![]() ![]() Tokio en cinco días ✏️ Blogs de Japon
Una tarifa extraordinaria, una experiencia extraordinaria. Cinco días a paso lento por la ciudad más apasionante del planeta (o así me lo parece).Autor: Dyonisos Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (6 Votos) Índice del Diario: Tokio en cinco días
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Etapas 4 a 6, total 6
El tercer día viramos al este de la ciudad.
Inicié la jornada con la clásica visita al Mercado de Tsukiji, que es una de esas que todo buen visitante de Tokio acaba haciendo tarde o temprano. Como lo de madrugar no es lo mío, elegí saltarme la subasta de atunes a las 5 de la mañana y opté por un paseo tranquilo a eso de las 9. El lugar es increíble, sobre todo si os gusta la fotografía. La estrella son los grandes atunes rojos congelados, pero prácticamente no hay criatura marina que no aparezca tarde o temprano por allí. Los vegetarianos y los amantes de la vida salvaje tragarán en seco un par de veces durante la visita, pero creo que aún así merece mucho la pena. Les recomiendo la serie fotográfica de este amigo, que estuvo allí 24 horas después que yo: (*Editado por universo18*) Luego decidí ir caminando a Ginza, donde había quedado con el resto de la tropa. El lugar de encuentro era el Apple Store (por aquello de la wifi gratis). Resulta que llegamos el día en el que se presentaba el nuevo iPad y aquello estaba hasta las trancas. Yo me suelo aburrir pronto en ese tipo de sitios pero mis amigos tienen un punto friqui, así que estuvimos un buen rato. Trabaron conversación con uno de los empleados, que resultó ser de California y llevaba viviendo en Japón desde 1973. Fue una conversación muy interesante sobre lo estrictas que son las leyes de inmigración (el tipo no tenía la residencia a pesar de haber estado durante casi 40 años en el país y haberse casado con una japonesa de la que después acabó divorciándose). De Ginza llegamos a Yurakucho caminando y de allí al Parque Imperial. Más que jardineros se diría que a los árboles los atiende un equipo de cirujanos. Resulta fascinante observarlos. Cada poda se ejecuta con precisión milimétrica, solo después de haber analizado sus consecuencias durante largos, larguísimos minutos. Y el contraste entre los árboles pulcramente afeitados y los edificios de oficinas de Chiyoda es de lo más llamativo. ![]() A estas alturas de viaje, los pies empezaban ya a resentirse. Decenas de kilómetros acumulados causaron las primeras bajas al grupo, mientras los supervivientes nos dirigíamos hacia Asakusa. Un humeante plato de ramen nos sirvió para reponer fuerzas y huir del frío. El templo de Senso-ji es uno de los pocos lugares netamente turísticos de Tokio. La presencia de gaijin (extranjeros) es algo mayor que en otras zonas de la ciudad, aunque esa afirmación es bastante relativa. Digamos que de ver a tres o cuatro occidentales al día pasamos de repente a ver a veinte o treinta. Aún así, el 90-95% de los visitantes del templo eran japoneses o cuando menos asiáticos. Las adivinanzas (omikuji) están traducidas al inglés, por lo que siempre se puede probar suerte a la hora de predecir el futuro. Funcionan sacando una vara de bambú de un recipiente y comprobando el número que llevan tallado. Si les hacemos caso, seré afortunado. Quizás eso signifique que volveré a Japón en el futuro. Etapas 4 a 6, total 6
Llega la lluvia y me vuelve perezoso. Todos los viajes tienen un día flojo y en este caso fue el sábado. Los paseos extremos, de una punta a otra de la ciudad, me están empezando a pasar factura en las piernas. Metido en el futón, escucho las gotas repicando contra la ventana mientras se acerca peligrosamente el mediodía.
