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Budapest

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Tres días de otoño en Budapest (octubre 2010). Me ha quedado un poco largo, pero es mi primer diario... :) Hay tanta información súper buena en el foro, que he intentado poner la que he usado yo a fin de que a alguien le sirva para planear una escapada y os dé ganas de conocer esta preciosa ciudad.
Autor: Shemesh  Fecha creación:  Puntos: 4.6 (14 Votos)
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Noche -1 (llegada a medianoche a la ciudad)

Noche -1 (llegada a medianoche a la ciudad)


Localización: Hungria Hungria Fecha creación: 10/10/2010 15:42 Puntos: 5 (1 Votos)

Y resulta que un día, luego de mucho planear la aventura, me encuentro sentada en el aeropuerto, junto a la maleta pequeña (es lo que tienen los vuelos de bajo coste, ya lo sabéis), pasaje y pasaporte en la mano, y las ganas de comenzar la aventura. Esta vez es en Treviso, luego de un día de pasear por Venecia (ciudad a la que vuelvo luego de dos años y donde me he regalado un paseo durante todo el día que ha incluido un viaje en vaporetto por el Gran Canal a esa hora mágica en que comienza a caer la tarde, una comida en una de las cantinas que se encuentran a orillas del Rialto con una vista que alimenta por sí sola, y una cena la noche anterior, la de mi llegada, con el mejor bacalao mantecatto que he probado, que tampoco es que hayan sido tantos, pero hay veces en que sabes sin más trámite que estás fijando un standard difícil de superar y ésta es una de esas veces).

Estoy cansada pero a la vez ansiosa y feliz, sólo me inquieta un poco saber que voy a llegar muy tarde porque viajo sola y nunca he estado antes en la ciudad, ni conozco el idioma, y no sé bien con qué me voy a encontrar a esas horas, y no quiero llevarme una mala primera impresión de la ciudad que tanto anhelo conocer y que presiento va a encantarme.

Llevo poco más de 24 horas en Italia y cuando comienzo a sintonizar el oído al italiano me encuentro en una cola de embarque donde los sonidos dejan de serme familiares, me quito botas y cinturón, paso los exhaustivos controles de WizzAir hasta la puerta donde la espera se acumula, y me siento a hacer tiempo junto a una mujer que lee algo en inglés.

Entre Budapest y yo la distancia se acorta y la gente que me rodea ya me trae el eco de Hungría aunque todavía no hemos salido de Italia.

Entonces la mujer comienza a hablarme y no dejaremos de hacerlo durante todo el viaje. Es una italiana encantadora, que me da consejos sobre qué hacer en los siguientes días, y me cuenta un poco de su historia. Casada con un húngaro lleva un par de años viviendo en Budapest, extraña a su familia (y quién no), pero adora la calidez del pueblo húngaro. Yo la escucho y en ese italiano que me invento sigo la conversación, y el viaje se nos pasa rapidísimo, y cuando queremos acordarnos estamos sobrevolando el Danubio iluminado, ella me sitúa cada uno de los puentes y la mancha oscura de la isla Margarita, desembarcamos y resulta que todavía toca esperar una hora o casi a que salga el transfer que ya tenía contratado para llegar hasta el centro de la ciudad. El aeropuerto es pequeñito, nos despedimos, me pongo a coger mapas de los exhibidores gracias a un consejo que leí en el foro, y es verdad, son los mejores y me acompañarán durante los siguientes días con la indicación de las rutas de buses y tranvías. En eso veo que ella se gira de nuevo hacia mí y me dice que si me parece bien, para que no tenga que esperar tanto al transfer ni caminar sola hasta el hotel (ya no hay buses a esas horas), me acerca junto a su marido, que ha ido a recogerla, a la plaza Blaha (mi destino final de esa noche).

Así que llego al hotel un poco antes de lo previsto sin saber cómo agradecerle y con la alegría que da encontrar gente así por el mundo, cojo las llaves y una guía en español que me da el chico de la recepción, dejo las maletas y me tiro sobre la cama a sonreír.

Mañana será mi primer día en Budapest, y la noche se me pasa entera dentro del mismo sueño.

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Día 1: Caminando por Buda

Día 1: Caminando por Buda


Localización: Hungria Hungria Fecha creación: 10/10/2010 15:45 Puntos: 5 (3 Votos)
Me he puesto el despertador a las ocho y media, porque estoy de vacaciones y no es plan madrugar demasiado por mucho que quiera salir a comerme la ciudad a bocados (y porque me conozco, y he entrado en esa edad en que ya no me exijo imposibles). Salgo de la cama, me doy una ducha, doy un par de vueltas (las de todas las mañanas). No sé cómo me las ingenio pero nunca salgo del hotel antes de las 10. De todos modos, el día tampoco ayuda a salir con prisas, porque tarda mucho en desperezarse, y no parece querer sacudirse esas brumas del amanecer de encima.

De hecho que aún no lo sé pero no se las quitará, y permanecerá gris, nublado y con amenazas de lluvia hasta el final. Eso no impide en absoluto que sea uno de los mejores días de vacaciones de mi vida.

He planeado lo siguiente para mis 3 días en Budapest: el primer día, visitar Buda (el monte Géllert y la colina del Castillo; siempre intento visitar lo más lejano el primer día de vacaciones por si después algo se complicara –transportes, lluvia, cualquier imprevisto...), el segundo tengo cita para la visita al Parlamento a las 11.30 y una entrada para la Opera a las 18, entre una cosa y otra me quedaré por el centro viendo la zona de la calle Váci, Mercado, Sinagoga..., para el tercero y último, como a las 17 tengo que salir de vuelta para el aeropuerto, cuento con recorrer la avenida Andrassy y el parque Városliget. Pero en el mapa las cosas se ven de una manera y yo no sé realmente medir del todo las distancias, he leído las 115 o 116 páginas del foro sobre Budapest y veo que hay quien ha hecho mucho más y quien ha hecho mucho menos en el mismo tiempo, no sé si el tiempo va a acompañarme, y no me gusta ir con prisas. Quiero disfrutar de la ciudad, aunque no me perdonaría volver sin haber visto esas cosas, así que intento fijarme planes realizables, pero a la vez hago todo lo posible por escaparme de ellos y verlo todo.

