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Tres días de otoño en Budapest (octubre 2010). Me ha quedado un poco largo, pero es mi primer diario... :)
Hay tanta información súper buena en el foro, que he intentado poner la que he usado yo a fin de que a alguien le sirva para planear una escapada y os dé ganas de conocer esta preciosa ciudad.Author: Shemesh Input Date: ⭐ Points: 4.7 (15 Votes) Journeys 4 to 4, Total 4
Me despierto, y como es mi último día, se me agolpan las ganas de hacer todo lo que el día anterior me quedó sin hacer. Quiero planearlo todo bien para que me dé tiempo a todo, y al mismo tiempo no quiero perder tiempo en hacer planes y lanzarme a la ciudad. Dejo listo el equipaje a la chica de la recepción del hotel y me voy, mapa en mano, a dar el último paseo de esta visita (que presiento y espero no será la última). Alrededor de las cuatro o poco más debería estar de vuelta para recoger la maleta y que me dé tiempo de llegar al punto de recogida del transfer al aeropuerto (que he contratado directamente con WizzAir), no quiero llegar tarde por si acaso, así que no tengo tiempo que perder.
Salgo del hotel y como todavía no he recorrido el tramo de la avenida Andrássy que va desde Oktogon hasta la Plaza de los Héroes, hasta allí voy. En el camino, callejeando, paso por un pequeño mercado en la calle Csengery. Llego hasta Andrássy y camino hasta el parque Városliget, a los lados de la Plaza de los Héroes (Hösök tere) están los edificios del Museo de Bellas Artes (agendado para una próxima visita) y la Sala de las Artes, con exposiciones temporales. Las fotos hacen parecer el lugar más grande de lo que realmente es, o ésa al menos es mi impresión: no se trata de que sea pequeño, sino más bien de que es accesible, una de las mejores cosas que tiene la ciudad, a mi modo de ver, es que resulta muy abarcable, se puede ir andando a casi todas partes, lo que la deja ver a una escala muy humana sin perder la monumentalidad. En el trayecto por Andrássy realmente lamento no tener más tiempo para recorrer la zona, porque presiento que las calles que me voy cruzando son cuanto menos igual de bonitas e interesantes que esta avenida. Me las arreglo para encontrar dónde está Gundel, no tengo planeado entrar a comer (es temprano) pero quiero ver cómo es el sitio (me intriga por eso de que es tan formal), y si acaso comprar alguna porción de tarta para llevar (he visto en su página que tienen tartas para llevar). Todo el mundo lo conoce por la zona y no me cuesta que me indiquen con señas hacia dónde ir. Resulta que queda justo al lado de la entrada al Zoo (la de los elefantes, lo que explica el logo de la casa); mientras, el día poco a poco se ha ido despejando y comienzo a ver los primeros rayos de sol desde mi llegada a Budapest. Hace una mañana de primavera, increíble. ![]() Ya en Gundel, le pregunto al mayordomo que está en la puerta, y bien podría haber salido de una máquina del tiempo que lo importara directamente desde otra época, con sus bigotes repeinados en forma de rulo y su levita color borravino, si es posible comprar algo para llevar, para que me indique dónde está lo que luego descubro es la llamada ‘boutique’ del sitio (un pequeño mostrador donde se pueden solicitar vinos de la bodega Gundel y el pastel de la casa en caja de regalo, bombones y poca cosa más); no sé si porque mi inglés deja que desear o no me sé explicar bien, el hombre me dice que no hay venta ‘para llevar’, pero me invita a pasar y sentarme y tomar algo allí mismo. Me digo que qué remedio me queda, y allí estoy, de perdida al río, en otro momento para el recuerdo, tomándome un té Gundel (un blend exquisito, de los más ricos que he probado, tengo que decirlo) y comiéndome una crêpe Gundel (una cucada de presentación, para una crêpe que lleva un relleno de nueces y naranja y va salseada con chocolate), mientras se oye una suave música de jazz en el bar, y todo tiene ese puntito de lujo decadente y melancólico que tan bien le sienta a la ciudad. Al salir, le echo un vistazo al salón del restaurante, estoy súper satisfecha, porque además esa mañana sí que ya había desayunado un capuccino y un pequeño pastel, pero además de redonda me siento hinchada de placer. Todo ha salido rodado durante estos días. Termino de recorrer el parque: la entrada al circo, los baños Széchenyi que rodeo esta vez por fuera (sólo la visión del palacio donde están alojados vale la visita), el castillo de Vadgahunyad, que tiene una parte en restauración y cuyo lago ahora mismo está, supongo que por esto último, casi seco. Hay también más lagos en el parque, y bares y sitios donde tomar algo. Entro en la pequeña capilla del castillo (no es la gran cosa pero la entrada sale unos céntimos), echo unas cuantas fotos, y sigo caminando por la zona, haciendo un par de fotos, mientras me dirijo de vuelta hacia la Plaza de los Héroes. Hay algo en construcción allí mismo que no termino de saber qué es porque los carteles están en húngaro, claro, y nadie me sabe decir de qué va, pero lleva el auspicio o patrocinio de la UE. Le echo una foto en obras ya que tiene buena pinta (parece ser un sitio de uso público, en