Trekking Himalaya a los 75 años ✏️ Blogs de IndiaTrekking al Santuario del Nanda Devi.Autor: Poegea Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (33 Votos) Índice del Diario: Trekking Himalaya a los 75 años
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Un viaje sentimental
"La montaña no es una apuesta, es una emoción"- Walter Bonatti La segunda edicion de mi novela (Marzo 2017) una novela autobiográfica "De Ejecutivo a Trotamundos" que empieza cuando encuentro a un alpinista moribundo en este mi primer trekking al Nanda Devi. Durante los días que esperamos el rescate recuerdo epìsodios de mi vida: Aventuras, amores y erotismo, viajes y exotismo en esta novela de tintes autobiográficos en la que el protagonista nos cuenta los principales episodios de su vida. Desde niño de la posguerra y su encuentro con los maquis, a su juventud plena en París con sus descubrimientos sociales, intelectuales y de sexo. Desde su vida de alto ejecutivo de empresas multinacionales y sus grandes amores, a sus aventuras en Katmandú, su encuentro con el mundo de la droga y sus travesías montañeras, tragedias incluidas, por el Himalaya. Octubre de 1978. Francisco hace una travesía de seis meses haciendo trekkings por el Himalaya. Ha dado un giro completo a su vida pues ha abandonado su vida profesional. Allí encuentra a un alpinista moribundo con quien convivirá los siguientes once días entre la vida y la muerte, tormentas furiosas y nieves eternas. Es tiempo de sobrevivir y de reflexionar sobre la vida recordando los momentos únicos que le han hecho ser quien es: sus amores, sus éxitos profesionales. A partir de entonces ya nada será igual. El amor, la idea de la felicidad, la vida y una nueva oportunidad cuando nace Cristina. Introducción A mediados de Octubre de 1978, cuando estaba realizando mi travesía de cinco meses por el Himalaya, desde Cachemira y Ladakh hasta Sikkim, pasando por el norte de India y Nepal, una gran nevada nos hizo retirarnos, a mi porteador y a mí, cuando estábamos llegando al Santuario del Nanda Devi (Diosa Nanda), la montaña más alta (7.816 metros), sagrada y bella dentro del Himalaya indio. Un santuario -en el sentido de lugar de refugio y protección- que permaneció inviolado hasta 1934. Nos hallábamos dentro del llamado Santuario exterior, un anillo de montañas de siete mil metros, y para acceder a él habíamos atravesado, dos días antes, un difícil puerto de 4.600 metros de altitud, único acceso al citado santuario. Si seguía nevando, el puerto quedaría cerrado y nosotros atrapados para todo el invierno, es decir para siempre jamás. Conservo grandes recuerdos de aquel trekking, en parte fallido, por uno de los lugares más recónditos y bellos de Asia. El pasado 25 de Octubre de 2011 cumplí 75 años, ¡increíble pero cierto!, y para celebrarlo un mes antes me fui a India para volver a recorrer aquellos parajes y llegar hasta el lugar del Santuario y la cueva en que dormí aquella noche anterior a la nevada. Esta vez no me he conformado con un solo acompañante, sino que he ido con guía, cocinero y dos porteadores; tanto por imposición de las autoridades que rigen la ahora Reserva Mundial de la Biosfera del Nanda Devi, como por mi propia seguridad. Itinerario del trekking al Santuario del Nanda Devi Etapas 1 a 3, total 5
Acabo de llegar a Delhi, ocho de la mañana, escala en Doha de madrugada. Qatar airlines. Tripulación multirracial. Excelente servicio de las guapas azafatas, desde tailandesas a suecas. Pero, en estos momentos, solo pienso en el regazo de la diosa Nanda. Ella es el motivo de mi viaje.
