![]() ![]() Escapada de 3 días a Madrid en mayo de 2013 ✏️ Blogs de España
Relato de la estancia en Madrid del 2 al 5 de mayo de 2013.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (6 Votos) Índice del Diario: Escapada de 3 días a Madrid en mayo de 2013
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Etapas 4 a 6, total 6
La mañana se presenta sin prisas. Y ya está bien para tener un extra de descanso, ya que la noche anterior pareció entrar a nuestra planta del hotel la Tribu de los Brady al completo pasada la medianoche. Voces, gritos, niños, carreras por el pasillo y todo lo imaginable se sucedió más allá de las paredes de papel que separan nuestra habitación de las zonas comunes.
Hacemos tiempo en el cuarto hasta que dan las 9:30 para ir a desayunar. Para esta mañana nos hemos decantado por el Juicy Avenue, un local situado en el nacimiento de la Calle Génova desde la Plaza Alonso Martínez, a escasos metros de nuestro hotel. Le teníamos echado el ojo desde el primer día, cuando vimos en sus carteles una tentadora oferta de smoothies, bagels rellenos, crepes, gofres y otras delicias. Nos adentramos en un local que engaña, ya que tras pasar un modesto espacio de apenas 4 metros cuadrados frente a la barra donde hacer el pedido se esconde un pequeño salón que, sin ser espectacular, da cabida a varias mesas más e incluso algún sofá. Tras pensarlo unos minutos L se ha decidido por un smoothie de fresa y plátano y un gofre de nata y fresa, mientras que yo me he decantado por un capuccino con yogur helado y un gofre con nata y arándanos. Y esto es solo una ínfima parte de las apetitosas cosas que podríamos haber escogido. De hecho, durante el desayuno vemos como entran dos comensales con unas bandejas monstruosas, las cuales decidimos que se tratan de un combo anunciado en la entrada y ante el que acabaríamos sucumbiendo al día siguiente. ![]() Empezando el día bien alimentados, tomamos el metro hasta la estación de Banco de España, con la intención de recorrer el Paseo del Prado hasta conectar con el Parque del Retiro. ![]() Superada de nuevo la Plaza de Cibeles iniciamos el paseo en dirección al sur. El Paseo del Prado cuenta con un pasillo peatonal en el centro poblado de vegetación y sombras, lo cual lo hace muy agradable de recorrer. A lado y lado empiezan a sucederse museos como el Museo Naval o el Thyssen, combinado con edificios estatales como la sede del Ministerio de Sanidad. Por muy bueno que estuviera el smoothie L siente que le falta el café de la mañana, así que aprovecha el paso por Neptuno para detenerse en el Starbucks que hay a los pies del Hotel Palace ![]() ![]() Continuamos el paseo pasando de largo el complejo del Museo del Prado que ya tenemos a nuestra izquierda, hasta girar en dicho sentido cuando alcanzamos la puerta del Jardín Botánico. Tras un breve ascenso, damos con una de las entradas laterales del Parque del Retiro. Nos encanta el Parque del Retiro. Tiene mil caminos en los que perderse viendo a perros pasear, patos remojarse y gente, más que nunca, haciendo deporte. Definitivamente lo de salir a correr se ha puesto de moda. Claro, que ahora se llama "hacer running" y entonces queda mejor. Nosotros a lo nuestro: pasear, hacer fotos y si nos apetece sentarnos en una sombra, hacerlo, que lo de hacer deporte siempre ha sido una asignatura pendiente ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() No teníamos previsto visitarlo más tras descubrirlo en visitas anteriores, pero la propia inercia del paseo nos lleva a las mediaciones del Palacio de Cristal. Pese a ser de los lugares del Retiro más masificados, merece la pena verlo una, dos, y las veces que hagan falta. Al atractivo del palacio en sí hay que sumarle el gran estanque que le acompaña, lleno de fauna de todo tipo. