![]() ![]() Nueva York y Washington DC ✏️ Blogs de USA
Diario del viaje realizado en mayo de 2009 a Nueva York y Washington DCAutor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (27 Votos) Índice del Diario: Nueva York y Washington DC
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Etapas 7 a 8, total 8
Nos levantamos en nuevas habitaciones del Hotel Roosevelt algo antes de las 9 de la mañana. Esta vez nos alojamos en planta 12, pero ya no disfrutamos con vistas a nada en especial: solo un simple bloque de oficinas con las luces encendidas día y noche.
Pese a haber pasado solo unas horas de nuestra visita consumista al Outlet de Woodbury, a mi pareja y a mi nos parece el momento adecuado de dar una segunda oportunidad a algo que nos defraudó en el primer viaje: los grandes almacenes Century 21. Dejando a mi suegro con su merecido descanso y a mi cuñado con ganas de navegar desde la biblioteca para comprobar precios de portátiles, tomamos el metro para volver a los aledaños de la Zona Cero. En la esquina de Cortland Street se eleva el edificio de Century 21, un centro comercial amado por unos y odiado por otros. En nuestro caso, el año anterior apenas duramos 5 minutos en su interior agobiados por lo poco espacioso de sus pasillos y el escaso orden de los cientos y cientos de artículos de textil que alberga. Esta vez intentamos adaptarnos a lo peculiar del lugar, y siguiendo las recomendaciones de otros visitantes llegamos allí relativamente pronto, antes de que las aglomeraciones supongan un problema en un local tan difícil de transitar. Parece que hemos acertado, ya que por lo menos esta vez somos capaces de empezar a mirar los percheros. Sin embargo, en su mayoría nos parece ropa algo desfasada en lo que a moda se refiere, y con unos precios sensiblemente más altos que los que encontramos en el día de ayer. ![]() Es posible encontrar alguna ganga debidamente de oferta entre las montañas de ropa, pero hay que tener mucha calma y paciencia para hacerse con ellas. Mi pareja no la tiene, y yo todavía tengo la suerte de encontrar un par de camisas con un precio decente y salir de allí sin las manos vacías. Antes de marcharnos visitamos la planta de artículos del hogar, atraídos por los comentarios acerca de la cantidad de relojes a precios ridículos disponibles allí. Los comentarios son ciertos, pero tras mucho darle vueltas, no nos decidimos por ninguno. Valga decir que tampoco somos dos habituales de los relojes de pulsera, por lo que nuestra visita era más por una cuestión de curiosidad que de necesidad. Son las 12 del mediodía cuando abandonamos la Zona Cero, y aprovechando que aún faltan un par de horas para reencontrarnos y comenzar nuestro "día turístico", nos dirigimos a la Rockefeller Plaza donde tengo una cuenta pendiente. Ahora sí, tras encontrármela ya cerrada el día que pasamos por delante, podemos entrar en la Nintendo World Store, la tienda oficial de la firma de videojuegos japonesa. La primera impresión es de decepción: si bien la primera planta dispone de algunas Nintendo Wii y Nintendo DS de exposición sobre las que echar unas partidas, la mayor parte de la superfície está invadida por los insufribles Pokemon y su enorme catálogo de merchandising. Videojuegos, llaveros, peluches, pegatinas... el paraíso friki, para el que le gusten esos bichos. ![]() Aprovecho una de las Wii libres para echar una partida al Punch Out, y pregunto a un empleado si es posible conseguir una batería de repuesto para la Nintendo DS. No tengo éxito, ya que al parecer no es un artículo que la compañía comercialice en tiendas físicas. Subo ahora a la planta superior, y la situación mejora un poco. Por lo menos aquí el merchandising es realmente de Nintendo, con camisetas y peluches de Mario, Luigi y el resto de la