Itinerario del día:
A: Mexican Hat
B: Navajo National Monument
C: Lake Powell
D: Coral Pink Sand Dunes
E: Kanab
El despertador sonó antes de las 5. Una hora menos en Arizona. Por suerte, nuestros organismos parecían haberse adaptado bastante bien al frenético ritmo de exagerados madrugones a los que les estábamos sometiendo casi a diario. En mi caso, que soy más bien de dormir poco, la cuestión no sorprendía gran cosa, pero lo de María sí que tenía muchísimo mérito, ya que, para ella, siempre que no haya obligaciones laborales ineludibles de por medio, claro está, el mero hecho de levantarse de la cama supone un esfuerzo equivalente al de afrontar la escalada a un ochomil. Y sin embargo, en este viaje ahí estaba la pobre, como una campeona, despertándose a horas intempestivas una y otra vez sin hacer ni siquiera la más mínima mueca de desagrado.
Nuestro primer objetivo de la jornada era el parque estatal de Goosenecks. Unas horas antes habíamos observado los espectaculares meandros del San Juan River desde las alturas, y ahora queríamos detenernos en el borde mismo de los acantilados del río para disfrutar allí de la salida del sol. El acceso al enclave es sencillo, ya que una carretera asfaltada, la 316, lleva hasta el mirador final. El siguiente mapa indica su localización exacta y cómo llegar hasta él desde Mexican Hat:
Goosenecks es un lugar muy destacable, porque lo cierto es que aquel laberinto de meandros resulta excepcional y no deja de ser un auténtico capricho de la naturaleza. Además, fue un verdadero placer observar cómo la luz del sol iba “encendiendo” paulatinamente las retorcidas y accidentadas riberas a uno y otro lado de los cuellos de cisne.
Tema musical: "Garden" (WILLIAM ACKERMAN)
Abandonamos Goosenecks y comenzamos a desandar todo el trayecto que habíamos recorrido el día anterior desde Page. Hicimos un primer alto en el camino cuando alcanzamos el Forrest Gump Point. Esta vez sí paramos al lado mismo de la placa conmemorativa del “acontecimiento”
Este punto panorámico gana muchos enteros durante las primeras horas del día, puesto que es entonces cuando se puede ver desde aquí todo el conjunto rocoso de Monument Valley iluminado por el sol. Sin embargo, una estática nube, situada en el lugar más inoportuno, provocaba que las formaciones que se observan justo al final de la famosa recta apareciesen ante nuestros ojos bastante oscurecidas y apagadas, con lo que finalmente nos quedamos un poco a medias… qué se le va a hacer.
Tema musical: "Forrest Gump Suite" (ALAN SILVESTRI)
Continuamos avanzando por la zona de Kayenta, que tanto nos había sorprendido el día anterior y algo más allá del pueblo nos desviamos a la derecha en dirección al emblemático Navajo National Monument. Sólo son 9 millas de carretera en estado más que aceptable, y por lo tanto entendíamos que merecía la pena visitar este ancestral asentamiento.
Una vez en las inmediaciones del Visitor Center, dejamos el coche en el pequeño parking y nos dirigimos al trail más conocido: el Sandal Trail, un sencillo camino pavimentado de 1 kilómetro escaso de longitud que conduce directamente hasta el Betatakin Overlook, popular mirador desde donde se pueden observar las ruinas de las grandes cuevas en las que vivían los antepasados de los indios navajos. Las vistas están muy bien, aunque los detalles de las ruinas no se aprecian a simple vista y se hace necesario utilizar unos catalejos instalados allí mismo a tal efecto. Los ecos de los cantos de los pájaros, amplificados entre las paredes del cañón, llegaban a impresionar de verdad.
Tema musical: "Someone lies here" (AREKNAMES)
Hay más trails en los alrededores del Visitor Center, pero nos dimos por satisfechos y continuamos nuestra ruta hacia Lake Powell. A Page llegamos con un sol espléndido y sin ningún apuro de tiempo, ya que al entrar de nuevo en Arizona habíamos vuelto a atrasar el reloj una hora, recuperando la que habíamos perdido el día anterior. Nos fuimos, por lo tanto, a desayunar tranquilamente al Deny’s Diner, del que teníamos buenas referencias. Los platos que pedimos no estaban mal, aunque tampoco nos parecieron nada del otro mundo. Lo peor fue que al ir a sentarme, y del modo más absurdo, se me enganchó un dedo con la funda de la cámara de vídeo y me rompí la uña del pulgar. Qué dolor. Pasé un par de días con el dedo vendado y viendo las estrellas todo el rato.
Al terminar, bajamos hacia la presa Carl Hayden y nos detuvimos para hacer unas tomas de la descomunal construcción
Tema musical: "Robbery, assault & battery" (GENESIS)
Y sin más, nos fuimos hacia la Marina Wahweap, con la intención de disfrutar de la excursión en barco de 5 horas de duración hasta el Rainbow Bridge. Dejamos el coche en el parking, llenamos la mochila con agua bien fría y sandwiches, y nos dirigimos al edificio del Lake Powell Resort, donde tendríamos que confirmar -y abonar- nuestra reserva.
Nos acercamos a los mostradores de la compañía Canyon Country y allí nos dieron la sorpresa desagradable e inesperada del día: nuestra excursión estaba cancelada a causa del insuficiente nivel de agua en determinadas zonas del lago. Me llevé un fuerte disgusto, ya que estaba realmente ilusionado no solo por ver el Rainbow Bridge en sí mismo -que no todos los días uno tiene la oportunidad de contemplar uno de los mayores puentes naturales de piedra en todo el mundo- sino también por poder observar de cerca los espectaculares cañones -estrechísimos y verticales- a través de los cuales el barquito accede hasta los alrededores del arco.
