URUGUAY, IGUAZU, MISIONES y BUENOS AIRES ✏️ Blogs de UruguayIguazú, Uruguay, Río de la Plata, Misiones, Esteros del Iberá, gauchos y asados.Autor: Chungking Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (3 Votos) Índice del Diario: URUGUAY, IGUAZU, MISIONES y BUENOS AIRES
01: URUGUAY: MONTEVIDEO PARTE WAN
02: MONTEVIDEO, TERAPIA DE CHOQUE: BARRIOS DEL PRADO, SAYAGO, LAVALLEJA, ATAHUALPA
03: ARGENTINA: BUENOS AIRES: ESSTEEEEE!! PORTEÑOS POR UN DÍA, BÁAARBARO!!!
04: MÁS VALE UN IGUAZÚ QUE MIL PALABRAS
05: UN PUEBLO LLAMADO WANDA
06: DEL RIO PARANÁ AL RIO URUGUAY POR LOS ESTEROS DEL IBERÁ
07: NO LLORES POR MÍ ARGENTINA
08: MONTEVIDEO SUR: MARGEN DEL RIO DE LA PLATA y CENTRO
09: COLONIA????, NO!!!, PARFUM DU SACRAMENT!!!
10: MONTEVIDEO PARTE ZRI: PARQUE POSADAS Y FILMOGRAFIA URUGUAYA
11: COSTA ATLÁNTICA 1: LA POLIS DE PIRIA
12: COSTA ATLÁNTICA 2: PASTA DEL ESTEEEE, PERDON PUNTA.
13: COSTA ATLÁNTICA 3: SAN CARLOS, VALIZAS
14: COSTA ATLÁNTICA 4: CABO POLONIO
15: MONTEVIDEO, EL ADIOS
16: FIN DE DIARIO. ETAPA PARA MIS TUTORES: EXAMEN DE URUGUAYIZAMIENTO
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Etapas 7 a 9, total 16
Esto de las bajadas siempre es un palo, y más con las combinaciones que hay por esta zona. La combi de 15 plazas de Ibera Bus va atiborrada, y tras las 2 horas y media de masaje de glúteos, en esta ocasión de madrugada, Mercedes nos vuelve a recibir a las 6'30 de la mañana. Los gauchos siguen saliendo a la calle con su atuendo con colonia de testosterona, y rezando al Gauchito Gil, el cristo gaucho que los protege de romperse las costillas en una caida del caballo, y que anda impreso en camisetas, pegatinas, o se vende hecho estatuilla en las tiendas de souvenirs. En esta ocasión, para no ser malinterpretado y no herir susceptibilidades, me abstendré de hacer broma sobre el aspecto de esta figura religiosa, basada en la persona del gaucho Antonio Mamerto Gil Nuñez, adorador del Señor de la Buena Muerte, y personaje del siglo XIX de biografía incierta, pero que por uno de esos misterios del alma humana, se convirtió en objeto de culto y veneración popular en la Argentina, hasta conseguir que su tumba, a unos 8 kms de Mercedes, reciba cada año a cientos de miles de peregrinos de todo el país. Aunque Emilio nos había dejado un termo repleto de café y unos bizcochos, para poder tomar algo al levantarnos a las 3 de la madrugada, nos volvemos a tomar un café urgente en la estación, que nos impulse a la calle a aprovechar el magnífico día. Mercedes son apenas unas cuantas cuadras, pero el regusto neoclásico-colonial que se plasma con colorido en las fachadas, o en la arquitectura de edificios históricos o emblemáticos como la iglesia de las Mercedes, el hotel Plaza o el Teatro Cervantes, hace al pueblo encantador. Las arterias principales, son la avenida del libertador San Martin, que parte la ciudad en dos, y la paralela calle Juan Pujol. Tras la compra en una tienda especializada de la avenida, de algún aderezo gaucho y cuero, regresamos a la terminal, y tras barajar las posibilidades de combinación para alcanzar uno de los pasos fronterizos para cruzar a Uruguay, Gualeguaychú o Concordia, nos decidimos por esta última, sacando billete para la una de la tarde en Flecha bus con la Cía Nuevo expreso, por 79 pesos cada billete (15 euros). Al llegar a las 17'15 horas a Concordia, en la orilla argentina del río Uruguay, sacamos por 15 pesos, billete para el bus internacional que cruza a Salto, al otro lado de la frontera. En este paso, la aduana está unificada, y el bus hace como hacen los autobuses internacionales, parar antes de los controles para que bajemos y vayan sellando en un único mostrador compartido, la salida los gendarmes argentinos, y la entrada los aduaneros uruguayos sentados a continuación. Al salir, el micro nos está esperando un poco más adelante, y antes de volver a subir, un funcionario a su criterio o sospecha, va pidiendo abrir y mostrar los equipajes del maletero o los de mano que va indicando. Como en estos pasos fronterizos de mercosur, entre Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina, la actividad comercial es intensa, y en este caso los precios argentinos con respecto a Uruguay, en productos como el tabaco, el licor o los alimentos, son sensiblemente más baratos, busca sobre todo contrabando. Sin embargo, a pesar de haber solicitado que le abran practicamente todos los equipajes del maletero, los nuestros no son objeto de su interés, supongo que por nuestra flagrante pinta de turistas. Al respecto de los precios de ciertas mercancías, nosotros por ejemplo llevábamos 4 cartones de Marlboro comprados por unos 14 euros cada uno en un supermercado de Mercedes, porque en Uruguay cuestan bastante más del