Es un poco difícil de explicar, y en cualquier caso, la actitud se resume en dejarme llevar sin oponer mucha resistencia, y no dejar para el día siguiente nada pensando que volveré, porque nunca se sabe.

Lo bueno del primer día de las vacaciones es que todavía se cuenta con tiempo para corregir planes erróneos, así que igual me tiro de cabeza a la ciudad. Además, resulta que no tengo todavía ni un florín en los bolsillos, así que antes de ninguna otra cosa, antes incluso de poder tomarme un café, me urge conseguir cambio. He leído que las casas de cambio están por la zona de Váci Utca, no está muy lejos y de cualquier modo qué remedio, así lo estuviera tendré que ir por allí de todos modos, así que comienzo a caminar.

A partir de este momento y hasta entrada la noche no dejaré de caminar por la ciudad, y podría bautizar para mi historia personal este día como el de la gran caminata por Buda. Pero todavía no lo sé.

Es aún de mañana y al salir de la plaza Blaha, en vez de tomar por la av. Ráckóczi, que me parece un poco desangelada (la clásica avenida ancha de alto tráfico), doblo por Erzsébet körút para pasar por el Café New York, y aunque sé que volveré por allí porque está a un paso del hotel y lo tengo marcado como uno de los ineludibles de mi viaje (de todos modos no podría tomarme un café allí porque todavía no tengo florines), le echo un primer vistazo. Impresiona de verdad, y eso que todavía no lo he visto de noche, con las luces encendidas, que es cuando brilla en todo su esplendor.

Doblo por Dohány, que me deja junto a la Sinagoga, está ya muy concurrida y me pierdo la oportunidad de echar un vistazo. Un error que, por suerte, no volverá a repetirse durante el viaje. Pero bueno, siempre hay que dejarse algo para volver, y he aquí una buena excusa. Calculo que al día siguiente tendré tiempo de coger la visita y tal, y sigo viaje. Si es que necesito florines para tomarme un café!

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Sinagoga por dentro (fotos tomadas de esta galería, que tiene fotos mucho mejores que las mías)

Finalmente llego a una calle preciosa, esquivando un par de obras en el camino, y cambio dinero en la primera casa de cambio que veo (a un valor mucho mejor que el que había visto en los aeropuertos tanto de Alicante, como de Venecia y Budapest). La calle es Sándor Petöfi, la paralela a Váci, y aunque me dan ganas de callejar un poco por ahí, también quiero llegar a Váci (quiero hacer tantas cosas!), y cuando finalmente lo hago, me olvido del café por un rato porque me pongo a pizpear entre las tiendas de souvenires y a respirar el aire de la ciudad, de su gente en un lunes por la mañana, y como estoy tan cerca del Mercado, me digo que a qué esperar, mejor ir para allá de una vez, así que echo una postal para mi abuela en la oficina de correos que hay justo enfrente y hago un par de fotos del puente verde. Todo es tan bonito y he soñado tanto con este viaje que me parece que lo conozco desde siempre y al mismo tiempo me emociona estar contemplándolo de verdad por primera vez!

El Mercado es un torbellino de páprika y salamis, frutas, verduras, gente que hace sus compras, turistas que curiosean... me voy a la planta alta, donde sé que están los puestos de comida y como se ha hecho tan tarde para desayunar y ya hace algo de hambre me digo que es un momento ideal para cumplir con el primer ineludible del viaje: probar el lángos, una especie de torta de pan frito que se sirve por encima con diferentes ingredientes, dulces o salados. La gente a esa hora lo está tomando con una salsa que según el chico que me lo sirve es de queso (cheese sauce), pero en verdad parece algo así como crema agria y espolvoreado con queso rallado, me pregunta con qué lo quiero y yo le señalo lo que comen mis compañeros de puesto. Pero vuelve a preguntar si quiero echarle algún ingrediente más y yo, que soy fácil de convencer, le pido un poco de salami, porque me parece un pecado salir del Mercado sin probarlo. Y aunque la verdad es que el sabor es tan intenso que puede llegar a cansar un poco, está muy bueno.

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Mercado

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Lángos

El Mercado tiene en la planta alta algunos puestos de comida y una buena cantidad de puestos de artesanías (lo más común son tarritos y presentaciones de pimentones de todas clases, muñequitos de madera y muñecas de tela vestidas con trajes típicos, pero también hay guantes de piel y manteles y blusas bordados, y no nos olvidemos de los buenísimos vinos húngaros). Lo que me sorprende mucho es ver una gran cantidad de puestos, dentro de la zona de artesanías, con carteras típicas... de Italia. Ese proceso de globalización que vengo de comprobar cómo se está cargando Venecia, por ejemplo, donde a cada paso se ven falsos souvenires de Murano y máscaras hechas en China y que espero con todas mis fuerzas no llegue a arruinar el encanto y la magia de uno de los sitios más auténticos que he visto en Europa...

