Dia 4 - Praga (castillo y Mala Strana)
Nuevo dia, un buen desayuno, y a las ocho de la mañana ¡al tramvia!. Con el 22, que se coge cerca del hotel, y que sube directo al castillo por la parte ¿trasera?. No hay perdida, es donde bajan todos los que llevan cámaras fotográficas (como nosotros, claro).
Como queria pagar las entradas con tarjeta, fui probando en los diferentes puntos de venta (sin hacer cola), y acabé en la venta de tickets para grupos que hay en la entrada de la Galería de Pintura del Castillo de Praga. Solo tuvimos que esperar que le vendiesen los cuarenta tickets de rigor a los dos guias que habia delante nuestro, pero fue bastante agil.
Como habiamos entrado por el lateral del segundo patio, retrocedimos por la puerta principal, hasta salir al exterior para ver una panorámica general, y de paso hacer un poco el ganso con los guardias de la puerta (como todo el mundo, vamos).
A partir de aquí, volvimos a entrar, y ya fuimos directamente hasta la plaza de la catedral de San Vito, y nos pusimos en la cola para entrar por la fachada oeste, lo que no nos llevó ni cinco minutos, aunque el gentio hacia pensar algo peor.
El interior de la nave gótica se encuentra a rebosar y practicamente no se ve el mausoleo imperial, pero si que podemos hacer algunas fotos a las vidrieras, así como a los relieves de madera que hay junto al coro, y por supuesto, a la tumba de plata de San Juan Nepomuceno.
De las diversas capillas, resalta sobre todas ellas, la de San Wenceslao, pero solo se puede admirar desde la reja de la puerta, se supone que para proteger los frescos donde se encuentran incrustadas miles de piedras semipreciosas...
Otra vez en el exterior, deambulamos un poco por la plaza, andamos hasta el Convento de San Jorge, y nos dirigimos hacia el Callejón del Oro, pero lo encontramos cerrado por obras (?), así que bajamos hasta la Torre Negra, que abre la salida hacia las escaleras que bajan a Mala Strana.
Volviendo otra vez hacia arriba, entramos en la Casa del Burgrave, donde mientras yo me senté un rato en un banco, mi hija entró en el Museo del Juguete a ver una exposición sobre Barbie.
De nuevo a la plaza de la Catedral, para visitar el Viejo Palacio Real, y la exhibición sobre la historia del castillo.
Existe la posibilidad de subir a la torre Norte, pero además de que hay que pagarlo aparte, el número de escalones nos acabó de desanimar, y nos fuimos a la torre de la Polvora, donde habia una exposición sobre la Guardia Real.
Finalmente, y ya cerca del mediodia, salimos de nuevo hacia la plaza de Hradcany, pasando por delante del palacio del arzobispo, subimos hasta el Monasterio de Strahov, que aunque no se quiera visitar, merece la pena acercarse, ya que tiene unas maginíficas vistas de la ciudad.
De vuelta hacia atrás, pasamos por el santuario de Loreto, y ya nos encaminamos por la empedrada calle Úvoz primero, y por la calle Nerudova despues, hacia abajo, a Mala Strana.
Aquí, y con la hora de comer encima, cometimos uno de esos errores que siempre tienes, y en vez de comer en la taberna del Gato (U Kocoura), nos dejamos seducir por un maitre que hablaba español, y entramos en U Laury, en Nerudova 10, donde comimos lo habitual (codillo y gulash, más las consabidas cervezas y cocacolas) por unos 1500 CZK los tres, con algo de pena, y poca gloria.
A partir de aquí, y tras pasar por delante de la Iglesia de San Nicolás, fuimos bajando hasta el puente de Carlos, dedicandonos a curiosear por las tiendas, y a pasear hasta desembocar en la plaza STAROMESTSKE NAMESTI, donde acabamos de pasar la tarde hasta que comenzó a oscurecer. Cenamos aquí, en uno de los puestos de salchichas de los tenderetes. Mientrás cenamos, oimos un tumulto de la gente congregada frente al reloj astronómico, ya que debió funcionar el carrillón a las 21h, pero desde nuestra posición no lo vimos.
A continuación, cogimos el metro hacia el hotel......, y a dormir.
Dia 5 - Praga (La Ciudad Vieja)
Trás el desayuno, volvimos a comprar el bono del transporte para el dia, y cogimos el metro hacia la plaza STAROMESTSKE NAMESTI, para continuar donde nos habiamos quedado.