doble. Ya en la estación de Salto, soltamos los pesos argentinos que nos quedan, al cambio aproximado de 5 pesos uruguayos por 1 argentino, compramos billetes a Montevideo en los mostradores de la cía Agencia Central, por 635 pesos (25 euros) boleto, precio unificado de ruta con las otras dos compañías que la realizan, Núñez y Chadre, y preguntamos en la oficina de información por indicaciones sobre un par de hoteles que hemos mirado. A pesar de que los equipajes, nos pesan en ese momento el doble de lo real, nos da tiempo de agarrar por 2 pesos el bus número 1 a la vuelta de la esquina, que recorre toda la céntrica calle Artigas, bajarnos en la plaza treinta y tres, y tomar algo en la animada calle Uruguay. Mientras Sandra se toma la Quilmes, y se queda guardando los bultos, me acerco a investigar el “Gran Hotel Concordia”, uno de los escasos cuatro o cinco hoteles de Salto, y que se vende como Monumento Histórico Nacional, Patrimonio Histórico Arquitectónico y Cultural, y hotel más antiguo de Uruguay. Al final del pasillo tenebroso de unas galerías de la misma calle, por el que se accede al establecimiento, me encuentro su patio monumental, al que con la intención de mantener su categoría de histórico, ni le han quitado el polvo ni le han hecho una reforma desde que Carlos Gardel se alojara en 1933 en una de sus habitaciones. No creo que lo hubiera hecho, estando en las condiciones como las que tenía la que me enseñaron. La habitación que daba al patio, se caía a pedazos, olía a rancio intenso, tenía ronchas de humedad en las paredes, y tenía un catre doble que dudo hubiera podido aguantar nuestro peso. Aunque la decisión hacía rato que estaba más que tomada, me informo por curiosidad del precio, que resulta ser de unos descabellados 1500 pesos uruguayos (unos 60 euros), cinco veces más de lo que pone la guía que llevamos. La humedad vuelve a asaltarnos en Uruguay, más en este pueblo de la ribera del río Uruguay, junto a la represa de Salto grande, que sin embargo, tiene encanto y está animado por las calles del centro. La región a uno y otro lado de la frontera, es zona termal, por lo que desde Concordia, en la que ya nos cruzamos con varios complejos de spas de buen nivel, hasta los balnearios más o menos conocidos de Uruguay en Salto, Paysandú y alrededores, tratan de aprovechar esa riqueza natural, promoviendo ese tipo de turismo. Tras volver a cargar a la espalda el cada vez más desmesurado peso de los bultos, llegamos tres o cuatro cuadras más allá al hostal “El jardín” en la calle Colón, del que nos habían informado y contactado en la oficina de turismo de la terminal. Allí nos quedamos en una habitación doble, con una bombilla sobrevolada por escuadrillas de mosquitos y polillas, una cama, una nevera desenchufada, una televisión de container de 7 pulgadas, por la que pagamos 900 pesos (36 euros). He de decir sin embargo, que excepto la nevera, todo funcionaba, que dormimos profundamente, y que los dueños son amables. En Salto no hay nada abierto para tomar un café hasta las 8 y media o 9 de la mañana, por lo que al preguntar a las 7 y algo por un sitio para tal fin, los interpelados dirigen la mirada al cielo. Preguntamos al recepcionista del hotel “El Dorado”, pero nos responde que estoooo.., buenoooo.., sabeees queeee, sólo servimos desayuno a los clientessss. A 100 metros, utilizamos la misma táctica en el hotel “Los cedros”, donde la señora nos dice que -buenooo, sí-, bajo pago de 150 pesos (6 euros) por cabeza, el buffet libre que se sirve en el restaurante del 4º piso. Las instalaciones son decentes y están bien cuidadas, y compartimos desayuno con un montón de clientes con cara de satisfechos. El precio de la habitación que había consultado por defecto Sandra a la recepcionista, son unos 3000 y pico pesos (125-150 euros), lo que nos lleva a pensar que aquí alojarse en un hotel se considera una cuestión de lujo y por tanto se tasa como tal. Eso y la escasa oferta, hace que las tarifas estén desfasadamente por encima del nivel hotelero real. Hasta la 1 del mediodía en que sale el autobús de la compañía Nuñez en dirección a Montevideo, visitamos el muelle aduanero de la orilla del río Uruguay, cubierto de neblina, desde donde sale la lancha que cruza a Argentina; pagamos el hostal, y agarramos el micro al Gran Shooping donde está la terminal de las líneas que parten a otros puntos del país. Aunque nuestra primera intención era dirigirnos a Colonia del Sacramento, punto de entrada a Uruguay, con los ferrys que cruzan el río de la Plata desde Buenos Aires, nos disuaden las insólitas 9-10 horas de viaje que hay por carretera para hacer los 490 kms de distancia, suponemos que por una cuestión del estado de red viaria uruguaya, y del servicio de línea que realiza, que va parando en todos los pueblos de esa ruta costera. La ruta directa a Montevideo que agarramos, son unas 6 horas de paisaje rural hasta poco antes de la llegada a la capital. Planicie deshabitada de hectáreas de terreno, con reses pastando. Los núcleos poblados por los que pasamos, son mínimos y rurales. A las 6 y media nos recoge Nelson en la parada de Plaza de Cuba, descargamos, compramos cuatro cosas y cerveza en el almacen de Ruben, y celebramos la vuelta de la excursión con una cena, charla, risa, vino, y mate, Ale, Silvia, Leo, Sandra y yo. Etapas 7 a 9, total 16
