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MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)

MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010) ✏️ Blogs de Mediterráneo Mediterráneo

Una semana de crucero por el Mediterráneo
Autor: JOTAEME  Fecha creación:  Puntos: 4.4 (12 Votos)
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Miércoles, 13 de octubre de 2010 / La Valetta, Malta

Miércoles, 13 de octubre de 2010 / La Valetta, Malta


Localización: Mediterráneo Mediterráneo Fecha creación: 30/10/2010 09:22 Puntos: 5 (2 Votos)
Apuntes culturales:
El territorio de Malta está formado por un grupo de siete islas situado en el centro del Mar Mediterráneo, a 93 km del sur de Sicilia y a 288 km del norte de África. Sólo están habitadas las tres mayores, Malta, Gozo y Comino, con una población total de 400.000 habitantes en una extensión de 316 km2 y una costa de 196,8 km (sin incluir los 56,01 km de la isla de Gozo). El terreno es bajo y rocoso, con costas acantiladas. Malta es la isla más grande y el centro cultural, comercial y administrativo. Gozo es la segunda en tamaño y es más rural. Se caracteriza por la pesca, el turismo, la artesanía y la agricultura. Comino está prácticamente deshabitada.

Malta es un crisol de civilizaciones con una historia milenaria. Ya estuvo habitada unos 5 200 años antes de nuestra era, y en sus islas existió una importante civilización prehistórica antes de llegar los fenicios, que llamaron a la mayor de ellas Malat, que significa puerto seguro. Más tarde, fue durante siglos la sede de la Orden de los Caballeros Hospitalarios o de San Juan y, posteriormente, pasó a pertenecer al Imperio Británico. Alcanzó la independencia en 1964.

El Gobierno de Malta está presidido por el jefe del partido con mayoría de escaños en el Parlamento unicameral, conocido en maltés como Kamra tar-Rappreżentanti.
La lengua nacional es el maltés, que pertenece, como el árabe, a la familia de las lenguas semíticas. El inglés es lengua oficial, y muchos malteses hablan también italiano.
El turismo es importante en Malta, aunque la isla también posee un sector de servicios en expansión.
La gastronomía tradicional maltesa está compuesta por sopas (minestrone y sopa de pescado), pastas y repostería. Son típicos los rellenos, y el estofado de conejo (Stuffat Tal-Fenek) es un plato nacional.
Sin duda alguna, con sus megalitos, sus mazmorras medievales y la cueva de Calipso, las islas maltesas son míticas. Las sinuosas y estrechas callejuelas de sus pueblos y ciudades serpentean entre multitud de catedrales renacentistas y palacios barrocos. El entorno natural de las islas posee las estructuras construidas por el hombre más antiguas de todo el mundo, por lo que han sido descritas acertadamente como un museo al aire libre.

La larga relación entre los isleños y los pueblos de diferentes nacionalidades que ocuparon Malta durante siglos ha creado una armoniosa mezcla de estilos y tradiciones. Esta combinación da a las islas una fascinante cultura ecléctica.

La historia de Malta se remonta hacia el 5200 a.C, cuando sus primeros pobladores de la Edad de Piedra comenzaban a trabajar la agricultura, probablemente proviniendo de la vecina zona de la actual Sicilia. Hoy en día se pueden apreciar grandes estructuras arqueológicas, que son el legado más valioso de Malta.
Miles de años después, Malta fue poblada por los griegos, y luego los romanos, dejando indicios de su estadía en la zona. Hacia la década del 60, se dice que las costas fueron visitadas de manera accidentada por San Pablo, dado que éste naufragó en lo que hoy se conoce como Bahía de San Pablo.
Siglos después Malta fue dominada durante un breve dominio por el imperio bizantino, para luego ser dominada por los árabes en el 870, dominio que dejó sus huellas en la lengua maltesa, que posee elementos de dicha cultura. Poco menos de 1000 años después, Malta era arrendada por los Caballeros Hospitalarios, hoy conocidos como la Orden de Malta. Estos fueron expulsados por Napoleón Bonaparte en 1798 cuando se dirigía a Egipto. Durante su campaña destruyó numerosos monumentos y legados de gran importancia, quedando éstos en el olvido.

Tras la impopular estadía francesa en Malta, esta pasó en manos del Imperio Británico, bajo el Tratado de París de 1814, estado que se mantuvo hasta 1964, aunque los ingleses no abandonaron las tierras hasta 15 años después, un 31 de Marzo, fecha que hoy en día Malta celebra como el día de la Libertad.
La ciudad de La Valetta comienza una vez atravesada la puerta de la zona amurallada de la Fuente del Tritón, frontera con la vecina localidad de Floriana y punto central de la red de autobuses de la isla de Malta. Por allí se entra en la calle Republica, peatonal durante la mayor parte de su recorrido, arteria principal de la ciudad y punto de referencia de la mayor parte de los lugares de interés turístico. En la ciudad de la Valetta, la inmensa mayoría de las calles son totalmente rectas y forman una calizcuadricula. La calle Republica es la central, pero comparte protagonismo con la paralela calle Merchants. Entre las dos concentran la vida comercial de la ciudad y la mayor parte de sus edificios oficiales. Las calles perpendiculares a estas dos suelen ser bastante menores y atraviesan la Península de norte a sur, comenzando y acabando su recorrido en el mar.

La arquitectura de la ciudad tiene un aspecto bastante uniforme y esta dominada por el color marrón claro de la piedra caliza de los edificios y las murallas. En algunos de ellos, hay también pequeñas balconadas de colores que hacen algo de contraste. La mayor parte de los edificios pintorescos están concentrados en la zona central de la ciudad pero, entre la Plaza de San Jorge y el Fuerte de St. Elmo hay zonas donde el estado de conservación no es tan bueno y se puede ver una imagen mas autentica y añeja de la ciudad de La Valetta.

La principal atracción turística de la ciudad es la Catedral de San Juan, de estilo barroco, cuya entrada esta situada en la calle Republica. La entrada cuesta 6 euros con la audio guía incluida. Data del siglo XVI y conserva tesoros de gran valor artístico por las donaciones que hacían los caballeros de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, de la cual fue durante 200 años su iglesia conventual.
El interior del edificio es simplemente espectacular. Las paredes están totalmente esculpidas con diseños de color dorado y verde y los techos están pintados con frescos. Merece muchísimo la pena, también, fijarse en el suelo, ya que esta cubierto con lapidas de mármol de colores dedicadas a los caballeros de la orden. La riqueza monumental se completa con el altar, al que las diversas donaciones dieron un enorme valor artístico. La Catedral dispone también de un oratorio con pinturas de Caravaggio, entre ellas “La decapitación de Juan el Bautista”. No se permite ropa que no cubra convenientemente hombros, pecho o piernas -aunque se prestan prendas para estas ocasiones- y, para no dañar el mármol del suelo, no se permite el acceso con tacones estrechos o de punta.

Las ofertas más atractivas de MSC cruceros son un “La Valetta y Mdina” realizando un recorrido por la capital y por Mdina, “La ciudad silenciosa”, con una duración de 4 horas por 43 € y “Templos Megalíticos y la Bahía de Marsaxlokk”, recorrido por el sudoeste de la isla para descubrir algunos de sus templos megalíticos finalizando en la mayor bahía de Malta para admirar los “Luzuus”, típicas embarcaciones caracterizadas por el ojo pintado en sus cascos. La duración es de unas 4 horas por 42 €.
Por libre, se puede ir paseando desde el puerto hasta el centro histórico de la capital (1,3 km de cuesta arriba) o en autobús (1 € ida y vuelta). De visita obligada son el impresionante Palacio del Gran Maestre y la Catedral de San Juan, se puede ver también el Museo de la Guerra, en el Fuerte de St. Elmo.
Dispone de una completa red de pintorescos y vetustos autobuses que lleva desde La Valetta a los principales pueblos por menos de medio € por trayecto. También se puede recorrer la isla en el autobús turístico por 13,00 € (dos rutas, por el norte o por el sur de la isla).