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Tras pasar un buen rato en los alrededores del palacio, ya no nos queda nada para que alcancemos el lago del Retiro. Tenía la vaga ilusión de aprovechar esta visita para cumplir el nada original deseo de alquilar una de las barcas que navegan sobre el lago, pero al llegar me lo pienso dos veces. El lago está invadido de ellas, y al fondo se divisa una notable cola de gente esperando su turno para que una quede libre. Por motivos prácticos, de navegación incómoda... y también porque a L lo de surcar las aguas no le hace mucha gracia, decidimos que otra vez será. No solo el lago está lleno: todos los alrededores del lago están llenos de gente, pero siendo tan amplio, no llega al punto de ser agobiante. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Estando ya cerca del extremo noroeste del parque, nos asomamos a la Puerta de Alcalá antes de tomar el camino de vuelta hasta la estación de Atocha. En el regreso me atrapa a traición una de esas gitanas que te ponen el romero en la mano, y en medio segundo ya te están pidiendo unas monedas y ofreciéndose a leerte el futuro. Algún día se me acabará la paciencia y educación y tendremos una escena. Una vez librados de ella, empezamos a cruzar el parque de norte a sur por uno de los caminos más exteriores, y durante toda la travesía no dejan de adelantarnos varios corredores por minuto. Finalmente, llegamos a Atocha. ![]() ![]() ![]() El enorme vestíbulo de la estación nos recibe con una temperatura más propia del mes de agosto en pleno desierto de Almería. El objetivo era asomarse a ver los jardines interiores y, eventualmente, dar un paseo por ellos, pero esto segundo queda claramente descartado tras el golpe de calor. ![]() Salimos corriendo a la calle y nos planteamos donde comer hoy. Aprovechando su cercanía al hotel que nos permitiría reposar el estómago un par de horas en la habitación, decidimos acudir al Fresh & Co cercano a la Plaza Alonso Martínez. Y cercano está, pero más importante es que hubiera estado abierto. Cerrado a cal y canto, y por el aspecto desde el exterior diría que de forma indefinida. Así que improvisamos que para comer repetiremos en el mismo local que desayunamos unas horas antes, el Juicy Avenue. Comparimos una ensalada césar de verdad (de las que llenan) y una pizza, y ya estamos listos para dejar caer nuestros huesos durante un rato sobre la mullida cama del NH Embajada. Justo en el momento en el que intentamos entrar a nuestra habitación y descubro que nuestra tarjeta se ha desmagnetizado, una empleada de la limpieza pasa por el lugar y nos quiere dar conversación. Mientras yo bajo a recepción a conseguir una nueva tarjeta, L lo aprovecha para preguntarle por el aire acondicionado. Resulta que el edificio --y su instalación de aire acondicionado- está compartido entre el hotel y una serie de viviendas particulares, la mayoría de ellas ocupadas por gente anciana. Y esa gente, hasta que las palomas no empiezan a sacar las gafas de sol, quiere que la instalación permanezca en modo calefacción. Así que resulta que cada noche, durante un par de horas, lo que teníamos en nuestra habitación era una bomba de calor compensando el frío invernal de 20 grados del exterior. Pues vaya. Con calor o no, pasan un par de horas y con las pilas algo recargadas ponemos rumbo subterráneo hacia el Intercambiador de Príncipe Pío, una gran estación de tren ahora reconvertida en centro comercial. Que sí, que estamos en Madrid para descubrir la ciudad y tal... pero ya hemos cubierto casi todo lo que teníamos previsto, y este centro nos queda cerca de lo poco que nos queda por visitar. La gran superficie no está mal, pero esperaba algo más descomunal al estilo La Maquinista de Barcelona. Se queda más bien en un Porto Pi de Palma, más pequeño que el Gran Vía 2 de L'Hospitalet. Terminamos tan pronto la visita a Príncipe Pío que volvemos a la misma línea de metro para ir una estación más allá, a Lago. Y Lago resulta ser una salida a apenas unos metros de un precioso ídem que los madrileños tienen escondido en la Casa de Campo. El recorrido por el Retiro de esta mañana me había dejado encantado, pero encontrar esto a dos pasos de la ciudad creo que lo supera. ![]() Damos una vuelta entera al lago a ritmo de paseo. Volvemos a tener un amago de atrevernos a alquilar una barca, pero L vuelve a comprobar como se balancean cuando