dentro de una botella de agua de plástico, una serpiente. Una serpiente de picadura mortal.
Tarek nos contó que era un ejemplar que vivía por estos parajes. Una serpiente ciega, pero que ataca a toda fuente de sonido que oye.
Y lo que más nos sorprendió es que los vigilantes de los monumentos, dormían en el lugar. Con todos los bichos merodeando. Tarek nos explicó que ellos sabían como protegerse de todos esos bichos....

Después del pequeño templo, con sus pinturas más o menos bien conservadas, nos fuimos hacia el templo de Maharraqua, el más pequeño de los tres.
Una estancia con las paredes en bastante mal estado y con símbolos cristianos en sus piedras, era todo lo que quedaba de él. Si no lo hubiésemos visto, no habría pasado nada.

De regreso al barco, con todo el trabajo del día hecho, nos sentamos en el salón a hablar con Tarek. Seguíamos preguntándole por sus dos mujeres, y sobre todo como se alternaba para poder estar con las dos.

A las 12 del mediodía teníamos una película. Por el canal interno del barco nos ofrecían un video sobre el rescate y traslado de los templos de Abu Simbel. O sea que todos nos fuimos a nuestras habitaciones respectivas a ver el video. Al menos estaba en castellano.
En algunos momentos, me costó seguirlo, y no por que su contenido no fuese interesante, sino por la mala calidad de la imagen y sobre todo de su alocución.

Después del video, comida. Siesta en cubierta, té a las cinco y charla con Tarek sobre Egipto, historia antigua y moderna y el Islam....el día ya estaba hecho...

La última cena en el barco fue bonita. Nos hicieron un pastel en forma de pirámides de chocolate precioso; el pastel lo fueron paseando por todas las mesas para que pudiésemos verlo y fotografiarlo.
Anteriormente habíamos preguntado por la posibilidad de poder ver el partido de fútbol que el Barcelona jugaba con el Celta. Los cocineros nos habían dicho que ellos lo veían, puesto que todos eran del Barça.
Tras varias preguntas, dudas, esperas y demás, nos llevaron a Enric, Didac y a mi, a un camarote de la tripulación. Mejor dicho a un pequeño despacho al lado de la cocina, donde no se cabía. En una tele pequeña y con retrasmisión de la cadena Al Jazira, pudimos ver los últimos 20 minutos del partido.
Los cocineros, eran más cules que nosotros. Y el éxtasis para ellos les llegó cuando Dídac con su móvil les pasó al suyo el himno del Barça.
Salían al pasillo y lo repetían una y otra vez como si de un tesoro se tratara. Era curioso ver un partido con la locución en árabe. Me fijé que los nombres sonaban igual en castellano que en árabe.
Sentados en el suelo, sin espacio para moverse, pasamos unos minutos entrañables. Compartimos la pasión por un club a miles de kilómetros de nuestros hogares con unos cocineros egipcios.

Y después del partido, fuimos a buscar a las chicas, a pasear un poco por la cubierta viendo las estrellas y a despedirnos del cielo nubio.
Mañana volábamos al Cairo. Dejábamos la paz y la tranquilidad para adentrarnos al caos inmenso de la capital de Egipto.

Pero eso seria mañana.

LUNES 29 DE ENERO... .... 8º DIA… ASSUAN-EL CAIRO
HATHOR
Hoy teníamos que hacer por penúltima vez las maletas, pues dejábamos el Prince Abbas para dirigirnos al Cairo. Pero antes de llegar a la capital, teníamos algunas visitas que hacer.
La noche anterior ya habíamos llegado a Assuan; estábamos al otro lado de la Gran Presa, pero ya no íbamos a navegar más.

Nos subimos a la lancha que nos llevaría hacia el templo de Kalabsha. Por el trayecto nos íbamos fijando en la actitud tremendamente cariñosa de los dos policías que iban con nosotros. Para nosotros era signo de algo más que amistad. Para Tarek era algo normal.

El templo de Kalabsha se terminó bajo el mandato del emperador Augusto, cerca del año 10 d.C.
Estaba dedicado al dios egipcio-nubio Horus-Mandulis, y más tarde se utilizó como iglesia cristiana. Una impresionante calzada de piedra lleva desde el lago hasta el primer pilón del templo, que da paso a un patio con columnas precioso. En los muros están las inscripciones de varios faraones ante los dioses. El templo estaba bastante bien conservado, con unos grabados en las paredes que aun albergaban restos de pintura.

Dejamos el templo y seguimos andando por una calzada de piedra que nos llevaba al templo de Beit Al-Wali, la casa del hombre santo. Más de lo mismo. Un recinto pequeño con algunos grabados en sus paredes. Lo mejor de este templo, era una vez más los paisajes que nos ofrecían los decorados, el agua, las palmeras, el desierto....
Caminamos un poquito más y nos dirigimos al templo de Kertassi, o quiosco de Kertassi. Dos columnas de Hathor y cuatro columnas con capiteles preciosos mirando al lago Nasser.
Por los alrededores, un revoltijo de rocas con pinturas, restos de columnas y piedras sin ninguna ornamentación estaban esparcidas por el suelo.

Dejamos los templos nubios, el desierto, y volvimos al barco. Teníamos que esperar a que nos vinieran a buscar, y mientras nos entretuvimos observando los rituales del rezo de un egipcio en su huerto, al lado del barco.

El pequeño autobús nos llevó al aeropuerto de Assuan por segunda vez. Volvimos a pasar innumerables controles y a esperar en la sala nuestro vuelo al Cairo.

El vuelo al Cairo se nos hizo corto. Queríamos intentar ver las pirámides desde el aire, cosa que no fue posible, y casi sin darnos cuenta ya estábamos caminando por la terminal de llegada.
Un nuevo enlace de Galaxia nos recogió para llevarnos al hotel. Nos repartimos en dos autocares. Uno para la familia Roure que los llevaba al hotel cerca de las pirámides y otro para nosotros que nos llevaba al Conrad Cairo. A Tarek le vino a buscar un familiar con un taxi.
El trayecto hasta el hotel, nos dio una pequeña impresión de la ciudad. Y empezamos a comprobar que el Cairo, es un gran caos.

El Conrad Cairo, es una pasada. Una entrada impresionante, con mucha seguridad, detector de metales en los bajos de los coches y lo mejor de todo, la planta 22.
La planta 22 es un bar self service, gratuito, para todos los clientes de las plantas ejecutivas, las mas altas del Conrad, y que el Corte Ingles solía reservarlas para sus clientes.
La habitación nuestra, en la planta 23, tenia unas vistas al Cairo y al Nilo preciosas. Una cama inmensa, fruta en la habitación, y un baño completísimo.

Dejamos las maletas, colocamos la ropa y nos fuimos a merendar, a la planta 22, como no.
En el bar había varios tipos de pinchos salados ,algunos de dulces, y de 17 a 19 horas alcohol gratis. Si no había alcohol, teníamos refrescos a nuestra disposición.
Grandes sofás, la mayoría llenos de turistas que parecía que eran de alguna empresa, y lo mejor de todo, el Cairo a nuestros pies.