Barrios Pocitos, Punta Carretas, Villa Biarritz Las zonas a las que en Montevideo se las llama playas o rambla (paseo marítimo), se extienden a lo largo de la extensa margen de 22 kilómetros de ciudad con el Río de la Plata, orilla donde los montevidianos se fríen al sol del verano. También en ella, están los barrios más pudientes de la ciudad, Pocitos, Buceo, Malvín, y sobre todo Carrasco, al este del de Punta Carretas; el Barrio Sur, Parque Ródo, al oeste, entre la Punta y la Ciudad Vieja. Es sábado 13, y en el Parque Zorrilla de San Martín, popularmente Villa Biarritz, damos una vueltas por la feria que se levanta todos los martes y sábados. Esta feria, clásico y agradable paseo ciudadano, es una de las seis especiales itinerantes que se instalan bajo el auspicio de la Asociación de Feriantes de Ferias especiales, todos los días de la semana excepto el lunes, en diferentes barrios de la ciudad. Martes y sábados en Villa Biarritz como dije antes, los miércoles en Carrasco, los jueves en el Prado, los viernes en Buceo, y los domingos en el Parque Rodó, además de una nocturna permanente durante las navidades. Es feria de puestos y tenderetes entoldados, y no de manteros o rastro como la de los domingos de Tristan Narvajas en el centro, aunque las dos tienen en común que cuesta recorrerlas por la afluencia de gente, esta en particular por la estrechez de los pasillos entre los conjuntos de puestos agrupados por mercancía. Estratégicamente en las esquinas y extremos de los corredores, se agazapan los remolques de panchos (frankfurts) o choripanes (pan con chorizo y acompañamientos varios), para tentar a las barrigas y que cojan fuerzas los visitantes. A la venta, alimentación, ropa, complementos de excelente lana del país, vidrio, artículos de madera, trabajos de cuero, accesorios para el mate, bombachas, artesanía autoctona, ... El frente marítimo, muestra un perfil más urbano de Montevideo. Primero la ancha avenida y luego el Paseo marítimo, siguiendo el cortorno costero, separan de la margen del río a edificios de viviendas u oficinas que esconden detrás a parques como el mencionado de Villa Biarritz, o en el lado oeste, directamente de espacios verdes como el club de golf y el parque Rodó. Se observa gente corriendo por el paseo, en bicicleta, haciendo ejercicio, paseados por el perro, o sentados en la margen mirando hacia Argentina, y el ambiente y la urbanización es radicalmente distinto al de los barrios del interior que comentaba en otro capítulo y que se desplegan en abanico más al norte. Después de dar un paseo a la orilla del terroso y movido río, y entretenernos divisando el perfil de los edificios de la bahía de Buceo y mas allá Malvin, mientras el amo de unos perros les lanza una pelota al río para que lancen a buscarla y sentarse a ver como se la traen de vuelta, regresamos a la feria, y desde allí caminando por la calle Ellauri, nos acercamos hasta el Centro comercial de Punta Carretas, llamada así por la puntiaguda lengua de tierra que se introduce en el río, a la cual los marineros desde el mar asociaban a dicho carruaje. El motivo de la visita no son las compras, sino la curiosidad de ver la transformación de la antigua prisión de Montevideo, en un lujoso y gran shopping center, sin otras rejas que las Visas, las Master Cards y las American express, y que se erigió derruyendo el interior, y manteniendo la fachada de la entrada principal y los muros del perímetro exterior. El barrio de Punta carretas, culminó así en 1994 con dicha trasformación, el paso simbólico de la marginalidad de principios del siglo XX, a la prosperidad ostentosa de la clase media-alta de la actualidad. Acabada la visita, agarramos de vuelta el mismito 582 de la ida, en el que se vuelven a ir montando durante el recorrido con el permiso del conductor, al igual que sucede en todos los autobuses de la ciudad, buscavidas o vendedores de cualquier cosa, desde estampas de santos, pinzas para el pelo, fundas de plástico transparente para las tarjetas de transporte, hasta chocolatinas o calcetines, eso sí, con exquisita educación en todo momento. Parque Rodó Los puestos de la