la gente sube y baja de ellas y abortamos la misión por segunda vez. En los 30 minutos que nos lleva rodear las aguas disfrutamos de un ambiente familiar y con mucho niño, pero dentro de lo soportable. El tipo de asistencia es más bien de estilo dominguero, con mucha menos afluencia de corredores y otros deportistas que esta mañana. ![]() Desde uno de los laterales del lago volvemos a tener vistas a la silueta de Madrid. Otra vez nos encontramos desde la distancia con Moncloa, el Edificio España, la Catedral de la Almudena y especialmente el Palacio Real, que queda encajado a la perfección entre los árboles del horizonte. ![]() ![]() Lo de los barcos no ha prosperado, pero otra de las misiones de L si que llega a buen puerto: la de comerse un Frigopié dos décadas después del anterior. Volvemos, ahora ya con los tiempos más medidos, a la estación de Príncipe Pío. Desde aquí nos separan no demasiados metros del Templo de Debod, pero con lo que no contamos es que son cuesta arriba y la pendiente no es nada despreciable. Ahora más que nunca me acuerdo de que llevo todo el santo día cargando en la mochila con mi chaqueta y el abrigo de L, un peso "por si acaso" que lleva horas matándome la espalda. El último tramo de ascenso hasta el Templo de Debod cuenta con la participación especial de grupos y más grupos de jóvenes tumbados al césped y pasándose botellas. Resulta que los parques que rodean al templo, y más siendo sábado, son zona de botellón. En los alrededores del Templo nos esperan muchísimos aficionados a la fotografía. Un cálculo sencillo: si contamos las cámaras réflex que se aglutinan en la zona y calculamos entre 600 y 1000 euros mínimo por cámara, el resultado es... que los señores Canon y Nikon están podridos de dinero. Tanto aficionado se reúne aquí para disfrutar del atardecer junto al Templo, que tiene fama de ser muy fotogénico. Y ciertamente no está mal, aunque creo que la leyenda está un poco sobredimensionada. O quizás solo se cumpla en días muy concretos en los que la luz acompañe. ![]() ![]() ![]() ![]() Descendemos del Templo y cruzamos primero la calle Ferraz y luego la Plaza de España, para acabar apareciendo en plena Gran Vía. Y la Gran Vía de Madrid, un sábado de mayo a las diez de la noche, es una trampa mortal. En una estampa que me recuerda a las Ramblas de Barcelona un 23 de abril cualquiera, un mar de gente y más gente se acumula en ambas aceras caminando a ritmo más bien lento, eso cuando no se topan con una fila de personas esperando para entrar en uno de los múltiples teatros repartidos por toda la calle. Para colmo y por segunda vez en lo que va de día, la cadena Fresh & Co. nos falla, y del local supuestamente contiguo a la Gran Vía que aparece en Foursquare no hay ni rastro. Tiene todo el aspecto de que la franquicia ha abandonado la capital en busca de destinos más rentables. Por aquello de aprovechar nuestra localización, buscamos a la desesperada una alternativa, pero en los pocos pasos que la muchedumbre invita a realizar no encontramos nada que nos convenza. Así que en un arrebato de "al carajo", alcanzamos a duras penas la estación de Callao y decidimos que es hora de volver a nuestra más conocida -y mucho más tranquila- zona del hotel. Con la que nos topamos en el andén de Callao, creo que ya van unas cuatro o cinco bodas o despedidas de soltero que hemos encontrado a lo largo del día. Parece que medio Madrid ha decidido casarse este verano. El premio de entre todos los participantes se lo lleva una simpática chica que pasea por los pasillos de la estación una bonita diadema de la que salen dos miembros saltarines. Nos damos una pequeña tregua de pies descalzos en la habitación mientras investigamos donde podemos cenar. Tenemos un Lizarrán a pocos metros, pero precisamente este local no recibe muy buenas críticas en las redes sociales. Tras meditar y descartar otras opciones, decidimos reincidir en el Urban Diner. Hoy damos una oportunidad a sendos sándwiches de pollo, que según la carta es el plato que ha dado fama a la franquicia. Hoy no podemos pasar de largo los postres y compartimos un helado de plátano, chocolate y nueces que nos hace saltar las lágrimas. El servicio hoy es algo lento pero relativamente excusable por tener el local lleno, lo que provoca que debamos sentarnos en una de las mesas elevadas acompañada de taburetes. En el regreso hacia el hotel, nos cruzamos con infinidad de gente que desciende por la calle de Santa Engracia portando encendidas una suerte de velas de diseño. Ni sé, ni quiero preguntar. Mejor nos vamos a dormir. Etapas 4 a 6, total 6