La escala:
Alrededor de las nueve de la mañana nos encontrábamos en la Promenade Deck de la cubierta Tiziano contemplando la espectacular entrada del Splendida en La Valetta. Ya habíamos desayunado y estábamos con nuestras mochilas listos para desembarcar. Nos recibía un día plomizo, acorde con las previsiones obtenidas antes del inicio del crucero, que indicaban que en Malta íbamos a tener más nubes que sol pero con ausencia de lluvia.
El grupo se reunió en La Piazzetta y a las nueve y media ya estábamos pisando suelo Maltés. Lo primero con lo que nos tropezamos fue con los representantes turísticos que nos ofrecían recorridos guiados por La Valetta, excursiones por el norte o por el sur de la isla, actividades submarinas, visita al parque de Popeye, donde en 1980 se rodó el musical de su mismo nombre, ...

El planteamiento original consistía en hacer un recorrido por la isla en Bus Turístico regresar al barco para comer y bajar posteriormente para visitar el casco antiguo de La Valetta. En el mostrador de Maltasightseeing (la empresa de los autobuses turísticos) contratamos la ruta que recorre el norte de la isla y que incluye Rabat y Mdina; con el descuento por grupo salió por 10 € por persona. Mientras nos dirigíamos a la parada del bus, a unos 500 metros en línea recta, empezó a llover.
Nos acomodamos en el autobús. Los más valientes, provistos de chubasqueros facilitados por el propio conductor del vehículo, en la parte superior, descubierta, el resto protegidos de la lluvia en la parte inferior, pero con una visibilidad muy deficiente gracias a la suciedad depositada en los cristales. Cuando el autobús arrancó pude comprobar que el canal 7, en español, del sistema de audio no funcionaba en absoluto. Cuando me cansé de oír los comentarios en otros idiomas, guardé los auriculares y me dispuse a disfrutar del paisaje.

Iniciamos el recorrido dando una vuelta por La Valleta, intuyendo más que admirando, los monumentos y las fortalezas que en su momento protegieron la ciudad, el Fuerte de St. Elmo, el Museo de la Guerra, etc. Dejamos el casco antiguo pasando por la Fuente del Tritón, donde se ubica la terminal de autobuses y donde pudimos contemplar algunos de los autobuses más viejos del mundo que aún se encuentran en servicio.
Continuamos rumbo a Mdina. Había dejado de llover, tímidos rayos de sol asomaban entre las nubes, la temperatura resultaba agradable, el día se iba arreglando.
Entre Balzan y Mosta hicimos una parada en una fábrica de vidrio. Normalmente las paradas te permiten bajar, visitar lo que se quiera y volver a subir en un autobús posterior. Ésta fue la única en la que el autobús permanecía 15 minutos parado aguardando a sus ocupantes. El motivo resultaba evidente: junto a la fabrica, donde se podía observar como de una bola de cristal al rojo, gracias a las manos del artesano, salía un grácil pájaro o un bonito delfín, se encontraba la tienda donde se podían adquirir todo tipo de figuras elaboradas en cristales de todos los colores.
Nos dedicamos a admirar el trabajo de los artesanos y pasamos a la tienda para curiosear más que comprar. El que quiso compró lo que quiso y poco a poco llegó la hora anunciada por el conductor para la continuación del recorrido. Marga fue dando voces para que el grupo fuera finalizando lo que estuviera haciendo y se fuera concentrando a la puerta del autobús. Alguien fue al baño, Frederic anunció que al lado había una tienda con bonita filigrana de plata, yo me subí al autobús.
Y el autobús arrancó. Cuando quisimos reaccionar el vehículo ya llevaba unos metros recorridos y aceleraba en dirección a Mdina. Había un pequeño problema: no estábamos todos a bordo. En tierra se habían quedado Marga, María, Roser, Maribel y Manolo (mi consuegro). Poco a poco fui siendo consciente de lo estúpido que había sido al subir al autobús sin tener la certeza de que estábamos todos juntos y de que seguíamos el mismo camino. Menos mal que Manolo acompañaba a las mujeres y eso me daba la suficiente tranquilidad como para pensar en nuestro próximo paso.
No hay duda de que la telefonía móvil ha sido uno de los últimos grandes avances de la humanidad. Hace años la situación hubiera sido preocupante, en ese momento nos limitamos a ponernos en contacto por teléfono con el resto del grupo para acordar que les esperaríamos justo en el punto donde el bus nos dejara en Mdina. Y así lo hicimos.

Media hora después nos reencontrábamos, con intencionadamente exageradas manifestaciones de alegría en la puerta de acceso a Mdina. Cada subgrupo temía por la reacción del otro, sin embargo al sentirnos todos culpables, los unos por no haber estado en el autobús en el momento de su partida, los otros por no haber sido capaces de pararlo, no hubo reproche de ningún tipo y nos dispusimos a realizar la visita de la ciudad amurallada.

Atravesamos la puerta de entrada y deambulamos por el recinto admirando y fotografiando sus edificios y callejuelas, con especial énfasis en la Catedral de St. Peter y St. Paul. Llegamos hasta el mirador para gozar de la perspectiva del valle y regresamos hasta la entrada, donde no nos pudimos resistir a tomar unas instantáneas de nuestras mujeres metidas en una especie de potro de madera, con orificios para la cabeza y las manos y donde se supone que en su tiempo se inmovilizaba a reos o penados. Justo a la salida (o entrada) de Mdina se encuentran estratégicamente ubicados unos baños públicos, de los que hicimos uso. Si hubiéramos ido sobrados de tiempo lo habríamos aprovechado para realizar un recorrido panorámico por Rabat y Mtarfa en un pequeño tren, pero no era el caso y nos subimos, en ésta ocasión todos juntos, en al autobús turístico.
Sorprendentemente nos saltamos el resto del recorrido y regresamos directamente a La Valetta. No nos preocupó demasiado, íbamos con un retraso considerable y preferíamos visitar la capital antes que realizar un recorrido panorámico por el norte de la isla.

Sin contratiempos llegamos a la plaza de la Fuente Tritón. Eran casi las 2 de la tarde, imposible llegar a tiempo al barco para comer en el restaurante, muy justo para comer en el buffet. Decidimos quedarnos en la zona peatonal paseando por el recinto amurallado.
Mª Pilar y Mª Ángeles nos dejaron porque les apetecía tomar algo y regresar al barco. Carol y Víctor ya habían estado en Malta y se separaron del grupo para poder visitar lo que no pudieron ver en la anterior ocasión. El resto seguimos sin rumbo fijo.

Había cola para entrar en la catedral de St. John por lo que decidimos seguir caminando hasta que a alguien le entró hambre y nos sentamos a comer pizzas y bocadillos. Nos sorprendió ver como el Big Hot Dog (gran perrito caliente) iba acompañado de alubias. “Son raros estos malteses” pensé. Después de los cafés proseguimos nuestro deambular.

