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VIAJE KENIA TANZANIA

VIAJE KENIA TANZANIA ✏️ Blogs de Africa Este y Centro Africa Este y Centro

EL SUEÑO DE ÁFRICA 2010: KENIA, TANZANIA Y ZANZÍBAR
Autor: Dasfredas  Fecha creación:  Puntos: 4.7 (7 Votos)
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Zanzibar Kizimkazi

Zanzibar Kizimkazi


Localización: Africa Este y Centro Africa Este y Centro Fecha creación: 26/07/2012 15:50 Puntos: 0 (0 Votos)
13.
Por primera vez en muchos días, no madrugamos mucho, un placer que no aprecias hasta que lo pierdes y que este día alargué lo que me fue posible. Fuimos hacia la zona de desayunos, que también era de buffet donde te hacían tortillas, tostadas, tortitas... El buffet de desayuno es sin duda, uno de los inventos más felices de la humanidad.

Tras desayunar como un rey, fuimos a estrenar la piscina, que cuando la marea estaba alta, visualmente formaban una sola masa de agua. El plan del día era contratar un viaje en barca y comer fuera del hotel. Nos habían dicho que se podía contratar más barato con algún chaval de la playa. Desde la piscina vimos que uno de ellos llevaba una camiseta de Ratpanat unas tres tallas más grande de lo que debería, con lo que decidimos hablar con él. Los compañeros decidieron darme un descanso ya que durante todo el viaje yo había hecho todas las gestiones, así que fueron Silvia y otro compañero quienes fueron a hablar con él mientras el resto acechábamos desde la piscina. A gritos Silvia nos ponía al día:

- ¡Dice que 15 dólares por llevarnos al pueblo en barca y comer!
- ¡Carísimo, dile que 10!
- ¡Pregunta que cuantos somos!
- ¡11!

Finalmente y como Silvia es mejor regateadora que yo, el viaje salió a 6 dólares per cápita. Disfrutamos de la piscina un rato más, hasta las 12, la hora a la que habíamos quedado con ellos. Como la marea estaba baja, tuvimos que acercarnos a la barca, evitando pisar enormes erizos de mar del tamaño de mi pie. De camino a la barca, el bajito con el que habían negociado se me acercó.

- ¿Eres Alfred?
- Sí. Tu, ¿cómo te llamas?
- Abdul. Me gusta mucho tu compañera.
- ¿Quien?
- Esa.
- Sí, es muy maja, pero creo que lo tienes un poco difícil porque está acompañada.
- ¿Por quien?
- Por esa otra.
- Ya. ¿Pero podrías hablarle de mí?
- Lo intentaré, pero no te prometo nada.

Cuando llegamos a la barca, los cuatro chavales nos fueron ayudando a subir uno a uno. Yo subí el primero y uno de ellos me dio un viejo móvil para que se lo guardara durante el viaje, para que no se mojase. La barca era de motor y tenía el sitio justo para todos, pero el viaje fue muy agradable a pesar del calor descomunal y el sol inclemente. Cerca ya del pueblo de Kizimkazi donde íbamos, a nuestra izquierda aparecieron los familiares lomos de unos delfines. El nadar con delfines lo teníamos planeado para el día siguiente, a pesar de ello, Abdul intentó negociar unas zambullidas por un precio módico, pero como no llevábamos gafas ni aletas, no hubo suerte.

Llegamos a una playa de postal, con agua azul turquesa, casitas de techo de paja y arena blanca. Al bajar de la barca, la arena era tan fina que casi parecía que se mezclaba con el agua. En el suelo había enormes conchas y pedazos de coral, que no cogimos porque nos habían dicho que en las aduanas los detectaban y te hacían pagar por ellos lo que les apetecía en ese momento. Posteriormente vimos que así era. También había un grupo de chavales que entre otras capturas, habían cogido una especie de morena y un llamativo pez globo. Aplanados por el sol fuimos andando al restaurante donde comeríamos, que afortunadamente, tenía un techo de paja. La sombra llegó un poco tarde para un compañero de Alicante que antes de salir se había embadurnado bien de crema, pero por error, cogió el Aftersun en vez de el protector solar. Aunque era moreno de piel, cuando nos sentamos, el rojo de la espalda y cuello empezaba a tirar casi a amoratado y cualquier contacto tenía divertidas consecuencias. Para los demás, claro.