Un rato más tarde he cruzado el Danubio por el puente verde (Szabadság híd) y estoy en la puerta del hotel balneario Géllert, frente a la capilla rupestre. Decido entrar a ésta, hay que subir unos pocos escalones (no tiene acceso para discapacitados), se paga una entrada de unos 2 euros si no recuerdo mal, y entregan una audioguía que cuenta algunas cosas relativas a la construcción de la capilla pero más que nada lava un poco la testa con algo de rollo evangelizador (aún así me la trago casi entera porque la curiosidad me puede). El sitio es pequeñito pero encantador, pasan por ahí mismo aguas termales que mantienen la temperatura de la capilla cálida incluso en invierno, hay una virgen tallada en madera en la entrada ante la que se inclinan todos los locales que veo entrar y salir y que tiene una expresión tan dulce que hipnotiza. Me quedo contemplándola un buen rato y cuando me marcho, decido retroceder sobre mis pasos y volver al hotel Géllert a echar un vistazo por dentro, porque el día amenaza lluvia y no estoy segura de si podré volver luego o al día siguiente (ya hace un buen rato que eché por la borda todos mis planes, como comprenderéis, y asumí que iría simplemente donde mis pasos me llevaran, dejándome llevar por el pulso de la misma ciudad y su propio ritmo). Las piscinas exteriores están cerradas y vacías y entro al hall central de los baños: se ofrecen tratamientos de todo tipo (anticelulíticos, masajes, tratamientos médicos), hay carteles en inglés por todos lados, y la verdad es que se respira un ambiente muy turístico. Yo sé que no me iré de Budapest sin darme un baño, y tal vez dos (aunque esto último lo veo difícil estando solamente 3 días); tengo pensado hacerlo en Széchenyi, y sólo si puedo repetir en Géllert, pero la verdad es que me marcho de allí pensando que si no es esta vez, la próxima sin falta...

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(Otra foto del puente verde tomada de esta galería, que me encanta)

Desde el hall de entrada a los baños se ve la famosa piscina de las columnas, puede uno asomarse para al menos sacarse el gusanillo de verla ‘en vivo y en directo’, ahí mismo alquilan bañadores y toallas, también los venden, y chanclas y gorros de baño, y todo tipo de productos para el que llegue desprevenido y decida cambiar de planes. El hotel Géllert es famoso por sus brunch de domingo también, pero es lunes (lástima). Me asomo a la cafetería sólo para curiosear y se ve bien. Tienen una oferta que me parece buenísima: un desayuno, almuerzo o cena más la entrada a los baños por un precio súper razonable (el almuerzo de primero, segundo y postre más la entrada a los baños sale por unos 20 euros), si hubiese tenido un día más para visitar la ciudad no lo habría dejado pasar.

Pero quiero aprovechar y ver todo lo posible porque no sé cuánto tiempo se aguantará sin llover y justo donde estoy en ese momento no parece el mejor sitio para que me coja una lluvia (todo está rodeado de verde y sólo veo la colina hacia delante). Subo un poco, hasta donde hay una cruz por encima de la capilla rupestre, y doy un paseo por el parque de la colina, es otoño y eso lo vuelve todo aún más bonito, pero no sigo subiendo porque sé que me va a llevar algo de tiempo y de todo lo que me toca dejar pasar porque sólo son 3 días la Ciudadela no me interesa especialmente (está en la cima), y las vistas desde la cruz me bastan. Respiro hondo y piso un montón de hojas secas mientras bajo y sigo andando por el lado opuesto de la colina, subo hasta donde está el monumento a San Géllert (la estatua en sí es muy alta, supongo que más o menos igual de alta que las famosas estatuas del parque de las estatuas), las vistas son geniales, hay una ancianita vendiendo bordados que hace ella misma y si no fuera porque me he prometido no comprar nada (viajo con la pequeñita maleta de mano del low cost y ya va llena), me hubiera traído algo porque me da mucha ternura verla ahí, en mitad de la colina, bordando cosas preciosas con sus lentes en la punta de la nariz.

Vuelvo a bajar, sigo camino hacia el Castillo cruzando por donde están los baños Rác, con sus entradas separadas para hombres y mujeres, se ve la colina de Tabán, algún edificio precioso pero muy deteriorado que no sé qué será, se divisa Pest del otro lado del Danubio y llego a la parada del funicular que sube hasta el Castillo. Se ve bien, pero la subida no es nada alta, así que no lo recomiendo salvo para personas mayores (o quien vaya muy cansado ya), yo elijo subir andando por la rampa que hay a un lado. Los lunes los museos de la zona del Castillo están cerrados, sólo está abierta la biblioteca (yo de todos modos no pensaba entrar a los museos), pero se puede visitar la zona, ver los jardines, las excavaciones, la fuente del castillo, me quedo un buen rato contemplándolo todo, me detengo en unos puestos de artesanías que hay a la salida del Castillo y compro los que serán mis únicos souvenires del viaje, un par de grabados de algún artista local que me quedo sin saber cómo se llama, porque la firma no se entiende y el hombre que me los vende y yo sólo nos comunicamos con señas, pero aún así me hace precio por llevar dos y me dedica grandes sonrisas, y me como uno de esos bollos dulces calentitos con forma hueca, que se espolvorean con nueces y se hacen enrollados sobre un cilindro (no sé cómo se llaman pero ya los he probado antes en Praga y están de muerte). Hay por la zona un teatro y junto a éste un café con una pinta estupenda (pero yo ya sé que en el punto donde estoy, estoy ya cerca de Ruszwurm y puesta a elegir...), también unos baños públicos (que vienen muy bien, porque llevo un buen rato buscando uno); en el teatro ahora mismo están dando una representación de fábulas para niños y adultos en formato danza, la cartelera tiene varios espectáculos de danza con horarios a media tarde y por la noche y es otra cosa que me apunto para una próxima visita. Desde hace ya un buen rato caen unas pocas gotas espaciadas, pero ni al par de buses lleno de turistas que anda por el lugar ni a mí nos impide seguir con lo nuestro, y casi que mejor, porque todo se tiñe de esa pátina de melancolía que parece hacer salir a la colina como de un sueño.