Había mucha gente por la calle y corríamos el riesgo de perdernos, nos hizo gracia observar como los grupos de turistas seguían a su guía que iba abanderado luciendo un paraguas o un cartel. En ese momento Marga se estaba abanicando.
- ¡Trae acá!- Dijo María arrebatándole el rojo abanico para blandirlo a modo de enseña por encima de su cabeza y empezar a gritar:- ¡Por aquí! ¡Mi grupo, por aquí!.
A partir de ese momento ya no hubo posibilidad de perdida, cuando alguien se despistaba solo tenía que levantar la cabeza para localizar el rojo abanico y dirigirse hasta su posición para reencontrarse con el grupo.
Cuando llegamos a la puerta de la Catedral la descubrimos cerrada a cal y canto, habíamos perdido la ocasión de visitarla y presuponiendo que lo mismo sucedería con el resto de edificios emblemáticos decidimos iniciar un tranquilo regreso en dirección al barco.
Memorable fue el momento en que un turista que hablaba en inglés se dirigió a nuestra abanderada guía con una pregunta.
- ¡Traduce, Pepe!- Me ordenó.
- Pregunta por el Museo de Arqueología.- Me inventé sin prestar atención a las palabras del turista.
- ¡Todo recto!- Le indicó María señalando hacía el primer sitio que le pasó por la mente.
No creo que el turista siga buscando el museo, pero nuestras risas aún resuenan en las paredes de La Valetta.
Bajamos por una calle con mucha pendiente y atravesamos las murallas para rodearlas y dirigirnos hacia el barco. Por el camino aprovechamos para comprar agua: una botella de dos litros por un euro (en el barco la botella de un litro costaba dos euros).
A las cinco ya estábamos en el Splendida disfrutando de una reconfortante ducha y preparándonos para contemplar la salida del puerto desde la cubierta superior. Admiramos la monumentalidad de sus edificaciones y fortificaciones y permanecí embobado hasta que la línea de la costa se difuminó en la distancia. Nuestro próximo destino era Sicilia y dada su proximidad, según pude apreciar en el mapa, deduje que la velocidad a la que navegábamos debía ser muy baja.

El espectáculo para los pasajeros del segundo turno de cena era a las 19:30. Pasamos el tiempo hasta esa hora charlando tumbados en los sofás de La Prua Piano Bar en la cubierta 7. Adoptamos ese lugar como segundo punto de encuentro ya que resultaba mucho más cómodo que las sillas y bancos de la Piazzetta.
En la propia Piazzetta cada tarde se montaban unas mesas de venta de diversos productos: perfumes, relojes, joyas, cámaras, tabaco,... a precios ofertados. Resultó una distracción obligatoria, siempre que disponíamos de tiempo libre, contemplar los productos expuestos. Más de uno de ellos cambió de manos durante la semana.
Puntualmente dio inicio el espectáculo. “Sortilegio” era su nombre. Piezas de ajedrez, en blanco y negro, bailando y algunas de ellas cantando. Entre canción y canción una pareja haciendo piruetas colgados de unas cuerdas que descendieron desde el techo del teatro.
Poco después de las nueve atravesamos las puertas del restaurante para aposentarnos en nuestras mesas. Y dar cuenta del menú de la noche.

El cóctel del día era el “Acapulco”, pero a nadie le apetecía bailar así que, después del café, nos despedimos y nos retiramos a nuestros camarotes.
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Jueves, 14 de octubre de 2010 / Messina, Sicilia

Jueves, 14 de octubre de 2010 / Messina, Sicilia


Localización: Mediterráneo Mediterráneo Fecha creación: 03/11/2010 18:33 Puntos: 5 (1 Votos)
Apuntes culturales:
Sicilia es la cuarta isla europea por dimensiones, la principal isla italiana y la mayor del mar Mediterráneo. Dentro de la Región autónoma se encuentran, además de la isla homónima, varias islas más pequeñas: los archipiélagos de las Islas Eolias a nordeste, las Islas Egadas al oeste, las Islas Pelagie al suroeste, y las islas de Pantelleria al sur y Ustica al noroeste.

El archipiélago de Malta geográficamente es parte integrante de Sicilia. Malta ha estado unida a Sicilia, incluso políticamente, hasta el año 1798, en que fue ocupada durante casi dos años por Napoleón.
La isla de Sicilia está separada del continente por el Estrecho de Messina, de unos 3 km. Tanto la isla principal como las que la rodean son de origen volcánico. Hoy en día sigue habiendo una gran actividad volcánica, con varios volcanes en activo: Etna, Stromboli, Vulcano (volcán),... Está bañada al norte por el mar Tirreno, al sur por el Mediterráneo, el Estrecho de Mesina la separa de Calabria. Predominan las zonas montañosas: a las cuatro cordilleras principales (Madonie, Nebrodi, Peloritani e Iblei) se suman mesetas, macizos aislados y el Etna, volcán activo y pico más alto de la isla (3323 m). Sus ríos son numerosos pero de poco caudal, entre ellos el Simeto, el Platani y el Salso.

La industria del turismo es una actividad en crecimiento, favorecida por la presencia de numerosos sitios arqueológicos (Morgantina, Valle de los Templos o Selinunte) y las bellezas naturales que suscitan el interés de los visitantes. En los últimos años se ha invertido sobre la capacidad receptiva de los albergues, favoreciendo el incremento de su presencia en la isla.
Entre otros destinos turísticos de renombre están localidades como Taormina, Agrigento, Siracusa, Caltagirone, Cefalù y Piazza Armerina (Villa del Casale). El interior de la isla, es un lugar rico en historia, tradiciones y sobre todo en arte y cultura, fortalezas, iglesias, bosques y espacios naturales de importancia que le dan valor a las áreas internas de las provincias de Enna, Catania, Caltanissetta y Palermo.

El nombre de Sicilia, deriva de los antiguos pueblos que la habitaron, los sículos y sicanos. Gracias a su posición central en el mar Mediterráneo, ha vivido en primera persona algunos de los más importantes hechos de la Historia. Desde los pueblos que precedieron la llegada de los griegos hasta el siglo XX, la isla ha sido escenario de invasiones, y centro cultural de extrema importancia.

En el siglo VIII a. C., Sicilia cayó en la marea colonizadora griega. Los griegos fundaron varias ciudades de importancia. La principal de ellas fue Siracusa que se transformó en el fiel aliado de Esparta en el Mediterráneo Occidental, razón por la cual fue atacada infructuosamente por Atenas en el año 413 a. C. Sin embargo, el peor enemigo de los griegos en Sicilia no fueron los griegos del este, sino los cartagineses. En medio de las constantes guerras de griegos y cartagineses por el control de Sicilia, los tiranos de Siracusa, convirtieron Sicilia en un pequeño imperio propio. Sin embargo, frente a la creciente presión de Cartago, no tuvieron más remedio que elegir entre su dominio, o el del naciente Imperio romano. Durante la Primera Guerra Púnica, los romanos conquistaron toda Sicilia, salvo Siracusa, que consiguió mantenerse independiente (241 a. C.). Sin embargo, durante la Segunda Guerra Púnica, Sicilia se alió con Cartago, por lo que los romanos la conquistaron militarmente en 212 a. C., pese a los intentos del famoso inventor Arquímedes por defenderla con lo último de la tecnología militar de la época.

Fue provincia romana hasta la caída del Imperio romano, en el siglo V. En estas fechas, los vándalos la saquearon y sometieron, aunque luego fueron expulsados por los ostrogodos. A mediados del siglo VI, desembarcó en ella el general Belisario, comandante de las tropas bizantinas, quien la incorporó al Imperio bizantino, en cuyas manos permanecería durante medio milenio. Los musulmanes sarracenos del norte de África, a partir del siglo VIII, iniciaron ataques cada vez más fuertes sobre Sicilia, conquistando la isla entre los años 827 y 902. Permanecería en manos musulmanas durante 200 años, durante los cuales sirvió como base para múltiples ataques islámicos contra la Península Itálica.
Con ayuda de los normandos se liberó del dominio sarraceno, pero estos descubrieron lo rica que era la isla, y lo fácil que era conquistarla. Durante el siglo XI, oleada tras oleada de normandos se lanzaron sobre la isla. Rogelio I completó la conquista de Sicilia, recibiendo de parte del Papa, el título de Conde de Sicilia. Su hijo, Rogelio II, continuó la política expansionista de su padre, reunificando los dominios continentales e insulares normandos hasta construir un reino que dominaba tanto Sicilia como el sur de Italia. Consiguió que se le nombrara Rey de Sicilia en 1130, título que el Papa Inocencio II ratificó en 1139, después de un confuso período de guerras.

