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Un manto verde de arroz

Un manto verde de arroz ✏️ Blogs de Vietnam Vietnam

Vietnam, el pais de los Viet, es como un enorme manto verde de arrozales, de etnias, de montañas, bahias, templos, pagodas, tumbas y paisajes...I love Vietnam
Autor: Lwrence  Fecha creación:  Puntos: 4.4 (15 Votos)
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Hanoi

Hanoi


Localización: Vietnam Vietnam Fecha creación: 12/11/2010 14:30 Puntos: 0 (0 Votos)
Vietnam, es como un inmenso manto verde de arroz. Vietnam es como una coctelera de sabores, de olores, de perfumes. Vietnam es una idea traspasada a la realidad. Vietnam es un viaje, es el viaje, la experiencia.

La pacifica tierra de los VIet, me recibe con una bofetada de calor y de humedad. Es el peaje a pagar para disfrutar de unos lugares que tan solo existían en mi imaginación, y que ahora, comprobaré que son tan ciertos como la reconocida fama de su cocina.

La capital Hanoi, a punto para celebrar sus mil años de vida, está situada a unos 35 kilómetros del aeropuerto. 45 minutos por la llamada carretera principal, transitada por granjeros arrastrando carros con bueyes, por ciclistas, por peatones, por vetustas furgonetas y coches de lujo. Al lado de la carretera, las principales fábricas de electrónica mundial, realizan la rutina diaria de cientos de trabajadores uniformados entrando en riguroso orden en sus instalaciones. Rigurosidad soviética. La carretera termina en los suburbios de Hanoi, unos barrios que no ofrece una visión agradable de todo lo que después la ciudad enseña.

Casi 5 millones de habitantes, viven en una ciudad con más de de 2 millones de motos. Es una locura, andar por sus calles, atestadas de tiendas, de personas sentadas en la calle, de carros, de puestos de comercio, de escaparates que son una extensión de los portales, de gente, turistas, creyentes haciendo ofrendas, motos, miles de motos, y calor….mucha calor. Hanoi, la ciudad de la curva del rio, ofrece un abanico de lugares para visitar, que se ocultan entre las multitudes de motos que sin orden ninguno, inundan las calles…y las aceras. Los vietnamitas han aprendido a cubrir parte de su rostro con una mascarilla, para evitar la polución, el contagio o simplemente llamar la atención. Pero Hanoi no se cubre, se descubre al mundo.

La casa cinematográfica de Hanoi, presenta las jornadas de cine Vietnamita, y una selección de películas rodadas en el país, o bien sobre su historia, se exhiben en este mes de agosto del 2010. Vietnam ha aprendido de su historia, y ha sido capaz de contarla, sin pudor.

Descubrir Hanoi, es tener la mente abierta para soportar el trasiego sin fin, de personas que vienen y van, o que se ubican, quietas en los portales de las casas. El lago de Hoan Kiem, o lago de la espada recuperada, es el primer remanso de paz, dentro del bullicio en el que estoy. Si madrugo, podré ver a grupos de vietnamitas practicando Tai Chi, o de atletas que recorren la orilla del lago, todos en el mismo orden, en el mismo sentido, mostrando una organización soviética, aprendida a través de los años. Si la coreografía de las gentes me lo permite, puedo recrearme observando el templo de Ngoc Son, y preguntarme como se llega a él, pues su ubicación dentro de una pequeña isla dentro del lago, y sin conexión ninguna con tierra firme, es toda una curiosidad. El amanecer, con una ligera neblina que abraza el lago, proporciona una de las estampas más bucólicas de la capital. Aunque parezca mentira por su color, el lago está poblado de tortugas, que rara vez salen a la superficie, y dice la leyenda que aquel que consiga ver una, tendrá mucha suerte en la vida….

Si no vemos vietnamitas ejercitándose, seguro que veremos a parejas de novios, haciéndose fotos con sus vestidos de boda. Y la mayoría de ellas, terminan eligiendo para sus fotos, el puente The Huc, el puente del Rayo de Sol. Agua, árboles, un puente de madera de color rojo, neblina y novios. Postal bucólica que los lugareños conocen y cultivan.

Hay que traspasar el puente de madera, y entrar en el Templo de la Montaña de Jade, el Den Ngoc Son. Uno de los templos mas venerados de la ciudad, y donde los vietnamitas queman dinero a modo de ofrenda en unos cuencos de madera en la entrada. Dinero falso, pero dinero que hay que comprar con dinero auténtico. El humo de la ofrenda, se mezcla con el humo del incienso, y camuflan un poco el olor de papel quemado que inunda la entrada. Dentro, previo pago de 2 euros, una sucesión de varias salas, cada una con altares diferentes, con ofrendas a modo de alimentos, de bebidas, de tabaco, y de más dinero, pero esta vez dinero de verdad. Quizás los espíritus de la tierra, a los que está dedicado el templo, se empeñen en salir de noche, y recoger las ofrendas frutales que se depositan en unas mesas al borde del agua.
En los alrededores del lago, destaca la estatua de bronce de Ly Thai To, fundador de la antigua capital imperial de Thang Long. A los pies de la estatua, flores, incienso, y algo que aprendí que abunda en todo el país: Los bonsáis.

En la misma acera de tan ilustre personaje, se encuentra uno de los muchos teatros que ofrecen el espectáculo de las Marionetas de agua. El Teatro Thang Long, nos ofrece 60 minutos de música tradicional, de marionetas moviéndose por el agua en un guión fácil de seguir aunque no se entienda ni una sola letra de lo que se habla. Curiosa tradición milenaria, fiel expresión de una de las costumbres más antiguas de la cultura vietnamita. Dragones que escupen fuego, un relato con toques de tradición campesina, marionetas de madera que parece que floten sobre una inmensa piscina de agua, y en el aire, la sensación de ver un espectáculo único con una duración justa y apropiada. Las calles adyacentes al teatro de las marionetas, nos adentran al Barrio Viejo: la ciudad más tópica, la más comercial.

El barrio viejo, lleno de ruido, de actividad, de comercios… lleno de vida, es el barrio más autentico de todo Hanoi. Hace más de 700 años, los artesanos de entonces se fueron agrupando por zonas, en los alrededores del rio Rojo. Su misión, abastecer al palacio. Con el paso de los años, sus clientes han cambiado, y los productos de sus tiendas, son ofrecidos a los miles de turistas que como nosotros, se pierden por este caos organizado de calles y tiendas.
Motos, motos y más motos. Innumerables tiendas de motocicletas, se repiten sin cesar. Todas las marcas y colores inimaginables, se ofrecen en tiendas pegadas las unas a las otras. Un enorme bazar de dos ruedas…y de cascos.