Cuando llego al Bastión de los Pescadores, todavía es de día y me hincho a hacer fotos del Parlamento, que se ve blanco y reluciente en la otra orilla (aunque la niebla no ayuda mucho y yo sólo me he llevado una camarita sencilla), no me puedo creer cuánto ha dado de sí el día y todo lo que he visto, la Iglesia de Matías está cerrada ya (cierra a las 15.30 y son más o menos las 16.30), pero desde fuera se ve genial, sólo hay un pedacito pequeño tapado por la restauración pero el resto se ve perfectamente, ha quedado preciosa. Callejeo por la zona del Castillo, allí mismo, frente a la Iglesia de Matías está el restaurante Alabardos (el de la estrella Michelín, que he visto mencionado en los foros, y la verdad es que si no fuera porque voy sola lo consideraría para la cena, porque pinta muy bien y los precios no me parecen, para ser lo que es, para nada privativos). Desde allí mismo se accede a la zona del Laberinto, y me da un poco de penita tener que dejar pasar ese plan, pero todo no se puede. Para ahogar las penas, me dirijo a Ruszwurm, entro con temor porque he leído por ahí que suele estar llena, pero no, resulta que sí que hay sitio para mí, y el escaparate de las tortas ya me deja sin saber qué elegir (snif! no se las puede probar todas!); finalmente, qué remedio, me siento en uno de sus silloncitos de terciopelo verde y me pido un té de frutas y una porción de Dobos Torte. Estoy tan contenta que no puedo evitarlo, y le suelto a la gente que está en la mesa contigua: ‘I’m in heaven!’. Los cuatro me miran y se ríen, sorprendidos, y nos ponemos a charlar. Son un grupo variopinto que ha venido por negocios a Budapest y se van encantados con ella, lamentándose de no haber tenido algo más de tiempo para pasear. Yo también estoy encantada, con la ciudad y también con la gente que voy cruzándome en ella.

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Interior de Ruszwurm

Cuando salgo de allí, ya se ha ido la luz, aunque todavía no son ni las 19, y el Bastión y la Iglesia están iluminados. Por favor, si vais allí, y habéis leído todo esto, acordaos de mí en este consejo (bueno, tengo dos consejos que haceros, el otro es que os deis un baño, sí o sí): quedaos en la zona hasta que se haga de noche, y entonces bajáis caminando por la orilla del Danubio. Ahí queda dicho.

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Me tomo todo el tiempo del mundo para bajar del Bastión, quiero ser capaz de guardar bien en la retina la vista de Pest iluminada, el Puente de las Cadenas, y la misma zona de Buda en donde estoy. Cuando bajo, como todavía no estoy para nada cansada y podría seguir, aunque sé que es de noche y que tengo que volver, delibero sobre si seguir hasta la isla Margarita o no. Sé que el puente ahora mismo está cerrado al tráfico pero no a los peatones, pero sé también que no es un sitio para pasear de noche, más que nada porque tampoco se verá gran cosa. Llego a una solución salomónica conmigo misma y sigo caminando un poco más, por Fö utca, en ese sentido. Paso por la iglesia de Santa Anna (cerrada a esas horas, no esperaba que estuviera abierta por otra parte), y en la manzana siguiente veo otra iglesia, marcada en mi mapa pero sin nombre. Como soy de entrar en cuanta iglesia abierta encuentre, aunque más no sea a echar un vistazo, pues allí voy.

Menuda sorpresa me llevo. La iglesia, de la que no sabía nada hasta entonces y no he visto reseñada en ninguna guía, es increíble por dentro. Pequeñita y barroca, me deja encandilada, porque además resulta que en ese mismo momento hay un concierto de órgano que, por lo visto, es gratuito, ya que nadie me pide entrada ni nada. Se trata de sentarse y disfrutar.


De esta iglesia, sólo he hallado este video luego de buscar y buscar (no he hecho fotos!)

Me cuesta irme de allí; cuando lo logro, comienzo la vuelta por la calle paralela a Fö, que bordea el río. La vista del Danubio por la noche con los edificios iluminados es impresionante, imagino que no es muy distinto hacerla en uno de los cruceros que veo pasar o caminando, pero sea cual sea el medio elegido, no hay que perdérsela; yo la hago a pie, tomándome todo el tiempo de verlo todo. Justo frente a la zona del Parlamento, pero desde el lado de Buda, se ven un par de bares muy animados, se respira ambientillo, la noche es ideal para un paseo así, no hay viento ni nada, la temperatura es súper agradable, no me puedo creer la suerte que he tenido. Dan ganas de que el paseo no termine nunca.

Cruzo nuevamente hasta Pest por el Puente de las Cadenas, me asomo al río una vez más, y luego cruzo la plaza Roosvelt hasta la calle Zrínyi. El ambiente es estupendo, muchos bares con terrazas (algunos muy pijos, pero los hay para todos los gustos) y luces de colores, al fondo de la calle está la Basílica San Esteban, la bordeo por uno de sus lados, sigo hasta llegar al nacimiento de la avenida Andrássy, y como ya he decidido que volveré por allí hasta Oktogon y luego desde allí hasta la plaza Blaha, eso hago. Paso por frente de la Opera y me digo que mañana nos volveremos a ver, un par de calles más adelante me desvío un poco para ver el Teatro de la Opereta y los barecitos de la zona, cuando llego a Oktogon, una calle más allá, sí que empiezo a sentir que me pesan las piernas (pero si no es para menos!), y entonces decido que en vez de quedarme a comer algo por allí, voy a seguir hasta el hotel, porque comienzo a sentir que cuando pare ya no voy a tener ganas de levantarme. Así que sigo caminando las únicas calles que me pesan un poco, y al llegar a la plaza Blaha como algo rápido, porque no tengo mucha hambre pero no quiero que me pase factura luego, me siento a dibujar en un mapa el recorrido que he hecho durante el día para no olvidarlo, y vuelvo al hotel, feliz por sobre todas las cosas, sin poder creerme del todo lo bueno que ha sido el día.