En los siglos sucesivos, Sicilia se transformó en campo de batalla del juego político entre la Iglesia y el Imperio. De este modo, para socavar la posición del Imperio en Italia, el Papa llamó a los angevinos primero, y a la Corona de Aragón después, comenzando una serie de dominios extranjeros que hundieron a la próspera Sicilia en una imparable decadencia. Finalmente, el episodio de las Vísperas sicilianas en 1282 provoca la división del reino. La Sicilia insular quedará bajo dominio de la Corona de Aragón y la Sicilia continental formará el Reino de Nápoles bajo dominio angevino.

Los dos reinos resultantes están separados hasta 1442 cuando el Rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo conquista el Reino de Nápoles. El reino resultante pasaría a llamarse en adelante de Sicilia y Nápoles o de las Dos Sicilias. Sicilia se transformó en un territorio de latifundistas y terratenientes, lo que en el siglo XVIII originó un nuevo aporte siciliano a la historia, la Mafia, nacida como una organización de campesinos en pie de rebelión armada clandestina y permanente en contra de los latifundistas. Los reyes españoles heredaron Sicilia de la corona de Aragón y tras varias vicisitudes en 1815 Fernando I se autotituló Rey de la Dos Sicilias, su vasto reino comprendía además de las islas Nápoles e Italia meridional.
En el siglo XIX, Sicilia pasó a formar parte de Italia, cuando las Dos Sicilias fueron conquistadas militarmente por Giuseppe Garibaldi. Desde entonces, la historia siciliana ha estado vinculada estrechamente a la de Italia. Tanto es así, que durante la Segunda Guerra Mundial fue elegida por los Aliados para atacar Europa, en 1943.
En 1946 Sicilia alcanza la autonomía dentro de la nueva República Italiana. La Región Autónoma Siciliana desde entonces tiene su propio gobierno y parlamento regional.

El interés turístico se centra en localidades como Taormina (con su Teatro Griego, el Odeón, pequeño teatro romano, la Catedral y algunos palacios), Palermo (destacando el Palacio Normando y la Capilla Palatina, la Catedral y las iglesias de San Juan de los Ermitaños y de La Martorana) o el volcán Etna.
El principal atractivo de Messina es el Duomo o Catedral que posee el reloj astronómico más grande del mundo, compuesto por numerosas figuras animadas que indican las horas, los días, los meses, los planetas y las fiestas religiosas (a mediodía tiene lugar un espectáculo de sonido y movimiento). También se puede visitar la Fuente de Orión, el Museo Regional, La Iglesia de la Santa María y poco más.
La duración de la escala, 7 horas, es engañosa ya que se llega muy temprano (a las 7) y a las 13:30 ya hay que estar de regreso en el barco. La ventaja es que el barco atraca en un lugar muy céntrico.

Las excursiones más destacables de MSC cruceros son “Recorrido por la ciudad” con una duración de 4 horas por 40 €, “Taormina”, 4 horas, 49 € y “El Etna”, unas 4 horas por 48 €.
Por libre, se puede pasear tranquilamente por Messina con parada obligatoria a las 12 en el Duomo. Recorrer la ciudad en bus turístico por 9 €. O desplazarse en taxi hasta Taormina (entre 20 y 30 € por persona), a donde también se puede ir en tren de forma mucho más económica.

La escala:
¡Como no! Amaneció nublado en Messina. También estaba previsto. Además para el jueves estaba prevista lluvia así que nada nos podía sorprender. De momento la climatología no había alterado nuestros planes, veríamos lo que pasaba en Sicilia. Después de un, nuevamente, copioso desayuno, nos reunimos y a las nueve y media bajamos a tierra. No habíamos planeado ir al Etna, tampoco a Taormina. Iba a ser una jornada de relax, en la propia ciudad de Messina; una jornada previa a la maratón de Roma prevista para el día siguiente.

La zona de atraque de los cruceros está ubicada en plena ciudad, a un tiro de piedra del Duomo, nuestro objetivo del día. Sentía curiosidad por ver lo que pasaba en su torre a las 12 del mediodía. Nada más salir de la zona portuaria empezó a llover. Íbamos pertrechados con paraguas y chubasqueros y nos equipamos para afrontar las inclemencias meteorológicas.

Sin apenas darnos cuenta y después de atravesar las vías del tranvía y de recorrer un par de manzanas, llegamos a la Piazza Duomo donde fuimos inmediatamente asediados por una multitud de vendedores: de paraguas, de pañuelos, de paños de cocina y delantales decorados con motivos sicilianos, ... También nos acosaron niños y niñas pidiendo dinero.

En la propia plaza del Duomo tienen su origen el minibús turístico y un tren que hace un recorrido similar al del bus. Había dejado de llover y como en Malta, el sol empezaba a asomar entre las nubes para no abandonarnos en lo que restaba de escala. Lo primero que hicimos fue comprar los billetes del bus turístico. Mostrando los billetes del de Malta obtuvimos un descuento adicional al de grupo, en definitiva el trayecto salió por 10 € por persona. Había que esperar la salida de nuestro autobús por lo que aprovechamos para tomar café en un bar ubicado en la misma plaza, regatear con los vendedores y ahuyentar a niños y niñas.

El minibús turístico es un único vehículo que hace un recorrido doble: primero por la parte antigua y monumental y después por la moderna y comercial, por lo que no siempre baja todo el pasaje. La primera vez que paró no hizo falta pelearse con nadie: simplemente no había sitio para los 16. La segunda, Manolo tuvo que plantarse ante la puerta impidiendo el paso a un grupo que había llegado después que nosotros y que pretendía subir antes. Superado el obstáculo nos dispusimos a disfrutar del recorrido y a inmortalizarlo en foto y en video. Pasamos por la Via Garibaldi para seguir por la de la Libertad hasta el Museo Regional, regresamos por la Villa Mazzini y el Acuario. Paramos en la Plaza del Duomo y seguimos hasta el Viale San Martino donde se ubican las tiendas de lujo.

A las doce menos veinte nos encontrábamos de nuevo en la plaza. Una multitud se agolpaba expectante. A las 12 empezaron a funcionar las cámaras de todos los turistas. Campanadas, autómatas realizando sus evoluciones, música y sonido. No está mal, pero, por supuesto, no justifica la escala de un crucero. El espectáculo real está en la cantidad de gente mirando, con la boca abierta, las evoluciones de las estatuas metálicas que pueblan la torre. El problema es que no disponíamos de bastante tiempo como para arriesgarnos a ver otra cosa por libre. Por lo menos no, considerando que nuestro grupo era de 16 personas y que no es fácil mover al ritmo adecuado a tanta gente.

Finalizado el espectáculo nos dispusimos a realizar la visita al interior del monumento. Víctor y yo aprovechamos para subir a la torre (3,50 € cada uno) y disfrutar de unas espléndidas vistas de la ciudad, de su puerto y del continente italiano que parece estar ahí mismo (de hecho está separado de la isla por poco más de 3 kilómetros). El recorrido por los 350 peldaños de escalera de la torre nos dio la oportunidad de observar las tripas de los mecanismos que dan vida a los autómatas admirados desde el exterior. Finalizado el descenso nos reencontramos con el resto de nuestra gente y aun tuvimos tiempo de realizar la visita de la propia catedral.

El todos a bordo no era hasta las 14:30, pero queríamos comer en el restaurante así que fuimos paseando de regreso, aprovechando para gastar el tiempo que nos sobraba en las tiendas de recuerdos. En el tramo final hasta la entrada al puerto tuvimos la ultima oportunidad para comprar, a los mismos vendedores del principio de la jornada, los mismo productos que nos habían ofrecido (no sé si al mismo precio ya que no les hicimos ni caso).

