NUEVA ZELANDA - LA TIERRA MEDIA al otro lado de la tierra. ✏️ Blogs de Nueva Zelanda

Este diario fue escrito día a día durante el viaje. Normalmente, aprovechando el madrugón, recordaba el día anterior. Por tanto cada etapa lleva el nombre de donde dormimos esa noche y cuenta lo que vimos e hicimos el día anterior. En breve prometo poner fotos, que aún estoy preparándolas.

AOTERAOA

Después de tantos años, por fin se hizo realidad el sueño de poder ver el país más lejano, pero posiblemente uno de los más maravillosos del mundo. Tras los nervios de las semanas de antes, especialmente por la boda, y después de haber disfrutado del, seguramente, día más bonito que nunca hayamos vivido, empezamos la aventura.
Viajamos a Madrid y tras la consabida espera en Barajas, inevitable, volamos a Dubai. Siete horas de vuelo que no se hacen demasiado pesadas, posiblemente por estar concienciados de lo que nos espera después.

DUBAI, pocas horas, pocas impresiones, pero muy buenas.

Tenemos una escala de nueve horas en el emirato, demasiadas para no hacer nada, demasiado pocas para poder ver la ciudad, contando además que la escala es de noche. Llegamos a la una de la madrugada, hora local, y el aeropuerto es un hervidero de gente de todos los rincones del mundo, árabes, occidentales, orientales, blancos, negros y amarillos… (vale, parece la canción de los Fruittis). La terminal es inmensa y lujosa, como posiblemente todo en este país. Los relojes de pared son Rolex, por ejemplo, o hay gigantes palmeras, cascadas, lagos, jardines tropicales, todo dentro del aeropuerto.

Primer inconveniente, el control de pasaportes. Unas colas inmensas y lentísimas. En seguida podemos ver que los occidentales tardamos mucho menos en pasar que los árabes, pero la cola la tenemos que aguantar igual. Nos comenta un argelino de pasaporte español que últimamente han intensificado mucho los controles de seguridad debido a incidentes recientes. Atentados de israelíes contra intereses palestinos. Qué raros, los salvajes de siempre. Igualmente nos dice que es uno de los países más seguros del mundo. Salimos de la terminal y el lujo se sigue viendo, los coches que hay aparcados rara vez son peores que un BMW o un Audi. Nos llaman la atención los taxis rosas para mujeres, vestidas todas ellas de rosa o que todos los taxistas, ayudantes, portaequipajes son indios o pakistaníes (comúnmente apus). Nos hace gracia el conductor del transfer del aeropuerto, con su turbante sacado de película Disney. Primera diferencia con otros países árabes conocidos anteriormente, Egipto y Marruecos, no hay caos, la conducción es totalmente correcta, ordenada, hay semáforos, se respetan totalmente los pasos de peatones. El conductor del transfer nos sube las maletas al bus, nos ofrece una botella de agua fresquita (calor agobiante con una humedad altísima, soporífero), y, cosa que nos extraña viendo los antecedentes, en ningún caso pone la mano para pedir la propina. Los taxistas de la terminal no te atacan como mosquitos para ofrecerte sus servicios.

Vista del Burj Jumaira, el edificio más alto del mundo.

Yendo al hotel, al lado del aeropuerto, vemos el Burj Jumaira, el edificio más alto del mundo, con más de 800 metros, o mejor, percibimos su silueta por algunas luces encendidas. Vemos otra torre que nos parece altísima, pero realmente se debe a que está al lado, como al día siguiente podremos ver. Son las dos de la mañana, hora local, equivalente a las doce de España, y con el cansancio empiezo a pensar que la idea del hotel es mejor que ir a dar una vuelta por Dubai en taxi. Seguramente no hubiéramos visto casi nada. El hotel, nada reseñable pero totalmente aceptable. Claramente un hotel de aeropuerto para escalas. La cama, comodísima, y cuando después de horas de vuelo te puedes tumbar, se te olvidan todos los males de repente.

Me despierto a las seis y media, y voy a dar una vuelta por la zona antes de salir a las ocho de nuevo hacia el aeropuerto. La zona es residencial, no especialmente lujosa, pero los chalets y mansiones que se ven, aparte de los coches, parecen de otro mundo. Una tranquilidad total, comparada con las referencias en países árabes anteriores. El único contacto con la gente fue un taxista que al ver a un “guiri” (sin duda reconocible), frena un poco y da un ligero toque de claxon. Consigo llegar a una mezquita que veo entre los chalets y está en una zona abierta desde la que se ve el rascacielos grande, otro cercano, bastante alto, y edificios acristalados muy modernos de las instalaciones del aeropuerto.