tropa. Sin embargo, aparte de esos dos tipos de artículo no hay mucha más oferta. La verdad es que no se que esperaba, pero con antecedentes como la tienda de M&M's (un local de tres plantas en Times Square con todos los articulos imaginables sobre los caramelos de chocolate), esperaba... algo más. Lo más destacable termina siendo una serie de expositores en la parte central de la planta superior, en los que se exhiben modelos históricos de la compañía, como todas las variantes de Game Boy del mercado, algunas rarezas en forma de periféricos de la Nintendo NES, o la más curiosa de todas: una Game Boy que sobrevivió un ataque de la Guerra del Golfo, notablemente dañada en su carcasa, pero todavía funcionando. ![]() ![]() ![]() Por aquello de llevarme un recuerdo de la experiencia, termino comprando un llavero con forma de mando de NES. Salimos de una a todas luces decepcionante Nintendo World Store y enfilamos el camino de vuelta al hotel, donde deberían esperarnos los otros dos miembros para comer y empezar nuestra actividad turista del día, que en este caso es adentrarse en Central Park. Tras pasar un rato en la habitación retirando etiquetas a todo lo comprado el día anterior, volvemos hacia la Grand Central Station para desplazarnos hasta la calle 64. Allí, a varias manzanas del lateral derecho de Central Park y escondido por una discreta entrada escaleras hacia abajo, tiene uno de sus locales la franquicia de hamburgueserías Jackson Hole. ![]() ![]() ![]() En un local con luz ténue y debidamente decorado con placas de carretera, carteles de cine y mobiliario de la América más clásica, toman nota de nuestro pedido los camareros, todos ellos de procedencia latina. Las hamburguesas y los nachos que nos traen pasan el aprobado, aunque por las referencias que traíamos creíamos que iba a ser algo mucho más... memorable. Si es de agradecer la sensación de estar en un lugar mucho menos turístico, con la única compañía de un par de mesas ocupadas por gente que si no son autóctonos, podrían pasar por ello. ![]() ![]() ![]() ![]() Con el estómago lleno, salimos a la calle para cruzarla en dirección este. Varias manzanas después, más de las que creíamos, topamos con la pared lateral de Central Park, prácticamente en la zona del Central Park Zoo. ![]() Empezamos a bordear el parque hacia el norte, como si nos dirigíeramos a la "Museum Mile", el tramo de Quinta Avenida copado por algunos de los museos más conocidos, como el Frick, el Guggenheim, o por supuesto el Metropolitan. Según avanzamos son visible desde la calle algunas zonas del zoológico, algo desangelado desde que gran parte de sus animales fueron trasladados al zoológico del Bronx. Tenemos ocasión de ver un grupo de llamas y, por supuesto, muchas ardillas, aunque no es necesario ningún zoológico para eso. ![]() ![]() Pero no nos dirigimos a los museos, si no a una parte concreta del parque. Antes de llegar a la Museum Mile, entramos en el recinto apareciendo a pocos metros de un lago oval. Éste es una de las principales bazas de Central Park: puedes llevar apuntados ciertos puntos de interés, pero paseando por su interior descubres que cada rincón bien merece pasar una tarde observándolo. ![]() Escarmentando de la experiencia del año anterior en la que cada vez que tomábamos un camino nos perdíamos, esta vez nos ayudamos de un mapa debidamente preparado desde casa. Con él llegamos fácilmente hasta la plaza de Bethesda Terrace, presidida por la fuente de Bethesda Fountain. La plaza está delimitada al norte por uno de los laterales de The Lake, uno de los lugares más populares de Central Park, con parejas surcándolo con botes de remos a cualquier hora del día mientras el sol acompañe. Es un lugar reconocible por aparecer en películas, como Solo en Casa 2 y Encantada, y también