A las 15:00 horas, después de comer y tomar café, me dediqué a contemplar la salida del puerto: la isla a un lado, el continente al otro, paisajes perfilados por la luz del sol y las sombras de las nubes, con un áurea de misterio propia de lo desconocido que me mantuvo hipnotizado hasta que la tierra desapareció en el horizonte.

A las 17:30 estaba previsto otro momento de observación: el Splendida iba a costear a un poco más de una milla la isla de Stromboli, formada por un volcán activo de algo menos de un kilómetro de altura. A las cinco de la tarde nos encontrábamos en el aqua park esperando el momento anunciado cuando el cielo se desplomó sobre nuestras cabezas. Todo el mundo se refugió en las zonas cubiertas, el bingo que estaba a punto de iniciarse también tuvo que trasladarse, una tromba de agua con fuertes rachas de viento campó por sus respetos. Curiosamente el movimiento del barco seguía siendo imperceptible, podía estar tranquilo: no tendría que sumirme de nuevo bajo la protección del camarote, tendido en la cama.

A las 17:25 apareció un majestuoso arco iris previo a un sol resplandeciente. Habíamos dejado atrás la tormenta, podíamos buscar una buena localización y esperar a que el Stromboli nos deleitara con una salvaje erupción, o en todo caso que eructara y nos ofreciera los gases de una fumarola.
Más de una hora pasé con la mirada fija en el volcán, viendo como la isla se acercaba, era flanqueada y finalmente se alejaba por popa. La cima de la montaña se hallaba cubierta de nubes por lo que si había algún tipo de actividad quedaba oculta a nuestra vista. La espera tuvo una pequeña recompensa cuando en un claro entre las nubes pude distinguir, durante unos pocos segundos, la oscura columna de una fumarola.

Con una mezcla de frustración por la poca visibilidad y de placer por la fugaz fumarola atisbada, abandoné mi puesto de observación, que ya se había vuelto inclemente debido al fuerte viento que azotaba la cubierta y me reencontré con el grupo.

Esa noche era la segunda cena de gala. Nos acicalamos convenientemente y a las 9 nos dispusimos a cenar. Nuestro turno de cena tenía asignado el espectáculo a las 23:15, dedicado a los grandes maestros de la pintura y denominado “Mirage”. Me dormí. Y no fui el único. A lo mejor no fue porque el espectáculo fuera malo, a lo mejor es que estábamos cansados. Por lo que se ve la vida en un crucero es dura. Supongo que lo es para el que trabaja, pero también lo es para el crucerista. A veces resulta agotadora. No hubo ni baile ni cóctel: directos a la cama.

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Viernes, 15 de octubre de 2010 / Civitavecchia/Roma

Viernes, 15 de octubre de 2010 / Civitavecchia/Roma


Localización: Mediterráneo Mediterráneo Fecha creación: 03/11/2010 18:42 Puntos: 0 (0 Votos)
Apuntes culturales:
Roma caput mundi (Roma capital del mundo). Así la bautizaron los propios romanos, cuando esta ciudad fue, durante siglos, la más importante, la más poblada y la más bella del mundo. En la actualidad es la capital de Italia y de la cristiandad, y aunque obviamente ha cambiado mucho, sigue conservando importantes vestigios de su impresionante pasado.

Según la leyenda la ciudad fue fundada en el año 753 a. C. por Rómulo y Remo, los cuales establecieron un régimen monárquico que duró hasta el año 510 a. C. Ya en el mismo acto de la fundación, Rómulo mató a Remo, lo que va a ser el primer precedente de una constante en toda la historia de Roma: el asesinato frecuente de magistrados y emperadores en el ejercicio del poder. De la época de la monarquía es poco lo que conocemos, casi todo cubierto por una pátina de leyenda. En cualquier caso la ciudad fue creciendo y fue recibiendo las influencias de dos importantes civilizaciones, la etrusca y la griega.

En el 510 a. C. es expulsado de la ciudad el último rey etrusco de Roma: Tarquinio el Soberbio. Ese mismo año se instaura la república (literalmente en latín: la cosa pública). Durante casi 500 años, Roma se va a gobernar con un sistema político copiado de las democracias griegas, con tres instituciones básicas: las asambleas, las magistraturas y el Senado.

Las asambleas (o comicios, como las llamaban los antiguos romanos), estaban integradas por el pueblo romano, y tenían como función principal elegir a los magistrados y aprobar las leyes.
Los magistrados, que eran funcionarios encargados de gobernar la república, tenían una triple característica; eran colegiados (se elegían dos o varios magistrados para cada cargo con idénticos poderes, de esta manera se intentaba evitar la tiranía), anuales (el periodo de vigencia en el cargo era de un año, las asambleas se encargaban de renovar anualmente casi todas las magistraturas, nuevamente para evitar la tiranía) y electivos (todos los magistrados salvo uno, el de dictador –que lo nombraba el senado en situaciones excepcionales- eran elegidos por las asambleas). Los magistrados más importantes eran los cónsules, ostentaban el mando del ejército y el poder ejecutivo.
El senado era un consejo formado por ex magistrados. Su nombre deriva de que casi todos ellos llegaban a formar parte de él a una edad ya avanzada. Aunque en teoría no tenía funciones ejecutivas sino solo consultivas, en la práctica se convirtió en el verdadero detentador del poder durante todo el periodo republicano; sus célebres senadoconsultos eran de acatamiento obligatorio para la república.
Durante los 500 años de existencia de la república, Roma pasó de ser una pequeña ciudadestado ubicada en el centro de la península itálica a dominar la casi totalidad de los territorios ribereños del mar mediterráneo, al que los romanos denominaron Mare Nostrum, y que en realidad constituía el centro de su imperio (mediterráneo significa en mitad de la tierra).

A finales de la república se puso en evidencia que las estructuras políticas diseñadas para gobernar una pequeña ciudad estado (las cuales ya hemos mencionado anteriormente), no servían para gobernar un vasto imperio que abarcaba casi todo el ámbito mediterráneo. El primero en comprender esto fue Julio César. César intentó convertir la república en una monarquía, pero su intento se vio abortado por su propio asesinato en el 44 a. C. Tras la guerra civil que se produjo a continuación, su sobrino-nieto, Cayo Octaviano, más tarde Augusto, se hizo con el poder absoluto y llevó a cabo el proyecto político de César, pero se cuidó mucho de proclamarse rey, había aprendido la lección política de su tío-abuelo. Fundó un nuevo régimen político: el principado. El princeps (o emperador, como lo llamamos nosotros) era sólo el principal ciudadano de la república, cuyas instituciones siguieron existiendo durante todo el imperio, pero vaciadas de competencias y de poder político. En realidad el imperio se convirtió en una monarquía hereditaria, a la manera de las monarquías helenísticas engullidas por Roma en los dos últimos siglos de la república, aunque sin rey formal.

Durante la primera mitad del imperio, hasta el 230 d. C., se sucedieron varias dinastías de emperadores (Julio-Claudios, Flavios, Antoninos y Severos), después, una profunda crisis en el siglo III, que casi acaba con el imperio y que esboza ya la Edad Media (del 230 hasta el 290), y por último un periodo final de decadencia, con el imperio ya cristianizado (del 290 hasta el 476). En cualquier caso durante el imperio, Roma concluyó las conquistas con el dominio de toda la costa mediterránea, y, sobre todo, asentó y consolidó en todo su territorio la civilización clásica, con el latín como lengua vehicular.