La calle de los fabricantes de velas de barco, se junta con la calle de los marmolistas de lápidas. Los olores de las tiendas de pescado encurtido, camuflan las tiendas de especias. Puedo comprar cascos de moto en una interminable selección de colores pero con una forma única, peluches de todos los tamaños y formas, cafés, sedas, bambú, joyas, incienso, juguetes, camisetas, billetes falsos de papel, bombillas, zapatos, lacados, linternas de colores, y otros objetos inexplicables. Cada gremio, cada actividad, tiene su calle, tiene su espacio, ganado a la acera, pues las tiendas tienen las aceras como escaparates, y las motos como compañeras de decoración en sus puertas. Si algo llama también la atención, son las tiendas de moda oriental con maniquíes occidentales. Ropa de marca auténtica, fabricada en Vietnam. En las tiendas de vestidos de novia, los posibles clientes tienen que dejar los zapatos en la entrada y como si el templo del amor estuviera en su interior, hay que caminar descalzo entre sedas, rasos y terciopelos. Si quiero escapar de este laberinto de comercios, quizás quiera entrar en una de las numerosas agencias de viaje, que venden todos los billetes posibles, para todos los lugares donde se quiera ir.

La milenaria Hanoi es calle. Hanoi vive en la calle. Se come, se vende, se charla y algunas veces hasta se duerme en sus aceras. Si no se tiene bastante con las compras, siempre se puede recurrir al mercado de Dong Xuan, un edificio de tres plantas, que alberga el mercado más antiguo de la ciudad, y donde las telas se apilan en montones, y las dependientas se quedan dormidas sobre montañas de pantalones tejanos.

Vietnam, el país más importante de toda la península Indochina, goza de una excelente reputación culinaria. Y varios restaurantes en Hanoi, hacen honor a esa merecida fama. Las calles del barrio viejo, o las del barrio francés, ofrecen una excelente selección de locales, llenos de turistas, y con garantía sanitaria. Si no se tiene miedo a nuevas experiencias, cenar en uno de los numerosos restaurantes que sirven sus platos en la calle, es algo totalmente recomendable. Barbacoas callejeras, o mariscadas en plena noche, sentados en unos minúsculos taburetes a la orilla de un lago, sin luz, y con mosquitos como vecinos de mesa. Comida deliciosa, exquisita, aunque a veces los sabores, sean un tanto peculiares. Hanoi está salpicada de centenares de puestos callejeros de comida rápida, de dulces, de vegetales fritos envueltos en una espesa masa, de frutas, de bebidas, de sopas callejeras de impresentable apariencia y dudoso gusto. Hanoi es comida en la calle. La calle es comida en Hanoi. Y la mejor selección de restaurantes se encuentra en la calle Ma May:

El Tamarind Café, un local para turistas, donde te puedes dar un masaje, después de comerte unos postres deliciosos. O el 69 restaurant, un local de comida vietnamita exquisito. Si se desea algo más original, y menos glamuroso, se debe acudir a los restaurantes escuela de la cadena Hoa Sua School, donde jóvenes con alguna discapacidad, son educados y enseñados para trabajar en las cocinas o como camareros. Hay varios restaurantes en Hanoi de la misma cadena, y también por todo el país. Además la comida es buena y barata.

Hanoi es historia, es arte, es tradición. Hanoi es soviética. Y fruto de esa influencia es el culto a la personalidad del que fuera líder espiritual y político del país, y ahora convertido en casi un objeto de reverencia. Ho Chi Minh. El tío Ho.

Padre de la reunificación de Vietnam, aunque muriera sin verla realizada, sus restos mortales, embalsamados, reposan en el mausoleo que lleva su nombre. Su visita se realiza tras una liturgia de actos y costumbres. Con marcialidad militar, hay que adentrarse por el complejo y dejar cámaras de fotos y video en una consigna, dentro de un bolso. No se puede o no se debe hablar en la fila. Tras cruzar un enorme patio, todos en fila india, se accede al edificio, fuertemente custodiado por guardias con traje de gala, pero con armas de guerra, en silencio. Unas escaleras nos llevan hasta un piso superior, donde reposa el cadáver del líder vietnamita, con numerosos guardias custodiándolo. Tan sólo unos pocos segundos, para entrar, circular y desaparecer, en silencio, por otra puerta. El culto a la personalidad en su esplendor más auténtico. Y eso que Ho Chi Minh pidió ser incinerado.

Lo mejor del complejo, es el resto del mismo. Su explanada principal, donde los guardias no dejan acercarse demasiado para fotografiar la enorme mole con columnas del mausoleo. Los jardines exteriores, perfectamente cuidados, y los edificios adyacentes, como el edificio colonial del palacio Presidencial, la casa sobre pilotes, toda de madera y que servía de retiro al líder, o la preciosa Pagoda del pilar único. Esta pagoda es uno de los iconos de Hanoi, y como su nombre indica, se alza sobre una columna de piedra, en medio de un estanque de flores de loto.

La influencia francesa en Hanoi, es evidente. La antigua Indochina, resurge en cada esquina del barrio francés, y los mejores edificios están situados en este lugar. Los hoteles mas exclusivos, el teatro de la Opera, las embajadas, los edificios gubernamentales…y por todo el barrio y por los barrios adyacentes, las bicicletas vietnamitas convertidas en improvisadas tiendas ambulantes de flores. Jamás había visto bicicletas tan preciosas como esas. Flores andantes.

Casi en los límites del barrio francés, se alza la Catedral de San José, la iglesia católica más importante para los vietnamitas, y centro de reunión para la comunidad católica del país. Pero detrás de la Catedral, una pagoda. En Hanoi hay decenas de pagodas, de templos, de lugares de culto, de ofrendas, de reverencias….la pagoda de los embajadores, construida para recibir a los dignatarios budistas extranjeros, es una de las más populares de la ciudad. Sorprende ver, tanto trasiego de personas en un lugar de culto, no dejando espacio para las ofrendas, mientras el humo de los inciensos, y de los billetes quemándose se impregna en la ropa de cada uno. Una imagen curiosa, es ver a los monjes budistas, dirigiendo a los turistas, que como nosotros intentamos captar las imágenes de un altar lleno de imágenes de Buda. Una pequeña pagoda, que se llena muy rápidamente de fieles, turistas y humo. Templos y pagodas. Templos para rendir culto, pagodas para rezar.

