La Selva Negra y la Alsacia ✏️ Blogs de AlemaniaSemana del puente de Diciembre en la Selva Negra y la AlsaciaAutor: Dmengual Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (12 Votos) Índice del Diario: La Selva Negra y la Alsacia
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Etapas 4 a 6, total 10
Nos levantamos y desayuno en el hotel. Nos han puesto una barra de pan francés que nos comemos con gusto, a pesar de que estamos jartos de tanta comida del último día, acompañada de mermelada de fresa casera, jamón dulce y queso.
Conducimos por carreteras de doble sentido dirección a Friburgo. Al cruzar el Rhin ya estamos de nuevo en Alemania (Willkommen im Deustchland!). Comenzamos nuestro tour diario con la ciudad de Friburgo. Aparcamos el coche en el parking municipal de la universidad y empezamos a deambular por sus calles. Visitamos las dos plazas (Ratnsplatz? Y Munster) y seguimos viendo más luces y más puestos callejeros navideños. La ciudad está en obras, incluyendo alguna de sus torres más representativas, así que no es tan bonito como nos hubiera gustado. Accedemos a su catedral, que no parece ser protestante por el gran número de detalles en su interior, y ascendemos a su torre de 266 escalones, desde donde divisamos los tejados de la ciudad. Después de la bajada nos hemos ganado un salchichen que comemos sin hambre pero con avidez y abandonamos la ciudad después de pagar unos 6€ por escasas 2horas y media de aparcamiento. Nuestro plan para este día es ir al lago Titisee y dormir allí, pero como vemos que nos sobra tiempo decidimos ir al lago por un camino alternativo que atraviesa las montañas, el cual hemos leído en el blog de Sele. El camino alternativo resultan ser unos 40km atravesando montañas y estaciones de esquí. Cuando comenzamos la ascensión de los escasos 1200m de altura comienza a nevar copiosamente. A partir de cierto momento la carretera está totalmente blanca y el coche comienza a culear en algunos momentos de la ascensión, por lo que dudamos si darnos la vuelta, pero finalmente decidimos seguir. Vemos pasar pueblos totalmente nevados, estaciones de esquí cerradas, quitanieves… aquí es diciembre y hay más nieve que en cualquier punto de la península ibérica. Los neumáticos de invierno nos ayudan en nuestro trayecto y finalmente llegamos al lago Titisee a las 16h. El lago Titisee es uno de los principales destinos turísticos germanos en verano, por lo que hemos leído que está lleno de alojamientos, especialmente baratos en temporada baja como es ahora. Decidimos probar mi alemán de andar por casa y preguntar por el precio de las zimmer de un par de sitios, pero son más caras de lo que pensábamos (80€). Finalmente acabamos en la oficina de turismo, donde nos atiende una chica muy maja que resulta ser mejicana, y nos encuentra un apartamento al irrisorio precio de 90€ por dos noches. Y vaya apartamento…resulta ser un apartamento para dos personas con un salón enorme, terraza, cocina y baño. Todo un lujo a un precio low cost, es lo bueno de viajar en temporada baja!!! Después visitamos la ciudad cercana de Neustadt y buscamos el Lidl, pero tras un intento frustrado acabamos comprando en otro supermercado local. Salimos a buscar un sitio para cenar. Echamos un vistazo a los lugares que están abiertos, que son sólo unos pocos, y nos decidimos por el restaurante que está en el mismo edificio que la oficina de turismo. Entramos en el local, el cual está totalmente vacío, exceptuando una pareja al final del salón que nos miran con cara de extraño. Nos acercamos a ellos, que siguen mirándonos sin decir nada, y dudamos si son empleados o no. Parece que están tomando simplemente un café o té, por lo que hace pensar que son empleados o dueños, así que saludamos y ambos siguen mirándonos como esperando que digamos algo más. Finalmente la mujer nos dice algo que entiendo como: “¿Queréis comer? Pues entonces sentaos”, pero en un tono muy borde… y el señor la mira y niega con la cabeza como diciendo: “estos son idiotas”. A vosotros no os han enseñado modales señores, si vamos a comer a un restaurante el servicio empieza desde el momento que entras por la puerta, que para eso pagas. Así que con educación salimos del restaurante de nuevo sin decir nada. Ya damos suficiente dinero a idiotas pagando impuestos, así que otro más listo apreciará mejor nuestros euros. Finalmente vamos a un restaurante Deustche-Italiano, que por suerte resulta ser más italiano que alemán, y acaba siendo un gran descubrimiento. El camarero y otro señor que viene de vez en cuando (que parece el dueño) son italianos, y estos parece que sí aprecian a unos clientes, sobre todo teniendo en cuenta que es temporada baja. Y de nuevo nos ponemos las botas, esta vez a base de sopas de tomate y cebolla, y luego una trucha cada uno con kartoffen. Etapas 4 a 6, total 10
A las 7.30 suena el despertador. Me levanto y miro a través de las cortinas para ver qué tal ha amanecido y si puedo salir a correr… pero sorpresa: ha vuelto a nevar muchísimo… hay un manto enorme de nieve cubriéndolo todo. Vuelvo a la cama: es mala idea salir a correr.