Teníamos toda la noche para nosotros, y pensamos en ir caminando hacia el centro, o hacia uno de los varios centros de la ciudad.
Eran cerca de las 8 de la noche, pero la actividad no decaía, al contrario, crecía a cada paso de las horas.
Ir andando por la ciudad del Cairo es jugarse el tipo continuamente. No hay semáforos y los pocos que hay no se respetan. No hay pasos de cebra; los automóviles no conocen los intermitentes; se circula por oído, a golpe de claxon; no hay señales de tráfico, calzadas de tres o cuatro carriles ocupadas por cinco o seis filas de coches, y nosotros nos íbamos a enfrentar a todo eso.
Mientras andábamos por la acera, el riesgo era mínimo, hasta que habíamos de cruzar una calle.
Después de jugarnos el físico en un cruce de carreteras, llegamos a la altura del museo egipcio.
Caminamos por su lado, intentando de nuevo cruzar la calle. El truco para cruzar una calle es ponerse cerca o al lado de un egipcio y cruzar junto a el, parando el trafico con la mano, sorteando los coches...
Un chico se nos ofreció a ayudarnos. Después de cruzar nos comentó que estudiaba español, que su novia era española, nos dio consejos sobre compras y además nos advirtió que los guías nos llevan a los lugares más caros, porque ellos tienen comisión.

Sin darnos tiempo de pensar, se nos ofreció a llevarnos a una tienda de papiros y perfumes que el conocía, y que “casualmente” estaban de liquidación.
Lo seguimos y efectivamente nos llevó a una tienda, nos dejó en ella y se fue.
La tienda tenía una gran exposición de papiros y en su parte interior ofrecía perfumes.
El chico que nos atendió, muy amable nos iba enseñando modelos de papiro, nos contaba las diferencias entre los buenos, que eran los que él vendía y los malos, todos los demás.
El precio nos parecía interesante, y terminamos seleccionando uno. El chico nos dijo que nos pondría nuestros nombres en jeroglífico. Todo estaba yendo muy rápido. El chico en el cruce, la tienda que cierran por liquidación, el papiro... y las prisas no son buenas.
Los nombres nos los escribieron en árabe, no en egipcio. Ya no nos gustaba tanto, y además nos pareció que el dueño de la tienda, que nos pintó los nombres, no hizo caso al chico que le pidió que nos los escribiera en dibujitos.

Después nos enseñó perfumes, le dio un pequeño masaje a Encarna en las cejas, y a mi me dio a oler menta para descongestionar mi nariz. Pero en el ambiente había algo que nos hacia estar incómodos. Empezamos a recapacitar para darnos cuenta, de que habíamos caído como dos tonitos en las garras de un captador. Alguien que amablemente se ofrece para ayudarte a cruzar la calle, te da consejos sobre compras y te lleva a una tienda de “total seguridad”...
Pagamos el papiro, mientras el dueño de la tienda se enfadaba porque no le comprábamos perfumes, y nos fuimos a caminar por las calles.
Eran más de las 9 de la noche, y las calles estaban llenas de vida, de una actividad increíble, con los comercios abiertos y ausencia total de turistas. Paseábamos por unas calles repletas de gente del país, y que casi con total seguridad a esas horas o en ese momentos los únicos turistas éramos nosotros.

Queríamos buscar un lugar para cenar alguna cosa, pero no encontramos ningún establecimiento de comida por las calles en las que paseábamos.
Al final, encontramos un local donde hacían Shawarmas, un local frecuentado únicamente por egipcios, con la carta en árabe, y ningún camarero que hablara ingles. Aventura.
Conseguimos hacernos entender y perdimos un shawarma mediano que venia acompañado por ensalada y patatas fritas en abundancia. A nuestro lado una mesa con 3 chicas egipcias nos miraba y sonreía, y hasta nos desearon un bienvenido a su país.

Éramos dos guiris, en un local poco acostumbrado a ellos. Después de cenar, caminamos ya algo cansados hacia el hotel, en unas calles repletas de gente, con puestos callejeros en todo momento, tiendas abiertas, y otros que ofrecían sus mercancías en una especie de top manta de todo tipo de productos. Me sorprendía tanta actividad. Intentamos no perder el Nilo como referencia, pues llegando a él, llegábamos al hotel. Y después de un largo rato de caminar, llegamos al Conrad... vaya caminata.
Para terminar con tanto cansancio, sobre todo de pies, lo mejor un baño. Y como la bañera invitaba a utilizarla, pues decidimos hacer uso de ella.

Un baño relajante, y a dormir...
El primer contacto con la ciudad había sido interesante. Pero mañana, por fin, iba a ver las pirámides. Miles de veces vistas en fotos... y podría entrar en una de ellas.

Pero eso sería mañana.


UN CAOS LLAMADO EL CAIRO

UN CAOS LLAMADO EL CAIRO


Localización: Egipto Egipto Fecha creación: 18/10/2007 15:57 Puntos: 0 (0 Votos)
MARTES 30 DE ENERO… … 9º DIA ... EL CAIRO
KEOPS
Fue una de las noches que mejor dormí. Los efectos del baño de la noche anterior y la comodidad de la cama, hicieron que pasara una noche relajada. Lo primero que hice al despertarme fue asomarme al balcón y oír El Cairo. La vista desde nuestra habitación era espectacular; lástima que al ser una ciudad de las más contaminadas del planeta, las vistas no eran todo lo nítidas que debieran ser.

Bajamos a desayunar. Teníamos dos bares para elegir, aunque la chica de la recepción del bar, nos indicaba a cual debíamos acudir. El buffet, espectacular. Era imposible probarlo todo.

Con el depósito lleno esperamos en la recepción a que nos vinieran a buscar para llevarnos a las pirámides. El Cairo por la mañana, padece el mismo caos que por la noche. Se podría decir que toda la ciudad es un caos. El Cairo te enamora o lo odias, te vuelve loco, pero no te deja indiferente.
El trayecto hasta las pirámides fue largo, muy largo. Las distancias eran enormes en una ciudad de más de 20 millones de habitantes. El paisaje que veíamos era sencillamente feo. Tarek ya nos había enseñado una particularidad del país, y es que los edificios no se terminan. Era habitual ver la última planta de cualquier bloque sin terminar, con los encofrados a simple vista, y con las paredes sin pintar. Piso acabado, más impuestos. Así que para no pagar, dejar el edificio a medias, al menos exteriormente. Y ver decenas, cientos de edificios así, transmite una sensación de pobreza, de miseria, de caos, de frialdad...una ciudad inacabada.
Las pirámides se encuentran en la zona conocida como Meseta de Gizeh, a unos 10 kilómetros del centro de la ciudad. Aunque teníamos la impresión de estar saliendo del Cairo, sobretodo cuando circulamos por una autopista, la verdad era que no, que El Cairo no se termina nunca.

Las pirámides....las pirámides....construidas hace más de cuatro mil años, son las únicas supervivientes de las maravillas antiguas de la humanidad. Por la ventana del autobús veíamos las pirámides acercarse, envueltas en una bruma matinal que no las dejaba apreciar en su totalidad. Recogimos a la familia Roure en su hotel frente a las pirámides y ahora si que sin más dilación nos dirigimos a ellas.

Un control en la entrada, un absurdo control nos hizo bajar del autobús para pasar a pie por el puesto de control, mientras el autobús buscaba aparcamiento delante de nosotros.

Frente a nosotros, Keops. La pirámide de Keops.
Tarek nos dió las explicaciones pertinentes y nos dejó tiempo libre para que paseáramos, hiciéramos fotos, o simplemente nos quedásemos mirando la pirámide.
A Keops se podía entrar, previo pago de una entrada especial e intentando ser una de las 150 personas que pueden acceder por la mañana a su interior. Por la tarde, otros 150 más. Las visitas están controladas.