El templo más espectacular de todo Hanoi, es el Templo de la Literatura. Edificado hace casi 1000 años en honor a Confucio, fue durante mucho tiempo un lugar dedicado al aprendizaje de los antiguos mandarines. Cinco patios rodeados de sus muros, cinco patios con cinco decoraciones diferentes. Entrada, 4 euros.
Hay que adentrarse en este templo con ganas de pasar un buen rato, y evitar saturarse de imágenes y altares. Tras la primera puerta, se van sucediendo los patios, un jardín, flores de loto a medio abrir en un estanque y césped bien cuidado. El tercer patio esta flanqueado por decenas de estelas, colocadas sobre pedestales en forma de tortugas de piedra. En cada estela, nombres de algunos de los estudiantes que pasaron aquí sus días. Tocar una tortuga, da buena suerte. Cuanto más nos adentramos en el templo, más altares y figuras encontramos. El templo de Confucio, destaca por sus adornos en color dorado y rojo. Su altar está flanqueado por estatuas de grullas colocadas sobre tortugas.

La sala de la música, la gran campana, o el tambor gigante situado en el fondo del templo, las torres, las puertas decoradas en sus techos con figuras de amenazantes dragones, las novias que vienen al templo a hacerse fotos, las tiendas de recuerdos con predominio de los objetos budistas, las ofrendas, los turistas despistados que se paran y estropean la mejor foto del día, los centenares de vietnamitas cargados con cestas de frutas, carnes, alcohol y tabaco como ofrendas a los budas del interior…y el calor, el omnipresente calor y la humedad….todo junto en un templo, en un lugar, en un espacio que perdérselo, hubiera sido un error.

Como otro error imperdonable sería no pasear por la orilla del lago Ho Tay, lago lleno de historias y leyendas, donde hoy unas barcas en forma de cisne sirven para navegar por el, y disfrutar de unas preciosas puestas de sol. En la orilla del lago, al atardecer, los murciélagos invaden el cielo, para cazar los numerosos mosquitos que pululan por el aire. En esta guerra alimenticia, me pongo del lado de los murciélagos, pues ellos no me acribillan tanto como sus victimas. En el extremo más oriental del lago, se ubica la pagoda de Tran Quoc, la más antigua de la ciudad. Llena de monumentos funerarios y de monjes por su jardín, es una de las más bonitas de todo el país. Su ubicación al lado del lago, la hacen merecedora de una visita. Y sobre todo cuando se comprueba que las luces del atardecer la dotan de unos colores únicos. Su interior, lleno de columnas, sus espacios abiertos y sobre todo la poca masificación que tiene, la hacen un lugar único para pasear e intentar encontrar un poco de calma, en esta bulliciosa ciudad.

La calma, también la podemos encontrar paseando por los caminos del parque Lenin, una enorme extensión de zonas verdes, que rodean al Lago Bay Mau, y que necesita con urgencia que la remodelación que se esta llevando, termine cuanto antes.

Si el tiempo lo permite, aún podemos adentrarnos en algún museo, y conocer algo más del arte, cultura o historia vietnamita. Me inclino por el museo etnológico, 1 euro la entrada, al oeste de la ciudad. Una casa étnica de las Tierras Altas, un Kinh me recibe. Tan importante e interesante es el exterior del museo, como el interior. Construcciones de edificios étnicos, inmensas canoas de tiempos inmemoriales, figuras de madera con simbologías eróticas, y jardines, muchos jardines.

En el interior, a través de dos plantas, se ubica una colección de trajes de las tribus de las montañas, tejidos, instrumentos musicales, de pesca, herramientas de trabajo e historia sobre sus costumbres. Interesante museo, aunque con mucha información condensada, que termina por saturar.
Me siento en un portal cualquiera. Ya parezco un vietnamita más. Hanoi vive en la calle, en los portales. Las casas de Hanoi, los edificios, altos y estrechos, “casas palillo” las llaman, largas, altas, estrechas, diferentes… si no se quiere andar por sus calles, siempre habrá un motorista que te lleve a cualquier lugar de la ciudad, si eres capaz de pronunciarlo en su idioma. Los mapas son indispensables en la ciudad del Dragón Volador. Hanoi enamora, seduce, enloquece, pero no te deja indiferente. Ciudad bulliciosa, enorme y contaminante. Pero con un espíritu propio que la desmitifica de las ciudades sin personalidad.

Hanoi es la primera esquina de un manto verde de arroz.


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Las tierras del norte de Vietnam

Las tierras del norte de Vietnam


Localización: Vietnam Vietnam Fecha creación: 12/11/2010 14:33 Puntos: 0 (0 Votos)

La forma más común de acercarse al norte del país, es a través de un ferrocarril que recorre los 350 kilómetros desde Hanoi a Lao Cai, en poco más de 10 horas. Un palizón de trayecto, que es el peaje a pagar para disfrutar del paisaje más espectacular de todo el país.

Los trenes a Lao Cai, parten todas las noches desde la estación central de Hanoi, que se convierte en los momentos previos a la partida, en un hervidero de turistas, de vietnamitas y de buscavidas de todas las condiciones que a cambio de alguna propina, se ofrecen a llevarte a al andén correspondiente, que está perfectamente indicado. Unas chicas vestidas con un traje azul celeste, son las únicas informadoras gratis en aquel lugar, y aún así, siempre hay alguien que se deja convencer por los agudos personajes nocturnos de la estación.

Los primeros momentos de travesía, se suelen pasar en el vagón bar, donde la obligación de consumir alguna bebida no impide que cada uno se traiga sus bocadillos y comparta experiencias con otros viajeros. Lo ideal, después de las risas y cervezas, sería intentar dormir en alguna de las literas del compartimiento para cuatro personas, pero esta fácil tarea, es casi imposible de ejecutar. El tren es una coctelera andante. No queda ni un solo tornillo de todo el tren, que no vibre con las sacudidas del trayecto, e intentar dormir, se convierte en la misión más imposible de todo el viaje. Pero estamos de vacaciones. ¿No?

Con los primeros rayos de sol, se llega a Lao Cai, punto final del trayecto ferroviario, y punto de partida de todos los viajeros que visitan las tierras del norte del país. Paso fronterizo con China, Lao Cai no posee ningún interés más que su mercado, o los alrededores de la animada estación de tren.
En unos 35 minutos se llega a Sapa, situada a poco más de 1600 metros de altitud, y donde el verde paisaje, inunda todos y cada uno de los rincones que nuestra visión pueda obtener.

Sapa, es una calle, la Cau May Street, salpicada de tiendas, de grupos étnicos, de turismo y todo ello envuelto en un manto verde de arrozales, de terrazas verticales, de campos de maíz, árboles, pastos y calor….Sapa es la puerta a los Alpes Tonkineses, morada de un increíble mosaico étnico, de pequeñas aldeas cada una con una personalidad propia…Sapa es un cruce de caminos para descubrir a pié, lugares donde los vehículos a motor no pueden acceder, y tan solo las botas de travesía sirven para andar entre caminos, rocas, riachuelos y barro. Sapa es un punto y aparte en Vietnam. Sapa es donde se puede reconocer la historia viva, real y cotidiana de un país.

