Nos levantamos con un poco de resaca del día anterior: nos pasamos con la mezcla de cerveza, huso y vino... Yo decido salir a correr a temperaturas gélidas. Me calzo las zapatillas de montaña (salir con unas de running es una locura teniendo en cuenta el hielo que hay en las aceras) y a hacer kilómetros.
Después bajamos a desayunar y trazar un plan para el día de hoy. El desayuno es tipo buffet con croisants y tostadas (sin tostar). Echamos un vistazo al mapa y decidimos que vamos a intentar ir a Mumelsee y visitar después unas ruinas cercanas: el convento de Allerheiligen. Antes de salir ya nos avisa el griego de que hoy dan parte de nieve, así que mejor tener cuidado.
Enfilamos hacia nuestro primer destino: el lago glaciar Mumelsee. Nos metemos en la primera carretera turística alemana de alta montaña. Hacemos kilómetros y según nos vamos acercando empieza a nevar más y más. La carretera está blanca y vemos que de vez en cuando pasa algún quitanieves, pero está nevando demasiado y la carretera queda cubierta de una manta blanca enseguida.
Al llegar al lago dejamos el coche en un aparcamiento al lado de la carretera. Sólo vemos otros dos coches. Nos acercamos al lago… es un pequeño círculo glaciar rodeado de abetos. Está tan nevado todo que apenas se distingue un poco de agua en el centro del lago (el resto está completamente helado y nevado). Nos acercamos a la orilla y paseamos a lo largo. Me intento acercar a uno de los embarcaderos y en uno de mis pasos me hundo hasta las rodillas…mejor no hacer tonterías. Al principio no podemos ver el lago entero debido a la espesa niebla (a pesar de que el tamaño del lago no es demasiado grande), pero pasan unos minutos y se despeja dejándonos ver el óvalo que forma el lago rodeado de abetos. Es bonito.



Volvemos al coche y enfilamos hacia las ruinas del convento. Por la carretera tenemos que circular muy despacio debido a la capa de nieve que está cubriendo la calzada. Pasados unos siete kilómetros vemos el desvío a mano derecha: es una carretera pequeña y que no la han limpiado. Dudamos un momento y decidimos que es mejor no arriesgarnos a ir hacia allá, teniendo en cuenta que nuestra experiencia de conducción en nieve es muy limitada. Nos da pena porque habíamos visto fotos de las ruinas y parece un enclave precioso, y contábamos con ser los únicos visitantes teniendo en cuenta la época del año en la que nos encontramos.
Decidimos saltar directamente al siguiente destino: Oberkirch. Hemos leído que es una ciudad cuyo centro tiene casas tradicionales. De nuevo conducimos despacio debido a la gran cantidad de nieve acumulada en la carretera y alrededor de mediodía alcanzamos nuestro destino. Dejamos el coche en el aparcamiento público del centro, que también tiene unos precios muy razonables, y deambulamos un poco. La verdad es que Oberkirch nos decepciona un poco: hay alguna que otra casa tradicional al lado de un pequeño rio, pero después de haber visitado todos los pueblos anteriores esto nos sabe a poco. Pasado un rato decidimos continuar nuestro camino hacia Gengenbach, donde sí tenemos grandes expectativas.

En el camino buscamos un salchichen para comer, y da la casualidad de que pasamos por delante de un supermercado y hay un pequeño puesto vendiendo. Paramos el coche y compramos dos wursten por un euro cada uno… un chollo! Y nos sabe a gloria.
A eso de las cuatro de la tarde llegamos a Gengenbach y aparcamos el coche en otro lugar público donde hay que poner ticket. El precio también es razonable. Comenzamos a caminar hacia el centro del pueblo y esta vez sí que no nos decepciona: la calle principal está llena de casas tradicionales adornadas de forma navideña. Hay un mercadillo navideño en toda la calle principal y paseamos por él. Nos acercamos a la fachada del ayuntamiento y vemos la famosa imagen de todos los calendarios de adviento. Lo único es que como estamos a principios de Diciembre, todavía no hay casi números de días del mes en las ventanas del ayuntamiento. Y aún así hace ilusión ver una imagen tan navideña.

Seguimos deambulando por el centro y vemos a cientos de españoles e italianos. Parece que han llegado algunos autobuses de excursionistas. Poco a poco va anocheciendo y observamos que todas las casas tradicionales tienen cuidada la iluminación: todas las ventanas tienen una pequeña lámpara de luz que mejora la imagen navideña del pueblo.

Compramos una vela navideña y continuamos nuestro camino. Vamos a repetir otra noche en Estrasburgo y disfrutar de su ambiente y de sus mercadillos navideños. Intentamos reservar habitación en el mismo hotel (Roi Soleil), pero está completamente lleno. Así que según nos acercamos a la ciudad vemos un Campanile, un Ibis Express y un Holiday Inn express, y decidimos echar un vistazo a los precios. El alojamiento de Estrasburgo es bastante caro y más ahora teniendo en cuenta que hay un montón de turismo interno que visita la “capital de la navidad”. Finalmente optamos por un pequeño hotel llamado “Premier Class” que está a unos ocho kilómetros del centro, en la zona de estos otros hoteles que hemos visto desde la carretera. Cuesta 39€ la habitacion doble y con desayuno buffet 48€. Es muy barato, pero hay que decir que la habitación es bastante cuchitril: parece más un hostel que otra cosa.
Después de dejar las cosas cogemos el coche y tiramos hacia el centro. Al pasar por un supermercado decidimos parar para abastecernos de “biere de Noel” para nuestra vuelta a España, así que compramos un par de packs de seis. Luego continuamos y volvemos a dejar el coche bien aparcadito en la Petite France. Consejo: la biere de Noel cuesta cinco veces menos en un supermercado que en los puestos navideños.
Deambulamos por la ciudad, disfrutamos del ambiente y de los mercadillos, y cuando el frío empieza a ser insoportable buscamos un restaurante. Acabamos de nuevo en la Petite France, al lado de St. James Point. Decidimos entrar el restaurante Au Tonnelet. Está lleno y son casi todo franceses, por lo que esperamos haber elegido bien. Pedimos una sopa de cebolla, una Tortee Flambee y un plato tradicional alsaciano que tiene una mezcla de carnes de cerdo hervidas y servidas con patatas. La sopa riquísima, la “pizza” mejor todavía que la última que probamos, y el plato tradicional alsaciano MUY abundante. Acompañamos los platos regados con unas buenas cervezas de Noel y disfrutamos de la cena. Después de vuelta al coche y de vuelta al hotel.