La comida fue sencilla pero rica. Lo que más me gustó fueron los langostinos recién cogidos y un arroz blanco con salsa de tomate y coco, pero sobre todo, unas maravillosas patatas fritas que hacía tiempo que nadie comía y que disfrutamos como cochinos. Abdul, como parte de su conquista, le regaló a nuestra compañera un pulpo recién pescado y hecho a la parrilla, que estaba buenísimo. Disfrutamos del resto de la comida mientras charlábamos con los chavales, que nos preguntaban cosas de España y, como no, de fútbol. Nos propusieron que les compráramos bebidas a ellos para los días siguientes, ya que ellos nos las daban por la mitad del precio que costaban en el hotel. Aceptamos comprar un par de botellas para cada uno, aunque al final sobró casi la mitad.

Con pena nos despedimos de nuestra playa y volvimos al hotel. Por 6 dólares habíamos pasado el día estupendamente. Unas cervezas en la piscina para los que no estábamos abrasados y la cena ocuparon el resto del primer día de relajación en la paradisiaca Zanzíbar. Después de cenar y antes de ir a tomar algo al bar del hotel, fui a ver a mi amigo el recepcionista, que de mala gana me indicó dónde podía contratar la excursión para ver delfines. Después de negociar, conseguimos: Nadar con delfines a primera hora cerca del hotel para evitar aglomeraciones + viaje de ida y vuelta en barco a la isla de Pungume + snorkel en Pungume + comida en un arenal natural incluyendo langosta por 10 dólares por cabeza.

Satisfecho por la negociación me reuní con el grupo en el bar donde por lo menos, aguantamos más que el día anterior.
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Zanzíbar Kizimkazi 2

Zanzíbar Kizimkazi 2


Localización: Africa Este y Centro Africa Este y Centro Fecha creación: 26/07/2012 15:51 Puntos: 0 (0 Votos)
14.
Nuestro grupo desayunó pronto, ya que queríamos ser los primeros en estar en el agua por la mañana. La razón era que nos habían dicho que si esperábamos mucho, se juntaban demasiadas barcas y era una molestia. A pesar de tener que meterme en el agua pronto, me dí un desayuno como todo desayuno de buffet merece.

Nos habían aconsejado que compráramos gafas y tubo para bucear, ya que no es muy agradable meterse en la boca algo que no sabes en que bocas ha estado antes y dónde habían estado esas bocas antes de meterse el tubo. Por lo tanto, cogimos nuestros equipos y nos subimos a una nueva barca en la que nos repartieron aletas según nuestro número de pie. Con las aletas, las gafas, el tubo e incómodo como yo solo esperé a que me dijeran que me tirase. Tras esperar cinco minutos el capitán de la barca vio algo, giró a la derecha y tras movernos unos diez metros nos gritó que había delfines y que nos tirásemos al agua. Nervios, la aleta se engancha, me pongo las gafas pero no me encuentro el tubo, pero como no me lo quiero perder, me tiro tal y como estoy. Tras tragarme una buena parte del océano Índico, logro ponerme el tubo y miro hacia la barca donde están casi todos mis compañeros gritándome algo. Como no oigo nada, no lo entiendo, pero Silvia me hace el gesto de que mire hacia abajo. Y eso hago.

Es difícil explicar la sensación de estar flotando en el mar y ver, debajo tuyo, una manada de unos doce delfines salvajes, que justo en ese momento estaban pasando por debajo de mí. Sé que grité de la emoción y que después intenté nadar detrás suyo, algo imposible a todas luces. Pero yo los seguí hasta que no pude más, probablemente unos segundo después.