Callejear por el mercado de Sapa, situado en un lateral de la calle principal, es adentrarse de nuevo en un jeroglífico de olores, de colores, y de visiones no muy agradables. Carne de perro troceada pero perfectamente distinguible, se ofrece al lado de otras carnes más habituales. Se puede ver como un tendero trocea una pata de caballo, con los restos sanguinolentos derramándose abiertamente, y al lado de él, un perro aun vivo, pasea tímidamente entre los otros puestos de carne. El pescado se ofrece encima de mesas de madera, y los que aun están vivos, se revuelven dentro de unas palanganas llenas de agua. Las moscas sobrevuelan por los manjares, y los tenderos gritan sus precios y ofertas. Dentro del mercado, en un ala aparte, hay numerosos puestos de comida, donde los lugareños se alimentan básicamente con una sopa de apariencia gelatinosa. En un saco cerrado, algo dentro del mismo, no deja de moverse, y nos preguntamos que animal, estará intentando salir de su cautiverio. Puestos de verduras, de frutas, de gallinas, de aves... Las diferentes etnias de los valles del norte, se pasean con sus retoños cargados a sus espaldas, y en un descuido de ellas, intento captar aquella imagen que me sirva para ilustrar un lugar.

En el piso superior del mercado, se encuentran las tiendas de ropa autóctona, de souvenirs, de bolsos de tela que supuestamente tejen las muchachas del lugar. Lo más curioso es poder ver como algunos vendedores, duermen encima de las prendas que tienen que ofrecer, mientras a su lado otros cosen, o sencillamente se dedican a intentar vender alguna prenda al turista. Las calles colindantes del mercado, las tiendas de ropa de trekking, de auténtica imitación, se hacen un hueco entre los restaurantes y agencias de viajes, de excursiones o los centros de masaje.

Callejear por la calles de Sapa, se convierte a veces en un ejercicio de valentía, para sortear a todas las mujeres de las distintas etnias que se acercan para venderte alguna de sus elaboraciones. Te rodean, te persiguen…. Y a veces parece ser que las palabras “no gracias” no las entienden. Mujeres ancianas, adolescentes, niñas…todas se acercan para que les compres, y como la vistosidad de sus vestidos étnicos llama la atención, una simple mirada nuestra, ya se convierte en el primer paso para intentar “abordarte”. Si la casualidad lo permite, es fácil ver una comitiva funeraria desfilando por las calles. Delante una banda de música, vestidos con inmaculados trajes blancos y tocando melodías propias del momento. Detrás de ellos, toda una legión de personas, abrigando con sus manos un ataúd sobre un carro tirado por bueyes y decorado con coronas funerarias de forma ovalada. Contraste entre la vida del turismo y el ocaso de la persona.

En la plaza principal de Sapa, al abrigo de la única iglesia cristiana de la localidad, se celebra todos los días el mercado de artesanía, o mercado turístico, donde se puede comprar libremente, sin tanto “acoso” como por las calles. Muchas de las vendedoras, hacen los trayectos desde sus aldeas hasta Sapa, a pie, por la noche, kilómetros a oscuras, para ganarse unas monedas con que subsistir. Algunas, duermen en los interiores de los puestos alineados dentro de la plaza principal de Sapa.
Sapa es la ciudad que da nombre a la región étnica por excelencia de todo Vietnam. Más de 50 etnias, habitan en las montañas del norte del país: Los tay, muong, dao, Hmong…

Si se quiere descubrir la magia de unos paisajes, se debe de andar por las aldeas cercanas, como la aldea Lao Chai. Emplazada en un valle de gran belleza, rodeado de terrazas de cultivo y de casas tradicionales, el trayecto hacia la aldea, se hace por medio de un sendero perfectamente preparado para caminar, y sorteando a las innumerables mujeres de la aldea, que acuden a Sapa, y que por el camino intentaran venderte algo.

Unos niños en edad escolar, ayudan llevando piedras a construir una escuela. Sus miradas son de una inocencia tan pura, que parece que sean imposibles. A tan corta edad, y ya trabajando. Niñas en edad adolescente, están sentadas en sus casas aprendiendo el arte del bordado. Unos conocimientos que serán parte esencial de su vida en estas tierras. Los principales productos que venden los aldeanos son bordados de distinta forma y color con hilos de seda. Todos se cose, todo se borda.

Llegamos a la aldea. Una hilera de casas, separadas por el cauce de un pequeño riachuelo nos recibe. Los miembros de la etnia Hmong negros, nos salen al paso para que entremos en sus casas y les compremos algún objeto, o una botella de agua. Un consejo. Que nunca falte el agua en una caminata, por pequeña que sea. El sol y la humedad, son importantes contratiempos si no se lleva la precaución de reponer agua en el camino. Loa Hmong negros, con sus trajes típicos tejidos de un color también negro, son mayoría en esta aldea. Algunos niños corretean descalzos encima de pequeños pilones de arena. Otros nos sonríen y nos saludan. Y nosotros tan solo podemos asimilar que dentro de tanta belleza paisajística, se esconda tan poca comodidad y progreso. Cabañas de madera con techo de paja, levantadas sobre un suelo bendecido por sus antepasados; campos de arroz, de maíz, de trigo, cultivados por los Hmong, nombre que en su idioma significa libre. Y libres son.

Casi pegada a la aldea Lao Chai, se encuentra la aldea Ta Van, de la etnia Giay. Las casas aun siguiendo el mismo patrón que las anteriores, tienen un punto más elaborado en la construcción, mejor acabadas, más decoradas y con una apariencia de estatus superior que también se observa en la elaboración y venta de su artesanía. Podríamos estar hablando de una etnia, algo más acorde con los tiempos en los que vivimos, pero sin dejar de lado las costumbres típicas de la zona.

Los paisajes seguían teniendo la monótona descripción de gran belleza. El verde de infinitas tonalidades, resaltaba por encima de cualquier color. Seguía estando en una acuarela paisajística increíble. Poco a poco, a través de un sendero perfectamente marcado, regresamos a Sapa. En la zona hay bastantes más aldeas para visitar, algunas de ellas, con una vida turística tan importante, que al descender del transporte, ya se tiene la “persecución” implacable de decenas de niñas, de adolescentes, de mujeres de todas las edades posibles, a la caza del dólar con patas que somos nosotros.
El acoso, es en algunos momentos irritable, y se debe recurrir, a la ignorancia más absoluta, para lograr que le dejen a uno en paz. Cuevas de difícil acceso para visitar, aldeas donde quedarse a dormir una noche y estar en contacto más directo con la población, puestos de confección de artesanía en el camino, al abrigo de un organismo para la protección y conservación de los modos de vida tradicionales de estos pueblos, caminos sin asfaltar que cruzan puentes, rodean aldeas y se adentran por los parajes mas inverosímiles, bueyes que recorren los caminos, guiados por niños de cortísima edad, terrazas de arroz, vegetación, paisajes, vida….La región más auténtica del país, se esconde al abrigo de los Alpes Tonkineses. Incluso, la neblina que suele siempre aparecer, se empeña en ocultar la zona, intentando sin éxito, preservarla de un turismo de masas, que lentamente empieza a dañar la zona.