Para compensarnos en la medida de lo posible, el amable chico que nos atendía nos ofreció la posibilidad de realizar, sin coste alguno, la excursión de casi tres horas que recorre la zona occidental del lago, incluyendo dos de los cañones más próximos: Antelope Canyon y Navajo Canyon. Evidentemente, no era lo mismo, pero como nos salía gratis y el barco no tardaría mucho en zarpar, aceptamos el obsequio.
Esta excursión no está mal. Los dos cañones son muy bonitos, cada uno en su estilo, y hay partes del lago que resultan ciertamente curiosas. De todos modos, he de decir que a mí me gustó bastante más que a María, ya que a ella se le terminó haciendo un poco larga y repetitiva. También es verdad que el sol apretaba lo suyo y no fuimos muchos los que aguantamos todo el tiempo en las terrazas superiores de la embarcación sin acudir a refugiarnos al interior, muy bien climatizado pero con bastante peor visión panorámica. Por fortuna, ofrecían agua y limonada gratuitas para hacer algo más llevadero el calor del mediodía.
Tema musical: "Appena un pó"
(PREMIATA FORNERIA MARCONI)
A las 3 y pico de la tarde regresamos al embarcadero de Wahweap. La luz era extraordinaria, y durante algunos minutos nos entretuvimos sacándoles fotos a todas aquellas montañas que décadas atrás fueron escenarios naturales en los que se rodaron míticas escenas de películas tan conocidas como Los Diez Mandamientos o El Planeta de los Simios, entre otras muchas.
Nos despedimos, pues, del Lake Powell con un buen sabor de boca y pusimos rumbo a Kanab. Como entrábamos de nuevo al estado de Utah, -y en esta ocasión, además, para quedarnos-, nos preocupamos de adelantar una hora nuestros relojes nada más salir de la Marina. Fuimos comiendo unos sandwiches y unos aperitivos en el coche, y pronto nos aproximamos a los alrededores de Coyote Buttes y Paria Valley. A pocas millas de allí se encuentra The Wave, un fantástico lugar -ya mencionado en capítulos precedentes de este diario- para el que meses antes habíamos intentado obtener -sin éxito- un pase diario a través de la lotería online. El colorido del terreno en toda esa zona era espectacular, aunque no pudimos apreciarlo como nos hubiese gustado, ya que la tarde se había ido nublando progresivamente y por momentos el cielo amenazaba tormenta.
Hubo suerte, sin embargo, y al final nos libramos de los chaparrones vespertinos. Cuando llegamos a Kanab habían desaparecido la mayor parte de las nubes, y eso nos permitió disfrutar al máximo de los característicos paisajes de la zona, definidos en esencia a partir de una combinación entre dos colores básicos: por un lado, el verde de la abundante vegetación -no hay que olvidar que estábamos entrando en territorio Dixie Forest- y, por otro, las tonalidades rojizas del propio terreno.
Localizamos nuestro hotel y, sin detenernos en la localidad, continuamos unas millas más allá hasta alcanzar el extraño paraje denominado Coral Pink Sand Dunes.
Al asomarnos a aquel mar de arena, la primera sensación que se nos vino a la cabeza fue la de que estábamos contemplando algo que no debería de estar allí, como si la madre naturaleza hubiese cometido una equivocación al situar aquel trozo de desierto en mitad de un conjunto de colinas boscosas. Pero, errores al margen , lo cierto es que el enclave nos cautivó desde el primer momento. La variable intensidad de la luz del sol provocaba alucinantes cambios de colores en las dunas, y durante un buen rato permanecimos extasiados observando semejante explosión de matices: naranjas, rosas, beige, tonos salmón, marrón rojizo, marrón más oscuro… Nos costó abandonar el lugar.
Tema musical: "Tanz und Tod" (ANYONE'S DAUGHTER)
Al volver hacia Kanab, la Hancock Road, carretera por la que habíamos accedido al Coral Pink Sand Dunes, se transformó de súbito en una impresionante ruta escénica: con la luz del sol al atardecer, los blanquísimos White Cliffs -no podrían denominarse de ningún otro modo- se mostraban realmente espectaculares justo delante de nosotros y, antes de llegar al pueblo, nos encontramos de nuevo con aquel maravilloso y sorprendente paisaje rojiverde. No dejamos de grabar con la videocámara casi en ningún instante.
Tema musical: "Hymne et danse" (MINIMUM VITAL)
Ya en Kanab, nos dirigimos directamente a nuestro hotel, el Aikens Lodge, donde hicimos el check-in y ocupamos la habitación que nos asignaron, más o menos aceptable y bien equipada. Seguía haciendo mucho calor, así que nos pusimos los bañadores y salimos a la pequeña piscina del recinto. Yo aproveché para darme un agradable chapuzón y María se relajó un rato leyendo en una tumbona.
Cuando comenzó a anochecer, regresamos a nuestra habitación. Yo me di una ducha meteórica y nos fuimos a cenar unas hamburguesas bastante buenas a un sitio que había allí al lado. Nos retiramos pronto, como siempre, porque rara era la jornada en la que, a partir de las 9 o 9 y pico, no nos sintiésemos derrotados, somnolientos y muertos de cansancio.
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