Me doy un baño y me hundo en una noche llena de sueños de colores.

Mañana seguro que me espera otro día increíble.
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Día 2: Lluvia, vida palaciega y relax en Pest

Día 2: Lluvia, vida palaciega y relax en Pest


Localización: Hungria Hungria Fecha creación: 10/10/2010 15:49 Puntos: 5 (3 Votos)
Despierto y sé que desde la noche anterior, justo al rato de llegar al hotel, ha comenzado a llover. Me temo que no parará durante todo el día (desde España, mis informantes ya se habían encargado de hacerme llegar la previsión meteorológica vía móvil), así que aprovecho a planear un poco el día teniendo en cuenta la lluvia, más que nada porque necesito una excusa para remolonear un rato más en la cama, pero finalmente me digo que qué remedio, hay que salir y no habrá lluvia que pueda conmigo. Salgo decidida a comprarme un paraguas en el primer chino que encuentre. Pero también me vendría bien un café, claro.

Decido hacer lo que no hice el día anterior, salir de Blaha tér por la avenida Rákóczi, porque intuyo que por ahí será más fácil lo de encontrar un chino o algo semejante para solucionar lo del paraguas. Entro a una casa de cambio, la primera que veo, y cambio dinero para el resto del día y el siguiente, a un cambio aún mejor que el del día anterior. La lluvia no es muy fuerte y de todos modos se puede andar, intentando aprovechar un poco los techos y galerías para no mojarse tanto.

Parece mentira pero el tema del chino se complica, y se complica tanto que resulta que el único que encuentro no tiene más que paraguas de los que no se pliegan, así que lo dejo pasar para no cargar con semejante trasto el resto del día (porque además, para más inri, ya llevo no sólo la cartera sino también una improvisada bolsa de baño con la toalla, el bañador y las chanclas), pensando que no tardaré más de dos pasos en ver otro. Gran error. El día terminará conmigo sin paraguas, aunque eso sí, con botas de lluvia.

Y es que no camino más de unas tres o cuatro calles cuando descubro que mis botas, las que tan bien se habían portado hasta entonces y me habían llevado el día anterior por toda la ciudad, están empapadas, pero literalmente, y hasta hacen ruidito de chapoteo en cada paso.

Sé que así no voy a poder andar mucho y considero la opción de volver al hotel y cambiármelas por las otras que tengo, pero la verdad es que prefiero seguir adelante. He visto un par de calles más atrás botas de agua en algún escaparate y presiento que volveré a encontrar pronto. Lo cierto es que no sucede tan pronto como quisiera, y voy llegando al centro y sigo sin paraguas y echando agua a cada paso (por algo Budapest es la ciudad de las aguas, no?), pero al final encuentro una tienda donde hay botas de agua. No tienen de mi número, pero el dueño, que no habla ni una palabra de inglés, me lleva hasta la puerta y me indica con gestos dónde puedo conseguir unas. Esta es sólo una muestra de la buena predisposición de la gente con la que me cruzo a lo largo del viaje.

Finalmente, con las botas puestas (dejo las mías empapadas rindiéndoles los mejores honores que la situación me permite) me voy al Parlamento, porque tengo la visita guiada reservada a las 11.30 y ya va acercándose la hora. No he tenido finalmente tiempo ni de desayunar ni nada (el hotel donde estoy es más un apartamento que un hotel y no tiene desayunos), pero no importa. Voy caminando por las calles paralelas al río, la calle Akademia me parece especialmente bonita, llena de casas que no tienen nada que envidiarle a las de la avenida Andrássy.

Para la visita al Parlamento, entro a recoger las entradas, y luego vuelvo a salir a esperar la hora de que nos recoja la guía. Resulta que llueve a cántaros durante esos pocos minutos, pero nos tienen de todos modos remojados esperando ahí fuera. El grupo de españoles en la visita es muy grande, somos muy ruidosos, contrasta mucho el ruido que se arma ahí fuera con la calma palaciega que se respira dentro del Parlamento y la tranquilidad y amabilidad de la guía. Por dentro el Parlamento es realmente bonito de ver, la explicación es amena, se dejan hacer fotos incluso con flash salvo en la sala de la Corona (corona que para los húngaros es muy especial y simbólica y los americanos aprovecharon a robarse durante unos cuantos años), la escalera principal es digna de un cuento de princesas.

Budapest - Blogs de Hungria - Día 2: Lluvia, vida palaciega y relax en Pest (1)

Al salir, otra vez más de lo mismo, llueve a cántaros así que sólo atino a cruzar la calle y resguardarme en el primer techo que encuentro. Estamos casi todos los españoles de la visita guarecidos ahí. Oigo a un pequeño grupo discutiendo (unos quieren seguir hasta la Opera, otro que se ve que va hasta las narices de la lluvia y lo que llevan caminado ya quiere parar y dice que sigan sin él), me hace sonreír pensar que viajo sola y al menos no me toca ponerme de acuerdo con nadie más que conmigo misma, y aunque echo de menos que mi media naranja se haya quedado en casa, la verdad es que en ningún momento me he sentido sola o insegura.

El caso es que no tiene pintas de parar de llover, así que me digo que qué más da, si ya estoy remojada, toca bañarse, y aunque todavía no he probado bocado, decido irme a Széchenyi sin más dilación, porque casi es la una del mediodía y a las seis tengo ópera, y quiero pasar por el hotel a cambiarme antes, que lo de las botas de goma no luce muy formal... total, pienso, seguro que algo para comer encontraré por ahí.