Con las invasiones bárbaras la ciudad entra en un periodo de crisis y de decadencia del que no saldrá hasta mil años después. En apenas doscientos años pierde el 98 % de su población (de un millón a unos 20.000 habitantes). Durante todo el periodo la ciudad es poco más que una aldea entre impresionantes ruinas que son utilizadas como canteras o como materia prima para los hornos de cal.
Con el Renacimiento Roma, convertida ahora en capital de la cristiandad, vuelve a convertirse en un importante centro artístico y cultural. Los papas, monarcas absolutos que gobiernan la zona central de la península itálica, actúan como mecenas de importantes artistas, como Miguel Ángel, Bramante y Rafael. La iglesia y la burguesía romana construyen imponentes palacios y suntuosas iglesias que rememoran el glorioso pasado clásico. Las excavaciones para construir los cimientos de estos edificios sacan a la luz impresionantes restos artísticos de la época romana, muchos de los cuales veremos en los museos vaticanos. Roma vuelve a ser caput mundi, ahora como sede de la cristiandad.
El Barroco (siglos XVII-XVIII) constituye un nuevo periodo de esplendor de la ciudad. El nuevo estilo artístico, que nace de hecho en Roma desde donde se expandirá a toda Europa, tiene aquí su máximo exponente. Arquitectos, como Bernini y Borromini, escultores como Bernini, y pintores como Caravaggio y los Carraci convierten la ciudad en un gigantesco muestrario del nuevo estilo.
Es en el siglo XX, cuando Roma recupera su papel como una de las ciudades más importantes de la Europa Occidental. Casa del gobierno Italiano, casa del Cristianismo por la presencia de la ciudad del Vaticano, y casa de una de las ciudades con riquezas históricas, culturales y artísticas, la ciudad atrae cada año a millones de turistas de todo el mundo para que sean testigos de todos los restos de la antigua Roma, y algunas obras de arte del Renacimiento y la era Barroca.

Roma es la ciudad de algunos de los monumentos más famosos del mundo, como el Coliseo o La Fontana di Trevi, es también la ciudad de las mil iglesias; una metrópoli caótica que es tan particular que alberga dentro de sí todo un estado –como es el Vaticano-; además de todo esto, es reconocida por ser capital de un país con una de las cocinas más populares a nivel internacional.
No se trata solamente de un conjunto de ruinas de la época del antiguo imperio, además es la mayor expresión mundial de arte barroco, sin olvidar la presencia de la arquitectura fascista de la primera mitad del siglo XX – cuyo más claro ejemplo fue la remodelación que tuvo lugar con la apertura de la Via della Conciliazione, larga avenida que permite observar San Pedro desde lejos, sustituyendo los callejones existentes con anterioridad en la zona.

Pero Roma son muchas más cosas: es un museo al aire libre, como muy a menudo se escucha, repleta de esculturas y fuentes preciosas en sus preciosas plazas, además de casi una veintena de obeliscos, traídos en su mayoría directamente de Egipto tras su conquista. Es también una de las ciudades más caóticas en cuanto al tráfico de Europa; es una capital que seguramente sorprende por la suciedad y el aspecto decadente de muchas de sus calles, por la irregularidad del firme, por la belleza de la práctica totalidad de los edificios.

Es la ciudad de las famosas siete colinas históricas, esto es: el Campidoglio, Aventino, Palatino, Celio, Esquilino, Quirinale y Viminale. Hoy en día, no obstante, se encuentran incorporadas a la capital otras elevaciones como el Monte Mario, el Gianicolo, el Pincio o los montes de Parioli, Sacro y Monteverde.
Por otra parte es un lugar para pasear y pasear: en la inmensa gran mayoría de las ocasiones merece la pena desplazarse caminando, pudiéndose aprovechar de este modo para conocer barrios, calles, fuentes y monumentos.

Merece la pena destacar el indudable carácter de ciudad del sur de Italia en muchos sentidos, aunque geográficamente se encuentre en el punto medio de la península Itálica, y aún tratándose de la capital del país. Este carácter, menos cosmopolita y más ‘pueblerino’, se respira a cada paso por la ciudad. El hecho es todavía más llamativo si tenemos en cuenta que dispone de casi 3 millones de habitantes, casi 4 con su área metropolitana, la más poblada de Italia.

Entre las excursiones ofrecidas por MSC se encuentran “Roma, recorrido clásico”, visitando los puntos más emblemáticos de Roma, con una duración de 9 horas por 95 € (incluye el almuerzo) y “Excursión libre por Roma”, para que cada cual a su aire visite lo que prefiera, la duración es de 9 horas y el precio 44 € (sin almuerzo y sin guía)
La alternativa, por libre, es adquirir un billete integrado (BIRG) que por 9 € nos proporciona ida y vuelta en tren desde Civitavechia hasta Roma y un uso ilimitado del metro. Ya en Roma se puede pasear a nuestro aire o utilizar el bus turístico (20 €) para visitar la Ciudad del Vaticano, la Plaza del Pueblo, la Plaza de España, la Plaza Navona, el Panteón, la Fontana di Trevi, la Plaza de Venecia, el Foro Romano, el Coliseo,...

La escala:
Madrugamos, desayunamos y a las 8, con el barco atracado en el puerto de Civitavechia bajo un cielo libre de nubes, ya estábamos casi todos listos para desembarcar. Ese casi todos hizo que hasta media hora después no pusiéramos los pies en tierra. El plan era recorrer el camino hasta la salida del puerto, buscar la estación de ferrocarril, comprar el famoso billete integrado y visitar tantas cosas como fuera posible en Roma. No nos acompañaban ni Mª Pilar, a la que no apetecía el agobio de la excursión, ni Mª Ángeles, que ya conocía Roma y prefería disfrutar del barco a sus anchas.

No había ningún letrero que indicara el camino de salida. La inmensa mayoría de pasajeros se dirigieron a los autocares de las excursiones organizadas por MSC. Nosotros empezamos a andar hacia la derecha. Murphy pasaba por allí, ya que después de recorrer toda la eslora del Splendida y la de otro crucero de similares medidas, observamos como arrancaba un autocar que, curiosamente, se dirigió hacia la izquierda.
- Me parece que vamos mal.- Informé al grupo.
Todos estuvieron de acuerdo y desandamos lo andado. Pronto descubrimos que la salida estaba hacia la izquierda y que al final de la hilera de los autocares de las excursiones se encontraban los autobuses que, gratuitamente, trasladaban a los pasajeros que iban por libre hasta el exterior del recinto portuario.

En la misma puerta encontramos una oficina de información que nos facilitó un plano de la ciudad y nos indicó el camino hasta la estación. Unos metros después nos encontramos con varios taxistas que ofrecían sus servicios y un mostrador donde pudimos adquirir el BIRG que por 9,00 € cada uno nos iba a permitir tomar el tren ida y vuelta hasta Roma y utilizar el ferrocarril metropolitano de Roma durante todo el día.

Llegamos al andén donde estaba estacionado el tren con destino Roma, en el momento en que cerraba las puertas para iniciar su salida. Los más ágiles llegamos hasta las puertas del último vagón que iban siendo abiertas por los que como nosotros llegaban justo a tiempo e impedían que el convoy arrancara de una vez. No quisimos correr el riesgo de que nadie sufriera un percance en la carrera hasta el tren y no nos parecía correcto mantenerlo inmovilizado hasta que llegara el último rezagado, así que anunciamos a voces que no hacia falta correr, que ya subiríamos en el próximo y nos dispusimos a contemplar como, definitivamente, se cerraban las puertas y el tren iniciaba su camino.
Aprovechamos para validar los billetes en las maquinas distribuidas por la estación. Estábamos ansiosos por llegar a Roma. La información que nos dieron en la oficina turística indicaba que había un tren con destino Roma solo 10 minutos después. Pero el folleto entregado en el punto de venta de los billetes anunciaba que el siguiente tren pasaba 41 minutos más tarde. Un empleado de la estación nos aclaró la discrepancia: trenes los había con la frecuencia dada por la oficina de información, pero el BIRG no era valido para todos y el siguiente tren que podíamos tomar con el billete adquirido era el que partiría 40 minutos después. De todas formas nos indicó que los demás trenes iban con retraso por lo que tampoco íbamos a ganar mucho de querer subir en uno anterior.