A las 8.15, y después de dar numerosas vueltas en la cama sin poder dormir más, despierto a Lis para comenzar nuestro día. Desayunamos en nuestro apartamento de lujo y salimos a dar una vuelta y disfrutar de la nieve. Primero nos pasamos 15 minutos limpiando la nieve que hay en el coche y a su alrededor con una pala. Después de limpiar la salida un alemán pasa con su porsche cayenne por encima de la nieve sin inmutarse, y me planteo que quizá haber limpiado toda la salida es innecesario teniendo neumáticos de invierno… hay mucho que aprender de estos alemanes! Vamos al lago para ver la bucólica escena, y según nos acercamos a la orilla un montón de patos se arremolinan alrededor nuestro para ver si les damos de comer. No tenemos comida, pero justo a continuación llega otra pareja mayor de alemanes que sí trae consigo trozos de pan y alimenta a los ánades, que dibujan la típica escena de pajaritos luchando por las hogazas que caen, persiguiéndose los unos a los otros cuando uno ha cazado un trozo grande. Lis está encantada! Después partimos hacia Suiza por la carretera nevada. Los quitanieves ya se están esforzando al máximo para limpiar la carretera, pero aun así la nevada ha sido y sigue siendo copiosa, por lo que como buenos españoles que no acostumbran a conducir con nieve vamos a dos por hora. Una hora conduciendo por carreteras alemanas todas cubiertas de nieve, y según nos vamos acercando más y más a Suiza los campos están más verdes y menos blancos, y la nieve poco a poco se va transformando en agua-nieve y a continuación en lluvia ligera. Creo que nos hemos adentrado en algún tramo de autopistas suizas sin querer, y a lo mejor lo pagamos caro porque no tenemos la famosa viñeta anual que cuesta 40CHF. Veremos qué nos dice Europcar en un par de meses… Llegamos a Rhein Falls a eso de las 10.30 y está casi vacío. Compramos las entradas (5€ cada uno) y nos adentramos en las plataformas. Poco a poco vamos acercándonos a las cascadas, que son ciertamente impresionantes, a pesar de que nos venga a la mente la inevitable comparación con las cataratas Victoria. La caída de agua son unos 26 metros, y el ruido que hace el agua es ensordecedor según te vas acercando. Después de hacernos unas fotos en un par de plataformas que están en la parte de arriba pensamos que ya lo hemos visto todo, pero nos damos cuenta de que hay más plataformas abajo. Y menos mal que nos damos cuenta, porque eso es lo mejor: las plataformas inferiores están totalmente pegadas a las cascadas, por lo que se puede ver la caída de agua desde casi el propio cauce del río. Es muy impresionante, y puede llegar a asustar. En algunas plataformas vemos la famosa “lluvia vertical” que genera el agua al romper, pero no hace demasiado viento y no nos mojamos demasiado. Luego visitamos una exposición sobre la historia del castillo construido al lado de las cascadas, el ferrocarril que pasa cerca y los diversos artistas que se han inspirado en la escena. Una vez terminada la visita ajustamos el GPS y tiramos hacia Stein Am Rhein, que hemos leído que es un