Si uno lo desea, y después de cruzar más campos de arroz, con algunas tumbas en su interior, se puede llegar al rio Chay, y navegar en él por unos minutos, para ahorrarse un trozo de camino, y poder obtener otra visión del paisaje del norte del país.

La mejor manera de descansar en Sapa, si no se tiene ganas de ir de tiendas, es acercarse a cualquiera de los varios establecimientos que ofrecen masajes, tomar un pastel en alguna cafetería, o deleitarse cenando, en cualquiera de los muchos y buenos restaurantes del lugar. Si se está cansado de comida vietnamita, siempre habrá una auténtica pizzería italiana, servida por camareras vietnamitas. La pizzería Delta, es la mejor opción.

Una de las visitas mas típicas y tópicas en una excursión a Sapa, es la visita a alguno de los muchos mercados que se organizan todos los días, y aunque el de Bac Ha, es el que se lleva la fama, hay otros, no tan grandes e importantes, pero que ganan en autenticidad, y en menos aglomeración turística.

Nosotros nos dirigimos hacia el de Can Cau, a tan solo 9 kilómetros de la frontera China. Quizás como mercado, nos decepcionó algo, pues esperábamos más de él, pero aun así, las sorpresas, las curiosidades, las costumbres y los olores, no nos dejaron indiferentes. En este mercado se celebra una subasta de ganado, muy importante en la zona, y el colorido de los animales, mezclados con los llamativos colores de las etnias del lugar, hicieron del mercado una visita más aceptable de lo que a priori nos esperábamos.

Un peluquero espera clientes, mientras frente a el, las mujeres Hmong Flor, quieren vender especias o comprar helados. No se puede tener un descanso visual. Tanto por ver, que la memoria se colapsa rápidamente. En un piso o escalón inferior del mercado, se encuentra la zona de comidas, donde los vendedores y los compradores firman sus acuerdos, al abrigo de un buen licor de arroz, o fumando una especie de puro gigante de caña. La bebida también hace estragos en la zona, y algún vietnamita cae rendido en mitad del camino.

Si la borrachera no es de alcohol, sino de paisajes y colores, la opción más sensata es regresar a Hanoi, haciendo el trayecto de nuevo en la coctelera ferroviaria, intentar pasar el tiempo lo mejor posible en el tren, y llegar tan pronto a la capital, que nos de tiempo de acercarnos a ver alguna clase de Tai Chi, en cualquiera de los parques de la ciudad.


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DE TAM COC A HOI AN,   PASANDO POR HUE Y HALONG BAY

DE TAM COC A HOI AN, PASANDO POR HUE Y HALONG BAY


Localización: Vietnam Vietnam Fecha creación: 12/11/2010 14:38 Puntos: 5 (1 Votos)
A poco más de 100 kilómetros de Hanoi, pero a más de dos horas de viaje, se encuentra la llamada “Bahía de Halong de los arrozales”, Tam Coc. Un enorme paraje, cercano al parque Nacional de Cuc Phuong, cuya belleza tan sólo se aprecia en todo su esplendor, si se hace esta visita antes que a la auténtica Bahía de Halong.

Visitar Tam Coc, es armarse de paciencia y dedicarse únicamente a disfrutar de un paisaje increíble. Hay que navegar por las agua del rio Ngo Dong, a bordo de un pequeño bote de madera, impulsado por los remos, de una casi siempre mujer vietnamita, que va manejando las palas del remo con sus pies. El paisaje es de una belleza embriagadora, con unas rocas que emergen del agua, en medio de una exuberante vegetación y con el único sonido del chocar de los remos con el agua. Tam Coc, que significa las tres cuevas, es una larga travesía de casi dos horas, entre ir y venir, y en la cual se penetra en tres pequeñas grutas, de diferentes extensiones, y donde al final del trayecto hay que pagar el peaje de tanta belleza.

Vendedores con barcas, que no conocen el significado de la palabra “No” se te acercan ofreciéndote todo un surtido de bebidas, de comida o de bebidas para el barquero. En el trayecto de vuelta, los remeros aflojan un poco su ritmo, para intentar venderte manteles, camisetas u otras telas bordadas a mano. De nuevo la sensación de ser un dólar con patas, se apodera de uno, y empaña un poco la magia del lugar, que seguramente la masificación turística, terminará por estropear en breves años.
Surcar las aguas tranquilamente, observando los reflejos de las rocas en el agua, oyendo el silencio, o contemplando las insólitas tumbas que sobresalen en las orillas, es una imagen que se queda para siempre grabada en la memoria.

Si se quiere complementar la visita con algo de arquitectura, se puede visitar la Pagoda de Bich Dong, a tan sólo 2 kilómetros de Tam Coc, una pagoda acariciada por arrozales, convertida en lugar de culto para los vietnamitas.
Tam Coc, sería el paisaje del interior. La Bahía de Halong, sería el paisaje del país, la maravilla natural de Vietnam.

La Bahía de Halong, patrimonio mundial, lugar casi místico para los vietnamitas, es uno de esos lugares que toda persona debería visitar una vez en la vida. Las aguas verde esmeralda del golfo de Tonkín, salpicadas por más de 3000 islas, es sin duda alguna, la atracción paisajística más importante de Vietnam. Pero toda belleza, tiene un peaje y el de Halong Bay, es su masificación. Tras casi 4 horas de viaje desde Hanoi, se llega a un embarcadero, donde el principal problema es no perderse entre tanta gente esperando su barco para navegar. Es un pequeño caos organizado, donde hay que dejarse aconsejar por los guías, o intentar averiguar como se puede subir a un barco, y cuanto cuesta el viaje.

La masificación desaparece, en el mismo momento que somos ubicados en pequeñas lanchas transportadoras, que nos acercan a los barcos de madera anclados unos metros aguas adentro. Sustituimos las masas de personas, por enormes barcos de madera apiñados casi uno al lado del otro. La estampa mágica de la bahía, no ha aparecido aun, y me resisto a creer, que las fotos que he visto en decenas de portales de internet, o en catálogos de viajes, no las pueda yo ver en algún momento.
Poco a poco vamos alejándonos de Halong ciudad, y empezamos a surcar el paisaje mágico de la bahía.

Enormes rocas cubiertas de verde vegetación sobresalen del agua, en un arco iris de color verde. Más de 3000 rocas calizas para recorrer. Un laberinto.