feria de ayer en Villa Biarritz, se trasladan el domingo a este enorme espacio que constituye una visible mancha verde junta al club de golf, en toda la mitad oeste de Punta Carretas. El parque, de ambiente familiar, tiene un parque de atracciones antiguas para niños, un lago con botes, pistas de tenis, un pequeño escenario para obras o conciertos, chiringuitos y cafés, e incluye en su área el estadio del Defensor, equipo de fútbol de primera división. Tras aparcar el auto a dos o tres cuadras de distancia, en una zona “vigilada” por un aparcacoches callejero, escuchamos el estruendoso eco de los cánticos y vítores por la celebración de un gol que acaba de marcar el equipo local. El trajín es festivo y el día espléndido, y alrededor de la feria se suceden conciertos callejeros, y actuaciones infantiles que aglomeran a corrillos o espectadores de pie o sentados en las gradas frente al escenario del lago, además de tenderetes variados, militantes de partidos repartiendo los folletos de sus partidos, estatuas humanas, etc, gente tomando algo en las terrazas de los chiringuitos, o sentadas en la hierba, y deportistas dando rquetazos en las pistas del club de tenis. Los dejamos a todos a la hora de comer, puesto que hoy tenemos reunión asado. El resto del día es casero, siesta, y velada hasta la noche con mate, cervezas, charla, cachondeo, y estreno de un reproductor DVD con un par de películas uruguayas. No hay más tiempo dominical. Ciudad Vieja y Centro Mirando un mapa ampliado en su parte costera, a la izquierda de la flecha de Punta Carretas que baña el Río de la plata en la franja central, se puede observar el saliente de la Ciudad Vieja, inicio de la bahía de Montevideo. Hacia el interior, en la Plaza de la Independencia, permanece levantada la puerta de la antigua muralla que marca el inicio del barrio Centro, y único vestigio que queda de la ciudadela amurallada que protegía en su día la ciudad. Nuestra visita a esos dos barrios, la iniciamos de nuevo pasando antes por Pocitos al este de Punta Carretas, y cuya playa, después de la de la Estacada, es la primera de las sucesivas playas urbanas que se dirigen al Atlántico, Pocitos, Buceo, Malvin, Honda, Ingleses, Verde, Gardel, Carrasco, Miramar, ... En una de las calles del barrio cerca del río, esperamos a que abran a las 10'30, un videoclub donde nos venden unas cuantas películas uruguayas que nos interesan y que no son fáciles de encontrar, puesto que la industria cinematográfica uruguaya, se encuentra como en otras parcelas, empequeñecida por la gran maquinaria de la mole argentina. Con una decena de films en una bolsa, y tras coger una autobús directo a la Ciudad Vieja, arrancamos cerca de los muelles, la ruta por estos dos barrios. En la Ciudad Vieja, como pasa en otras ciudades donde se intenta una transformación del casco histórico, después de que bohemios, modernos y la administración, por distintos motivos o intereses, descubren de repente un “encanto” canalla y tradicional, o un potencial turístico-económico, hay un collage de gentes y rincones de ambiente decadente, locales tradicionales, y buscavidas de muelles de puerto, que resisten la inercia del cambio, y de sabia nueva y rincones rehabilitados, comercios y tiendas de todo tipo, edificios restaurados para actividades que no tienen nada que ver con su origen, garitos turísticos, etcétera. Tras unas vueltas sin rumbo, nos paramos a tomar una cerveza en un bar esquinero cerca del Hospital Maciel, antes de encaminarnos a ver el turístico Mercado del Puerto. El bar es muy antiguo, y el aire que se respira, incluyendo al dueño y a un par de clientes ancianos que beben un vaso de whisky sentados junto a los ventanales, observando la calle o leyendo el diario, retrotraen al pasado, en conjunción con unos roñosos ventiladores gigantes de 2 aspas, un cuadro de fotos de Carlos Gardel en sus años mozos, una vitrina frigorífico de madera de los inicios del tango, unas tragaperras de las primeras series, estanterías de botellas añejas con densa capa oscura por la adhesión de tiempo de efluvios y humos, y unos baños de agujero en el suelo de los que evitaré la descripción. Incluso el silencio que nos envolvía durante la consumición, era de otra época. Al salir, dos travesías más allá, agarramos la peatonal calle Pérez Castellano en dirección a los muelles, donde al fondo se divisa el colosal edificio de la aduana de la administración portuaria. Durante el recorrido, el ambiente muestra la mezcolanza antes descrita de comercios de barrio y de souvenirs, artistas y artesanos, tiendas de ropa moderna, oficinas, salas diversas, pequeñas tiendas de ultramarinos … Al llegar al final, en un espacio abierto a los pies del mamotreto de aduanas, el Mercado del