Ahí estaba. La pirámide más famosa de todas delante de mis narices. Me acerqué a sus piedras, a sus escalones medio derruidos, me subí como un turista más por sus piedras, la toqué, la memoricé, le hice fotos y sobre todo me asombré de cómo pudieron construirla.
Encarna había tenido la oportunidad en otro viaje, de entrar en su interior. Y yo me tuve que conformar con acercarme a su entrada y ver como algunos pocos privilegiados entraban en ella. Hubo quién queriendo emular algún alpinista empezó a subir sin parar por las piedras, intentando llegar a lo más alto de la pirámide. Vano intento, los vigilantes enseguida le llamaban la atención.
Hace años, miles de años, en tiempos del Imperio Antiguo, en tiempos del faraón Keops de la IV dinastía, en el 2550 a. C. esta pirámide empezó a levantarse. Miles de trabajadores dejaron aquí algo más que sudor. El faraón los alimentaba, cuidaba de ellos y sus familias, pero a cambio tenían que dedicar varios meses de cada año, a construir la tumba del faraón, una tumba que debía ser inexpugnable. Debía ser su reposo y el de todos los sirvientes que le acompañarían en la otra vida. La pirámide de Keops, fue la más grande de todo Egipto.
Llego a medir 146 metros de altura
Estaba tan excitado, que el tiempo pasaba sin darme cuenta. Al lado izquierdo de la pirámide, hay otras mucho más pequeñas, pero que están cercadas por los vendedores ambulantes y los camellos. Estas mini pirámides son las tumbas de las mujeres y las hermanas de Keops.

Algunos policías se ofrecen para hacernos una foto de los dos con la pirámide al fondo. Pero con propina claro. Afortunadamente siempre encontramos otros turistas a los cuales recurrir para ahorrarnos las monedas.

Primera dosis de pirámides superada; ahora a por otra.
Volvimos al autobús para dirigirnos con él a la pirámide de Kefren. Están muy cerca la una de la otra, pero nos llevaron en coche. Y en esta si que podíamos entrar.
Tarek nos dio la explicación correspondiente y luego nos acompañó a la entrada. Antes nos advirtió de la estrechez del interior, no apto si se padece claustrofobia.

La pirámide de Kefren, hijo de Keops, es algo más pequeña que la anterior. Mide 135 metros de altura, y en su cima aún conserva parte del recubrimiento original.
La entrada primero es un túnel que baja, con cuidado y con un techo muy bajo. Hay que andar casi en cuclillas, después se llega a una parte lisa, donde se puede andar sin problemas de pie, para llegar a una subida donde de nuevo tenemos que agacharnos. Los pasillos no están demasiado elaborados, pero casi no nos dimos cuenta, pues bastante teníamos en poder respirar un aire muy cargado e intentar evitar los golpes en la cabeza.

Al final, llegamos a la cámara funeraria. Un sarcófago de granito vacío, es todo lo que hay en una sala bastante grande, y con el nombre del arqueólogo que la descubrió pintado en la pared.
Nos quedamos solos en la cámara funeraria haciendo bromas sobre ella, y emprendimos el camino de salida. Casi al final de la salida, hubo un atasco, por lo que nos quedamos algún rato sin poder movernos en el túnel, y además agachados.

Había entrado en una pirámide. La experiencia fue positiva.

Después de la visita, de nuevo al bus. Ahora nos dirigíamos hacia una explanada cercana donde tendríamos una vista magnifica de las tres pirámides. En todo Egipto hay más de 90 pirámides, aunque las que se llevan la fama son las de la meseta de Gizeh.

Paramos en un terraplén lleno de tiendas de souvenirs. Tarek nos advirtió que no intentásemos contratar un camello de los varios que había al lado de los puestos, pues la experiencia no seria agradable. Hay bastantes denuncias de turistas que una vez subidos al camello y llevados desierto adentro, los han dejado allí, a no ser que les diesen todo el dinero que llevaban.

El sol, calentaba de lo lindo, y le daba a las pirámides unos colores preciosos.

Después de las pirámides, la visita a otro icono del país. La esfinge.

El autobús nos dejó en una calle, cerca de la estatua, y Tarek nos acompañó un poco por el recinto para enseñarnos la Esfinge y el templo del Valle, un templo dedicado a la momificación. Varias veces Tarek, nos había hablado sobre la momificación, sobre la extracción de los órganos de en los difuntos, sobre la ceremonia de la apertura de la boca y sobre la sal, el natrom que se utilizaba para la momificación. Una momificación duraba unos 70 días, y la mayoría, por no decir todas, las momificaciones se realizaban en este templo. Anubis, la apertura de la boca, las mascaras funerarias, los objetos para la otra vida, tantos y tantos datos sobre la momificación, nos fueron aportados entre los doce días del viaje.
¿Qué es la esfinge?, Varias teorías, varias interpretaciones...quizás todas o ninguna sea cierta, pero para nosotros era estar frente a una foto, una foto que hemos visto cientos de veces. Y ahora estábamos en vivo delante de ella.
La fase de restauración había terminado recientemente, aunqué con todos los andamios que había por el alrededor, parecía que nunca se terminase del todo Su acceso por la parte inferior, está cerrado. Está tallada en piedra natural, le falta su nariz, y seguramente tardará años en volver a mostrar una imagen espectacular, pero el mirarla, con las pirámides de fondo, impresionaba. Cuerpo del león. Cabeza humana.

Subimos por una especie de camino a la izquierda de la esfinge, haciéndonos cantidad de fotos, jugando con las distancias y la esfinge. Y el tiempo pasaba rápido. Debíamos salir e ir a buscar el autobús.

La mañana se complementaba con una visita a una fábrica de papiros. “De total garantía”, por supuesto, según Tarek.
Papiros preciosos los había, pero sus precios también eran mucho más altos.
Después de una breve explicación de cómo son los papiros auténticos y como son los falsos, una chica se presenta a tu lado, y no te deja en todo el rato que estés en la fábrica. A una distancia prudencial te va siguiendo para poder aclararte cualquier duda que se te plantee, y sobre todo comentarnos el tema de precios.

Encarna y yo escogimos un papiro que representaba a Tutankamón y su esposa y nos hicimos grabar, esta vez si, nuestros nombres en jeroglífico.
Aquello era una fuente de dinero. Autocares y más autocares no paraban de estacionar en sus alrededores. En la fábrica nos invitaron a Karkade, y si hacías una gran compra, también te regalaban alguna tontería. Aquí no se podía regatear...
Seguía sin entender como por un papiro me pedían 200 libras como mínimo, unos 30 euros y por la calle nos daban 30 papiros por 10 euros. Teóricamente los de la calle y la mayoría de tiendas eran de plátano, de pésima calidad y que olía mal; al menos teóricamente.

A parte del grupo lo dejaron por el centro de la ciudad. A nosotros y a la familia Roure, nos llevaban a ver la pirámide escalonada, Shakara y la antigua capital, Menfis.
No había tiempo de comer si queríamos aprovechar el día.
Menfis y la pirámide escalonada de Shakara están a unos 35 kilómetros del centro de la ciudad.

El legendario faraón Narmer, también conocido como Menes, fue el unificador del Alto y Bajo Egipto, en el año 3100 a.C. Durante años esta fue la capital de todo el imperio, trasladada más tarde a Tebas (Luxor). Aún así, Menfis siguió siendo durante años la segunda ciudad importante del país. Después de las invasiones musulmanas en el siglo VII d. C., Menfis empezó a despoblarse y a ser lo que es ahora. Una pequeña ciudad que vive de su fama pasada y de su museo al aire libre.