Donde el dragón se sumerge en el mar, nombre vietnamita de la bahía, de una bahía refugio de piratas y soldados, de bandoleros, de personas anónimas que amparadas por la grandiosidad del lugar, se refugiaban en alguna de las rocas con cuevas en su interior, creadas por el azote de los vientos y la erosión del agua. Surcar por estas aguas, me trae a la mente pasajes de la película Indochina, donde un joven enamorado se refugia en alguna de estas cuevas.

El día no tiene su mayor brillo, y la lluvia que ha caído intermitentemente proporciona al ambiente una tenue neblina, salpicada de reflejos esmeralda de las aguas. Como si estuviera surcando un sueño, como si el cruzar por entre las formaciones rocosas que brotan de las aguas fuera un espejismo, nuestro barco echó anclas frente a la isla de Cat Ba. Y con unas pequeñas lanchas, nos dirigimos hacia la gruta de Hang Sung Sot, donde desde su entrada se tiene la mejor imagen concentrada de la bahía. El interior de la gruta, el inmenso interior perfectamente iluminado, muestra una seria de rocas, con diferentes formas, que la imaginación de cada uno le pondrá nombre. La más comentada y venerada por la población local, es una roca puntiaguda de forma erótica.

En los viajes de dos días por la bahía, después de la gruta, se tiene la opción de surcar las aguas a bordo de un kayak, y acercarse ligeramente a las casas de los pescadores que viven entre las aguas de la bahía y con las enormes rocas de piedra, a modo de resguardo. Las enormes barcas de madera, se sustituyen ahora por pequeños kayaks amarillos que sin rumbo fijo se adentran por las aguas de Halong Bay, buscando aquel rincón escondido y solitario que se convierta en la foto del día, mentalmente, pues las cámaras de fotos se quedan a buen recaudo en los grandes barcos.

Es fácil perder la noción del tiempo en este lugar, y que los minutos se conviertan en horas. Me siento partícipe de un paisaje. Me siento parte de un lugar que sabía que existía, pero no sabía que viviría. Pegarse un baño en estas aguas, es formar parte del lugar, es mezclarse con colores, temperaturas y sensaciones. Nado por el agua y mis ojos solamente son capaces de ver rocas, vegetación, barcos de madera…poesía en el paisaje. La temperatura del agua es tan perfecta, que tengo ganas de dejar mi cuerpo inerte, y ser arrastrado por alguna corriente que me deposite en cualquier playa artificial que vislumbro a lo lejos.

Se acerca la noche y dormir en alta mar, con el silencio de melodía y el agua de compañía es una experiencia cercana a la perfección, Pero antes de que las luces se apaguen, las diversiones en los barcos a modo de karaoke, harán que el tiempo pase volando, y las sonrisas aparezcan tan rápidas como algunos espontáneos de otros barcos.

Amanece en la costa norte de Vietnam. El sol no consigue dispersar las neblinas matinales que impiden ver la superficie esmeralda de la bahía. Amanece en el barco.
Me siento en la cubierta intentando captar todas y cada una de las imágenes que veo, de las piedras, del agua, del cielo, de los paisajes, de las gaviotas que revolotean buscando algo de comida…Si el sol, me hubiera acompañado, quizás aun seguiría allí. Una sola palabra describe el lugar: Único.

De vuelta a la realidad, y a tierra firme, me esperan de nuevo casi 4 horas de coche hasta la capital, donde un pequeño vuelo domestico me llevará hasta la ciudad de Hue.
El nombre de Hue, paz, en una derivación del vietnamita antiguo, y la ciudad se muestra ante mí como dos ciudades en una sola. Por un lado la Hue moderna, de rectas avenidas, con poco tráfico en comparación con la capital, de estética oriental pero con influencias occidentales, y por otro lado la Hue antigua, la histórica, la ciudadela. La ciudad, fue sede del poder imperial de la dinastía Nguyen desde mitad principios del siglo XIX, hasta mediados del siglo XX.

Para empezar un recorrido por la antigua capital del Vietnam, hay que sumergirse en un recinto de tan sólo 200 años de antigüedad, y más de 10 kilómetros cuadrados. La Ciudadela, edificada por y para gloria de los antiguos emperadores. Un enorme foso, rodea los cuatro largos y extensos lados de un recinto cuadrado, lleno de pabellones, palacios, templos, torres, puertas y cañones.
Hay que recorrer todos los espacios sin prisa, dejándose guiar por la intuición, entrando por cada puerta abierta y descubrir su interior, lleno casi siempre de altares, o fotos de los antiguos emperadores. Puertas que esconden salones a medio decorar, o que abrigan objetos de arte de inclasificable belleza. Escaleras, urnas dinásticas y más salas. La ciudadela hay que patearla, y buscar el abrigo del sol que no deja de brillar y de calentar hasta las cejas.

En los alrededores de la Ciudadela, siempre habrán ciclo taxis dispuestos a devolverte a la civilización, a cambio de algunas monedas negociadas de antemano.
La ciudad de Hue tiene Pagodas, templos y tiendas. Seguramente siempre se encontrará un lugar que visitar, o una imagen que llevarse de recuerdo, pero la actividad más recomendable e imprescindible, es visitar las tumbas de los emperadores a través de una navegación por el Rio del Perfume. Hay barcas que realizan este trayecto por grupos, pero lo más recomendable es alquilar una barca privada y establecer el orden y el tiempo de las visitas.

El río perfume, el Song Huong, cruza y parte la ciudad de Hue. En la orilla del rio, en el muelle fluvial de la calle Le Loi, se apiñan las barcazas esperando a sus clientes, siempre que la fiesta de “El Festival” no haga acopio de barcos, dejando únicamente unas pocas embarcaciones libres, que se aprovechan, económicamente, de la escasez de barcas disponibles. La ruta libremente marcada empieza por la Pagoda de Thien Mu.
Una torre octogonal de más de 20 metros de altura nos recibe a los pies de una pequeña colina. Sin proponérselo esta pagoda se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Si la torre que desde el rio emerge en una pelea de espacio con los arboles del lugar, es preciosa, el interior de la pagoda es sencillamente aun mas bello. Un pabellón hexagonal, con una campana de más de 2000 kilos, oculta unos cuidados jardines llenos de bonsáis y de un lago con varias flores de loto a medio abrir. El lugar es para pasear, sentarse en el suelo, y olvidarse del reloj.