en series, como en Gossip Girl o Lipstick Jungle. ![]() Abandonamos la plaza por la izquierda, subiendo por un camino empinado que nos lleva directamente al Row Bridge. Éste es el puente que divide en dos partes The Lake, cruzándose bajo él. Desde aquí, mirando hacia el oeste, por encima de las copas de los árboles asoma el Dakota Building, el que en su día fue bloque de edificios donde se alojaba John Lennon, en un apartamento que todavía a día de hoy ocupa Yoko Ono. ![]() ![]() ![]() ![]() Nos hacemos algunas fotografías aprovechando que el día todavía parece darnos una tregua en lo climatológico, y seguimos caminando hacia el sur. esperando llegar al que será nuestro último destino del parque: Sheep Meadow. ![]() Tras un alto en el camino en uno de los cientos de bancos repartidos por todo el parque y debidamente custodiados por ardillas que deambulan libremente, alcanzamos la esquina noreste de Sheep Meadow. Traducible literalmente como "Pradera de ovejas", se trata de una enorme extensión de césped perfectamente cuidado en el que tumbarse y observar como los rascacielos asoman tras la copa de los árboles. ![]() ![]() Un cesped tan cuidado, que el año pasado no pudimos adentrarnos en él ya que el enorme tractor cortacésped no había acabado su ronda diaria. De ahí nuestro interés por, esta vez si, extender una manta de Iberia y dejarse invadir por el olor a hierba fresca en plena gran ciudad. Desgraciadamente, pocos minutos después de nuestra llegada finaliza nuestra tregua con el cielo y las primeras gotas hacen acto de presencia. Es hora de abandonar el parque, y mi pareja y mi suegro se deciden por volver al hotel a descansar, con la sensación del deber cumplido y nada pendiente por visitar. Mi cuñado y yo, sin embargo, tenemos otra mentalidad en lo que respecta a los viajes, y decidimos aprovechar algo más el tiempo. Dado el creciente interés de mi cuñado por conseguir un ultraportátil, nos dirigimos a otro de los puntos de visita obligada para los apasionados de la tecnología: la B&H Photo Video Superstore. B&H es un negocio judío con varios locales, estando el más grande que ellos en el Midtown de Manhattan, a pocas manzanas del Madison Square Garden. Su popularidad atañe especialmente al sector de la fotografía, aunque también incluye en su catálogo una amplia variedad de artículos de informática en general. ![]() Alcanzamos la tienda, con sus inconfundibles empleados y su infraestructura de cintas transportadoras captando todo el protagonismo. Subiendo una planta alcanzamos la sección de informática que, esta vez si y al contrario que el año anterior, dispone de bastante género de ultraportátiles en exposición. El modelo que estamos buscando, el MSI Wind 123, está allí esperándonos, y pasamos un rato estudiándolo a fondo, todo el que nos permite el horario de la tienda, que cerrará en unos 20 minutos. Saliendo de B&H, mi cuñado empieza a fraguar la decisión de no comprarlo a la espera de la nueva hornada de ultraportátiles algo más grandes y potentes que se avecina dentro de un par de meses. Yo, sin embargo, eternamente preocupado por la duración de la batería y el peso de mi HP 2133, empiezo a meditar la opción de comprar por segunda vez en portátil en Nueva York. Las dudas alcanzarían su fin a la mañana siguiente. Volvemos hacia el hotel, pero ya que somos los dos miembros del equipo a los que menos nos pesan las piernas, decidimos hacer parte del camino a pie, disfrutando de la ciudad. Llegamos así a la entrada sur de Times Square, un punto que, aunque resulte extraño dado nuestro entusiasmo por este lugar, nunca habíamos llegado a conocer. ![]() ![]() ![]() Entrando por este lado tenemos a tiro de piedra la comisaría de policía, así como el centro de reclutamiento de los ejércitos de los Estados Unidos. En