Hago mi primer viaje en metro con la línea roja, la que cruza el Danubio, y las escaleras para bajar hasta el nivel del metro me parecen larguísimas, sólo en Praga las he visto tan profundas. Cambio en Deák tér a la línea amarilla, la más antigua, y la recorro hasta una estación antes del final, que por suerte, me deja en la puerta de los baños. No está el día para visitas al parque, pero por suerte, antes de meterme en los baños, encuentro un puestito callejero que vende choclos (mazorcas de maíz), y me como una, calentita, como si fuera el manjar más exquisito del universo (que en ese momento lo es).

El metro me ha parecido súper rápido y eficaz y confirma lo que me habían dicho de lo bien que funcionan los transportes públicos en la ciudad.

Y entonces sí, finalmente entro en los baños. La mujer de la taquilla me pregunta que qué quiero, si baño, sauna, piscina, le digo que todo, y me da la especie de reloj-pulserita que da acceso a los baños (igual a lo que había visto en Géllert) y me cobra algo así como unos 12 euros al cambio. Fenomenal.

Le pregunto por los masajes y me dice que los contrate dentro. Todo está súper bien organizado. Cuando entro, me pregunta la chica del control de accesos si tengo cabina o vestuario, y yo la verdad es que no lo sé porque no me lo ha preguntado, supongo que al verme guiri me daría la entrada más cara. Pues no, resulta que tengo entrada de vestuarios, que lo prefiero, por eso de vivir la experiencia más cercana a la gente del lugar.

No tardo nada en cambiarme y que la gente me ayude a descubrir cómo cerrar mi casillero (la misma pulserita sirve de llave para los casilleros, sólo hay que presionarla al cerrar y al abrir), siempre con una combinación de mímica y sonrisas, y me voy hasta las piscinas. La verdad es que me siento un poco pardilla porque es la primera vez en mi vida que piso unas termas y no sé muy bien qué es lo que hay que hacer, ni cómo hay que comportarse, pero no tardo en descubrir que realmente no hay nada especial que hacer, sólo relajarse y disfrutar. Por dentro hay un montón de piscinas pequeñas con agua a distintas temperaturas, yo las pruebo todas (o eso creo), me quedo un buen rato en cada una, y en las que más me gustan un poco más, lo de contratar un masaje finalmente no lo hago porque es que salgo tan relajada que me digo que más es directamente quedarme dormida (y todavía me esperan 4 horas y media de ópera).

Los baños son impresionantes y la experiencia de ir es, a mi juicio, imprescindible, un pecado irse de Budapest sin probarlos. Hay también saunas y saunas de aroma (creo que unas son de calor seco y otras de calor húmedo), como es martes, no hay demasiada gente, y lo de que sea el día más frío de los que he pasado en la ciudad es genial porque hace disfrutar aún más del agua calentita. También salgo un rato a la piscina al aire libre, se está muy bien pero como yo no sé nadar (lo sé, es increíble, pero así es, larga historia) y la piscina tiene 1.80 de profundidad (es la única donde no hago pie), sólo me remojo un poco como para poder decir ‘estuve allí’ y me vuelvo para dentro. De todos modos, con la lluvia, y el vapor que sale del agua tibia (está a unos 26º C, si no recuerdo mal), no se ve gran cosa ni se disfruta tanto del estar fuera, y dentro se está de vicio. Las piscinas más calientes tienen el agua a unos 40º C, la más fría que recuerdo estaba a 18º C (hay que ser valiente para lanzarse a ésa, pero luego de entrar se aclimata el cuerpo a todo, creedlo). Al salir de las saunas hay duchas para ducharse y cerrar los poros antes de volver a meterse en el agua, hay una sauna de colores donde la luz va cambiando de color, según me entero allí mismo lo ideal es salir con el mismo color que se entró (lo que da un total de unos 20 o 25’ dentro, más o menos), así que yo hago todo lo que me dicen. Hay incluso una piscina donde una chica guía una clase de aquagym, y yo me quedo siguiéndola junto a unas viejecitas y un par de hombres hasta que termina.

Me quedo en total más de unas tres horas (casi tres y media) en el agua antes de volver a los vestuarios a ducharme, simplemente oyendo el arrullo de las conversaciones en húngaro y compartiendo el placer de estar a gusto con la vida, y si me voy cuando me voy es sólo porque sé que tengo el ticket de la ópera y estaría bien que comiera algo antes.

Cuando voy a vestirme y encuentro que la chaqueta todavía está húmeda me parece mentira que no haya pasado una eternidad desde que entrara a los baños hasta entonces.

Cojo la línea amarilla de metro hasta la otra punta: he visto por la mañana el sitio exacto donde está la pastelería Gerbaud, y es la hora exacta de hacerle una visita.

Y ahora, el dato: Gerbaud no sólo tiene fama entre los locales de ser la mejor, o una de las mejores y más tradicionales pastelerías de la ciudad, sino que además tiene el buen tino de comprender a su clientela, todos los que, como yo, no sabemos qué elegir frente al escaparate de los dulces, y nos lo pone fácil, porque sirve un platito con tres dosis pequeñas de sus tres tortas emblemáticas: la Dobos, la torta Gerbaud (una variante de la Sacher), y la Esterházy, que no me preguntéis por qué, pero sólo de verla supuse que estaría de muerte y resultó que a partir de ese mismo momento y hasta más ver ha pasado a convertirse en mi nueva torta favorita (y creedme que en otras cosas puede que no, pero en cuanto a pasteles soy una opinión bastante autorizada por la experiencia ;). Así que si estáis de visita en la ciudad y no sabéis qué elegir, recordad buscar en la carta o pedir el plato combinado de las tres tortas. Yo me tomé un té y eso y pagué algo así como 10 euros. Y por si acaso, me llevé una porción de una tarta de ciruelas que vi en el escaparate y supuse que estaría de muerte (tengo un ojo clínico entrenado tras muchos años de circuitos gastronómicos), y no me equivocaba.