pueblo a orillas del Rhin que merece la pena visitar. Intentamos aparcar el coche por la zona, pero todo son parquímetros de pago, y como no tenemos francos suizos ni queremos sacar de un cajero pensamos que quizá lo mejor es buscar un sitio en las afueras del pueblo que sea gratis. Y finalmente encontramos uno, pero de lo que no nos hemos dado cuenta es de que nos hemos metido por una zona de tráfico restringido a coches. Consejo: aparca el coche en cualquier sitio de pago con parquímetro, porque luego comprobamos que los mismos aceptan tanto euros como francos, eso sí, al cambio 1 eur = 1 chf. Stein Am Rhein es un pueblo cuyo centro es muy pequeñito, pero que merece la pena visitar. La plaza y calle principal son peatonales y están rodeadas de casas tradicionales cuyas fachadas están pintadas. Es un pueblo que parece una obra de arte viviente. Comemos una pizza porque pensamos que va a ser rápido. Nos clavan 32€ por una para dos personas y un par de cervezas. Joder con los precios, los han doblado desde que hemos cruzado la frontera! A continuación conducimos por carreteras suizas de doble sentido, en las que te tienes que armar de paciencia porque están limitadas a 80 km/h en los tramos no urbanos, y a 50 km/h en los urbanos. Y claro, al estar al lado del lago Constanza, casi todo es urbano… Recorremos unos 30km por uno de los ramales del lago pensando que la gente exagera mucho cuando dice que el lago es tan grande que parece el mar. Nosotros vemos la otra orilla del lago y el final del mismo. Pero después de jugar con el GPS nos damos cuenta de que estamos en uno de los dos ramales del oeste, así que decidimos hacer kilómetros hasta Constanza y desde allí divisar la parte grande del lago. Y no nos defraudan los comentarios leídos: el lago es tan grande que si lo observas desde la ciudad hacia el este no se puede ver el final del mismo (al menos esto nos pasó a nosotros porque el día estaba nublado y neblinoso). Finalmente de vuelta hacia nuestro apartamento de Titisee. Cogemos unas cuantas autopistas alemanas y a apretar el acelerador para desquitarnos de la paciencia que hemos tenido en las carreteras suizas. Cuando llegamos a Titisee todo sigue blanco. Yo decido salir a correr para no perder costumbre, hace un frío del carajo y las aceras están llenas de nieve, pero con unas zapatillas con buena suela puedes correr con cierta precaución. De hecho no soy el único que lo hace, ya que me cruzo con un par de corredores más. Después salimos a cenar y repetimos en el Deustche-italiano. Esta vez nos zampamos un “rosefish”, que resulta ser un pescado rebozado tipo capitán Pescanova, y un poco de jabalí, que viene cocinado en filetes de tira tipo carne en salsa de vino. Todo acompañado de kartoffen y un par de medios litros de buena cerveza lager. Etapas 4 a 6, total 10
Hemos dormido en nuestra suite con los visillos y cortinas del salón descorridos. La idea era amanecer viendo caer la nieve en los tejados. Y aunque amanece y no está nevando, la vista blanca de la vía del tren y las casas es increíble. Momentazo.