La hora anunciada era las 9:41. A las 9:20 se detuvo un tren en la estación. Por supuesto no era el nuestro, pero a las 9:30 alguien preguntó y alguien informó que ese tren iba a Roma. Dimos la voz de alarma y subimos todos para repartirnos como pudimos en varios vagones, ya que iba bastante completo. No me molesté en averiguar si ese tren era el que debíamos tomar ni si nuestro billete era valido para ese tren. Estoy convencido de que no, ya que partió antes de lo debido y llego a la estación de San Pietro solo 45 minutos después, un cuarto de hora más rápido de lo esperado y parando en menos estaciones de las previstas. Tanto es así que aprovechando el paso por el vagón de un revisor (que por cierto no revisaba nada), Manolo le preguntó por la parada de San Pietro.
- Es la siguiente.- Fue la sorprendente respuesta.
- ¿Falta mucho?
- Dos o tres minutos.
Teníamos un nuevo problema. Habíamos previsto que al arrancar en la penúltima estación del trayecto, nos levantaríamos para recorrer los vagones anunciando al grupo nuestra inminente llegada, pero ya no había tiempo para eso y además descubrimos, con horror, que los pasillos estaban abarrotados y resultaba prácticamente imposible recorrerlos con la gente preparándose para bajar.

El tren ya se estaba deteniendo y aún no habíamos conseguido contactar con nadie. Que todos nos pasáramos la estación y llegáramos hasta Roma Termini, no era preocupante: simplemente habría que hacer el recorrido planificado al revés. Lo preocupante sería que alguien se diera cuenta de que estábamos en San Pietro y decidiera bajar por su cuenta y riesgo. No quería vivir una nueva separación, con la de Malta ya habíamos tenido bastante. Manolo habló con el revisor que seguía bloqueado en la plataforma como nosotros. No se si fue a causa de las palabras de Manolo o, de todas formas ya estaba previsto, la cuestión fue que el revisor anunció, de forma sorprendentemente clara y audible, por megafonía la llegada a la estación de San Pietro.

Los que se dieron cuenta de la llegada avisaron a los demás y todos fuimos bajando. En el anden, antes de que el tren arrancara de nuevo, hicimos un recuento y comprobamos que estábamos todos.
Desde la estación se divisa la majestuosa cúpula de la Basílica de San Pedro. No había perdida. Además todo el mundo iba al mismo sitio, por lo que nos limitamos a dejarnos llevar por la corriente. Sin darnos cuenta cambiamos de país: ya estábamos en el Vaticano, ya podíamos empezar a admirar sus bellezas arquitectónicas.
- Por si nos separamos, a las once y cuarto todos junto a esa fuente.- Indicó Manolo señalando una de las dos fuentes ubicadas en la plaza de San Pedro.
María, nuestra cicerone, retomó el abanico del día anterior que de nuevo nos sirvió de guía y referencia. Mientras hacíamos cola, para pasar el control de seguridad de la entrada a la basílica, pudimos admirar la majestuosidad de las columnas y estatuas que jalonan la plaza. Una vez dentro del templo realizamos un rapidísimo recorrido que nos permitió contemplar “La Piedad” de Miguel Ángel, el espectacular Baldaquino de bronce de Bernini, las pinturas murales que en realidad son mosaicos, el cuerpo expuesto del Papa Juan XXIII, ... Siguiendo con atención los comentarios y explicaciones que tanto Manolo como María, conocedores de la Basílica, nos iban dando, llegó la hora acordada para reagruparnos.

La prisa era justificada: íbamos a pasar como mucho 6 horas en Roma y queríamos acabar en el Coliseo. No había tiempo para florituras. Las 6 horas las hubiera gastado exclusivamente en el Vaticano, pero había otros sitios que visitar. Una cosa ya me había quedado clara y solo había visitado el primero de los puntos programados: tenía que volver a Roma. Cinco días como mínimo, para poder empaparme de todo lo que esta ciudad significa, de todo lo que alberga.
Poco después de la hora convenida nos encontrábamos todos en el punto acordado. Frederic compró una pequeña bandera vaticana y se la dio a María para que sustituyera el socorrido abanico por un icono más adecuado.

Nos dirigimos en busca de la estación de metro que quedaba más cerca: Ottaviano – San Pietro. Nuestros billetes funcionaron a la perfección y nos franquearon las puertas de acceso al anden. Una rápida visión nos permitió descubrir la dirección que debíamos tomar y pocos minutos después salíamos a la calle en la estación de Spagna. Llegamos a la Plaza de España, compramos castañas asadas, ahuyentamos a las mujeres que nos regalaban hojas de la suerte, a los vendedores callejeros, a los recolectores de firmas de causas diversas, a todos esos que buscan ávidamente el dinero que descansa en los bolsillos de los turistas, para que pase a descansar en los bolsillos propios.

Íbamos un poco asustados por la fama de carteristas que hay en Roma, con nuestro dinero y documentación estratégicamente colocados, con nuestras bolsas y mochilas firmemente afianzadas. La verdad es que sí los hay yo no los vi y no sufrimos ningún percance en todo el día.
Subimos la escalinata por un lado y la bajamos por el otro. A mitad de camino compramos un par de originales camisetas. No creo que nadie las haya visto nunca: tienen una gran I, un corazón y la palabra ROMA.

Un trago de refrescante agua de la fuente que se encuentra al pie de la escalinata y de nuevo en marcha. Seguíamos a María que caminaba con su nueva enseña en alto, todos tras la bandera Vaticana. Pasando por la embajada de España y recorriendo una estrecha callejuela llegamos hasta la Fontana di Trevi. Al ser temporada baja en lugar de miles de personas solo había unos cientos, ¡menos mal! A empujones llegamos hasta el borde de la fuente y como pudimos tomamos las fotografías de rigor. Marga tiró una moneda, yo no. ¡Veremos quien regresa! Si, como espero, regresamos los dos, tendré la prueba evidente de que no es necesario tirar una moneda para volver. Si no, tendré que regresar para poder tirarla, ... aunque si regreso para tirarla, ya habré regresado, por lo que no hará falta que la tire ... creo que me estoy liando, mejor lo dejo estar.

La siguiente parada la hicimos en el Panteón de Agripa, aunque por el camino aprovechamos para comprar los obligados imanes y un par de pequeñas reproducciones de la Fontana y del Coliseo.
Unos andamios tapaban la fachada del Panteón, así que nos perdimos gran parte de su espectacularidad. Accedimos a su interior para contemplar la oquedad del techo, las rendijas de desagüe del suelo, los anillos de su estructura, los nichos y las ventanas.

No había posibilidad de remolonear, había que seguir adelante. Atajando en diagonal llegamos hasta la plaza Venecia. Me vi sorprendido por la espectacularidad de su blanco palacio, la escalinata que permite el acceso, los conjuntos escultóricos ubicados en el techo de la construcción, la estatua ecuestre del primer rey de Italia, Víctor Manuel I, la tumba del soldado desconocido custodiada por dos engalanados soldados, la llama siempre prendida,...

De camino hacía el Foro aprovechamos para comer. En un pequeño puesto nos hicimos con Pizzas y bocadillos, agua y cerveza. Un pequeño alto para descansar y saciar el apetito.

La ruta que nos llevaba hasta el Coliseo nos permitió contemplar las ruinas del Foro. Imposible absorber todo el significado, toda la historia que encierran aquellas piedras. Nos tuvimos que limitar a una visión fugaz con la promesa de volver para patearlas a fondo.