una acera contigua, una de las típicas tiendas de souvenirs que pueden encontrarse a pares en este tramo de Broadway. Aprovecho para comprar un encargo familiar y, a pocos metros tras haber abandonado el local, el hombre que vigila la entrada y salida de clientes me alcanza por la espalda para devolverme un dólar que se me había caído. ![]() ![]() ![]() ![]() Llegamos ahora a la altura del Hard Rock Café y a la columna de pantallas televisivas del sur. Otra vez más, en Times Square. Y otra vez más esa sensación de poder pasar allí horas y horas, hipnotizado por los sentidos de la vista y el oído. Pasado el hechizo inicial, nos damos cuenta de algo en lo que no habíamos reparado hasta ahora: aquí faltan coches. Meses atrás, se anunciaba el proyecto del alcalde Bloomberg por el que gran parte de Times Square quedaría cortado al tráfico, pasando a ser mayoritariamente peatonal. Hoy es el día cero del proyecto. Algunos de los tramos que horas antes seguían ocupando los vehículos, están ahora cortados y ocupados por butacas de playa. Evidentemente, ahora es posible estar mucho más ancho mientras das vueltas y vueltas mirando alrededor. Aunque reconozco que el incesante paso de taxis, coches y limusinas, también daba su encanto al lugar. ![]() ![]() ![]() Volvemos hacia el hotel tras una última parada en un local de Best Buy, otra de las más conocidas cadenas de electrónica del país. Nos encontramos en la habitación descansando, pensando como podemos invertir las horas que nos quedan antes de nuestro último sueño del viaje. El avión de mañana despega a las 9 de la noche, por lo que nos interesa apurar algo más la noche de hoy y despertar relativamente tarde al día siguiente. Decidimos ir a cenar a algún deli que no hayamos visitado ya, y posteriormente volver a Times Square sin más iluminación que la de las pantallas, estando presentes todos los miembros. No nos cuesta mucho encontrar un deli más desconocido hasta el momento pero con buena pinta. El encargado abre para nosotros toda la planta superior, que permanecía cerrada ante la ausencia de clientes a esas horas de la noche en un día laborable. Volvemos a ratificar nuestra opinión de que los delis son el compañero perfecto de viaje, y tras una comida sin prisas vamos hacia Times Square. ![]() ![]() Otra vez el hechizo. Nos plantamos a la altura de la tienda de Toys 'R' Us. Ya está cerrada, pero a través de sus ventanales podemos ver la noria que alberga en su interior. Aprovecho mi última ocasión del viaje para comerme un perrito caliente en Times Square, todo un ritual. ![]() ![]() ![]() ![]() A los pocos minutos, junto a la comisaría, el destello de toda una cola de vehículos de policía nos deslumbra. Se trata de un pequeño espectáculo que representa el cambio de turno de guardía. Todos los vehículos activan sus luces giratorias, para al cabo de unos minutos emprender la marcha hacia sus destinos. Se trata de otro reclamo de tantos para turistas, y cumple su cometido. Alcanzamos la 1 de la madrugada cuando abandonamos Times Square. Pocos minutos después ya estamos en nuestras habitaciones, preparando en la medida de lo posible el equipaje para el día de mañana. A las 12 del mediodía deberemos haber dejado las habitaciones y entregado nuestro equipaje en la consigna. No tenemos ningún plan para el día siguiente, asi que nos limitaremos a dejar todo listo y luego ya improvisaremos. Nos vamos a dormir alrededor de la una y media de la noche. Nuestra última noche a este lado del Atlántico. Etapas 7 a 8, total 8
Más tarde que nunca, pasadas las 10 de la mañana, empieza en Manhattan nuestro último día en los Estados Unidos. Dentro de poco menos de 12 horas un Airbus con la serigrafía de Iberia despegará de las pistas del JFK para terminar con nuestro viaje y volver a casa.