Metemos las maletas de nuevo en el coche. Esta vez hemos aprendido que no es necesario quitar la nieve con la pala si ésta no es excesiva, así que arrancamos y a tirar kilómetros dirección Triberg. Después de unos cuantos kilómetros por la Selva Negra empieza a nevar, y la carretera poco a poco se va mostrando más y más blanca, con quitanieves pasando constantemente. Cuando nos acercamos a Triberg cada vez tenemos que ir más despacito: el coche culea de vez en cuando, por lo que hay que estar alerta. Y Triberg hace honor a su nombre (tri: tres, berg: montaña) y nos da la bienvenida con una carretera que transcurre por una de sus tres montañas, muy empinada cuesta abajo y nevada. Vamos en busca de visitar las cascadas, por lo que en cuanto vemos un cartel señalizándolas en la carretera aparcamos en las primeras plazas públicas con parquímetro que vemos. Empezamos a recorrer un camino cerca del hospital del pueblo. Resulta ser una de las múltiples entradas hacia la cascada, ya que la principal está un poco más abajo y bien señalizada, pero no hemos llegado con el coche. Al entrar en el recinto de las cascadas hay un puesto de madera que parece ser el lugar donde se compra el ticket de entrada (3€ adulto) durante la temporada en la que están abiertas, pero como estamos en época en la que no va nadie a visitarlas, pasamos sin dificultad. Habíamos leído de otros blogs que hay una valla en la entrada, pero nosotros no hemos tenido que saltar ninguna. Hay unos señores poniendo luces de navidad en todas las barandillas de madera de las cascadas inferiores y nos saludan. Las cascadas de Triberg son más de 160 metros de caída de agua en varios saltos. Son otro de los principales atractivos turísticos de la Selva Negra y como tal no decepciona. Está nevando mucho y todo el enclave está totalmente blanco. El agua cae con fuerza en los diferentes saltos, haciendo un ruido ensordecedor cuando te acercas. Hay diferentes puentes para cruzar el río y observar la caída del agua a distintos niveles. También hay varios caminos para ascender en las cascadas y vemos señalización de múltiples rutas de senderismo, incluida una que parece ser una especie de parque temático natural para andar por los árboles. Ascendemos por las cascadas y jugamos un rato con la nieve que cubre absolutamente todo. Estamos solos casi todo el tiempo, a excepción de un par de turistas con los que nos cruzamos, por lo que es un momento bastante mágico. Después volvemos al pueblo de Triberg y entramos en una de las tiendas que venden relojes de cuco artesanales. Se llama la casa de los mil relojes y uno de los dependientes es español, que nos enseña muy amablemente el movimiento de alguno de los relojes. Son impresionantes, verdaderas obras de arte. Volvemos al coche para moverlo porque el ticket de la hora que habíamos puesto va a caducar. Cuando intentamos sacar el coche del aparcamiento nevado, al dar marcha atrás las ruedas patinan y patinan, y por mucho que intentamos no hay forma. Despejamos un poco la salida con una pala que tomamos prestada de un paisano, pero el coche sigue derrapando. Finalmente un paisano se acerca a ayudarnos y nos dice que hay que empujar. Lis se sube al coche y yo me pongo a empujar con él… el coche empieza a salir poco a poco derrapando, hasta que al final el morro queda orientado un poco hacia la carretera, y con esto ya es suficiente para poder salir. Sigue nevando copiosamente y nos da miedo parar en cualquier aparcamiento vista la dificultad, pero es hora de comer y al final el hambre impera sobre nuestro miedo. Aprendida la lección, el coche lo dejamos orientado con el morro hacia afuera Después de una frugal comida a base de mini-bocatas volvemos a la carretera: próximo destino Schiltalt. Recorremos varios kilómetros por carreteras nevadas, a una velocidad bastante moderada, y finalmente llegamos. Schiltalt parece otro pueblecito tradicional que hemos leído que es de cuento de hadas, así que aparcamos el coche una vez que el GPS nos indica que estamos en el centro. Esta vez no hay que pagar por aparcar, simplemente pones un relojito que viene en el coche encima de la guantera, indicando la hora a la que has llegado. A partir de ahí puedes estar dos horas gratis. Damos una vueltecita y nos acercamos a la plaza principal. Las casas son preciosas, todas las fachadas de vigas de madera y arquitectura