![]() ![]() Dresde y Sur de Polonia 2011 ✏️ Blogs de Polonia
En este diario contaremos nuestras impresiones sobre la bonita Dresde y la encantadora Polonia en un viaje que realizamos en el verano de 2011.Autor: Diderot Fecha creación: ⭐ Puntos: 3.6 (5 Votos) Índice del Diario: Dresde y Sur de Polonia 2011
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Etapas 4 a 6, total 12
1 de Agosto de 2011
Hemos dejado Dresde muy temprano, con cielo plomizo y rumbo a Breslavia. Cuando se llega a la frontera, en el tren, cambia el personal alemán por una lanzadora de martillo polaca con pelo caoba y medias color crema bajo las sandalias. Llegamos a la ciudad con más nubes que claros y, con la caótica situación de la estación en obras, acabamos saliendo en dirección contraria haciendo turismo por zonas poco recomendables. Tras volver a la estación y cruzar las vías por un túnel inmundo, llegamos al hotel Silford Europeinski, donde la hermana de Magdalena Túl nos recibe y nos da la habitación 602, en el tercer piso, con balconcito en saliente y cristalera. Polonia está a otro nivel que Alemania, se nota por el estado de muchos edificios, las pintadas, las basuras y los pedigüeños. Breslavia, o sea, Wroclaw, pronunciado como FohFah o algo así, es la ciudad de los repelentes enanitos, un invento con vistas turísticas que no hay quien aguante; aunque no quieras, acabas señalando los enanitos que van apareciendo por cada rincón con deseos criminales. Una larga avenida conduce a la famosa Plaza del Mercado que, junto a la vecina Plaza de la Sal (Solny), son las únicas que conservan casi completamente el estilo original con buhardillas y colores alegres. El ayuntamiento es una joya gótica con muchos balcones, esculturas y una gran torre. En el Restaurante Zak acabamos comiendo platos polacos: una sopa con tropezones muy rica, unas croquetas gigantes y una copa de sopa de remolacha caliente; de segundo unos platos de pollo y carne. Total, 120 Zlotys pero un día es un día. Tras comer, comenzamos la ruta por la ciudad: la Iglesia de Santa Isabel es la típica iglesia gótica polaca de ladrillo y naves altísimas; ésta se suele quemar cada 20 años por lo que tiene poco dentro. Nos dan unas audioguías de mp3 a cambio de donativo y como suele pasar, acabamos revolcándola por el suelo. Tras esto, visitamos la Universidad y la Iglesia de los Jesuitas, salvada por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial porque las bombas que cayeron no estallaron. Cruzamos el Oder y nos adentramos en los canales, la zona más pintoresca, con flores, puentes de hierro, esculturas, islas y muchas iglesias, entre ellas la Catedral en el típico gótico polaco. En esta zona compramos un trozo maxi de pastel de chocolate con cereza al peso de cinco pisos por cinco zlotys. Volvimos al centro, a la plaza, con los pies en los muñones, para cenar en una pizzería donde, además de servirte la pizza, te dan tomate en un cacharrito para sazonar y la gente se pone hasta las cejas de salsa de ajo. Las caras de las polacas del bar de al lado dicen "matenme" y nos recuerda a la vieja del Belén móvil que vimos en una de las iglesias; un Belén jamaicol con muñecos de todo tipo, desde Nancys hasta Tíos Gilitos. Llegamos al hotel de noche y, mientras escribo, en la habitación de al lado una mujer gime y la cama chirría. Seguro que se está poniendo enferma y le duele algo o le lijan los callos con fines ortopédicos. Etapas 4 a 6, total 12
2 de agosto de 2011
Nos levantamos a las 7.30 directos al desayuno buffet, donde decenas de chinos lo estaban desvalijando comiendo a dos manos. Sólo había un dulce: una tarta de manzana. El resto eran salados: desde salchichas y huevos revueltos hasta huevos con mayonesa y ensalada de pepino. Al bajar en el ascensor casi morimos afixiados con el perfume de jazmines intensos de una china madurita, nueva versión de las cámaras de gas de Autschwitz. El día de hoy comienza en la destartalada estación de autobuses, donde siempre huele a comida y puedes comprar medias, Lady Grecian 2000 y un cuarto de pollo. Cogemos el primer autobús a Swidznica a las 9.45 para ver la Iglesia de la Paz. La carretera es espantosa y tardamos más de una hora para 40 Kms. La iglesia está dentro de un bonito jardín aunque lleno de tumbas. Se trata de una iglesia enorme construida integramente en madera que era lo único a lo que podían aspirar los protestantes tras la Paz de Wesfalia. El interior tiene varios pisos de gradascon muchos palcos de diferentes formas, cada uno costeado por una familia; todo es de madera pintada con un enorme órgano y un altar con imágenes pintadas imitando mármol. Tras un paseo por