Pero el tiempo, siempre es escaso cuando se tiene hambre de turismo. Y las tumbas reales diseminadas por lo largo del rio nos esperan. 7 tumbas se pueden visitar si se dispone de tiempo suficiente, pero si no, se puede hacer una pequeña selección de las más representativas, como la de Tu Duc, majestuosa tumba, a 3 kilómetros de la orilla del rio, y que unos vietnamitas con sus motos nos acercaron a cambio de una negociable tarifa. Las entradas a las tumbas cuestan poco más de dos euros cada una.
La tumba de Tu Duc, con pequeño lago incluido, es un enorme y silencioso recinto, lleno de escaleras, diminutas figuras de piedra, lápidas funerarias y calor. Los árboles que rodean el extenso perímetro, tan solo decoran el lugar, pero no calman ni un segundo el abrasador sol que las piedras recogen. Pabellones con grabaciones de mármol de los logros del emperador; un templo para rendirle culto; un sepulcro a salvo de ladrones; un patio lleno de estatuas, y sobre todo un estanque, con flores. Todas las tumbas guardan una similitud entre ellas, pero cada una es especial y diferente de las otras. Tu Duc, fue un acierto.

Pero sin lugar a dudas, la que más me impresionó, fue la tumba de Khai Dinh. De nuevo necesito las motos lugareñas para que me lleven al lugar, y ante mi, se alza el monumento funerario mas espectacular que yo recuerde. Distinta, grandiosa, impresionante…se agotan los calificativos para un lugar que será uno de los que más recordaré de todo el viaje.
Una treintena de escalones, me llevan al primer patio, flanqueado por varias estatuas de piedra de caballos, elefantes, animales mitológicos y mandarines. En un momento, parece que cobren vida y se pongan a desfilar por el ancho patio donde se ubican. Unas escaleras más y llego hasta el edificio principal, donde en un altar, se rinde culto al emperador. La sala llena de objetos y fotos de Khai Dinh, está decorada con diversos murales y estatuas de bronce. El interior es delicado, pero el exterior es majestuoso. La mejor tumba de todas. Espectacular la mezcla de barroquismo chino vietnamita.

Para terminar nuestro recorrido, nos dirigimos hacia la tumba de Minh Manh, una sucesión de templos, estancias y pequeños estanques, a ambos lados de unos patios y puentes que en línea recta, van marcando el sentido de la visita.

He visto 3 tumbas de 7. Pero creo que he acertado con la elección. De regreso a la ciudad, me relajo en el suelo de la barca, y dejo que el tiempo pase entre ríos, paisajes y más barcas que comparten el cauce. La antigua capital, me ha mostrado historia y tradición. Hue me ha sumergido en un cauce de piedras funerarias, de tumbas dignas de reyes, de exclamaciones y de asombro.
Decido emprender mi camino hacia Hoi An, haciendo una pequeña pausa en el Museo de la Escultura Cham, en Danang, que por poco más de un euro, me permite ver la colección más completa del mundo, de esculturas del reino Champa, que habitó estas tierras hace más de 5 siglos. El museo está repleto de estatuas con influencia de la India, y de sus dioses como Shiva, Brahma o Vishnu. Para los amantes del arte y de la historia, será un placer, para el resto de los visitantes, después de ver las dos primeras salas, el resto del museo empieza a saturar. Si no se tiene tiempo en visitar las ruinas de My Son, el museo sirve de pequeño sucedáneo artístico.

De camino a Hoi An, me detengo en una montaña especial. La montaña de mármol. Hasta hace unos años todo el mármol utilizado en el país, se extraía de aquí. Ahora esta piedra llega de China, pues si se agota el mármol de la montaña… ¿Qué se visitará? Entrada 3 euros.

Unas empinadas escalaras nos conducen a un primer nivel, donde la imagen de un Buda sentado, de un inmaculado color blanco nos da la bienvenida. A su derecha un pequeño templo que sirve de escuela floral a los alumnos de la zona. Me paseo por sus estancias, y me quedo asombrado de la rica decoración de las estatuas de alrededor. Mármol y más mármol, con ornamentos de distintos colores, decoran los trozos de escalera que me llevan a lo más alto de la montaña. Y empiezo a descubrir cuevas, estrechas y angostas cuevas, con varios Budas tallados en su interior. La poca luz que entra me sirve para localizar a decenas de murciélagos que están inmóviles en el techo. Descubro agujeros, entradas imposibles e imágenes budistas en rincones estratégicos. Me sorprende que hasta aquí, lleguen las ofrendas de los vietnamitas a modo de velas e incienso. Subo por escaleras naturales, trepo por trozos de pared, y en cada tramo descubro nuevas imágenes.

Podría perderme por todo el lugar, pero con la seguridad que siempre encontraría a un niño con una linterna que se ofrecería a acompañarme hacia la salida. En lo alto de la montaña, obtengo las mejores vistas de la ciudad, de la playa, de toda la montaña a mis pies, y de la futura construcción de establecimientos hoteleros.

La cueva más impresionante de todas es la cueva de Huyen Khong, parecida a una catedral e iluminada por una apertura a cielo abierto. Inmensa bóveda en un espacio circular, con varios mandarines esculpidos, que montan guardia en su entrada. Espectacular.
Las escaleras me llevan por un descenso salpicado de imágenes, vegetación y mármol. Regreso al coche y me dirijo hacia la idílica ciudad de Ho I An.

La ciudad fluvial de Hoi An, desprende encanto en cada esquina, en cada rincón. Su casco histórico y peatonal, es como un museo viviente de personajes curiosos, sastrerías, escaparates originales, casas típicas y tópicas y turistas buscando el traje de moda occidental a precio oriental.

Hoi An, Patrimonio Mundial por la Unesco, fue durante varios siglos uno de los puertos marítimos mas importantes de todo el sudeste asiático, y quizás como un recuerdo fruto de ese trasiego de mercancías, navíos, nacionalidades y personas, hoy sea la ciudad con más comercios por metro cuadrado de todo el país. Vestigios de aquella época, son las casas de los mercaderes chinos que se instalaron aquí. Las sastrerías de todo tipo, se mezclan con las tiendas de zapatos. Las tiendas de ropa, rivalizan con las tiendas de souvenirs y las agencias de viajes. Las cafeterías y los restaurantes ocupan los únicos espacios libres que quedan entre los comercios y las casas típicas de la zona.
El centro de Ho I An es una cuadricula de 4 calles, donde a determinadas horas del día, es patrimonio de peatones, y las motos y los coches, tienen prohibido su acceso. Por toda la ciudad se respira un ambiente tranquilo, que su zona peatonal se encarga de potenciar.

En todo Vietnam, la gastronomía ha sido deliciosa. Pero en Hoi An, es donde mejor he disfrutado de los platos típicos del país. Podría recomendar el Sakura, quizás el mejor de todos, con una cocina y una presentación exquisita. O el Café Restaurant Hong Phuc, donde desde su terraza se disfrutan de unas vistas preciosas al rio, y se come un pescado fresquísimo sobre una hoja de plátano.