tradicional con tejados inclinados. Estamos en la plaza del Rathaus (ayuntamiento), y realmente es la única área donde están estas casas tradicionales. Hay un mercadillo de navidad preparado (parece sólo de salchichen y vinazo), pero los puestos están cerrados. Deambulamos por las calles aledañas y acabamos visitando a unos patos al lado del río que están sentados en la nieve. De casualidad echamos un vistazo a los precios de las casas en el escaparate de una inmobiliaria. Nos quedamos bastante sorprendidos: hay algunas casas en el centro del pueblo de 80 metros cuadrados por 68.000€. Ni en el pueblo más perdido de España!! Volvemos al coche y esta vez destino a Alpirsbach. Hemos leído que allí hay una abadía y una fábrica de cerveza, pero no tenemos expectativas de encontrar ninguna de las dos abiertas, teniendo en cuenta que es un día de diario y que es invierno. Aparcamos el coche en el centro, esta vez también usando relojito. Damos una vuelta y nos acercamos a la abadía, edificio de piedra de grandes dimensiones que se ve desde la carretera, pero no está abierta. Sólo abre tres días a la semana, con un horario rarísimo. Contábamos con ello, así que no hay problema. Nos acercamos a la fábrica de cerveza (Alpirsbacher Klosterbrau), y más de lo mismo: hay una entrada que tiene las luces apagadas, y sólo vemos a gente en las oficinas trabajando. Volvemos al coche y enfilamos hacia el último destino del día: Freudenstadt. Hemos leído que tiene la plaza más grande de Alemania y que ponen un mercadillo de Navidad, así que no se nos ocurre mejor idea ahora que está oscureciendo. Cuando llegamos aparcamos el coche en el parking público. Las tarifas son muy razonables. Subimos a la plaza y efectivamente admiramos su gran tamaño, pero desgraciadamente los puestos de mercadillo de Navidad están siendo instalados y todavía no están abiertos. Es jueves, es lo que tiene. Después de deambular un poco por la plaza pasando un frío del carajo decidimos volver a Alpirsbach para pasar la noche allí. Tiramos de booking y consultamos los hoteles de Alpirsbach. Hay uno que está en el centro que se llama Athina Palace y tiene buenas referencias, así que hacia allá vamos. El hotel está justo enfrente de la fábrica de cerveza. Preguntamos a los dueños si tienen sitio y nos dicen que sí. Son dos griegos, el mayor parece el dueño y no habla inglés, pero el otro chico se defiende. Nos enseña la habitación doble, que cuesta 58€ incluyendo desayuno, y nos quedamos porque está muy bien. El hotel tiene cuatro plazas de aparcamiento a la puerta que podemos usar. También tiene wifi gratis, pero en algunas habitaciones como la nuestra no llega la señal. Son las siete de la tarde, es de noche, y estamos en Alemania. ¿Qué mejor que tomar un par de cervecitas fabricadas en el propio pueblo? Pues sí, Lis ha visto un bar cuando llegábamos al pueblo, así que caminamos hacia él. La verdad es que el pueblo de Alpirsbach no vale mucho para visitar, parece una zona bastante industrial. Llegamos al bar y nos encontramos el local vacío, a excepción por el dueño y un paisano. Nos instalamos en la barra y pedimos dos Alpirsbacher Klosterbrau. Es una cerveza tostada con sabor a trigo, a mi gusto bastante mejor que la Paulaner o Franziskaner. El paisano nos pregunta si tele o música, y le decimos que nos da igual. Están viendo un partido y vete tú a saber lo que nos entiende, porque se pone de DJ y nos pincha un CD de música de los cuarenta principales. Nos tomamos un litro de cerveza cada uno, así que salimos más contentos de lo que entramos, y nos vamos al restaurante de nuestro hotel a cenar, que está recomendado por otros viajeros. Comenzamos brindando con huso, así sí que nos conquistan al empezar una cena . Pedimos un batiburrillo de platos griegos: ensalada, dólmades, pimientos rellenos, saganaki frito, calabacín frito. La ensalada no vale nada, pero los pimientos y el calabacín están de muerte. Los dólmades no tienen nada de griego, ya que vienen con una salsa de mostaza, pero hay que reconocer que están buenos. El queso saganaki más de lo mismo: de griego poco, viene con salsa de tomate frita, pero nos sabe todo a gloria. El camarero, que es el griego joven, nos da algo de conversación en inglés y nos cae bien. Parece que intenta agradarnos. Etapas 4 a 6, total 10
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