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En fin, el caso es que es algo más tarde de lo previsto, y yo me he abandonado un poco de más a la buena vida (aunque plenamente consciente de ello, que para algo estoy de vacaciones), y sé que no me va a dar tiempo de volver al hotel a cambiarme, pero total, con el día que es (y menos mal que tengo entradas en la zona de arriba y no en la platea), nadie mirará del todo mal mis fachas (luego veré dentro incluso gente con zapatillas, aunque sí que es verdad que el ambiente es en general un poco más arreglado, sin llegar a la exageración), así que saco de mi cartera multifunción un pañuelo de seda (lo mejor y único que puedo hacer para darle a mis jeans y chaqueta un toque de glamour en ese momento), y con un par (...de katiuskas!) vuelvo a coger el metro para bajarme tres estaciones más allá, en puerta de la Opera (si pincháis en el enlace vais a la página de la Opera, desde donde se pueden comprar las entradas con antelación).

Me espera una de las óperas más largas posibles (Der Rosenkavalier), cuatro horas y media de canto en alemán con subtítulos en húngaro (yo es que soy más de ballet, la verdad), pero lo cierto es que tampoco podría estar haciendo otra cosa mejor con semejante día, así que el plan de emergencia de salir durante el intervalo si el hambre y el cansancio me pueden queda truncado, principalmente porque hay un buffet donde puedo comprar algo para engañar el hambre y una copa de Tokaji azsu (un vino dulce de la región de los vinos húngaros que está considerado el mejor vino dulce del mundo por muchos entendidos, y en cualquier caso vale la pena probar), y la verdad es que cuando la ópera termina, me alegro de haberme quedado hasta el final porque la mejor parte y la más emocionante es ésta, y la interpretación va creciendo en matiz a medida que avanza (incluso el decorado del tercer acto es el más chulo, aunque sigo sin entender gran cosa de la historia) aunque es cierto que se hace un poco larga (lo atestigua el que la mitad, al menos, de la gente que comenzó a verla ya no está allí cuando se termina). Eso sí, si decidís hacer lo que yo y conocer la Opera no mediante la visita sino viendo una representación (cosa que aconsejo, por otra parte, incluso aunque no lo aguantéis y os vayáis antes), aprovechad los intervalos para bajaros, si estáis arriba, y ver la entrada y el foyer iluminados, porque la entrada para los palcos no se hace por la puerta principal sino por las que están a los costados, y es una lástima que os perdáis esa parte, que vale mucho la pena.

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Cuando termina la ópera, ha dejado de llover, la ciudad se ve lavada y reluciente, y los restaurantes de la zona tientan y aún están abiertos, pese a la hora, pero yo ya he hecho acopio de calorías, aunque más no sea a base de bocaditos de queso, durante los dos entreactos y es tarde, así que camino tranquilamente hasta el hotel, variando un poco el recorrido del día anterior, para ver un poco más, hasta llegar al café New York. Y aquí me detengo y me digo que por qué no, con lo que me apetece algo caliente, que para qué dejarlo para el día siguiente, así que fiel a mi estilo, y con el mismo par (de katiuskas, sí), allí me meto. La cosa en este punto se vuelve un poco surrealista porque entro a mi aire y, claro, el interior resulta tan deslumbrante que no sé dónde sentarme ni hacia dónde mirar, elijo sentarme al final de donde están las mesas ocupadas, para tener una visión lo más completa posible del lugar, sus luces y decorado, y me paso unos cuantos minutos sólo contemplando los techos y hacia los lados. Pero los camareros comienzan a pasar de mí, y lo que al principio me llama la atención ligeramente pero no me alarma, comienza a preocuparme. Finalmente le hago señas a uno que se digna a mirarme y consigo que me traiga una carta. Me la deja muy amablemente, directamente abierta en la hoja de postres, escrita en inglés. Entiendo perfectamente la indirecta (a esas horas la cocina ya va a cerrar, y él supone que no voy a pedir una comida sino como mucho un postre), y yo la verdad es que aunque tengo más ganas de tomarme una sopa que algo dulce, decido hacer el esfuerzo y pedirme un postre y un té (más que nada porque pedir sólo un té me sabe a poco en semejante sitio).

Pero pasan los minutos y nadie viene a tomar mi pedido. Y a gente que ha entrado después que yo ya le han tomado nota y le han servido sus platos. La cosa se prolonga, y yo, que estoy muy tranquila y de vacaciones, no me inquieto ni nada, pero pasada una media hora de estar en el lugar, decido que la experiencia de estar sentada en el café New York tomando algo puedo darla por completada (incluso sin haber tomado nada allí, que después de todo la comida en un sitio como ése no es más que la excusa), y como empiezo a tener sueño más que ninguna otra cosa, decido levantarme e irme. Al salir, le explico al maître o lo que fuera el camarero en jefe que estaba en la puerta que me he pasado allí un buen rato pero nadie vino a servirme, no en plan queja ni nada, sino más bien por transmitirle mi asombro, y él se queda un poco estupefacto, me dice que si puede hacer algo por mí, intenta darle una explicación a la situación (al parecer al haber entrado y haberme sentado ‘por mi cuenta’, nadie estaba a cargo de la mesa, lo normal es que allí alguien te conduzca a tu mesa), y yo me encuentro casi tranquilizándolo, diciéndole que no es una queja ni nada, sólo un comentario (si es que yo misma me sentía casi en la obligación de decir algo por salir así sin más, sin pagar ni nada, ni haber hecho nada más que mirar el sitio!), que ya volvería al día siguiente pero ahora no podía quedarme, dada la hora, y me voy de allí, un poco sorprendida por toda la situación.