Pero aparte de pasear por la ciudad, contemplar los colores del atardecer que se reflejan en el rio Thu Bon, y probar alguno de los restaurantes mas exquisitos de todo el país, en Hoi An es típico y casi obligado, visitar alguna de las decenas de sastrerías que tienen sus puertas abiertas. El procedimiento es simple y sencillo. Se entra, se hojea cualquiera de las muchas revistas de moda que hay en el interior de las tiendas, se elije modelo, tela, color, se toman medidas y en menos de 24 horas uno se lleva la prenda hecha a medida, y a unos precios irrisorios en comparación con lo que costaría una prenda así, en nuestro país. Cualquier prenda que quepa en nuestra imaginación, estará en nuestra maleta en tan solo unas horas.

Cuando nos cansemos de las compras, nos podemos dedicar a visitar las casas antiguas y típicas de Hoi An. Casas por delante, comercios por detrás. Muy parecidas entre si, las únicas que destacan por ser diferentes, son las casas de reuniones de algunas congregaciones chinas, o alguna pagoda escondida entre tiendas y sastrerías. En cada casa, seguro, que se nos intentara vender cualquier objeto típico del lugar. A mi modo de ver, me resultó más agradable ver las fachadas de los restaurante y de las sastrerías, que no el interior de las típicas casas antiguas de la ciudad. Hay varias opciones de visita, todas incluidas en un solo ticket de 4 euros de precio, pero hay que elegir las casas, o lugares que se desean visitar. No se puede ver todo, tan solo 5 lugares a elegir.
Si un lugar merece una obligada visita, este es el Puente Cubierto Japonés, recubierto de madera roja, de más de 400 años de antigüedad. Su exterior es más bonito que su interior, pero aun así hay que cruzarlo, y alcanzar otras partes de la ciudad que parece olvidada. Cuando cae el atardecer, los colores rojizos y marrones del puente, tienen un color especial. No hay que pagar peaje para cruzarlo, aunque algunas veces, algunos guardias, se inventen una tarifa de paso, que tan solo los incautos abonan.

Quizás por el puente, quizás por que la comunidad japonesa es abundante en la ciudad, quizás por algún otro motivo, todos los años se celebra un encuentro de japoneses en Hoi An, días en que la ciudad pierde parte de su encanto y se convierte en una marabunta de personas que entran y salen de todas partes.

Si esto ocurre, o si tan solo queremos disfrutar de unos momentos de paz, es recomendable alquilar una bicicleta y recorrer los 5 kilómetros que separan Hoi An, de la playa. Dos playas bañan la costa de Hoi An, Cua Dai, la playa turística y Tran Hung Dao, la playa local. A simple vista, nada distingue una de las otras, quizás algo más de semi oferta turística, más bien escasa en la primera, pero a años luz de una playa turística española. Pero esto cambiará muy pronto, pues enormes complejos hoteleros, se construirán en la zona, y la publicidad de ellos, se encuentra ya en los caminos que conducen a la playa. De momento, los únicos compañeros de arena, son unos muy pocos turistas y unos cangrejos blancos que parece que vuelen de lo rápidos que se esconden, cuando notan las vibraciones de nuestras pisadas.

De regreso a la ciudad, tomo otro camino para adentrarme en la ciudad por otro lado, y consigo ver como los pescadores, a bordo de diminutas barcas de pesca, van dando golpes a sus embarcaciones, para asustar a los peces. La imagen y los sonidos de los pescadores, es de las que no se olvidan.
Con un traje de más en mi maleta y con la sensación de haber aprovechado todos los minutos en Hoi An, me dirijo al aeropuerto de Danang, donde un pequeño avión me llevará a la ciudad de Ho Chi Minh.
Atrás quedan ciudades, historia y paisajes. Pero los recuerdos e imágenes que me llevo, harán que mi viaje siga transcurriendo por una sinfonía de recuerdos, que ningún compositor sería capaz de escribir. Al menos, que no visite estas tierras.




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comment_icon  Últimos comentarios al diario Un manto verde de arroz
Total comentarios: 8  Visualizar todos los comentarios
Universo18  universo18  12/11/2010 20:25   📚 Diarios de universo18
Es que tarda en subir la puntuacion unos minutos pero ya la contabilizo
B377sy  B377sy  15/11/2010 23:24
Me ha encantado tu diario!!! Muchas gracias por compartirlo. increíble.
Gamonaleros  gamonaleros  15/06/2011 02:06
buen diario..
Espitoni  espitoni  09/10/2011 10:09   📚 Diarios de espitoni
Buenísimo.
Ha sido todo un placer leerlo
Ficha_roja  ficha_roja  01/03/2012 14:44
Mucho mejor que Tam Coc es Trang An, es otro paseo en barco más largo también atraviesas varias cuevas, pueden ir más de dos en una barca y lo más importante, NO HAY VENDEDORES ACOSANDOTE
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Fecha: Mie Abr 03, 2024 04:00 pm    Título: Re: Viaje a Vietnam y Datos Recientes

Gracias a todos y a todas. La verdad es que no soy de combinar paises, por lo que si nos decidimos, haremos solo Vietnam
Multani
Multani
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04-09-2023
Mensajes: 13

Fecha: Mie Abr 03, 2024 06:41 pm    Título: Re: Viaje a Vietnam y Datos Recientes

Nosotros fuimos el año pasado a finales de Agosto y hasta a mediados de Septiembre, 3 semanas por libre y todo muy bien.

Tengo un diario bastante actualizado (ya que es del 2023) con precios, sitios y algunos tips de sitios concretos que al o mejor te pueden ayudar. Visítalo! XDD
mycena
Mycena
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08-11-2006
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Fecha: Mie Abr 03, 2024 06:45 pm    Título: Re: Viaje a Vietnam y Datos Recientes

Muchas gracias, Multani !
Astur7
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Super Expert
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18-08-2008
Mensajes: 579

Fecha: Jue Abr 04, 2024 11:26 am    Título: Re: Viaje a Vietnam y Datos Recientes

Hola, yo he estado en los dos paises, en Vietnam y en Laos, y la verdad que te recomendaria visitar solo uno de ellos, los dos países dan para viajar más de un mes y según mi opinión no merece la pena correr de uno a otro, tener el follón de cambiar de monedas, aduanas, etc, yo me centraria en un solo país, en cuanto a lo de ir en verano, pues ya sabes, mucha más gente, todo un poco más caro y no se como estará el tema del calor. Pero si no te queda otra pues eso.
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Fecha: Jue Abr 25, 2024 12:45 pm    Título: Re: Viaje a Vietnam y Datos Recientes

Recien llegado de Vietnam, solo hemos estado en Hanoi y Hochimin y aura 36-38 grados en hanoi 2 o tres grados menos.
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