Finalmente el Coliseo. En realidad solo su exterior, atisbando lo que pudimos entre las rejas que bloquean el paso. Otra tarea para el futuro. Volver para recorrerlo por completo, para imaginar como fue lo que hemos visto en tantas películas: las luchas de los gladiadores, el desayuno de los leones, el público pidiendo sangre, César decidiendo con el pulgar sobre la vida y la muerte, ...

Las ultimas compras y de nuevo el metro, cuya parada se encuentra pegada al Coliseo, para llegar hasta la estación Termini, donde pudimos hacer uso de los servicios previo pago de un euro por persona.

Treinta minutos nos costó llegar hasta el punto de partida del tren que nos tenía que llevar de regreso a Civitavechia. 15 para encontrar un punto de información donde nos indicaran como ir hasta el andén adecuado y otros 15 para llegar hasta él.
Al cabo de unos minutos llegó un tren. Ninguna indicación, ningún letrero, nada que informase a donde se dirigía, ni en el andén ni en el propio tren. Pero la gente subía y preguntamos si paraba en Civitavechia. Nos informaron que sí y también subimos nosotros. A bordo tampoco había ninguna indicación de su destino. En un lateral un esquema de las estaciones de un recorrido donde Civitavechia brillaba por su ausencia. Volvimos a preguntar y nos volvieron a decir que ese era el tren que nos llevaría a nuestro destino. Entre todos lo preguntamos varias veces a distintas personas y siempre recibíamos la misma respuesta afirmativa.

El tren arrancó. A los pocos segundos una voz anunció por megafonía su destino, creo que se trataba de Pisa. Había leído que el tren de Pisa pasaba por Civitavechia, lo que faltaba por ver era que además parase en ese lugar. Acto seguido la voz fue enumerando las paradas, una de ellas era Civitavechia. Nos quedamos más tranquilos, aunque no pude dejar de pensar que a buenas horas llegaba la información, con el tren en marcha y sin posibilidad de vuelta atrás si la elección hubiera sido errónea.
Todos empezamos a echar cabezadas. Todos no, Maribel permanecía inquieta sufriendo por si nos pasábamos de la estación. Frente a ella estaba Víctor que cuando el tren paraba abría las ojos para confirmar que aún no habíamos llegado a nuestro destino, entonces Maribel se relajaba para volver a su inquietud en cuanto Víctor volvía a adormilarse. Estaba convencida de que perderíamos el barco, no sabía que viajamos con bastante tiempo de margen y pensaba que nos daríamos cuenta de la llegada a Civitavechia cuando ya el tren estuviera en marcha rumbo a la siguiente estación. Entonces habría que retroceder y cuando llegáramos al puerto ya sería demasiado tarde: el Splendida estaría navegando rumbo a Génova.

La situación estaba controlada. Esa mañana me había fijado que las dos primeras estaciones que habíamos pasado rumbo a Roma eran localidades costeras que incluían la palabra Marina o algo así. Cuando vi esa palabra por primera vez supe que faltaba poco, cuando la vi de nuevo supe que la siguiente parada era la nuestra. Llegamos sanos y salvos a Civitavechia y todos bajamos cuando el tren paró.

Más de uno se sorprendió cuando les dije que faltaba más de una hora para el “todos a bordo”, sin embargo era algo que siempre que se habló del día de Roma se había comentado. Había preferido jugar con ese tiempo de margen por si había la menor incidencia y por suerte no hubo que echar mano de él. Manolo y Frederic fueron en busca de una heladería para tomarse un helado, el resto nos dirigimos hacía la parada del bus que nos dejaría a pie del barco.

En vista del éxito de la jornada anterior, esa noche Marga y yo pasamos del espectáculo y después de cenar nos fuimos directamente al Aft Lounge para tomar una copa y bailar un poco. Después nos informaron que el espectáculo había estado bastante bien y que los que se durmieron fueron menos. Nosotros disfrutamos intentando, con más o menos éxito, bailar salsa, cha-cha-cha, bolero y bachata.
La jornada llegaba a su fin, estábamos cansados y nos acostamos.

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comment_icon  Últimos comentarios al diario MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)
Total comentarios: 10  Visualizar todos los comentarios
JOTAEME  JOTAEME  24/05/2012 12:37   📚 Diarios de JOTAEME
charucag, no entiendo la pregunta ¿a que te refieres?
Charucag  charucag  24/05/2012 14:01   📚 Diarios de charucag
La pregunta está contestada en tu diario, no la estoy haciendo.
Me refiero a que muchas veces el puerto está lejos de la ciudad y hay que coger un transfer si o si, o un bus.
Muchas gracias por tu interes.
JOTAEME  JOTAEME  25/05/2012 09:49   📚 Diarios de JOTAEME
Ok charucag, ahora entiendo el sentido de la frase.
A veces el barco te deja a pie del centro de la ciudad, otras (Marsella, por ejemplo) la distancia es acongojante.
Espero que disfrutes al máximo de tu crucero.
Mayte71  Mayte71  18/07/2012 20:54   📚 Diarios de Mayte71
¡¡¡ Me ha encantado tu diario¡¡¡¡........¡¡¡ y que razon tienes con lo de las maletas,alguna vez conseguiré poner solo lo justo¡¡¡
JOTAEME  JOTAEME  19/07/2012 08:40   📚 Diarios de JOTAEME
Gracias, Mayte71.
Respecto a las maletas yo no lo he conseguido y creo que nunca lo conseguiré.
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Fecha: Vie Abr 05, 2024 12:04 pm    Título: Re: Excursiones Cruceros Mediterraneo

Buenos días,
Alguien que haya estado en la escala de Souda Bay sabe que visitar que no sea Heraklion-Knossos?
Angegaca
Angegaca
Willy Fog
Willy Fog
11-09-2008
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Fecha: Vie Abr 05, 2024 01:23 pm    Título: Re: Excursiones Cruceros Mediterraneo

"Nury1981" Escribió:
Buenos días,
Alguien que haya estado en la escala de Souda Bay sabe que visitar que no sea Heraklion-Knossos?

Te refieres a Chania, no?

Por ejemplo:
loscrucerosdemarian.com/chania/

Nosotros atracamos en Heraklion, hace ya muchos años, fuimos en bus público a Knossos y en Heraklion vimos su precioso Museo Arqueológico Heart Aplauso y dimos una vuelta por el pueblo Aplauso

Saludos Amistad
Ángeles
Nury1981
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02-07-2022
Mensajes: 51

Fecha: Dom Abr 07, 2024 10:13 pm    Título: Re: Excursiones Cruceros Mediterraneo

Atracamos en el puerto de Souda, que según he leído está a unos 11km's. Y es que en Chania también hemos estado
Angegaca
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Willy Fog
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11-09-2008
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Fecha: Lun Abr 08, 2024 07:43 am    Título: Re: Excursiones Cruceros Mediterraneo

Pues no puedo ayudarte, nunca hicecesa escala y en Google me aparece Souda como Chania Ojos que se mueven es probable que no haya sabido buscar Guiño Mr. Green
A ver si alguien puede ayudarte Aplauso
Saludos Amistad
Ángeles
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11-06-2008
Mensajes: 273

Fecha: Dom Abr 14, 2024 09:41 am    Título: Re: Excursiones Cruceros Mediterraneo

"Nury1981" Escribió:
Buenos días,
Alguien que haya estado en la escala de Souda Bay sabe que visitar que no sea Heraklion-Knossos?

Yo creo que lo mejor sería hacer la playa de Balos Bay (en barco desde el puerto de Kissamos, dudo que alguien te lleve por carretera) o bien el día de playa en Elafonisi. Ambas son de las mejores playas (en mi opinión las mejores) de todo el mediterráneo. No sé las horas de escala que tienes, pero seguro que hay excursiones a ambos sitios...
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