Skyline de Dubai desde la zona del Aeropuerto

Al volver al hotel, ya abierta la terraza de la piscina, se ve el skyline entre la calima, con la mayoría de las torres. Hacemos unas fotos y volvemos al aeropuerto. La entrada es rápida, los controles normales, y no perdemos demasiado tiempo. Embarcamos en el avión, un Airbus A-380 y seguimos alucinando, gigantesco, todo de lujo (y lo que hubiera en el piso de arriba, de primera clase, donde no nos dejan subir a curiosear). Es cómodo, espacioso, la tripulación muy amable y pasamos todo el viaje picoteando, entre las comidas, desayunos que te dan (nada que ver con el “pasta o pollo” del vuelo a Argentina), zumitos, refrescos, pizza, chocolatinas… no paramos. No duermo prácticamente nada, sólo ligeras cabezadas, pero llevamos el vuelo mucho mejor de lo pensado.

Sorpresa, en Sydney nos toca desembarcar, con todo el equipaje de mano, para al rato volver al mismo avión. Realmente, pese a tener que pasar otro control de seguridad, se agradece para estirar las piernas, andar un poco y, por qué no, poder decir que hemos pisado suelo australiano (matiz legal es que es zona internacional). Damos una vuelta en los duty frees viendo koalas, canguros, ornitorrincos de peluche, boomerangs o didgeridoos, pero creo que no tienen mucho sentido en este viaje.

Volvemos a embarcar hacia Auckland, y después de lo que llevamos, un vuelo de dos horas y media nos parece corto, se pasa volando, con otro desayuno “ligero” con hamburguesas, salchichas, patatas… todo con el toque especiado árabe. Concluyendo, una paliza de viaje, pero con los lujos de Emirates se lleva aceptablemente bien. No queremos imaginar este vuelo con Ryan Air.

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AUCKLAND.

Desembarcamos rápido y las maletas no tardan, eficiencia Emirates otra vez. El control de entrada es bastante rápido y nada problemático, preguntan por material de montaña y tiendas, les enseñamos las botas perfectamente limpiadas para la ocasión, y con una sonrisa nos dejan pasar sin problema. Estamos en Nueva Zelanda. La salida de la terminal ya empieza a sorprender, todo especialmente cuidado, todo verde, árboles raros, coches raros, conducen al revés…

Vamos a la compañía de la caravana y tras unos papeles rápidos y unas nociones básicas empieza la aventura-odisea. Los nervios pueden con el cansancio pero conducir por la izquierda “acojona”, encima el cacharro no es pequeño. Nos ponemos en marcha cuanto antes, ya tendremos ocasión de recoger después y acomodarnos. Menos mal que el GPS se encarga de informarnos, bastante aceptablemente, de las direcciones y desvíos (adaptado a la conducción inglesa). Salimos por fin de la zona del aeropuerto, con mucho tráfico y camiones, y el camino a Thames se hace un poco pesado pero al final, sin problema. Los conductores tienen especial paciencia con una autocaravana a 70 km /h en autovía. La tensión no permite disfrutar mucho del entorno, pero ya empezamos a quedarnos asombrados. Todo verde, todo cuidado, las colinas ya se dan un aire a Hobitton.

THAMES.
A 100 km de Auckland, establecemos la primera parada, como base para visitar Coromandel y para tener un primer contacto con la conducción de la caravana y las carreteras. Una ciudad pequeña, con el centro formado por casas de madera (reconstruidas) de la época dorada de la minería de oro de principios del XX. Vamos a hacer compra lo primero, y en el supermercado, el Pak n’Safe, necesitamos dar dos vueltas a todo para decidir qué vamos a comprar. El cambio del euro al NZ$ nos asusta, nos parece todo carísimo. Realmente, algunas cosas lo son (verduras, por ejemplo) pero la carne, una vez convertida la moneda no lo es tanto. Llama la atención que todos los envases son “a lo bruto”. Paquetes de bacon, queso o salchichas de un kilo es lo más pequeño que vemos. Vamos a tener una alimentación especialmente sana estos días, compramos pasta, pizzas, muchos noodles (baratos, rápidos de hacer, y no nos engañemos, nos encantan) hamburguesas, pizzas… y como primer antojo, un kilo de mejillones verdes de Coromandel, baratísimos y con una pinta estupenda. Cuando salimos es completamente de noche, por lo que posponemos las fotos de la ciudad para el día siguiente. Son las siete de la tarde y está todo desierto. Llegamos al camping, cenamos pollo del KFC y a las ocho y media montamos la cama y a dormir. Es pronto, pero llevamos muchas horas sin dormir y el cansancio nos puede.
Como es habitual, duermo poco y a las cuatro y media me levanto. Realmente son ya ocho horas de sueño. Me doy un paseo de noche hasta el mar, al lado, y pese a verse muy poco ya empiezo a ver que este país es impresionante. Todo especialmente cuidado, todo limpio, muy verde, lleno de flores y jardines por todas partes. Una tranquilidad absoluta. Hace fresco pero tampoco demasiado frío. Se nota que la humedad es altísima (si no, el verdor no se explicaría). Mientras escribo esta línea está amaneciendo, con la tranquilidad, pájaros cantando y un río corriendo a pocos metros. Ahora sí que empieza de verdad la aventura.