Lo primero que vimos al llegar a Menfis, es la impresionante estatua de Ramsés II, tumbada en un edificio. La vimos desde el exterior, pues antes nos dedicamos a pasear por un pequeño parque que contenía algunas estatuas más. Tarek nos siguió contando cosas sobre Menfis, mientras los vendedores de los puestos del lugar intentaban llamar nuestra atención.

El parque no es gran cosa. Tan solo un lugar para pasear con algunos restos de piedras de su pasado. Un pequeño museo al aire libre.
Luego nos dirigimos hacía el lugar donde estaba la estatua de Ramsés. Para observarla mejor en todo su esplendor, lo ideal era subir a un segundo piso y desde él, contemplar cada centímetro de la colosal estatua. Desde las alturas se tiene una perspectiva mejor, que permite observar todos los detalles de su elaboración, sus grabados...era inmensa, espectacular, y una vez más volvimos a quedar sorprendidos de lo importante que fue Ramsés II en la historia de Egipto.

Volvimos al autobús para dirigirnos ahora hacía Saqqara, y su pirámide escalonada. El trayecto fue corto, pues esta bastante cerca de Menfis.
Hacía mucho viento, mucho, y estábamos en lo alto de un pequeño terraplén. Antes de visitar la pirámide escalonada, construida por el faraón Zoser en el 2650 a. C, visitamos el templo. El templo forma parte de todo el complejo funerario de Zoser.
En el lugar, había bastantes más cosas que no vimos, bien por el escaso tiempo que teníamos, bien porque Tarek no nos lo enseñó y también porque el fuerte viento hacía la visita algo molesta.

La importancia de Saqqara se debe a que en su recinto se encuentra la primera gran pirámide que fue construida en suelo egipcio. Otro nombre muy ligado a Saqqara es Imhotep.
Imhotep fue un gran medico, sacerdote, pero sobre todo arquitecto y a él se le debe el mérito de la construcción de la primera pirámide de Egipto. La fama de Imhotep fue tanta, que incluso llegó a ser considerado como una especie de vice-faraón.

Entramos en el templo funerario, mientras Tarek nos iba contando las explicaciones pertinentes. Son tantos los datos que nos dió Tarek en todo el viaje, tantas anécdotas históricas, leyendas, que necesitaría miles de páginas para expresarlas con total claridad y seguro que me dejaría cosas.
Lo más impresionante de este templo son sus columnas, sus enormes y altas 40 columnas. El templo estaba dividido en dos por una calle principal, y en cada lado varias estancias que en su día fueron capillas. Tantas capillas como regiones tenía el imperio egipcio. Gran parte del templo está cubierto Me encantó esta gran sala hipóstila, y además estábamos resguardecidos del viento.
Al salir de la sala, a la derecha está la pirámide. Entre el templo y la pirámide una explanada de arena conocida como el Gran patio del sur. Cerca de la base de la pirámide hay un altar y casi en el centro del patio están dos construcciones de piedra en forma de B.

Además del viento, teníamos que librarnos de unos cuantos vendedores, sobre todo de uno que no dejaba de acosarnos con artículos de todo tipo.
La pirámide escalonada, tiene su encanto. De unos 60 metros de altura, está hecha de manera muy distinta a las que habíamos visto por la mañana. Seis enormes pisos, seis enormes escalones, mastabas, para una pirámide que en la antigüedad estaba recubierta de caliza blanca.
Por el lado derecho había un caminito que nos llevaba a la parte trasera de la pirámide, pero antes nos detuvimos en las construcciones que había. Restos de un templo, y de una especie de circuito que servia para comprobar la fuerza del faraón. Cada 30 años según Tarek, el faraón debía de demostrar que seguía siendo fuerte, que podía conducir al país, y por ello debía de competir ante todos los funcionarios de Egipto, en una ceremonia de rejuvenecimiento. Su contrincante, un toro.

Llegamos a la parte trasera, y vimos una estructura de piedra situada frente a la pirámide, que contiene una estatua, la figura del faraón Zoser, que mira impasible hacia las estrellas. Detrás de esta piedra se encuentra la entrada a la pirámide; una entrada que desciende por un laberinto de más de 6 kilómetros de túneles y cámaras subterráneas.

Un pequeño repechón, nos proporcionaba una vista de más pirámides. Estas eran las pirámides de Abu Sir, las cuales veía por primera vez. En todo Egipto, más de 90 pirámides esperan ser visitadas.
El viento no daba tregua, y emprendimos el camino de regreso, aunque antes subimos por unas escaleras, que nos proporcionaban unas preciosas vistas. A lo lejos, podíamos contemplar más pirámides, la pirámide roja, la romboidal, etc.

Estábamos caminando por encima de restos arqueológicos que Tarek no nos enseñó. Todo el complejo funerario es mucho más extenso de lo que vimos y merecería una visita con más tiempo... y sobre todo con menos viento.

Terminábamos las visitas de las pirámides. Ahora regresar al Cairo. La familia Roure, tuvo suerte, pues como estaban cerca, enseguida llegaron a su hotel.
Nosotros tardamos más de una hora y media. El tráfico ya de por si caótico, se agrava por la hora que era. Algún golpe del autobús, algún retrovisor golpeado, y tras una larga travesía por la ciudad, llegamos a nuestro hotel. Hotel dulce hotel.

Lo primero una ducha y después a picar algo a la planta 22.

Hoy queríamos cenar en un restaurante egipcio que Tarek nos había recomendado y que además venía indicado en nuestra guía, por lo cual nos fuimos de nuevo hacia el centro del Cairo. Quisimos coger un taxi, pero el tráfico seguía siendo más que caótico. Los coches estaban parados por lo cual empezamos a caminar hacia el centro de la ciudad.

Pasamos por delante de la sede de la televisión egipcia, que estaba protegida por una tanqueta militar. Las calles del Cairo empezaban a recobrar la misma imagen que ayer. Abarrotadas. Gentes sentadas en las puertas de los comercios, o de sus casas, viendo pasar la noche...
Lo peor fue encontrar la calle del restaurante, pues en ningún lado estaban puestos los nombres de las calles, ni los números. Volvimos a jugarnos la vida frente al museo egipcio para cruzar la calle, y de nuevo, “que casualidad” unos chicos se dirigieron a nosotros diciendo que eran estudiantes de castellano. No los dejé terminar, les dije que no me interesaba. La tomadura de pelo del día anterior, aún me escocía.

Nos adentramos el centro más céntrico de la ciudad intentando orientarnos con un mapa para encontrar el restaurante. Pero tuvimos que preguntar. No nos aclarábamos. Y tampoco estábamos tan lejos, tan solo a cruzar una calle y luego adivinar hacia que lado estaba el restaurante.
El Felfela restaurant, es un restaurante de dos salas. La primera pequeña, pero con más tranquilidad y cerca de la puerta. La segunda e interior más grande, ruidosa y mejor decorada. Al principio nos sentaron en la primera, pero nos cambiamos pues éramos los únicos en una sala para nosotros solos.
La comida egipcia me gustó. Todo lo que había probado hasta entonces me había sentado bien y sobre todo mucha variedad de comida. El Felfela, tenía unos buenos precios y un servicio bastante correcto. Los baños, con propina incluida al vigilante de ellos, estaban muy bien.
Cenamos, y después de la cena cogimos un taxi. Al salir del restaurante un señor nos dijo que si queríamos un taxi. Al responderle que si y a donde queríamos ir, fue a un piso cercano a buscar al conductor. Y hacia el Conrad.
Ir dentro de un taxi, es casi peor que ir a pie. No conducen como locos... ESTAN LOCOS...
Sinceramente, varias veces pensé que no llegábamos sanos al hotel.