Bárbara, mi mujer, se ha quedado preocupada, tanto que por primera vez, en tantos viajes emprendidos, me ha acompañado al aeropuerto. Cristina, también. Me ha llamado desde Stirling, donde estudia, cuando ya estábamos en el aeropuerto, para desearme buen viaje y ha añadido: “papi, te quiero mucho”; que quería decir: “ten mucho cuidado y ¡vuelve!”. Mi corazón responde: “No os preocupéis, no pienso abandonaros; sois lo que más quiero”. En mi primer viaje a India, en 1977 -este es ya el quincuagésimo-, desde el aeropuerto a la capital todo eran campos, vacas, carros, algunos taxis Ambassador y familias acampando en las cunetas de la estrecha carretera. Ahora son autopistas llenas de barreras y policías, pasos elevados y un metro express supermoderno abriéndose paso entre los descampados a medio urbanizar y los edificios construidos por los “poceros” locales y otros promotores de mayor o menor rango. Tengo billete para el tren de las 11,30 a Haridwar , pero en lista de espera, nº 18. Mi vecino indio en el avión me ha tranquilizado. Con ese número seguro que me dan asiento. Reservan un montón para políticos, militares y vips. Un joven y alocado taxista me deposita en la estación del viejo Delhi con mi gorda mochila: saco de dormir, colchoneta inflable, lo mínimo de ropa (otro pantalón, dos camisas, dos mudas un jersey, par de guantes y rodilleras para los descensos) montón de medicamentos (tensión, infecciones, mal de altura, artrosis, diarreas, etc. ) una tableta de chocolate negro y 200 grs. de jamón ibérico; solo 12 kg. En la mochila pequeña llevo las dos cámaras, accesorios, papeles y las cien páginas, de las mil quinientas de la Footprint, dedicadas a Delhi y a la zona donde voy ; en la bolsita cinturón, pasaporte, tarjetas y dinero. Además de ello, y a 35º, el grueso y viejo anorak de verdaderas plumas de ganso abrazado contra el pecho. ¡El calor que da mientras asciendo las escaleras hasta las taquillas!. “Namaste”. “No problem”. Tengo asiento. Pero estoy agotado por el esfuerzo de subir las escaleras con toda la impedimenta. Ahora necesito cambiar dinero. Tras preguntar a media docena de indios de los que me rodean desde que he bajado del taxi, consigo saber que la consigna está al otro lado de las vías. Hasta allí voy con un porteador para dejar la mochila. Tomo al taxista más espabilado camino del market, donde hay un banco, mas apenas iniciado el recorrido el honrado sujeto me dice: “Pero hoy es domingo, banco cerrado”. Hay un cajero en la estación, pero no funciona; otro en la otra punta. Solo da 2.000 rupias = 30 euros. Lo manifiesto al “securata” y este, muy servicial, me enseña como sacar 13.000. Se lleva propina. Entre dimes y diretes, subidas y bajadas es la hora del tren. Recojo mochila. En el panel no aparece Haridwar. Pequeño pánico, pero recibo ayuda. Es el Indore express, de donde viene; en mi billete pone Dehra Dun ex. Vagón de segunda, literas. Cuatro en cada compartimento y otras dos superpuestas entre el pasillo y la ventanilla. Tengo la de debajo. El convoy lleva ya dos días viajando. Restos de comidas, cristal roto, cortinillas sucias y a jirones. Peor que hace treinta años, pues son los mismos trenes, los que dejaron los británicos, pero mucho más viejos. Dormiría si no fuera por los chillidos y las correrías de los dos niños del compartimento de enfrente. ¡Maravillosa India!. Santón en Haridwar En Haridwar me espera Rani, mi taxista contratado por Internet, hoy para Rishikesh; mañana para Josimath, la base de mi trekking,. Es igual que el Ghandi de la película en físico y en amable agudeza. Lamparillas al Ganges Santones en Rishikesh Rishikesh es el supermercado de la espiritualidad desde que los Beatles vinieron a un curso de meditación con el gurú famoso del momento. Clases de yoga, meditación y danzas sagradas para indios y occidentales en busca del alma perdida en ashrams, mitad hoteles, mitad templos, llenos de Sivas, tigres y espiras en los bordes del sagrado Ganges, recién surgido del Himalaya. Y, en los últimos años, también, capital india del rafting. Mi hotel está junto al río, pero alejado del bullicio. Baño caliente, cena y a dormir. Llevo treinta y dos horas de tute. ¡Claro que eso no es nada para lo que me espera en el Nanda Devi!. Etapas 1 a 3, total 5
A la mañana siguiente me doy una vuelta por el río y hago algunas fotos. Estaré un día entero a mi vuelta. A las ocho en marcha hacia Josimath. El paisaje es muy hermoso. La carretera discurre colgada de las empinadas montañas y a trescientos metros por encima del río. Bosques todavía muy verdes, monos saltando entre los árboles y las inevitables vacas -road inspectors las llaman los conductores indios- tumbadas o paseando por en medio del irregular asfalto. Hay pueblecitos de colores asentados en las laderas y templos blancos coronando las colinas.