la Plaza del Mercado y, ante la imposibilidad de ir a Jáwor para ver la otra Iglesia de la Paz, nos quedamos a comer allí. La ciudad necesita un gran restauración pero no es fea. Comemos en un bar de la plaza los famosos pierogi por unos cuatro euros/ dos personas En la estacíón de autobuses no hay información expuesta, tan solo una señora con los horarios apuntados con boli en una libreta. Volvemos a Breslavia en un autobús con mucha peste a sobaco, próximo a la clausura por salubridad, y las montañas de los Sudetes aparecen en el horizonte y carteles de animales sueltos se asoman a la carretera sin arcén. Al salir, con el culo sudado del calor, nos embarcamos sin meditarlo en un segundo autobús hacia Trzebnica. Si el primer autobús era malo, éste es insuperable. Como sacado de una película de Cantinflas. El viaje se hace largo para unos 30 Kms y nos asamos por el calor que entra por las ventanas, tamizado por unas cortinas de papel higiénico. El autobús se llena de obreros polacos sudados comiendo unas zapikankas con salsa de ajo que apestan el autobús. Es curioso que se puede comer y subir perros en el autobús, pero no patines. Entre la peste a sobaco, el ajo y los efluvios pestilentes de eruptos de cerveza Perla, acabamos repitiendo "Qué asco" una y otra vez. En Trzebnica visitamos el Monasterio de Santa Jadwoca, quizás Santa Eduvigis, una reina polaca. Un monasterio gótico con mucho añadido barroco muy bonito. La santa se repite por la iglesia y está enterrada en una capilla lateral bajo un túmulo barroco lleno de esculturas. Y lo mejor de todo, el fraile barómetro de los jardines. Tras tomarnos unos bizochos típicos rellenos de mermelada, volvemos a Breslavia en un autobús en condiciones que tiene hasta ¡un lavabo! junto a la puerta. En Breslavia, a las 7, nos dedicamos a dar un paseo por el Parque del Panorama y las diferentes islas. Para terminar, subimos a la torre de Santa Isabel y tomamos un tentempié en la plaza; en el callejón de la Plaza de la Sal compramos las versiones polacas de pizza y kebab: la pizza con patatas fritas encima y el kebab con cinco chorreones de salsas diferentes y muchos tropezones identificables, desde verduras a dedos humanos. Etapas 4 a 6, total 12
3 de agosto de 2011
Tras un contundente desayuno en el hotel, nos hemos ido al Panorama Raclawice, un edificio de hormigón de forma circular donde se expone una pintura del siglo XIX muy realista de una batalla que ganó Polonia a los rusos (el que gane Polonia una batalla tenía que ser algo anecdótico). Esta pintura se la trajeron desde Lvov (o Leópolis) en Ucrania con los cambios de fronteras tras la Segunda Guerra Mundial. Está bien montado el acceso al salón central al que se sube en una rampa en penumbra. Reparten audioguías con una buena información. Al salir, hemos cogido un tranvía en dirección al Parque de la Exposición, realizado para el primer centenario de la victoria de Prusia contra Napoleón en 1913. El Pabellón del Centenario, realizado en hormigón, supuso una revolución arquitectónica para la época, con una de las mayores cúpulas que jamás habían sido construidas; hoy Patrimonio de la Unesco. Se rodea de un parque muy frondoso con una iglesia de madera traida de Silesia, una pérgola gigantesca de hormigón, un estanque con juegos de agua donde los polacos toman el sol en bañador y el encantador jardín japonés, una de los sitios que más nos ha gustado de la ciudad. Volvemos en otro tranvía, recogemos las maletas y nos encaminamos a la estación para coger el tren a Cracovia. El trayecto dura unas cinco horas. Hace un calor espantoso y la gente viaja en el pasillo, con la cabeza sacada de la ventanilla. El compartimento tiene seis asientos tapizados en rojo con manchurrones salpicados; ni que decir tiene que apesta a sobaqueras y a cuquillo. El viaje se hace eterno mientras pasan kilómetros y kilómetros de bosque cerrado donde seguro de convertiría en lobo el niño Jean. Tenemos tiempo hasta de revisar las grandes obras de Julián Contreras. En Polonia también hay canis y chonis. Tras un transbordo en un pueblecito en mitad del campo, llegamos a la estación central de Cracovia. El hotel Mateijko está muy cerca y lo encontramos enseguida. A la recepcionista le salen los símbolos del zloty en los ojos cuando ve que nos quedamos seis noches. El centro se ve desde la ventana que da a una bonita plaza junto a la barbacana. Damos un paseo al atardecer hasta el castillo y comemos un kebab en una taberna griega, lo más barato que encontramos. Volvemos y pedimos el cable para internet, pero funciona muy mal. Etapas 4 a 6, total 12
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