El último día se antojaba extrañamente tranquilo. Nada de agobiarse por tener las horas contadas para visitar cosas que hayan quedado en el tintero. Nada de lamentarse por haberse quedado con las ganas de hacer algo en los días anteriores. En gran parte, todo nuestro plan había salido a pedir de boca y habíamos hecho lo que planeamos hacer, ni más ni menos. No era, por lo tanto, un día pensado para hacer ningún derroche que engordara las cifras del viaje. Pero uno tiene su alma de enamorado de la tecnología, y hay impulsos que ya no se pueden controlar. No es muy ortodoxo comprarse dos portátiles en Nueva York en un intérvalo de menos de un año. De hecho, tampoco es muy ortodoxo visitar en vacaciones Manhattan dos veces en menos de un año. Pero el caso es que, tras jugar con el caramelo que suponía uno de los últimos ultraportátiles del mercado, en el último día tomé la decisión de tirar la casa por la ventana y buscarle un sustituto antes de lo esperado a mi compañero de viaje hasta el momento. Pero eso vendría más tarde. En primer lugar, aprovechamos nuestra última mañana para pasear por última vez por Times Square, despidiéndonos de ella hasta quien sabe cuando. Mi pareja aprovecha la ocasión para entrar en la tienda Levis de dicha localización, pero sale con las manos vacías. En un año, el problema de las tallas parece haber extendido. En julio de 2008 no hubo una sola ocasión en la que nos quedáramos con ganas de comprar alguna pieza de ropa por la escasez de tallas. En esta ocasión, ocurrió varias veces. Antes de las 12 volvemos hacia el hotel. Las maletas ya están casi listas y pasado el mediodía, momento en el que debe abandonarse la habitación, bajamos el equipaje hasta la consigna para guardarlas allí durante el día a cambio del ritual de la propina al botones (un dólar por maleta). Cabe mencionar que aunque pasase la hora teórica para desalojar el cuarto, nadie nos llamó a la habitación ni nos dijo nada al salir, por lo que asumo que siempre se otorga cierto margen a los huéspedes. Salimos otra vez a la calle 45 y esta vez tomamos el metro hacia el sur. Días después de la primera visita, volvemos a J&R Electronics. Esta vez para no salir de allí con las manos vacías. Por 349$ (unos 280 euros al cambio de ese día) me agencio un MSI Wind U123, ultraportátil de reciente aparición con pantalla de 10.1 pulgadas, procesador Atom N80, batería de 6 celdas con una autonomía de entre 4 y 8 horas... vaya, una mejora notable respecto a mi HP 2133 en todos los sentidos, y prácticamente por la mitad de precio del que supuso éste el año anterior. ![]() ![]() ![]() Un mes después, no podría estar más satisfecho de mi decisión. El HP 2133 permanece aparcado en un estante, por no querer malvenderlo a un precio muy inferior debido a cómo ha evolucionado el mercado de ultraportátiles desde su irrupción hace un año. Quizás algún día le pueda encontrar algún uso. Salimos de J&R y lo único que tenemos en mente es buscar un sitio para comer. Ya que estamos en los aledaños del ayuntamiento, callejeamos en busca de algo nuevo, en lugar de volver a los locales ya conocidos de los alrededores del hotel. Encontramos el último deli de nuestra aventura un par de calles más allá de Park Row. Comemos mientras desempaqueto mi flamante compra para ver que está todo en orden. Cuando salimos del deli son alrededor de las 15:00. Mi cuñado quiere hacer un último intento para encontrar una placa de matrícula de Nueva York que sea "real", y no los típicos souvenirs sin ninguna autenticidad. Por otra parte, mi pareja quiere darle una última oportunidad a Levis y visitar la tienda del SoHo, en la que estuvimos en nuestro viaje anterior. Nos dividimos acordando estar algo antes de las 5 en el hotel para tomar ya el camino hacia el aeropuerto. ![]() ![]() La visita a Levis en el SoHo no es mucho más fructífera que la de su homónimo en Times Square. El mismo problema de tallas. Justo al lado, la tienda de Armani Exchange me recuerda que los mejores tejanos que he tenido en mi vida, también eran sensiblemente