Este día decidimos volver a lo que hemos denominado "el paraíso": la praia do Camilo.
Cuando llegamos la marea estaba baja así que nos encontramos con la sorpresa de que las rocas que la tarde anterior estaban bajo el agua, ahora habían aflorado. En ese momento sentimos un poquito de repelús, más que nada por los erizos y demás fauna que veíamos más cerca.
Aún así, nada impidió el baño y en cuanto subió la marea, decidimos irnos nadando hacia la Ponta da Piedade (aunque no llegamos a ella), de manera que pudimos pararnos en auténticas mini-calas con poco más de un metro de ancho de arena y 5-6 metros de largo. Ni qué decir tiene que el agua era totalmente transparente y limpia como ninguna. Merece la pena acercarse a las rocas o acantilados, con cuidado, a ver los cangrejos, prácticamente del mismo color que la roca y algunos de un tamaño muy grande.
También había gente que se iba nadando a los farallones que salen en la foto, luego se subían y saltaban al agua. Nosotros sólo nadamos hasta allí, nada de saltar.

Como era sábado, la playa estaba llena de gente, especialmente españoles, suponemos que por el acento, de las provincias más cercanas de Andalucía.
Y no hicimos mucho más, quedarnos allí todo el día, comer en el chiringuito (nada del otro mundo) y volver a la piscina y a dormir pronto puesto que al día siguiente tendríamos que madrugar un poco más que el resto de los días.