Nuestra última noche en Madrid repite el mismo patrón que la penúltima. Pasada la medianoche, nuestros ruidosos vecinos de planta llegan acompañados de una banda sonora de gritos y carreras. Pero esta noche venía con un extra: algo más tarde empezaba el desfile de tacones de los invitados a una boda que volvían del banquete. En fin, estas cosas pueden pasar sin que los responsables del hotel puedan hacer mucho por impedirlo.
Tenemos unos tiempos muy holgados para despertarnos, ducharnos y dejar el equipaje lo más preparado posible antes de regalarnos un mega-desayuno en el Juicy Avenue. Por un precio que oscila entre los 9 y los 11 euros según la elección exacta y solo los viernes, sábados y domingos, cada uno tenemos que elegir entre: una bebida fría (smoothie, yogur helado, zumo…), una bebida caliente (café, en su mayoría), un surtido de bollería y un plato principal, que en el caso de L es una crepe salada y en el mío un bagel con queso cremoso con mermelada. Cuando llega el turno del bagel ya casi no puedo probar un bocado más. Eso sí, me quedo totalmente fascinado con el yogur helado, al que sospecho voy a aficionarme más a menudo este verano. La idea era desayunar fuerte para no necesitar comer más hasta estar en casa, y creo que lo hemos conseguido. Nuestros últimos momentos en Madrid los acompaña un día totalmente primaveral, con cielo azul radiante y una temperatura agradable para quitarse la ropa de abrigo. Para evitar coger más transportes, decidimos despedirnos de la capital desde un banco en la Plaza de Colón, en un pequeño parque habilitado sobre el Teatro Fernán Gómez. Pasamos un rato agradable con el Paseo de la Castellana libre de tráfico a nuestros pies. ![]() Poco más queda que hacer: subir a la habitación, cepillarse los dientes, recoger el equipaje y tramitar la salida del hotel. Hay que poner rumbo a Barajas. Nos encontramos una pequeña y desagradable sorpresa al acceder al metro. El abono turístico, que nos hubiera validado el trayecto hasta Barajas, tiene una duración de 3 días pero medida de forma poco rigurosa, así que aunque no hayan pasado 72 horas desde que lo compramos ya está caducado. Debido a ello pagamos la novatada de comprar otra vez billetes simples con suplemento para Barajas, otros 9€ que apuntar en la columna de gastos. Del metro a la cola de embarque sin mayores incidencias. Últimamente me encuentro amigos y compañeros de trabajo por todas partes, y rizar el rizo es encontrarme a un colega de la oficina mientras espero a que Ryanair inicie el embarque. Durante el vuelo, el personal de la compañía se queda sin cambio para una señora que se ha comprado un café y pregunta por megafonía si alguno de los pasajeros puede canjear un billete de 50 euros. Como remate final, el clásico mensaje de apagar los dispositivos electrónicos va acompañado con un “todos los Iphone, Ipad, Ipod y demás ‘ai’ deben apagarse”. Ha pasado alrededor de hora y media cuando la furgoneta de Park & Fly nos recoge a la salida de la terminal de Son Sant Joan para dejarnos en las oficinas de la compañía. Allí me cobran 20€ por los cuatro días (no completos) que el coche ha pasado aparcado. Menos gracia me hace que, al contrario de lo anunciado en su web, no han aprovechado ese tiempo para pasarlo por el túnel de lavado. Llegamos a casa pasado el mediodía, 3 días y medio después de que madrugáramos para disfrutar de la gran ciudad. Y creo que lo hemos conseguido. Etapas 4 a 6, total 6
A continuación se listan todos los gastos que forman la base del viaje. Esto incluye vuelos, hoteles, entradas, desayunos, comidas y cenas.