Pero llegamos, y sanos. Era tarde, y estábamos cansados. Mañana tendríamos otro día duro, pero con una nueva joya: el museo del Cairo.

Pero eso sería mañana.
MIERCOLES 31 DE ENERO... ... 10º DIA… EL CAIRO
TUTANKAMON
El día de hoy prometía. Nos habíamos apuntado a la excursión de la ciudad con la familia Roure y con Tarek. Éramos conscientes que visitar El Cairo y sobre todo su museo con nuestro guía, era una muy buena opción.

Desayunamos en otro bar del hotel, uno más pequeño, pero con tanta variedad de comida como el otro. Al cabo de pocos minutos, el autobús ya nos estaba recogiendo en la puerta del hotel.
Primero nos dirigiríamos al barrio copto, al barrio de los cristianos egipcios.
En tiempos llegaron a haber más de 40 iglesias en este barrio, de las cuales actualmente quedan unas pocas. Las pequeñas calles del barrio copto eran un remanso de paz en comparación con el caos del resto de la ciudad; los primeros callejones estrechos de adoquines, rodeados de altos muros de piedras, nos llevaron hasta la iglesia de San Sergio.
En esta iglesia esta la cueva que según se cree, fue utilizada por San José, la Virgen María y el niño Jesús para refugiarse durante la huida de Egipto. La iglesia es pequeña, bonita pero pequeña. A la cueva en cuestión se accede por el lado izquierdo del altar, con unos escalones que permanecían cerrados por una verja. Unas fotos al lado, muestran la cueva toda inundada de agua. Tarek nos contó varias curiosidades de este lugar, algunas entre la realidad y la leyenda.
Casi al lado de la iglesia está el cementerio copto que no visitamos. Seguimos andando por el barrio para visitar la Iglesia Colgante, dedicada a la Virgen María.
Creía que lo de colgante sería por que estaría en algún peñasco, o en alguna especie de ladera, pero no; Tarek nos dijo que estaba edificada en la parte superior de una entrada de agua en tiempos romanos. Tras cruzar una gran puerta de madera, entramos en un precioso patio, donde unas escaleras subían hasta la nave principal de la iglesia. Dentro, hay un montón de columnas, con una de ellas más oscura que el resto y que se cree que simboliza a Judas.

Salimos de la iglesia y nos dirigimos al autobús que nos llevaría hacía la ciudadela, residencia de los gobernadores de Egipto durante más de 700 años. En lo alto de una pequeña colina y con unas vistas preciosas de la ciudad, la Ciudadela es un conjunto de palacios, mezquitas, museos y alguna terraza llena de turistas y de fieles de varios países.
El autobús nos dejo en la entrada de la Ciudadela, y después tuvimos que andar unos metros hasta la entrada real de todo el recinto. El gran Saladino, empezó a construirla en 1176 para fortificar la ciudad frente el ataque de los cruzados. Casi sin dejarnos tiempo para contemplar el paisaje, Tarek nos llevó hasta la mezquita de Mehmet Ali. No tuvimos que descalzarnos, porqué Tarek nos dió unos plásticos para cubrirnos los zapatos, pero como yo llevaba unos zapatos grandes, los plásticos no me sirvieron para nada. I lo curioso es que teníamos que hacerlo para entrar al patio, cosa que me sorprendió, pues aunque sabía que en la mezquita si que tenia que quitarme los zapatos, no pensaba que en el patio, al aire libre, donde esta la fuente para las ablaciones, tuviera que ir descalzo.

Lo mejor de este patio, es la torre del reloj. Un reloj que regaló el gobierno francés al Egipcio, a cambio de un obelisco que está en la plaza de la Concordia, en Paris. Un reloj que jamás llegó a funcionar.
Entramos en el interior de la mezquita, y nos sentamos en el suelo para escuchar a Tarek. Esta vez sus explicaciones, además de las propias del lugar, versaron sobre el Islam, sobre como ser un buen musulmán y sobre los preceptos que esta obligado a realizar todo fiel.

Un grupo de niños de alguna escuela se acercaron a nosotros. Al cabo de un rato nos vimos rodeados por un montón de ellos, más de 20 que nos miraban con cara de curiosidad. Eran de un pueblo del interior de Egipto poco acostumbrados a ver extranjeros, y al vernos a nosotros en un recinto de culto para ellos, les atrajo la atención. Tarek se cabreó y fue a buscar a su maestra para que se los llevara de allí.

La mezquita es realmente preciosa. Sencilla, austera, pero su ausencia de ornamentaciones la hace ser especial. Mucha luz, que aportaban unas grandes lámparas colgantes. Nos sentíamos bastante observados. Supongo que estarán acostumbrados a ver a turistas, pero realmente noté que no estábamos en el mejor lugar.

Salimos al exterior y entonces si que tuvimos tiempo para pasear un poco y ver contemplar las vistas que nos ofrecía la altura.

Después de la Ciudadela, fuimos al paraíso de las compras y de los engaños, del regateo y del agobio... el bazar de Khan al-Khalili.
El autobús nos dejó en la plaza Midan Hussein. Un pequeño jardín, unos bares y las puertas del bazar. Tarek nos dio tiempo libre para que paseásemos por sus calles y nos citó a una hora en un bar de la plaza.

Entrar en Khan al-Khalili, es armarse de paciencia, de buen humor, es saber que en cualquier lugar te tomarán el pelo, pero al menos que te lo tomen con gracia. No es el mejor lugar para buscar calidad, aunque también se encuentra. Todo depende de lo que se busque, y sobre todo de lo que sé este dispuesto a pagar. Los comerciantes son unos auténticos profesionales de la venta; si es preciso te hablan en castellano, catalán o euskera si es necesario.

Nos adentramos por la calle principal, llena de baches, piedras y charcos de agua. Primera parada una tienda de papiros. Los vendedores, auténticos charlatanes, te convencen de que sus papiros son mejores que en cualquier lugar, que si el guía nos lleva a sitios caros, que ellos no tienen comisión, que los suyos están hechos a mano, e incluso comparan sus papiros con otros de pero calidad, para que notásemos la diferencia.
A mí me gustó uno muy grande del templo de Abu Simbel, pero el precio era excesivo. Al final nos pidió que le acompañásemos a otra tienda que tenía solo de almacén y allí terminó ofreciéndome el precio al cual yo había pujado desde el principio. Pero el papiro no era el mismo, era parecido y dije que no, que no me terminaba de convencer. Papiros, joyas de todo tipo, bisutería, camisetas, adornos varios, recuerdos de todos los templos habidos y por haber, tabaco, telas, trajes para la danza del vientre, tabaco, “sheeshas”, perfumes, y de todo lo que pudiésemos imaginar, lo podríamos encontrar en el bazar.
A mí me recordaba al de Estambul. Quizás más pequeño, pero con las mismas habilidades de sus tenderos para vender. Aún así, creo que al bazar hay que ir; aunque tan sólo sea a pasear, a dejarse “engañar” un poquito, pero a participar del juego del regateo y de la venta.

Nos reencontramos con Tarek y nos fuimos a comer. Era nuestra última comida con él. Fuimos a comer a uno de los barcos restaurantes que están anclados en el Nilo y que algunas noches, ofrecen cena con espectáculo.
Este se llamaba Maxim, y la comida ya estaba negociada. Tan solo teníamos que abonar la bebida como siempre. ¿La comida?, Bueno, dejémoslo en un regular. Por lo que pagamos por la excursión, podría haber sido mejor.