Colegialas Estudiantes Hay mucho tráfico. Es la época del Yatra, la peregrinación anual a los cuatros templos situados en las cabeceras de los ríos que forman el Ganges. Pronto llegamos al primer desprendimiento que corta la ruta. Los monzones se han retirado hace solo unos días y sus torrentes destripan el terreno. Una pala mecánica arrastra hasta los bordes rocas y tierra mientras esperamos. Luego, todos a una, desde ambos extremos, quieren pasar primero. Camiones, autobuses, coches y motos se rozan y se quitan el sitio a golpe de bocina. Pero nadie se molesta. El Ganges camino de Josimath Josimath, después de treinta años, sigue con el mismo aspecto: despendolada en medio km. de ladera abajo hasta el río. La carretera es su calle principal; solo que ha triplicado su longitud de una punta a otra. Tiendas y tiendas a ambos lados, una de cada cuatro vende móviles, al igual que en el resto de India, mientras camiones, taxis colectivos y resto de carruajes se abren paso entre la muchedumbre con el sonar de sus bocinas. Y todo muy pacífico. Al día siguiente en un taxi colectivo, diez personas en cinco plazas pero me ceden la ventanilla delantera, voy a Badrinath, uno de los cuatro templos más sagrados de India pues allí, a los pies del afilado Nilkhanta, nace el Alaknanda, uno de los citados ríos. Tras la visita al colorido y atiborrado templo y hacer sonar la campana de la entrada para que aleje de mí los espíritus malvados, me lanzo montaña arriba para probar mis piernas. Tras tantas horas de avión, tren y carretera, me encuentro ahora en mi elemento. Hay algunos shadus (monjes errantes) viviendo en chozas de piedra o bajo una roca coronadas por banderas rojas cerca del sendero. Intercambiamos saludos y sigo ascendiendo. Me siento todavía joven, pero he de reconocer que con mucho más esfuerzo. Como decía Picasso “Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida”. Templo de Badrintah Santón en Badrinath Por la tarde, Nandu, mi guía para el trek, viene a verme al hotel. Joven, sonriente, educado, moderno y con un inglés excelente. Muy buena impresión. Me cuenta la intendencia preparada para nuestra marcha por las montañas. Sigo aclimatándome a la altitud. Por ello al otro día me voy a Auli (3.000 m.), unas praderas encima de Josimath recientemente convertidas en una estación de esquí. Hace treinta y tres años subí a pie, pero ahora lo hago en taxi y me quedo a dormir una noche en uno de los hoteles, el situado más alto. Desde él he subido un par de horas más a través de un magnífico y solitario bosque, casi encantado, hasta una ancha pradera para hacer unas fotos del Nanda Devi pues "The Eternal White Divine Queen of Kumaon", como por aquí la llaman, se ve radiante y maravillosa. Nanda Devi desde Auli Nanda Devi desde Gorsan Etapas 1 a 3, total 5
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