Los gastos son totales, es decir, a repartir entre los dos integrantes del viaje. Al final se proporciona una suma total así como el desembolso necesario a nivel individual. Alojamiento - Tres noches de hotel en el NH Embajada en régimen de solo alojamiento. Reservado a través del espacio para empleados de TUI Travel A&D de Hotelopia. 178,44 € Transporte - Vuelo de ida y vuelta para dos personas de Son Sant Joan a Barajas con la compañía Ryanair. Incluye solo equipaje de mano de medidas reglamentarias. 59 € - Billetes de metro con suplemento de aeropuerto desde la T1 de Barajas hasta Nuevos Ministerios. 9,40 € - Abonos turísticos para metro, autobús y cercanías RENFE de zona A de 3 días de duración. 36,80 € - Billetes de ida y vuelta de cercanías RENFE para el trayecto entre Nuevos Ministerios y Aranjuez. 15,80 € - Billetes de metro con suplemento de aeropuerto desde Nuevos Ministerios hasta la T1 de Barajas. 9,40 € - Servicio de aparcamiento Park & Fly junto al Aeropuerto de Son Sant Joan. Entrega la mañana del jueves 2 de mayo y recogida la tarde del domingo 5 de mayo. 20 € Alimentación - Desayuno en Starbucks próximo a la Gran Vía de Madrid. 9,50 € - Cena a la carta en Restaurante VIPS de la Calle Génova. Incluye plato principal, postre y bebida. 32 € - Una pinta de cerveza y una de cerveza con limón y un refresco en el local Blood Brothers. 9 € - Desayuno en Starbucks de la Calle Génova. 11,75 € - Menú del día en el Restaurante A Casa Lusitana próximo a la Calle Alcalá. 20 € - Cena a la carta en Urban Diner de la Calle Génova. Incluye patatas a compartir, sendas hamburguesas y bebidas. 17 € - Desayuno a la carta en Juicy Avenue de la Plaza Alonso Martínez. 13 € - Capuccino mediano en Starbucks de Plaza de Neptuno. 3,50 € - Comida a la carta en Juicy Avenue de la Plaza Alonso Martínez. 14,50 € - Cena a la carta en Urban Diner de la Calle Génova. Incluye sendos sándwiches, bebidas y postre a compartir. 18,30 € - Desayuno combo de fin de semana en Juicy Avenue de la Plaza Alonso Martínez. 21 € Entradas y otros - Entrada básica para el recorrido por los interiores del Palacio Real en el Real Sitio de Aranjuez. No incluye audioguía. 18 € - Acceso a la terraza del edificio del Círculo de Bellas Artes en la Calle Alcalá. 3 € entrada normal y 2 € con carnet joven. 5 € - Trayecto de ida y vuelta entre el Parque del Oeste y la Casa de Campo en el Teleférico de Madrid. 11,50 € Total 532,89 € Total por persona 266,45 € Etapas 4 a 6, total 6
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