cualquier caso) y quiero guardarla para compararla con la que tomaré cuando vuelva a la ciudad, en que seguramente ya esté terminado (y es que cada vez tengo más claro que haré todo lo posible por volver a visitar esta ciudad que ya me tiene enamorada). ![]() ![]() ![]() Cuando termino el paseo por la zona aprovecho para caminar un poquito por una de las paralelas de Andrássy (Benczúr utca), a la sombra de sus castaños; en Kodály, donde las calles vuelven a unirse, me tomo el 105 (no apetece viajar bajo tierra una vez que ha salido el sol en la ciudad) hasta Roosvelt tér. Quiero llegar hasta el Parlamento y luego volver caminando por el borde del río desde el lado de Pest en el último rato que me queda. Junto al Parlamento, pero sobre el río, está el monumento de los zapatos, construido hace unos 5 años en memoria de los judíos fusilados en el lugar. Me asombra que habiendo un paseo tan bonito junto al río y un monumento que vale la pena visitar sea tan difícil cruzar (es una vía rápida de doble mano donde no hay cruce para peatones en un tramo bastante grande, la gente que he visto cruzando lo hacía, como yo, jugándose un poco el pellejo en el intento: llevad cuidado o caminad hasta el Puente de las Cadenas, donde creo que está el paso más cercano). Desde allí se puede ver de cerca la cara que da al río del edificio del Parlamento, y las vistas de Buda, con la Iglesia Calvinista, el Bastión, la Iglesia de Matías, y el Castillo son las mejores. Sigo caminando por este mismo paseo, poco a poco se acerca la hora de partir pero no quiero irme de la ciudad sin ver la estatua del famoso duende y frotarle las rodillas. En el camino paso por la entrada al Spoon, el barco-restaurante tan famoso, luce genial realmente, una comida allí es otro punto que me dejo agendado para cuando vuelva. En Vigadó tér, donde encuentro al famoso duende, hay un par de cafés y restaurantes con terraza muy animados. Me queda sólo una hora más o menos para tener que ir hasta el hotel a recoger la maleta, y el día invita a quedarse allí mismo, al sol, respirando la brisa del Danubio, así que eso hago: me siento a comer justo frente al Vigadó (un edificio impresionante que se usa como sala de conciertos), un gulyás buenísimo, una pasta con pollo en un plato tan grande que no puedo acabarme, y de postre un strudel de queso. Cuando termino, todavía me queda algo de tiempo para, antes de coger el metro hasta Blaha, pasar una última vez por Gerbaud y comprar otro trozo de torta Esterházy. Quiero llevarme algo de la dulzura de estos días para el aeropuerto. ![]() ![]() Estoy en el punto de recogida del transfer un buen rato antes de la hora, porque los húngaros son muy puntuales, y prefiero evitar sorpresas de último momento, pero me inquieta ver que soy la única que hay allí, el sitio no parece el ideal para una parada de combis (es en mitad de calle junto a una pequeña estatua, y por la zona hay obras); sin embargo, sí que es allí (lo sé porque un hombre que está junto conmigo esperando a su esposa, y ha usado ese mismo punto como lugar de encuentro, lo pregunta por mí en húngaro a la gente de la recepción del teatro que hay en el sitio). La conversación con la gente ha sido encantadora todos estos días, supongo que viajar sola ayuda mucho a entrar en contacto con la gente del lugar, claro, pero me he encontrado conque la gran mayoría habla al menos un poco de inglés, y aún los que no, hacen grandes esfuerzos por entender y hacerse entender, y tratan al turista con total amabilidad. A mí me divierte a veces preguntar intencionalmente a los viejecitos en los parques (que imagino no hablarán en otra lengua más que la suya) por direcciones o indicaciones, porque son los que más tiempo tienen para indicar las cosas, y se esfuerzan en hacerse entender con gestos (y siempre lo logran!), y parecen disfrutar un montón eso de sentirse útiles de algún modo. He descansado un montón, he disfrutado con todos los sentidos de estos días, la música de la ciudad, su comida, su perfume a otoño en las calles y el olor del río. Finalmente, viajo sola en la combi, pero ésta viene a por mí y me lleva con total puntualidad (con lo que tengo un transporte tipo taxi por los 8 euros que he pagado de transfer ida y vuelta al aeropuerto en la misma página de Wizz, muy recomendable) aunque antes de que llegue y con la excusa de gastar mis últimos florines, me bebo una copa más de Tokaji en un barecito de la misma calle. El vuelo sale con una hora de retraso, y en el aeropuerto, mezclado con el italiano que comienzo a oír nuevamente (vuelvo a viajar a Treviso para tomar al día siguiente un avión hasta casa, en Alicante), todavía alcanzo a oír la música de las palabritas en húngaro que la chica que está sentada al lado mío le susurra a su bebé. Es guapísima, como muchas de las personas que me he cruzado en estos días, y habla en voz baja y dulce. Desde el avión diviso por última vez el río, los puentes, el Castillo y el Parlamento iluminados por la noche, y cuando me despierto ya estoy otra vez en Italia, planeando volver pronto a Budapest. ![]() Journeys 4 to 4, Total 4
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