Después de los tres que nos tiramos los primeros, el resto de compañeros se fue animando y creo que todos vimos delfines más o menos cerca. Yo me seguí tirando hasta que no pude más, aunque precisamente la ultima zambullida fue la que tuvimos más suerte y los delfines casi nos rozaron. O eso me pareció a mí, que intenté tocarlos. Sin suerte. En cualquier caso, la experiencia mereció mucho la pena.

Volvimos al hotel comentando la jugada, cogimos el resto de bártulos de las habitaciones y salimos a la puerta del hotel, donde nos esperaba un autobús para llevarnos al pueblo de Kizimkazi. Hacía tanto calor que cuando llegamos al autobús la ropa ya se nos había secado. La isla se Pungume está a 11 km de Kizimkazi, por lo que el barco que utilizamos sería más grande que las anteriores barcas. Llegamos al pueblo pasando junto al restaurante donde habíamos comido el día anterior. Nos bajamos en el bar Karamba, perteneciente a españoles y que por lo visto, también había aparecido en el programa Españoles por el mundo. Lamenté otra vez no haberlo visto.

En un tenderete nos repartieron las aletas y a los que no tenían gafas y tubo, les dejaron unos. El barco era efectivamente más grande y aparte del motor, poseía una vela triangular. La tripulación la formaban Esta vez tres chavales. Dentro también había sillas para todos, una parrilla y neveras para comida y bebida. A pesar del motor y la vela, el barco avanzaba lentamente y el viaje se hizo tedioso. Tardamos una hora y media en llegar a la isla, que pronto empezamos a ver en lontananza, pero que parecía no querer acercarse nunca. Cuando finalmente llegamos cerca de un islote, el capitán paró el motor y una vez parado, nos indicó que nos tirásemos cuando quisiéramos. Cerca del islote podíamos ver rocas llenas de peces de colores a través del agua transparente. Con la experiencia que ya teníamos de los delfines, nos tiramos si dudar, aunque alguna compañera se quedó en la barca, por si acaso. Algunos ya lo habían hecho antes, pero para nosotros era la primera vez que hacíamos snorkel y la experiencia nos encantó. Incluso se nos hicieron cortos los 40 minutos que estuvimos en el agua. Vimos un montón de peces de colores y una vez medianamente dominada la técnica incluso nos metimos más profundo.

Después subimos al barco y nos dirigimos al arenal donde comeríamos. Se trataba de un pequeño islote de arena blanca, paradisiaco en medio del azul del Índico. Habría sido más paradisiaco todavía si hubiese tenido alguna sombra. Mientras la tripulación montaba la parrilla y la mesa, el resto no tuvimos otro remedio que meternos en el agua, a riesgo de derretirnos si nos quedábamos al sol. Fue curioso que compartiésemos nuestro islote, en el medio del océano Índico con otro grupo de españoles que llegaron poco después que nosotros en una barca similar y que se instalaron alejados de nosotros con un plan, creo que parecido. El mundo verdaderamente no es un sitio tan grande.

La comida consistió en mi querido arroz con salsa de coco como entrante y después, la deliciosa parrillada consistente en una langosta por cabeza y unos pedazos de un pescado indefinido, pero de carne oscura y sabrosa. Personalmente no me gusta mucho el marisco, pero la langosta estaba deliciosa. Por suerte para nosotros, nos habían instalado una pequeña carpa y pudimos comer a la sombra.

Con pena nos despedimos de nuestro islote y emprendimos nuestro viaje de vuelta al hotel. En esta ocasión no extendieron la vela porque, esta vez teníamos el viento de cara, con lo que el viaje se hizo aún más tedioso. No recuerdo quien fue el que empezó, yo seguro que no, pero alguien empezó a cantar y el resto del viaje deleitamos a nuestra tripulación con diversas canciones de las diferentes regiones españolas. En nuestro descargo tengo que decir que pudiendo habernos tirado del barco, no lo hicieron y llegamos a salvo al hotel, aunque esta vez, bordeando la costa.