Puerto, construido en 1865 por un grupo empresarial, con la finalidad de abastecer de alimentos a los buques que atracaban en la bahía de Montevideo, y que se erigió a partir de un esqueleto de hierro interior. En la actualidad, no hay verdulerías y fruterías, sino restaurantes y cafeterías. En el exterior, las terrazas donde en la puerta los relaciones públicas te invitan con la carta en la mano, a almorzar en sus establecimientos, y unos cuantos tenderetes de artesanía-souvenirs. Dentro, todo el mercado está dedicado a la restauración, por lo que los espacios de los antiguos puestos, son ahora chiringuitos y restaurantes adosados ofreciendo a la vista las parrillas sobre el fuego encendido, y las carnes y pescados expuestas para la elección. Hay poca clientela, y los precios son como no, de tarjeta de crédito. Abandonamos el lugar, y seguimos la andadura por la calle Sarandi, una transversal peatonal que va a embocar directamente a la puerta de la antigua muralla de la ciudadela en la Plaza de la Independencia, la cual marca el fin de la Ciudad Vieja y el inicio del Centro. En el recorrido, mirando en cualquier dirección excepto hacia delante, siempre se puede ver entre las calles, el cercano horizonte de agua del Río de la Plata. Cruzada la puerta de la antigua muralla, al otro lado de la Plaza de la Independencia, nace 18 de Julio, que atraviesa todo el centro hasta su bifurcación en la explanada del ayuntamiento, donde arranca la calle Constituyente, luego Bulevard España, que transcurre en paralelo al río. La super concurrida 18 de Julio, se divide en tramos de varias cuadras separados por varias plazas, y va ofreciendo a ambos lados toda su oferta comercial, que va desde las tiendas de marca, zapaterías, joyerías, tiendas de deportes, incontables galerías comerciales, quioscos, almacenes, edificios gubernamentales, escuelas, bloques de oficinas, palacios, ... La primera Plaza que se alcanza es la del Entrevero, llamada así por una escultura en la que las figuras que la componen, están hechas un nudo de difícil separación, incluso visual. La plaza siguiente, en la que nos detenemos, es la Plaza Cagancha, y el motivo de la parada es echar un vistazo al mercado de artesanos que está situado en un edificio de una esquina de la misma. Sin embargo, el paseo no dura mucho, ya que tras la visita a las extensas ferias de Villa Biarritz y del Parque Rodó, la misma artesanía se hace empecinadamente repetitiva, y le dejo de prestar atención a los 5 minutos de recorrido. Los puestos de mates, madera, cuero, bisutería, ropa de lana, vidrio, etc. resultan una letanía repetida de objetos de adorno y complementos que ya hemos visto. Como es hora de comer, en Uruguay la hora del almuerzo es entre las 12'30 y las 14'30, vamos a un restaurante de menú que nos han recomendado: el del casino Maroña. Su particularidad es esa precisamente, que está en un casino, y lo cierto es que es harto curioso estar en un restaurante circular rodeado de pantallas de televisión en las paredes, mientras jugadores sentados en taburetes le van echando monedas a las tragaperras situadas debajo de las teles. La entrada es kitch, de esas de película de mansion de magnate americano con escaleras laterales que suben desde el vestíbulo con gran araña colgando, hacia las alcobas del primer piso. Aquí el lugar rebosa de máquinas que responden con sus luces al estímulo del dinero de los apostantes, y al subir las escaleras, te reciben más salas con neones y luces guiñando el ojo a más jugadores, y mesas de tapetes sedosos sobre los que las cartas se deslizan eróticamente. En el primer piso, tras cruzar unas cuantas salas de juego, nos encontramos con el restaurante, en el que para que uno no se olvide del lugar donde se encuentra, están colocadas a un lado contra la pared, una hilera de máquinas tragaperras con sus respectivos hipnotizados jugadores. El menú está realmente bien. Entre los dos que ofrecen, el “menú ejecutivo” a 155 pesos (6 euros), y el “buffet ejecutivo” a 220 pesos (9 euros), la única diferencia era el libre servicio en el segundo, de variantes de ensaladas a voluntad. Elegimos uno de cada y compartimos las ensaladas del buffet ejecutivo. La comida es excelente, el vino tanat bueno, y los precios ajustados, así que nos vamos satisfechos y con una estupenda opinión de este restaurante agazapado en el primer piso de un antro de vicio sin perversión, situado en la avenida 18 de julio, una o dos puertas antes de llegar a la Avenida Yaguarón. No rondamos más. Cogemos un bus en las cercanías y nos bajamos en casa para hacer una siesta, ir a comprar básicos al almacén de Ruben en la esquina, el cual a pesar de los días que ya llevo, sigue haciéndome un reconocimiento visual cuando me ve en la puerta, y luego, dejar transcurrir el resto del día, antes de direccionarnos mañana a visitar Colonia del Sacramento. Etapas 7 a 9, total 16