más caros que la media, incluso en dólares. Esta vez no. Estamos de regreso en el hotel alrededor de las 4 de la tarde, una hora antes de lo que tenemos planeado para salir hacia el aeropuerto. Una hora antes, en la ciudad de Roma había comenzado un partido que tenía pendiente a toda la Europa futbolística. Aquí, como era de esperar, es algo casi anecdótico a lo que solo se le presta atención en locales muy concretos. Por fortuna, el bar del hotel tiene un gesto sintonizando la ESPN y puedo ver la segunda parte de la final de la Champions League. El Barça ya está ganando por 1 a 0 al Manchester United. Junto a mi en la barra, un aficionado del Manchester United mira hacia el televisor con pocas esperanzas. No necesitaba llevar la camiseta de su club para identificarle: se le notan los orígenes a leguas. Bromeo con él y parece llevar bien la derrota. Al finalizar, con 2 a 0 en el marcador, reconoce que el Barça ha ganado merecidamente y se va, con una alegría menos de las esperadas. ![]() Son las 5 cuando Puyol levanta el trofeo en el palco del Olímpico de Roma. A muchos kilómetros, nosotros ya estamos hablando con el empleado del hotel encargado de pedir taxis. Nuestra primera opción era usar el metro combinado con el tren lanzadera del aeropuerto, pero llevamos muchos bultos y lo que más nos horroriza es un transbordo que debemos hacer antes de llegar al JFK. El empleado nos dice que la tarifa es de unos 50 dólares, sin ningun cargo adicional por peajes. Tras meditarlo tomamos la carta del taxi, y en 10 minutos lo tenemos listo. No es un taxi amarillo. Dudo de que realmente fuera un taxi. Un Lincoln negro con acabados de cuero y un rosario colgando del retrovisor central. El conductor, con nosotros ya dentro del coche, echa un vistazo en las cuatro direcciones del cruce antes de ponerse al volante. Minutos antes, observaba como se daba un fuerte apretón de manos con el encargado del hotel, escondiendo entre sus manos algo más que amistad. Evidentemente se trata de un servicio no oficial por el que deberían responder ante las autoridades, probablemente debido a quejas de los taxistas "de verdad". La cuestión es que, desde nuestro punto de vista, no podíamos tener ninguna queja respecto al servicio. El conductor, quién sabe si residente en Queens, sortea los atascos con maestría tomando desvíos y calles fuera de cualquier camino oficial. Vamos bordeando el camino principal desde Queens, observando como dejamos atrás incontables colas cada vez que se unían dos carreteras o había un peaje. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Llegamos al aeropuerto al cabo de una hora, justo lo que nos prometieron tanto el encargado como el conductor antes de salir. Facturamos el equipaje, que en ningún caso excede el peso máximo permitido sin tener que pagar un extra. Pasado el arco, mi pareja echa mano de la lista de cosméticos y perfumes y entra en los Duty Free del aeropuerto, el lugar más recomendable para ese tipo de compras. Los demás nos dirigimos hacia la puerta de embarque. ![]() ![]() ![]() A las 20:30, de forma puntual, se abre el embarque para el vuelo de Iberia. Todavía en la terminal, observamos algo de revuelo dirigiéndose hacia la puerta. De entre la muchedumbre aparece un hombre alto, de piel oscura, ojos intensos y pelo corto rizado. Viste elegante, con camisa azul y corbata roja. Es la viva imagen de Barack Obama, pero no es él. En realidad se llama Manuel, es cubano y residente en Madrid. En algunas televisiones españoles ya ha aparecido como "El doble de Obama". ![]() ![]() La gente no para de pedirle fotografías y autógrafos, a los que él siempre responde con una sonrisa. Siento algo de lástima por él, y cuando al entrar en la cabina del avión me dirijo hacia los baños se coloca justo detrás de mi. Aprovecho la ocasión para saludarle y darle algo más de conversación de la que debe estar acostumbrado. Le pregunto por su día a día y parece agradecer que alguien se acerque a él para algo más que una foto para presumir. Me cuenta varias anécdotas de sus viajes