No han sonado todavía las campanas cuando ya estoy de camino a Kappabashi-dori. Es una calle conocida como Kitchen Town, al oeste de Asakusa, que concentra tiendas dedicadas al menaje. Palillos, boles para el arroz, vaporeras de bambú, esterillas para el maki-sushi, etc. Puedes equipar una cocina al estilo oriental en una mañana y por un precio bastante razonable. Y eso hice. Si una de las tiendas me llega a aceptar la tarjeta de crédito me hubiera pillado hasta un santoku, que son esos cuchillos japoneses multiusos, afilados como el infierno. O sea, que la visita es muy recomendable si uno es un poco aficionado a estos temas pero puede resultar aburrida en caso contrario. Lo único para todos los públicos son las tiendas de réplicas de. Venden platos modelados en plástico, que los restaurantes colocan en sus escaparates para atraer a sus posibles clientes. Se ve de todo: pastas, sopas, hongos, mariscos, cangrejos, atunes y hasta un cerdo a tamaño real. Consumida la mañana por la pereza y la cocina, regreso al piso de Masashi para comer y soltar lastre. Los bento (bandejas de comida rápida del Seven Eleven) son una opción muy socorrida por menos de cinco euros. Los palillos son gratis. Según me comentan, en las estaciones de tren se ofertan bentos mucho más elaborados, que en algunos casos hasta se calientan solos mediante vaya usted a saber qué extraña reacción química. Por desgracia, el presupuesto no me daba para probar los shinkansen, así que solo hablo de oídas. Quedará para otro viaje. El resto del día lo maté comprando souvenirs, que es algo que normalmente detesto. Solo les comento dos tiendas que merecen la pena. Ambas están en Ginza: La primera es el Leica Salon, que hará las delicias de los amantes del diseño y la fotografía. Es la tienda más exquisitamente minimalista que he tenido el placer de visitar. Tres colores primarios: blanco, rojo y negro. Luces cenitales sobre la colección de cámaras (modelos históricos incluidos) y una sala para exposiciones temporales en el piso superior. Si la cuenta corriente no da para meterle mano a las ópticas de 6.000 euros, pueden comprarse un libro de fotografías, que fue lo que hice yo. Y la segunda se llama Kyukyodo. Es una papelería fundada en 1663 (sí, han leído bien. Japón es así) que desborda en detalles de washi (papel hecho a mano), pinceles de caligrafía y productos semejantes. Es el lugar adecuado para comprar regalos exquisitos y baratitos a la vez. ![]() La noche, de nuevo gracias al amigo Masashi, fue bastante más animada. Quedamos con dos amigos españoles en un Sake & Fish Bar de Ebisu, a poca distancia de nuestra casa. Como se imaginarán nos pusimos tibios a base de vino de arroz y pescado crudo. El sake estaba buenísimo, tanto el dulce como el seco, pero yo disfruté muchísimo más con la comida. Hígado de rape, sashimi de atún rojo y pescado blanco, arroz al vapor con ostras... No sigo por no ponerme a salivar. Pero como siempre lo interesante fue el ambiente, distendido y ruidoso. Otra grandiosa experiencia debida a mi anfitrión de Airbnb, cuyas atenciones fueron siempre más allá de lo debido. Etapas 4 a 6, total 6
El quinto y último día lo dediqué a los museos. La oferta es muy amplia en Tokio, pero me gusta tomarme las cosas con calma, así que elegí dos en la guía.
El Museo Edo-Tokio está dedicado a la historia de la ciudad. Pero en contra de lo que yo pensaba (esperaba ver algo más contemporáneo) está centrado en la época del shogunato, desde 1603 hasta 1868. Hay unas maquetas impresionantes, de varios metros cuadrados, así como secciones dedicadas a la vida cotidiana de los habitantes en aquella época: artesanía, vida familiar, comercio, etc. Algunos expositores son realmente curiosos, como los dedicados a la encuadernación de libros o a la organización del gremio de bomberos. Los numerosos planos de la ciudad, en algunos casos retroiluminados, permiten al visitante hacerse una idea más o menos exacta de la organización social de la época. Por lo que pude entender, el poder del señor feudal, apoyado por un estamento muy jerarquizado de guerreros, era casi absoluto. Y para los europeos es una refrescante cura de humildad. Desafortunadamente, no todos los paneles están traducidos al inglés y el servicio de guías voluntarios no estaba funcionando, aunque desconozco si la interrupción era temporal o definitiva. De otro corte muy distinto es el Museo Nacional de Arte Occidental (Ueno). Dispone de una pequeña pero rotunda colección de arte, sobre todo de la segunda mitad del XIX y principios del XX. Comenzó como una colección privada, construida sobre la fortuna personal de Kojiro Matsukata, un gran industrial reconvertido a primer ministro. Abunda sobre todo en arte francés: mucho Courbet, mucho Rodin, algunos Pisarros y sobre todo una impresionante sala dedicada a Monet y presidida por sus celebérrimos lirios. El edificio, por cierto, es el único proyecto de Le Corbusier al este de La India. Un museo pequeño, manejable, aconsejable y con una deliciosa cafetería que se asoma a un impecable jardín zen. ![]() Por la tarde nuestra despedida de Tokio fue un crucero por el río Sumida. Es una opción bastante original y relativamente barata de contemplar la ciudad desde un ángulo diferente. De hecho se pasa junto a las lonjas del Mercado de Tsukiji o al propio Museo de Edo-Tokio. La niebla envolviendo los rascacielos iluminados le da un aire irreal, de paisaje futurista. Muy recomendable y muy pintoresco. ![]() Lo último que nos dio tiempo a hacer fue dar un paseo a la Torre de Tokio, para satisfacer al más mitómano de mis compañeros de viaje (es uno de los edificios que destruye Godzilla). Es el típico sitio que las guías definen como "Tourist traps", con todos sus elementos característicos: tienda de souvenirs exquisitamente horteras, mirador panorámico a precios exorbitantes y restaurantes de comida rápida. Pero mi colega quedó contento... y de nuevo la niebla hizo que luciera estupenda en las fotos. En definitiva, un viaje que nunca me habría arrepentido lo suficiente de no hacer, a pesar de lo devastador de la distancia y los pocos días que tuve para disfrutarlo y me ha servido para aprender dos cosas. La primera, que los únicos límites que importan son los mentales (la pregunta no es: ¿Por qué irse a la otra punta del mundo para cuatro días?. Sino: ¿Por qué no?). Y en segundo lugar que estar en Japón es lo más parecido a estar en otro planeta que he experimentado en mi vida. Será por el alfabeto, por la infranqueable barrera idiomática. O acaso por la aplastante homogeneidad racial de sus marabuntas. No lo sé muy bien. Pero volveré, estoy seguro. Etapas 4 a 6, total 6
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