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Estoy a unos pocos pasos del hotel, pero antes de entrar me meto en un pequeño bareto de los de toda la vida, donde hay un par de chicos tomándose una caña, y le pregunto a la chica de la barra si me puede preparar un té, y en menos de dos minutos tengo un tecito reconfortante humeando sobre mi mesa, en un jarrito súper mono, y me lo bebo meditando en las paradojas de la vida, y en lo raro que es haber estado en unos escenarios tan palaciegos (el Parlamento, la Opera, el café New York), para terminar sintiéndome como en casa en ese barecito perdido donde nadie habla una palabra que no sea en húngaro pero nos entendemos a base de señas, porque lo esencial pocas veces se dice con palabras.

Y en dos minutos estoy en el hotel, y como el té me abrió un poco el apetito, me como la porción de torta de ciruelas que todavía tengo de Gerbaud y que había pensado dejarme para desayunar al día siguiente, y descubro que mi instinto casi nunca falla en estas cuestiones.

Y me duermo con la panza llena y el corazón contento, aunque sé que ya es mi última noche en la ciudad.
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comment_icon  Últimos comentarios al diario Budapest
Total comentarios: 17  Visualizar todos los comentarios
Chary40  Chary40  27/03/2011 01:36   📚 Diarios de Chary40
No se por donde empezar pero te dire que me lo he leido del tiron, que aun asi , he votado etapa por etapa y por supuesto el diario entero con todas las estrellas posibles y poque no hay mas que si no!!!..
Me ha emocionado muchisimo como lo cuentas , como describes la manera en que lo viviste y lo bien que lo trasmites, haces que lo podamos ver a traves de tus ojos..con una dulzura que seguro es comparable a los postres que describes ( aunque yo probare sin duda el vino dulce primero je,je) ..enfin seguro que lo leere muchas mas veces y con mas detalle , porque la informacion que vas desgranando lo merece ..solo puedo decirte por ultimo que espero ir y disfrutarlo al menos una infima parte de lo que tu lo hiciste.
Gracias infinitas y un cariñoso saludin.
Shemesh  shemesh  30/03/2011 21:18   📚 Diarios de shemesh
Chicos, muchas gracias a todos por vuestros comentarios... he estado un poco liada y he pasado poco por aquí (por los viajeros, quiero decir), pero me alegro de que os haya gustado y/o vaya a serviros para algo.

Sólo he querido dejar una marquita en estas hojas (como quien dobla la esquinita de un libro) para recordar un sitio donde fui feliz Guiño

Besos a todos, y gracias otra vez!
Indianagirl  indianagirl  20/04/2011 21:24
Muy bueno, voy para allá en unos días y me ha gustado mucho leerte, se nota que lo has disfrutado. Gracias por compartirlo con nosotros. Te dejo tus 5 estrellitas, que bien las mereces.
Por cierto, yo también salgo de Alicante (vivo aquí) y no se me ha ocurrido esa combinación de aviones, así es que lo he cogido desde Madrid, si lo llego a pensar, lo habría hecho como tú, pero bueno... ya es tarde, (así disfrutaré de mi querido Madrid), pero podía haber hecho alguna visita mas (a Venecia), en fin...
Atlanta1956  atlanta1956  26/09/2012 15:32
Me gusto mucho como relatas tus sensaciones, hay un espiritu de ninia inquieta y curiosa que se desvive por cumplir sus suenios enlazados en una torta Dobos o Rigo. Ademas tu nick es brillante como el sol (que eso es lo que significa)
Default https Avatar  jorgespice  25/11/2012 10:28   📚 Diarios de jorgespice
me ha encantado pareces un angel.
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Fecha: Mar Feb 20, 2024 10:15 pm    Título: Re: Viajar a Hungría: Qué ver, ciudades, rutas e

@trikix, traigo tu mensaje al hilo de qué ver y el de alquiler de coche lo dejamos para dudas relacionadas con ello. Lo mismo con los alojamientos, en el hilo específico.

Gracias Amistad
Salodari
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Moderador de Diarios
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03-04-2009
Mensajes: 18405

Fecha: Mar Feb 20, 2024 10:17 pm    Título: Re: Viajar a Hungría: Qué ver, ciudades, rutas e

@trikix, traigo tu mensaje al hilo de qué ver y el de alquiler de coche lo dejamos para dudas relacionadas con ello. Lo mismo con los alojamientos.

Gracias Amistad
Trikix
Trikix
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14-04-2008
Mensajes: 121

Fecha: Vie Mar 08, 2024 11:33 am    Título: Re: Viajar a Hungría: Qué ver, ciudades, rutas e

¿Veis viable ir en recorrido con el coche de alquiler e ir pillando alojamientos mediante la marcha? Vamos a finales de marzo / primeros de abril. Las primeras noches en Budapest sí que las tenemos pilladas ya.
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Fecha: Dom Mar 10, 2024 01:59 pm    Título: Re: Viajar a Hungría: Qué ver, ciudades, rutas e

"Trikix" Escribió:
¿Veis viable ir en recorrido con el coche de alquiler e ir pillando alojamientos mediante la marcha? Vamos a finales de marzo / primeros de abril. Las primeras noches en Budapest sí que las tenemos pilladas ya.

Viable si, el precio por el que pueda salir la idea...al final, se en el sitio que te interesa o en los alrededores, se acaba encontrando alojamiento. Ahora bien, el precio o las condiciones, de los alojamientos.... Es "jugar a la lotería".
Her_2004
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21-08-2021
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Fecha: Dom Mar 10, 2024 04:59 pm    Título: Re: Viajar a Hungría: Qué ver, ciudades, rutas e

"Trikix" Escribió:
¿Veis viable ir en recorrido con el coche de alquiler e ir pillando alojamientos mediante la marcha? Vamos a finales de marzo / primeros de abril. Las primeras noches en Budapest sí que las tenemos pilladas ya.

No deberías tener problemas. Pero tenete a mano al menos algunos lugares.
Saludos.
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