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TE AROHA, 28-9.
Son las cinco de la mañana, segunda noche en la isla. Ayer fue el primer contacto completo con el país. Prácticamente hemos controlado la conducción “a la inglesa” y llevamos la autocaravana aceptablemente. Eso sí, las carreteras son lentas y con muchas curvas, mejor para disfrutar los asombrosos paisajes.

Salimos de Thames, donde damos un pequeño paseo por el centro de la ciudad., dirección Coromandel. Es increíble lo verde que está todo, son todo prados y bosques muy frondosos. Ya vemos por qué el helecho es un símbolo nacional, los hay por todas partes y muchas veces son auténticos árboles de muchos metros de alto. Cruzamos toda la península por el interior hasta la costa este, pasando cerca de las montañas de Broken Hill. Una vez en la costa subimos hasta Cathedral Cove. Coromandel tiene una costa con altos acantilados calcáreos entre los que aparecen pequeñas calas de arena blanca y el agua del pacífico de un color verde turquesa. Cathedral Cove presenta un arco formado por la erosión de las calizas que separa dos calas. El paseo hasta allí es media hora entre bosques, por un camino perfectamente acondicionado y señalizado (menos de los 45 minutos que te indican en los paneles informativos). Durante el camino nos cruzamos con algunas personas, no muchas, y en la playa estamos prácticamente solos, la tranquilidad es absoluta. Cabe reseñar que en esta playa se grabaron algunas escenas de Las Crónicas de Narnia.

Cathedral Cove en Coromandel

Bajando hacia el sur, paramos a ver los Twin Kauri, dos Kauris enormes, justo al lado de la carretera. No llegamos a encontrar la entrada del Kauri Loop, una ruta corta para ver cómo se están regenerando los Kauri, casi extinguidos por su deforestación para la industria maderera (viendo los troncos inmensos se entiende que estuvieran tan cotizados).

Paramos en la playa de Tairua para comer, estrenando la cocina de la caravana, y seguimos hacia el sur, hacia Waihi. Allí nos asomamos a la Mina Martha, una mina de oro situada al lado del pueblo, actualmente en explotación. Dejan acceder a un paseo situado en la parte superior de la corta, desde donde se ve la mina, toda a cielo abierto y la maquinaria trabajando. Se ve una estación de bombeo y un castillete antiguo. Salimos dirección a Karangahake Gorge, un desfiladero impresionante en la nacional. La carretera y una antigua vía de ferrocarril minero discurren junto al río Karangahake, muy encajados entre paredes verticales. La primera parada, a la izquierda son las Owharoa falls, unas cascadas de unos 15 metros de alto, no muy altas pero bastante bonitas. Desde el aparcamiento (que nosotros no vemos y dejamos la caravana un kilómetro más arriba) se accede hasta la misma base. En Nueva Zelanda, con el agua que hay, imagino que no será fácil que se sequen todas estas cascadas. Unos kilómetros más adelante paramos en el Punto de Información, desde el que salen varias rutas, todas ellas asociadas a los restos de la minería de oro de principios del siglo XX. Cruzamos por dos puentes colgantes para ver algunos restos mineros, pero no hacemos las rutas completas, que son largas.

Owharoa falls en la Karangahake Gorge

Continuamos hasta Te Aroha, más rápido de lo que nos indicaba la guía (Google Maps a veces hace cosas inexplicables). Cuando llegamos sobre las seis de la tarde, no queda nada abierto, ni siquiera el punto de información. Buscamos el geiser Pohutu, no muy grande, pero con la peculiaridad de que es el único en el mundo de agua carbonatada. Tienen puesto un cartel de que sólo está disponible entre mediodía y las dos de la tarde (juntando esto a la presencia de unos baños termales al lado, me hace pensar que tienen completamente modificados y controlados los flujos de aguas termales). Damos un paseo por el parque de alrededor, de la época Victoriana, con algunos edificios de madera muy bien conservados, buscamos un sitio donde cenar (intentando adaptarnos al horario kiwi) y a las ocho y media, entre que no hay nada que hacer en el pueblo y que estamos cansados, nos vamos a dormir.

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