Y después de la comida, después de varios días de templos, dioses, faraones, historias y leyendas, íbamos a una especie de examen final de todo lo que habíamos aprendido... o no.
El museo Egipcio.
Pasamos por varios controles, alguno de ellos algo absurdo, y al final, entramos en el museo.
El museo egipcio alberga más de 120.000 reliquias y antigüedades. En sus sótanos hay aún muchísimas obras más por inventariar, que no verán la luz hasta que el nuevo museo que se ubicará cerca de las pirámides, abra sus puertas.
Hay tantas cosas por ver, tantas salas, tantos objetos que teníamos que hacer una selección, y claro esta, esta la hizo Tarek. El museo parece un viejo almacén; algunas salas tienen poca luz, bastantes piezas carecen del rotulo con su nombre, y si las hay suelen ser insuficientes, algunas vitrinas están supersaturadas de objetos, pero bueno, todo ello forma parte de su encanto, de su atracción.

En la primera planta, empezamos observando la estatua del faraón Zoser, realizada casi a tamaño natural. Seguimos por el ala izquierda de la planta inferior, observando tres estatuas negras, preciosas del faraón Mikerinos, flanqueado por dos diosas. Estábamos en las salas del imperio antiguo. Algunas salas las ignoramos, y en otras entramos para contemplar una o dos figuras, las más excepcionales de las estancias. Estatuas de Kefren, figuras de escribanos, de dioses y parejas reales... en algunas salas, hubiese querido detener el tiempo, quedarme entre sus paredes y recrearme con todas las maravillas que estaba viendo. En el otro extremo del pasillo, hay varias estatuas de mayor tamaño, colosales, como vigilantes pétreos de cada una de las estancias. Fuimos avanzando y llegamos a las salas del imperio medio, quizás las menos glamurosas de todas las que vimos.

Para llegar a las escalinatas que dan acceso a la segunda planta, cruzamos la sala central museo, llena de figuras impresionantes de faraones y dioses. Ramsés, seguía siendo el personaje más representado.

Subimos al segundo piso por las escaleras de nuestra izquierda, y nos encontramos primero con la taquilla de la sala de las momias. Lo dejamos para el final, y entramos a las galerías de Tutankamón. Estas galerías, eclipsan todo lo demás del museo. Decenas de vitrinas con más de 1700 objetos que se encontraron en su tumba, están apiladas, algunas veces sin demasiado orden. Uno de los mejores y más preciosos objetos es el trono del faraón; de madera, cubierto con laminas de oro e incrustaciones de piedras preciosas es una autentica maravilla.

En algunas vitrinas están expuestos decenas de estatuas de pequeño tamaño, como de juguete; son las estatuas de los sirvientes, los que te tenían que servir al faraón en la otra vida...

Entramos en la sala más especial de todas: la sala de las joyas del faraón, con su máscara funeraria como objeto más valioso. La de veces que la había visto en fotos, pero aún así impresiona. De oro macizo, de más de 11 kilos de peso, cubría la cabeza de la momia del faraón. Otras vitrinas de esta sala muestran diversas joyas y objetos de joyería.
A lado de esta sala, hay la de los sepulcros dorados de madera de Tutankamón; cuatro enormes sepulcros que encajaban uno dentro del otro, y que guardaban en su interior el sarcófago del joven faraón.

Cerca hay otra estancia con sarcófagos de faraones, algunos de madera, otros de piedra... todo el museo es un pequeño caos, un organizado caos de objetos, de vitrinas mal iluminadas y de turistas a todas horas.

Ahora tocaba ir a la sala de las momias reales. Después de pagar la entrada, y de comprobar lo timadores que son sus cobradores, entramos en la primera de las dos salas.
Algunas de las momias de los más insignes faraones y reinas de Egipto están expuestos en estas dos salas, en un ambiente sombrío y poco iluminado... Tutmosis II y IV, Seti I, Ramsés II, son solo algunos de las 22 momias que vimos. Me impresionó la de Ramsés II. Tanto había oído y visto sobre él, que el estar frente a él, frente al cuerpo de alguien que vivió hace tantos años me impresionó... cada momia tenia una característica diferente, una particularidad única; algunas con los dientes perfectamente visibles; otras con los ojos de cristal; otras con mas pelo, con las uñas visibles. merece la pena el visitarlo, aunque la entrada sea algo cara.

Salimos de la primera sala y entramos unos instantes en las salas de las momias de animales: perros, gatos, cocodrilos, pájaros e incluso carneros estaban expuestos como un complemento a las momias humanas.
Después entramos en la segunda sala de las momias, donde las que más nos llamaron la atención fueron las de las reinas Henttawy y Nodjmet, que tenían unas pelucas de rizos negros, y ojos postizos, que las hacían bastante aterradoras...

El tiempo, el maldito tiempo se nos estaba terminando, y debíamos salir del museo. Tarek nos estaba esperando para concluir la visita, el día y su trabajo con nosotros.

Habíamos decidido que en vez de volver a nuestro hotel, dejarnos aconsejar por Tarek para que nos indicase un local o lugar para poder ver un buen espectáculo de danza del vientre, pero que fuera bueno, nada de medianías.

Egipto es famoso por sus bailarinas de danza del vientre; son de las más reputadas en este arte, pero las mejores, suelen trabajar para los selectos hoteles de lujo de la ciudad. Aun así, Tarek nos recomendó unos barcos que dan cena espectáculo y que nos afirmó que eran de muy buena calidad. Nos llevó hacía uno de ellos, y nos dejó...
Adiós Tarek, adiós... tuvimos mucha suerte con él... fue un buen guía... y con la promesa de que nos vendría a ver a Barcelona, cuando viniese a visitar a su esposa, nos despedimos de él...

Preguntamos precios y horarios del espectáculo, y accedimos.
El lugar de embarque está decorado como si fuera la entrada de un templo, con figuras egipcias preciosas. En el interior del barco, los camareros vestían unos vistosos trajes y la decoración era bastante acertada. Y zarpamos. Íbamos a navegar de nuevo por el Nilo, pero esta vez de noche y tan solo por el Cairo. Casi al final de la cena, actuaron un dúo, que cantaron algunas canciones. Después vino un danzante bastante parecido al que vimos en el barco; giraba y giraba mientras hacia figuras con su traje piramidal y con unas espadas. No estuvo mal.

Después vino la bailarina. Menuda diferencia a la del otro día. Esta si que bailaba bien, además de tener una figura que apetecía mirar. Después del baile se fue acercando por las mesas para hacerse fotos con los clientes. Bebimos de nuevo vino egipcio, nos hicimos fotos con la bailarina, reímos, y disfrutamos de un paseo al abrigo de las luces de la ciudad. Recorrer el Nilo por la noche, tiene su gracia.

Después de un par de horas de viaje, nos dejaron de nuevo en tierra firme. Ahora había que pelearse para regatear el precio de un taxi e irnos cada uno a su hotel.
Habíamos pactado encontrarnos mañana al mediodía por la zona del bazar, pues al ser el ultimo día del viaje, lo habíamos dejado un poco a la expectativa...

Llegamos al hotel algo tarde, pero mañana no había que madrugar demasiado. Tan sólo lo justo para no quedarnos sin desayuno.

Quedaban pocas horas en Egipto. Y aún tendríamos alguna sorpresa. Pero eso sería mañana.
JUEVES 01 FEBRERO... ...11º DIA …EL CAIRO
ANUBIS
Siempre me pasa lo mismo. El último día de un viaje, me invade una especie de tristeza y de abatimiento. Además hoy no teníamos nada preparado. Pasear por el bazar, callejear y quizás descubrir algún rincón del Cairo que mereciera una corta visita.