Colonia es la ciudad más antigua del Uruguay, y por lo tanto, una de las joyas turísticas de la república oriental. El asunto es que este bello sitio, está colonizado en la actualidad por terrícolas de alta gama de la otra orilla del Río de la Plata, lo que ha convertido el enclave en prohibitivo para algunos bolsillos. El viaje de 2 horas y media, lo hacemos esta vez en un bus de la compañía COT desde Tres Cruces, cuyo billete ha costado 456 pesos (18 euros) i/v por persona. Sobre el trayecto, tal como conté en la etapa en la que marchamos a Colonia a coger un ferry para cruzar a Baires, el relajante paisaje desde Montevideo, es de bucólica campiña, reses de ganado, y arboledas. A primera hora de la tarde el colono bus estaciona en un andén de la terminal de Colonia. Alimento, pregunta, respuesta, petate, avenida y entrada en la posada "El Capullo", a la espalda de la Basílica del Sacramento en pleno corazón del barrio histórico del pueblo. Para variar, la habitación reservada vía internet adolece de un inconveniente imprevisto, puesto que aunque la foto de la estancia es fiel, ni decía ni mostraba su situación, que resulta ser justo en el pasillo frente al mostrador de la recepción y a la sala del desayuno, ubicación algo incómoda para el descanso y la intimidad, y que convierte los 85 euros de habitación "standard" en una tarifa desproporcionada con su valor real. A pesar de ello, al decirle al dueño si dispone de otra habitación en otro emplazamiento, me responde que aunque no es de categoría "standard" y ya que no se ocupa hasta el día siguiente, nos podemos alojar sin cargo extra alguno, en una de las que dan al magnífico jardín con piscina. La diferencia es abismal, y la ubicación del par o tres de habitaciones que tienen en el jardín es excelente y apacible, haciendo amortizable el coste del alojamiento. Le agradecemos la generosidad, y dejo constancia sincera de que el lugar es tranquilo, cuidado, moderno, que todas las habitaciones son impecables, y sobre todo, de que la maravillosa atención y simpatía de los dueños y el equipo de la Posada, no tienen precio. Colonia, a unos 180 kilómetros de Montevideo, se encuentra ubicada en un cabo formado por dos puntas que miran hacia el pais vecino, y su barrio histórico, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995. La influencia colonial hispano portuguesa es evidente en sus calles estrechas y empedradas, y en unas edificaciones que son cuidadas con cariño y embellecidas con profusión de plantas, vegetación y flores. La ciudad, que data de 1680, fue durante años campo de batalla entre españoles y portugueses, pasando de unas manos a otras durante siglo y medio, hasta que en 1828 quedó definitivamente bajo la soberanía de la República del Uruguay. Tras ese periodo de confrontación sin tregua, el olvidado casco histórico en ruinas y abandonado, se había convertido en un barrio de prostitución y malhechores, hasta que en 1970 comenzó la restauración y reconstrucción del inigualable casco. Para saber más sobre Colonia, os recomiendo la cachonda versión de la historia de la ciudad, que tienen en la web de "El Capullo". Copio y pego algunos trozos: *"1492: Cristobal Colón llega a nuestro continente. Le dicen "Nuevo", aunque es solo para ellos, ya que la gente que vivía aquí insistía que el continente era más viejo que ellos y que ya antes habían visto a unos rubios barbudos y a otros también. A Colón no le importó la explicación ... fue un temsa de marketing, además de que es imposible descubrir algo que ya lo conoce otra gente". *"1516: ... Juan Día de Solís se interna en el Río de la Plata. En los libros dice "descubre" ... Los que se lo comieron, pensaban distinto sobre este punto". *"1822: Otra novedad, Brasil se independiza de Portugal, así que Colonia que estaba ocupada por estos últimos, pasa a manos de Brasil. Si todo hubiese acabado así, el "Maracanazo" (mundial que ganó Uruguay en Maracaná ganando a Brasil, país anfitrión) no hubiese ocurrido y seriamos el país con más mundiales de fútbol ganados" *"1823: ... Como sucedían pocas cosas, un rayo destruyó la iglesia Matriz". En mayo del 2012, la historia dirá que Colonia está en manos de las hordas de élite porteñas, y que Colonia del Sacramento tiene un barrio histórico de postal, bien cuidado y de belleza esterilizada. Un cuadro deslumbrante, cuyo coste es un agujero en los bolsillos turísticos, aunque espero que al menos, revierta en la ciudad y en todos sus habitantes. Nosotros en este momento histórico, paseamos por los adoquines del casco, tras haber entrado al final de la calle a