Justo cuando llegamos, dieron las nueve, y vimos en funcionamiento el famoso carrillón (el Orloj) , que...vamos...es un timo morrocotudo, ya que las figuras apenas se ven desde la calle, y lo único que hacen es girar por un tunelillo interior, y se ven a través de un par de puertecitas... ¡Como para pasarse una horita allí de pie para verlo! No sé si haran algo más, pero si eso es todo, apaga y vamonos. Por cierto, el trompetero que toca al final, en lo alto de la torre, es un chavalín que toca cuatro notas, con más o menos acierto, y a lo que no cabo de encontrarle el que, como para que todos los tours acaben los recorridos allí esperando... (Bueno, sí, comprar en las tiendas de souvenirs y cistal que hay delante, y sentarse en las terrazas mas caras de toda Praga a tomarse una cerveza, bussiness are business).
Eso no quita que la ciudad es espléndida, pero lo cortés no quita lo valiente
Ya que estabamos allí, aprovechamos para acercarnos a la oficina de Exchange a cambiar algo de dinero, y realmente, a nosotros es donde mejor cambio nos hicieron.
Así pues, nos fuimos a ver las sinagogas, y compramos las entradas en la taquilla que hay junto a la salida del cementerio, ya que era donde habia menos gente.
Visitamos todas las del recorrido, pero supongo que a todo el mundo (excepto a los judios, claro está) le deben parecer más significativas la Pinkas, por el hecho de tener inscritos los nombres de los más de 77.000 judios muertos en Bohemia y Moravia durante la Segunda Guerra Mundial, y la Española, en razón a su excelente decoración morisca.
Junto a esta ultima, una estatua de Kafka (rara, como el, por supuesto), y una magnifica cervezeria, Kolkovna, ,donde por supuesto hicimos una pausa, y el muestreo de rigor.
Finalmente, acabamos el recorrido en el curioso cementerio.
Nos dirigimos al Clementinum, pero tambien nos encontramos cerrados la torre astronómica, y la exposición, así que trás hacer otra foto al castillo y a la estatua de Carlos IV, nos fuimos dando una vuelta por el Teatro de la Opera (con la estatua del fantasma de Il Commendatore), y las calles de alrededor, hasta la plaza de Wenceslao.
Para comer, esta vez decidimos probar en Svatého Václava, del que no teniamos ninguna referencia, y sobre todo, lo escogimos porque dentro hacia pinta de fresquito, y esta mañana habia estando haciendo bastante calor. El sitio en sí, hace bastante pinta de local de turistas, y el elemento que se pasea disfrazado de caballero por las mesas para entretener al personal, la verdad es que le acaba de dar un toque folkclórico (en el sentido más guiri..).
De todas formas, comimos bien, con un codillo para compartir, y con mi habitual degustación de cervezas (una Kozel Black y una Pilsner Urquell), más el plato de mi hija, patatas y verdura de acompañamiento, postres y las consabidas cocacolas por 1700 CZK, que a mi me pareció un precio justo para el lugar y el servicio (muy amables y serviciales, como en toda la Republica Checa).
Despues de comer (sobre las 15h), la lógica perreria post-comida y un poco de bajón anímico, nos hizo decidirnos por acercanos al hotel, a hacer una paradilla técnica de una horita (pseudo-siesta), ya que realmentre solo estabamos a diez minutos del hotel en metro. Por cierto, espectaculares las escaleras del metro, por longitud, desnivel y velocidad.
Al salir del hotel, aprovechamos para aligerar un poco los bolsos, y dejar algo de peso, pilas de recambio de las cámaras, botellas de agua vacias, la guia de la ciudad, etc..., y entre otras cosas, mi hija decidio dejar el chubasquero con el que llevaba todos los dias cargando a cuestas.
Para hacer el café de media tarde, nos dirigimos a la pasteleria Au Gourmand, y sinceramente, esto si que lo encontramos absolutamente sobre valorado, y diria que hasta caro, ya que el trocito de Brownies (66 CZK), el famoso Foret Noir (79 CZK), dos botellines de agua (2x29 CZK) y un café expresso (37 CZK), fue, sin lugar a dudas, en la relación precio-calidad-servicio, de lo peor de este viaje. Vamos, por lo que a mi respecta, absolutamente prescindibles, ya que en cualquier ciudad española hay veinte pastelerias mejores. Aunque el precio absoluto (240 CZK, 10 Euros) pueda parecer razonable, e incluso barato, la calidad y el servicio no dan como para ir expresamente.