Desayunamos y antes de salir del hotel, hicimos un poco de excursión por la terraza exterior donde estaba la piscina. Una piscina que ahora no estaba en uso pero que seguro que en un par de meses más ya estaría en pleno funcionamiento. Cerca de la piscina, el hotel disponía también de un Spa. Empezamos a caminar por la calle dispuestos a buscar un taxi que nos llevara hasta Khan al-Khalili. Andamos unos metros desde el hotel, y paramos uno. Negociamos el precio y en unos 20 minutos nos dejó en la plaza Midan Hussein.

De nuevo volvimos a pasear por las misma calles que ayer, pero esta vez solos. El bazar se estaba despertando. Numerosas tiendas permanecían cerradas y las pocas que estaban abiertas mostraban muy poca actividad. Volvimos a la tienda donde tan solo 24 horas había pactado un precio por un papiro... y nada de nada. Lo de ayer ya no valía. Hubiese tenido que irme, que ir a otra tienda e intentar buscar el mismo papiro, pero me encapriché de uno, me gustaba horrores, y me imaginaba lo bien que quedaría en nuestro salón. El precio era superior al de ayer, bastante superior, pero aún así me parecía barato, muy barato. Y sobre todo cuando los comparaba con los papiros de la tienda en la que nos llevó Tarek. Compramos además alguno más y seguimos caminando por las poco transitadas calles.
En algunas tiendas, pocas, el precio es fijo. No se regatea. Nos metimos por calles estrechas y poco concurridas, entramos en lugares que parecían salidos de una película de ladrones...

Había que aprovechar para hacer las últimas compras. Y el bazar siempre es una buena opción. Cerca de las 12 recibí un mensaje de Laia; habían pactado un precio por un taxi para todo el día, y como era de 7 plazas nos invitaban a unirnos a ellos y planificar una ruta.
Nos pareció buena idea y aceptamos. Pero antes de encontrarnos con la familia Roure, entré en la mezquita de Sayydina Al-Hussein. Esta mezquita está considerada una de las más sagradas de Egipto, pues en ella es donde supuestamente se enterró la cabeza de Al-Hussein, el nieto del profeta. La entrada a los no musulmanes, está prohibida, sin embargo yo pude entrar.
Mientras estaba en el exterior, contemplando todo lo que se veía desde la puerta, una mujer quiso entrar. Los vigilantes de la mezquita le gritaron que no, muy enfadados y le mostraban un cartel escrito en árabe e inglés que decía “mujeres no”.

Yo pedí permiso para entrar, y me dijeron que si. Me quité los zapatos, y entré. La mezquita por dentro es grandiosa. Una inmensa alfombra roja cubre todo el suelo, y varias filas de finas columnas, rompen la imagen uniforme del interior. Hice alguna foto, para lo cual también pedí permiso, por si acaso, y salí. Tenía su encanto.

Nos encontramos luego con la familia Roure y nos explicaron su plan. Habían conocido a un taxista que se hacía llamar Juan, ...¿sería casualidad que todos los egipcios que hablaban un poco de castellano, se hicieran llamar Juan?...
Tenía un coche, bueno una lata con ruedas de 7 plazas y habían pactado un precio con él por todo el día, sin límite de horario ni de kilómetros. A mi me apetecía ver la ciudad de los muertos, y por lo tanto pensé que ir todos juntos sería más divertido.

Antes de acudir al taxi nos quedamos en las tiendas paralelas al bazar preguntando precios por una “sheesha”...la de vueltas que nos hizo dar la dichosa pipa de agua...

Conocimos a Juan, un señor de apariencia amable, con una taxi en el que llevaba una libreta donde todos los turistas que se subían con él, escribían algo. Decía que solo atendía a españoles, pero en su libreta había anotaciones en varios idiomas. Le pedimos a Juan que nos llevará a la ciudad de los muertos.

La ciudad de los muertos, es un cementerio. Un cementerio habitado por personas vivas.
Hace años algunas familias acudían el cementerio para merendar, pasar una tarde en compañía de sus antepasados. Incluso algunas familias con tumbas más importantes llegaron a hacer una habitación para las visitas, en las tumbas. Con el tiempo esta costumbre empezó a degenerarse, y poco a poco algunas famílias empezaron a instalarse allí.
Se calcula que viven más de 250.000 personas en el cementerio. Gentes de pocos recursos económicos que han encontrado en este suelo barato un lugar donde vivir. El contemplar ropa de una colada tendida entre las lapidas y antenas de televisión sobre algunos mausoleos, es algo chocante, muy chocante.

Entramos en el cementerio por una calle principal, sin asfaltar ,llena de casas a nuestros lados, casas que tras su fachada principal escondían tumbas. Juan paró frente a una casa que resulta que era la tumba de Mohamed Ali. Un montón de niños se acercaron al coche, mientras Juan nos repetía que no pasaba nada. Tuvimos que sacar entrada para ver la tumba.
El recinto era una colección de varias tumbas muy bien decoradas de esposas e hijos del tal Ali, aparte de la suya claro. Mientras todo el grupo escuchaba a nuestro guía, yo me aventure por alguna de las salas que tenían ventanales al cementerio. Era un curioso, y quería ver vida en un lugar de muerte.
Nos invitaron a subir por una escalera que conducía al techo del edificio. Y una vez arriba pude satisfacer mi curiosidad. Vida y muerte juntas en el mismo lugar. Algunas altas construcciones no me dejaban ver del todo, pero me hice una idea bastante aproximada de la ciudad, de la ciudad de los muertos.

Salimos de allí y Juan se ofreció a llevarnos a un sitio a comer. Aceptamos. No sabíamos donde nos llevaría pero nos dejamos llevar.
Después de un buen rato de paseo con el coche, llegamos a un restaurante a las afueras de la ciudad, en el que casi comimos solos. Nos sentamos en una mesa al lado del Nilo, de una parte del Nilo que no conocíamos. El menú estuvo sinceramente muy bien, y barato. El que parecía el jefe del lugar nos invitó al café, y se mostró muy amable con nosotros. Empezamos a pensar que el restaurante era de algún familiar o conocido de Juan, y claro, en Egipto todo el mundo se mueve a golpe de propina, de comisión.

Después de comer, pedimos probar una Sheesha, y el restaurante nos la trajo en unos minutos. Y además gratis. Las risas que hicimos con el aparatito, y las caras que poníamos al fumar eran un poema...aun resuenan en mis oídos las risas de todos.

Al salir del restaurante, problema. El coche no arrancaba. Yo aún no se como aun funcionaba.
Juan abrió el capo, toco un par de cosas, y zas, el coche arrancó.
Le pedimos que nos llevara a una tienda donde vendieran sheeshas de calidad y nos llevó al barrio de Gizeh. Pero antes de ver una tienda de pipas, nos llevó a una de papiros....y de nuevo más papiros....
“De total garantía”, con certificado de originalidad y todo eso, pero lo más sorprendente, es que el precio que marcaba el papiro, parecido a la fabrica que nos llevo Tarek, pues para nosotros y por ser amigos de Juan, teníamos un 60 y 70% de descuento. Yo estaba flipando. ¿En que lugar nos tomaron más el pelo?, ¿Cuál era el precio correcto?...a punto estuvimos de comprar alguno, pero al final lo descartamos.
Mientras esperaba en la calle, a que el resto del grupo terminase de mirar, pasaron por delante de mi dos chicos en camello por la calle. El lugar me recordaba a un suburbio de una gran ciudad en los años 50. Calles sin asfaltar, con basura en las calles, y una sensación de pobreza y de inseguridad tremenda.
Nos enfadamos con Juan, le dijimos que no queríamos más papiros, que queríamos una tienda de pipas.