la plaza de la Basílica del Santísimo Sacramento. Derivamos por un decorado de callejuelas, que me recuerda en parte al "Pueblo español" de la montaña de Montjuich en mi ciudad, viendo a gente sentada en las terrazas tomando algo como figurantes de película, zigzagueando por los callejones observando los abundantes coches de época "aparcados" estratégicamente, disfrutando de plantas, flores, portales y jardines, cruzando la Plaza Mayor, y llegándonos el paseo marítimo que bordea la punta bañada por el Río de la Plata. Allí, en la terraza de un garito con tablones clavados en un árbol, llamado "Budha bar", nos sentamos para ver como zarpan y arriban los buques que cruzan a Buenos Aires. Las vistas al río, nos salen caras, exactamente 180 pesos (7 euros) una litrona para los dos. En Colonia, se produce un fenómeno paranormal. Muchos de los comerciantes, camareros, hosteleros, etcétera, te avisan diciéndote: "Colonia es cara", "comer en Colonia es caro", "alojarse en Colonia es caro", dando la impresión de que los precios no tuviesen relación con ellos, como si cayesen del cielo impuestos por una fuerza sobrenatural, o estuviesen establecidos en alguna tabla de piedra desde los tiempos de los tiempos. Lo cierto, es que da la impresión de que es un filtro para eliminar turismo de menor poder adquisitivo, para extraer pepitas de oro. Hay que decir en honor a la verdad, que fuera del casco histórico se encuentran precios no inflados, asequibles para viajeros sin limusina. En la terraza del bastión de San Miguel donde estamos, los buques siguen partiendo y llegando allá en la punta del muelle de la terminal marítima. Nosotros pagamos y nos vamos a seguir puliendo las piedras del pavimento. Suspiramos en la calle de los suspiros, nos iluminamos en el faro sobre la ruinas del convento de San Francisco, cruzamos por el puente de madera levadizo sobre el foso, el Portón del campo, la antigua y única puerta de la muralla de entrada a la ciudad, y me hago fotos en la puerta de un coche de mismos colores que el polar que visto. Dejadas atrás las piedras con historia, pisamos el asfalto de alquitrán puro y duro de la avenida Gral. Flores, y antes de regresar a la posada a disfrutar de otra superficie que no sea de piedra, nos damos el gusto de tomar una cervezas a precio normal en una terraza de la misma avenida. Amanece que no es poco, y tras el buen desayuno, emprendemos el plan de hoy. El cuadrante nos marca, que el autobús que agarramos para el cercano pueblo de Juan Lacaze, sale a la una del mediodía. Allí vamos a hacerle una visita a Hugo y Dadi, hasta el momento de coger el bus a la radial (autovía) que pasa por el desvío de entrada al pueblo, para enlazar con el bus a Montevideo que pasa por ese punto a las 19'45 horas. Las cuatro horas que tenemos hasta la salida, las queremos invertir en una visita al Real de San Carlos a unos 5 kms del centro por la rambla costanera, y complejo kitch donde los haya, que llama la atención por lo cenizo de su construcción. Este complejo turístico, ideado y construido a principios del siglo XX por Nicolas Mihanovich, magnate naviero nacido en Croacia pero criado en la Argentina, con la finalidad de convertirlo en un balneario de referencia para la clase alta de Buenos Aires, contaba en el momento de su inauguración allá por el 1910, con una Plaza de toros para 10000 personas, el frontón de pelota más grande toda Sudamérica, un casino, un hotel, muelles de atraque para los vapores que traían a los porteños y montevideanos de abolengo, una línea ferroviaria para el trenecito que los trasladaba directamente desde el atracadero a las puertas del hotel, y una central eléctrica para abastecer de energía, no solo al complejo sino como contrapartida a la concesión estatal, a Colonia. Todo este complejo, se levantó en los terrenos del Real de San Carlos, paraje donde al instalarse las tropas españolas que asediaban Colonia en 1761, se construyó un hospital militar, un cementerio, y la iglesia de San Benito, en honor de San Benito de Palermo, el primer santo negro de la iglesia católica. De arquitectura morisca, la plaza de toros que en ese momento podía contener a toda la población de Colonia del Sacramento, se inauguró con una corrida con los tendidos llenos, el 9 de enero de 1910, con faenas de los diestros españoles Ricardo Torres, "Bombita grande", su hermano Manuel, "Bombita chico", y el rejoneador “Mogador de Cobas”. La clausura del recinto se produce tras haberse realizado 8 corridas oficiales, debido a la prohibición de la "fiesta" por el gobierno de Uruguay en 1912. El cierre definitivo de todo el complejo es en 1917, siete años después de su inauguración, tras devolver la concesión de la explotación al Estado uruguayo antes