Como a la mañana siguiente dejaríamos el hotel, decidimos disfrutar de la piscina lo que quedaba de tarde. Algún compañero seguía teniendo problemas estomacales por lo que los pedidos en el bar consistieron básicamente en cerveza y manzanillas. Después de cenar nos tomamos unas copas y nos fuimos a la cama con la sensación de que el viaje estaba ya llegando ya a su fin.
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Zanzíbar Stone Town

Zanzíbar Stone Town


Localización: Africa Este y Centro Africa Este y Centro Fecha creación: 26/07/2012 15:53 Puntos: 0 (0 Votos)
15.
Nuestro último desayuno en Kizimkazi fue más temprano de lo habitual. Teníamos que preparar todo para salir hacia Stone Town, la capital de Zanzíbar. Aunque nos lo habíamos pasado bien, para mi gusto un día más habría sido demasiado y me habría aburrido. En dos días habíamos hecho casi todo lo que podíamos hacer y si no eres de tumbarte en la playa como yo, poco más podrías haber hecho.

Con todas las mochilas llenas, pero con algo de hueco para las compras que esperábamos hacer en el día, esperamos a que llegara nuestro autobús. De camino a Stone Town iba pensando en el más ilustre de sus vecinos: Freddie Mercury, que por circunstancias del trabajo de su padre nació y pasó su infancia, tan lejos de su querida Inglaterra. Aun se puede visitar la casa donde vivió, pero al final no nos dio tiempo a verla. También pensaba en el hecho de que íbamos a visitar uno de los mayores puertos de esclavos de la época dorada del esclavismo en el mundo.

Las casas y los comercios empezaban a ganar la partida a la vegetación, anunciando nuestra entrada a Stone Town. Todos los edificios no solían pasar de dos alturas y casi todos estaban sucios y descuidados, dando la impresión de una ciudad en decadencia, pero con el encanto que le daba algún edificio colonial. También empezamos a ver la influencia árabe de la ciudad a través de edificios y sobre todo, de gente.

Nuestro hotel, el Dhow Palace estaba situado en pleno casco histórico y era un edificio colonial completo, con patios árabes con fuentes de agua corriente y antigüedades por donde miraras. Por lo que nos comentó un compañero, el hotel tenía dos partes la colonial y la moderna. Nosotros pedimos habitación en la colonial y acertamos. La habitación daba a uno de los patios interiores e incluía una preciosa cama con dosel y una ducha tipo árabe de azulejos azules. Los armarios eran antiguos pero estaban limpios y todo tenía la pátina de lo antiguo pero cuidado.

En cualquier caso, teníamos prisa por salir a comprar regalos ya que aunque nos habían dicho que no habría problema, era nuestro último día y casi no teníamos nada. Esperamos al resto del grupo haciéndonos fotos por el hotel y cuando estuvimos todos, salimos a comernos Stone Town. Desde el hotel se nos adosó un chaval, al que al principio no hicimos mucho caso, pero que mientras esperaba fuera de una tienda a que las chicas terminaran de comprar cosas, me empezó a hablar en un español con mezcla de italiano. Me pidió permiso para venir con nosotros y a cambio de practicar su español con nosotros, nos guiaría por la ciudad y nos aconsejaría. Me pareció bien y él pareció feliz con el trato.

Toda la mañana estuvimos de compras mientras Suleiman nos acompañaba pacientemente y nos enseñaba algunas de las curiosidades de la ciudad, como casas históricas, madrazas, etc. Nosotros le decíamos lo que queríamos ver y él nos llevaba o nos aconsejaba verlo más tarde. Fue especialmente curiosa la visita al mercado, donde los stonetownianos hacían sus compras habituales y no había mucho turista. Allí compramos especias, fruta y algunos zumos desconocidos para nosotros pero deliciosos. Muchas telas, cuadros Tinga Tinga, camisetas de la selección de Tanzania y diferentes estatuillas y pulseras después, decidimos ir a comer. Pedimos a Suleiman que nos llevara a algún restaurante italiano, un poco saturados de arroz y salsa de coco. Cuando llegamos, le invitamos a comer con nosotros, pero él declinó la oferta amablemente y quedó en pasarnos a buscar cuando acabáramos.