Después nos llevó a una tienda cercana que parecía una especie de cacharrería, de almacén de trastos viejos, pero que también tenía objetos turísticos de venta. Las pipas de agua que tenían eran de peor calidad que las que vimos por la mañana en el bazar, por lo cual le pedimos que nos llevara al centro de la ciudad. Juan ya no estaba tan simpático. No había obtenido comisión en ninguno de los lugares que nos llevó y además se estaba haciendo tarde...

Paramos cerca del lugar donde habíamos cenado la noche anterior, y empezamos a recorrer las calles buscando tiendas donde vendieras sheeshas de buena calidad. Preguntamos en una que nos medio convenció, pero que al final desechamos. Tiendas de ropa, de zapatos, pero nada de las dichosas pipas.
En la calle Sharia Talaat Harb, entramos en la pastelería más famosa de todo el Cairo. La noche anterior ya nos sorprendió la cantidad de gente que había para comprar. Y hoy no dejamos pasar la ocasión de comprar unos dulces para llevarnos a Barcelona. La panadería se llama El-Abd y nos costó bastante tiempo que nos atendieran. Compramos dos cajas de unos dulces parecidos a las pastas de té, y seguimos buscando sheeshas.
Como no encontrábamos nada que nos gustase, volvimos al taxi para pedirle que nos llevara al último lugar del día. Íbamos a terminar el día, el Cairo y el viaje comprando una vez más en la zona del bazar. Volvimos a la tienda en la que por la mañana nos habían atendido, y esta vez si, compramos la pipa de agua.

Eran las de mejor calidad que habíamos encontrado. Negociamos el precio, pues entre todos nos íbamos a llevar tres y después de un buen rato de explicación, de montaje, de regateo y de risas, compramos nuestra sheesha.

A la hora de volver al hotel, la familia Roure se fue con Juan y nosotros cogimos un taxi que nos llevara al hotel.

Aún tuvimos tiempo de ir a picar algo en la planta 22. Había que aprovechar los últimos instantes en el hotel
Preparamos maletas, guardamos todas las compras y decidimos terminar el agotador día con un baño. Un baño relajante.

Todo llega a su fin. Todo tiene un principio y un final. Aunque para los antiguos faraones su final, era el principio de algo.
VIERNES 2 DE AGOSTO… … 12º DIA … EL CAIRO-BARCELONA
CLEOPATRA
Maletas hechas, recuerdos físicos bien guardados, y nuestra memoria llena de instantes y lugares increíbles.

Desayunamos y después nos sentamos en la recepción esperando a que nos vinieran a buscar.
Nuestro enlace de Galaxia nos presentó a su jefe, al responsable de todos los guías, y mientras esperábamos el transporte nos preguntó sobre el viaje, sobre lo que nos había gustado y lo que no, y sobre Tarek.

Cruzamos por ultima vez el Cairo, sus barrios más residenciales y elitistas, donde según nuestro acompañante vivía toda la familia y amigos del presidente de Egipto.

Llegamos al aeropuerto con bastante tiempo. Y después de facturar equipajes, o mejor dicho entregárselos a un representante de Galaxia, nos fuimos hacia las salas de espera. No tuvimos que sacar las tarjetas de embarque. Ellos ya lo habían hecho por nosotros. Los nombres no eran los nuestros, pero al menos los asientos estaban contiguos. En todos los vuelos internos que hicimos por Egipto, siempre viajábamos con la tarjeta de otra persona.

Sentados en una sala de espera con vistas a las pistas, esperamos al resto de viajeros y aprovechamos para gastar las últimas libras egipcias. Pensaba en Cleopatra, en la más famosa de todas las mujeres gobernantas de Egipto, y en que debió pensar, cuando por última vez contempló la tierra Egipcia.

Embarcamos, vuelo, comida en el avión y Barcelona aparecía por el lado derecho de nuestro avión.

Las rutinas de todos los viajes: espera de maletas, despedida de los nuevos amigos y regreso a nuestro hogar mientras por el camino se empiezan a contar las primeras anécdotas.

Egipto quedaba a miles de kilómetros. En mi cabeza una especie de saturación de nombres y fechas que tenía que empezar a digerir poco a poco.
Sé que quedó mucho por ver. También sé que jamás llegaré a ser un erudito en egiptología.
Pero también sé, que la mayor magia de Egipto, es que de alguna manera, de alguna forma sigo estando paseando entre sus templos, contemplando los relieves de sus grabados y enamorándome de los paisajes del Nilo.

No podía haber mejor destino para una luna de miel. De la misma manera que no podía haber luna de miel, sin la compañía de mi compañera, de mi diosa, de mi esposa, de mi amada Encarna.


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Fecha: Mie May 07, 2025 12:58 pm    Título: Re: Consejos Egipto

Hola a todos, os escribo por si a alguien le puede ayudar mi experiencia con la tarjeta SIM y que lo pueda evitar. Fuimos a Egipto el 22/03/2025 . Lo primero que hicimos cuando llegamos a Luxor, después de cenar, fue acercarnos a la tienda VODAFONE a comprar una tarjeta SIM. 30 GIGAS creo que al cambio fueron unos 16€ y gastamos 6 en toda la semana compartiendo datos 3 personas. Pero, SORPRESA!!!! Hoy mi compañía me ha cargado 60,50€ porque intentando poner en funcionamiento la tarjeta SIM, como no iba, estuvimos probando activando y desactivando datos, y me comentan en la compañía...  Leer más ...
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Fecha: Sab May 10, 2025 07:43 am    Título: Re: Consejos Egipto

Hola, Hemos contratado el típico viaje organizado con El Corte Inglés de 4 noches de crucero y y 3 en El Cairo para una familia de 4, con 2 niñas adolescentes No he contratado ninguna excursión, más que Abu Simbel porque me parecen carísimas y nos gustaría hacer algo más especial, dentro de lo que es hacer un circuito. Alguien me recomienda un guía para El Cairo? También ofrecen excursiones en memphis y Sakkara y el poblado Nubio. Creéis que las podemos hacer por nuestra cuenta? Merecen la pena? No me dan mucha información en la agencia y este foro me parece genial. Muchas...  Leer más ...
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Fecha: Sab May 10, 2025 08:55 am    Título: Re: Consejos Egipto

Hola!
Fuí en julio con una nkña de 10 años y laa excursiones de el pueblo nubio y sakara no laa hicimos, nos quedamos en la mink piscina del barco y descansando.
El cairo lo hicimos con civitatis... A salto de mata.. Me hubiesdn faltados 2 días mas en el cairo. Heart
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Fecha: Sab May 10, 2025 02:41 pm    Título: Re: Consejos Egipto

@Violetill29 si no quieres hacer las excursiones con la agencia de vuestro circuito, forzosamente tienes que dedicar tiempo a preparar las visitas por tu cuenta, puede ser totalmente por libre (requiere mucha preparación) o bien a través de los servicios de alguna agencia local o con guías o taxistas.

En el foro hay mucha información. Te dejo algunos enlaces de tu interés:

Contratar Excursiones en Egipto: dudas y experiencias

Guías locales para El Cairo

Amistad
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Fecha: Sab May 10, 2025 02:49 pm    Título: Re: Consejos Egipto

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