de los 25 años de plazo pactados. Para recorrer los 5 kilometros hasta los restos del "resort", alquilamos unas bicicletas en el hotel a 3 dolares la hora. La ruta al lado del mar por la rambla costanera es agradable, y nos permite ver los asentamientos residenciales que ocupan actualmente toda la zona, desde el centro de pueblo hasta nuestro destino. Los chalets y las casas en primera línea de mar son construcciones lujosas, situadas al otro lado de la carretera que las separa de las playas y algún terreno arbolado. A paso lento, llegamos en media hora al complejo, y seguimos los carteles indicando el camino de la plaza de toros. En unos metros, aparece el surrealista cadaver de cemento en medio del paisaje verde, en un estado total de abandono y protegido por vallas para evitar que la gente entre, ante el peligro de derrumbe. Tras encadenar las bicicletas al lado de una parada de bus, entramos por un hueco en la valla por donde han entrado otros anteriormente, y posiblemente seguirán entrando otros en el futuro. Con sumo tiento, nos adentramos por la entrada principal y subimos lo que queda de las escaleras del acceso a la boca que daba al palco oficial, encima de la banda, para llevarnos una sorpresa con el círculo de cesped en buen estado que hay en el coso, en lugar de restos de la arena, o de una jungla de hierbajos acorde con el estado de la obra. A pesar del abandono de la plaza y la erosión, las graderías están perfectamente dibujadas sobre la estructura férrea oxidada, lo que permite imaginar la plaza durante una de las escasas jornadas de gloria que tuvo. El frontón euskaro, un compacto bloque a unos 200 metros de la plaza de toros, y al costado del hipódromo y las cuadras, se mantiene absolutamente cerrado ya que a pesar de que se restauró hace bastantes años para ser sede de unos campeonatos mundiales de cesta punta que se celebraron en Uruguay, en la actualidad se utiliza como depósito municipal. Este jai alai abierto, también inaugurado en 1910, es la cancha más grande de Sudamérica con 64 metro de largo por 21 de ancho. Dando una vuelta ciclista al frontón, aparcamos las bicis en la pared trasera del edificio al lado de un caballo amarrado, para pasar un rato viendo como los jinetes entrenan en el hipódromo galopando en las rectas o conversando entre ellos al trote. Pasados sus días de gloria y en franca decadencia, aunque el hipódromo se mantiene en activo desde su inauguración en 1944, actualmente la municipalidad de Colonia busca inversion privada y apoyo oficial gubernamental para mantenerlo y revitalizarlo. Tras un par de horas, el tiempo se echa encima, y emprendemos la vuelta por la rambla costanera, para devolver las bicicletas y hacer el check out del hotel, entrar de refilón en un recinto de puestos de artesanía, y comer en un chiringo de choripanes frente a la estación, una superhamburguesa completa, una supermilanesa igual de pantagruélica, y unas cervezas, un rato antes de montarnos en el bus de la 1 a Juan Lacaze. El origen de Juan Lacaze se remonta a 1860 cuando allí se instala el hombre de negocios que da nombre al pueblo. Obviamente, Colonia del Sacramento absorbe el 99'99 % del turismo del departamento, y la personalidad de Juan Lacaze es eminentemente industrial, ya que el pueblo siempre ha girado alrededor de dos grandes compañías establecidas alrededor de principios del siglo XX, la Fábrica Nacional de Papel, y la textil Fábrica Salvo, luego adquirida por Campomar, en la actualidad cerrada. Estas dos fábricas impulsaron el desarrollo del pueblo, dando trabajo a sus habitantes, y con una estrategia de “gran familia”, construyendopalos trabajadores, o sea el pueblo, gran centro social con gimnasio, viviendas, etc, etc. Como los abuelos de Sandra tenían acá casa a pie de mar, lugar donde veraneó muchos años en la infancia, recorremos esas playas con la fábrica en el horizonte, y mantas de pulgas que se desplazan en oleadas a cada pisada nuestra. Hay gente pescando al final de un espigón, familias paseando por la arena, humo saliendo de chimeneas industriales, una casa que ya no está y otra que se costruye, y montones de recuerdos que vuelven. El resto de la jornada es familiar con Dadi y Hugo, que me enseña las entrañas del centro social, el cual a pesar de los años, deslumbra con su sala de baile de otros tiempos, con baldosas preciosas, grandes ventanales, y vistas al pueblo. Charlamos un rato hasta la despedida porque arranca el bus de enlace, esperamos a la entrada del pueblo la llegada del bus a Montevideo, y tras un viaje de un par de horas, finiquitamos el día y la excursión. Besos a Dadi, y un abrazo al monstruo de Hugo. Buenas noches. Etapas 7 a 9, total 16
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