El restaurante era mucho mejor de los que esperábamos. Llevado por italianos, había varias mesas ocupadas por italianos, lo que apriori pareció buena señal. Con un precio razonable disfrutamos de ensaladas con aceite de oliva y pizzas y pastas a elegir y de muy buena calidad. Es curioso, pero la sensación de estar con los italianos fue agradable estando tan lejos de Europa y creo que a ellos les pasó lo mismo al vernos entrar. Fue un poco como un anticipo de la vuelta a casa.

Después de un maravilloso capuchino, nos despedimos de los dueños y salimos a la calle, donde ya nos esperaba Suleiman. Le preguntamos que por qué no había entrado a tomar algo y nos dijo que daba igual. Visitamos el antiguo mercado de esclavos, cerca del restaurante, pero decidimos no pagar los escasos 3 dólares que costaba la entrada, no por el precio, sino porque no nos apetecía ver algo que muy probablemente nos bajaría el ánimo. Seguimos con las compras y las explicaciones de Suleiman que nos explicó también el significado de las famosas puertas de madera tallada, símbolo de Stone Town.

Cuando el sol estaba cerca de la linea del horizonte, ya cansados y saturados de compras, fuimos acercándonos a la zona del hotel donde estaba el pub Livingstone. Este pub está ubicado en la antigua casa de este afamado explorador y tiene una terraza desde donde se ve la puesta de sol. En la playa cercana, chavales ensayaban volteretas y piruetas. Mientras se acercaba la hora, la terraza se fue llenando, casi exclusivamente de mzungus y en el momento en el momento en que el sol desapareció,toda la gente aplaudió, despidiendo al día y dando la bienvenida a la noche, que en Stone Town tiene, si cabe, más actividad.

Una vez más invitamos a Suleiman a tomar algo con nosotros y una vez más declinó la oferta. Me di cuenta que en la terraza no había ni un negro, por lo que supongo que habría sido un compromiso para él que le vieran con tanto mzungu. En cualquier caso, le dimos una propina entre todos por sus buenos servicios durante todo el día, que en principio rechazó, pero que finalmente aceptó agradecido.

Volvimos al hotel a cambiarnos para la cena y sobre todo, a embutir todas las compras del día en nuestras ya casi repletas mochilas. La mayoría del grupo prefirió quedarse a cenar en el Livingstone's, pero nosotros preferimos hacer caso de un consejo que nos habían dado: Cenar en los puestos callejeros en los cercanos jardines Forodhani. Y más concretamente, sus Zanzíbar pizza, una especie de torta doble con los ingredientes que tu eligieses. Y por un dólar. Las pizzas estaban buenas, yo me comí tres, la primera conservadora, la segunda exótica-picante y para compensar el abrasado de lengua del picante, una tercera de nutella. Lo mejor de la cena, aparte de la comida fue el ambiente, con todo el mundo comiendo en la calle, música y ambiente festivo. Algo que nos recordaba a España y que nos hizo un poco más liviana la melancolía de pensar que al día siguiente emprenderíamos nuestro viaje de vuelta a casa.

Cuando acabamos de cenar, fuimos al Livingstone's a tomar una cerveza con nuestros compañeros, a los que todavía no habían llevado la cena. Teniendo en cuenta que habíamos ido a la vez, a nosotros nos había dado tiempo a dar una vuelta por los jardines y cenar con postre, la espera estaba siendo probablemente algún récord del mundo. Yo disfruté de mi Safari, otra de las cervezas locales y agotados, volvimos al hotel.
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Imagen: Febles  Febles  15/11/2012 04:05   📚 Diarios de Febles
Felicidades por este diario!! He aprendido mucho de el.
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