entre España y Estados Unidos. Al finalizar, me pareció hipócrita pedirle una foto como hacían todos, así que todo el recuerdo que tengo es alguna foto borrosa que hizo mi cuñado desde la distancia. El vuelo de regreso, por fortuna, tiene una duración menor al de ida, por lo que en parte compensa la sensación por la que uno toma conciencia de golpe de todo el agotamiento provocado por el viaje. Sin embargo, aún nos quedaba el tramo que más pereza nos daba de todos: hacer escala en Barajas antes de llegar a Mallorca. ![]() Poco antes de aterrizar en Madrid, sobrevolando ya la península, dos auxiliares de vuelo empiezan a repartir unos papeles a todos los pasajeros. En uno, se indican consejos y el plan de actuación a seguir en caso de sospecha de haber contraído la Gripe A. En el otro, te exigen los datos de contacto para notificar cualquier eventualidad provocada entre el resto del pasaje. Habíamos olvidado por completo la Gripe A. Los medios estadounidenses le dedicaban el tiempo justo en los noticiarios, y por la calle solo muy de vez en cuando se veía a algún asiático aprovisionado de mascarilla. Pero esto es España y ya nos conocemos... ![]() Tras seis horas de avión y con los relojes ya ajustados a la hora peninsular, llegamos a Barajas poco después de las 10 de la mañana del 28 de Mayo. Desembarcamos en la Terminal 4 Satélite, la misma desde la que efectuamos la salida. Y caminamos. Caminamos más. Y todavía más. La T4S tiene forma alargada, y Iberia nos había dejado en uno de sus extremos. Para conectar con la T4, hay que volver a tomar el tren lanzadera... situado en el centro de la terminal. Así que tras una caminata que a nadie le apetecía realizar finalmente llegamos hasta el andén. 3 minutos después aparecemos en la T4 y... a duras penas podemos creer que nos vayan a hacer pasar por otro arco de seguridad. Con una paciencia bajo mínimos tras hacernos caminar durante 5 minutos, volvemos a desprendernos de todo objeto metálico y a desembolsar los portátiles. Mi cuñado, sin embargo, quiere ponerles a prueba. No saca de su mochila ni el ordenador, ni el juego de cubiertos metálicos que ha "tomado prestado" del avión. Y el arco no dice nada. Los guardias de seguridad están más preocupados por comentar la final de la Champions que por ver como un tenedor y un cuchillo metálicos pasan por los Rayos X. El eterno dilema entre la seguridad real y la sensación de ella. Llegamos a nuestra puerta de embarque sobre las 11:30, a treinta minutos de la hora límite. Paso el trámite leyendo el Marca para enterarme de algo más sobre el triplete del Barça, y embarcamos. El viaje de una hora que conecta la capital con Palma de Mallorca se hace casi tan largo como si durara tres. ![]() Pasada la una del mediodía, pisamos suelo balear en el Aeropuerto de Son Sant Joan. Nos dirigimos a las cintas de equipaje, que está al lado de un cuarto aislado en el que hay dos cintas especiales para cuestión de aduanas. Rogamos por que nuestras maletas aparezcan fuera del cuarto, pero no es así. Así que entramos a ver qué nos depara el control. Cargando con las maletas y dirigiéndonos a la salida del cuarto, un Guardia Civil aparece de la nada. Nos pregunta de donde venimos y si todo ese equipaje era nuestro (éramos tres personas para cinco o seis bultos, ya que mi cuñado se había quedado fuera). Ponemos cara de cordero degollado y con toda la muestra de perfecto ciudadano europeo le pregunto si necesita ver las tarjetas de embarque. El Guardia Civil, al que a partir de ahora dada su emergente calvicia y su vello capilar blanco llamaremos Chanquete, hace una mueca parecida a una sonrisa y me dice "lo único que puedo hacer es dejaros pasar o pediros que abráis las maletas, así que vosotros mismos". Como uno respeta a la autoridad, sobretodo en estos casos, me despido con un "si señor" y me voy a las afueras de la terminal. Son las dos del mediodía. Once horas después de abandonar el JFK, llegamos a destino. Ya estamos en casa. Etapas 7 a 8, total 8
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