Saliendo de aquí, ya nos dedicamos a dar vueltas por los alrededores de la plaza de la Ciudad Vieja, a la caza y busqueda de los recuerdos diversos, y tambien aprovechamos para pegar un vistazo a las tiendas del Centro Comercial Palladium, donde pudimos comprobar, que al contrario que la comida, la ropa y accesorios estaban practicamente al mismo precio que en España.Y tambien compramos los caramelitos artesanos...
Ya nuevamente se nos fue haciendo tarde, y quisimos subir a la torre del reloj astronómico a hacer alguna foto antes de que anocheciese del todo. Se puede subir andando una parte, pero como hay unos magníficos ascensores (por el mismo precio), pues para que vamos a cansarnos... ¿no?. Una vez arriba, la vista es fantástica, sobre todo con el bullicio de la plaza abajo, pero la balconada da un poquito de impresión por baja, ya que a esta altura, que los ladrillos del borde me lleguen por los cataplines, y el borde final de la reja se me quede un poco por encima del ombligo (y soy talla media española, o sea bajito), pues como que me daba un poco de impresión, y poca seguridad, pero vamos, con no asomarse en exceso, solucionado.
De nuevo otra vez en la plaza, ahora ya oscureciendo de verdad, nos fuimos otra vez a los tenderetes de salchichas y bebidas a cenar, y aunque esta vez habia bastante desmadre en el asunto colas, conseguimos hacernos con unos pinchos y unas braswurts que nos comimos en un banco de la plaza (con mucha suerte, ya que estaba a rebosar), y justo cuando acabamos empezaron a caer unos gotarrones de aquellos que hacen charcos, y nos fuimos a la carrera hacia el metro.
Por desgracia, la tormenta no era pasajera, y cuando salimos del metro estaba se estaba derrumbando el cielo: agua a doquier, truenos y relampagos, así que nos quedamos dentro de la estación, con toda la gente que iba bajando, esperando que amainase. pero aquello no solo no aflojaba, sino que parecia que iba a mas, y poco a poco, la gente empezó a salir, pero como he dicho antes, mi hija habia dejado el chubasquero en el hotel, y con sus tirantitos y sandalias, no llevaba la ropa mas adecuada (por decirlo de una forma cariñosa).
Finalmente, un cuarto de hora despues, viendo que la tormenta no amainaba, le plantamos una bolsa de plástico en la cabeza, y con una especie de mantilla que llevaba mi mujer en el bolso (¡increible la cantidad de cosas que salen de ahí...!), salimos a recorrer las dos calles que teniamos hasta el hotel. Por supuesto llegamos absolutamente empapados, aunque mi hija realmente estaba para una foto (que me prohibió hacerle, porque no que estaba era de humor...).
Dia 6 - Cesky Krumlov y llegada a Munich
Hoy tocaba dejar Praga, y meternos otra tandita de coche, así que desayunamos y saliamos de Praga sobre las 8h de la mañana, aunque por suerte, no habia mucho tráfico para salir, al contrario que la entrada que estaba colapsada.
De Praga a Cesky Krumlov hay unos 170 km., pero como la carretera es medio normalita (de un carril en cada sentido), pues se tarda como dos horas y media, sin correr, y disfrutando del paisaje lo justo. En este trayecto es donde encontramos la gasolina más barata, ya que al cambio, nos costó como en España, sobre los 1,10€/litro.
En Cesky, a pesar de las recomendaciones de la señalización, que me enviaban a los parkings más periféricos, entramos hasta el parking P1, que te deja al lado mismo de la entrada mas bonita hacia el pueblo, por debajo del puente de la capa, que a diversos niveles, une el castillo con la ciudad.
La ciudad es Patrimonio de la Unesco, y si bien en lo alto del promontorio está el castillo, la gracia está en el conjunto de la ciudad envuelta por el rio, que lo rodea y lo envuelve, y que los lugareños han aprovechado estupendamente para convertirlo en un centro de piraguismo y rafting.
En el centro del pueblo está el ayuntamiento, al estilo de cualquier plaza mayor en España, y un poco más atras, la Iglesia de San Vito, junto al Colegio Jesuita.
Subiendo hacia el castillo, aparte la colorida torre del castillo, que se divisa desde cualquier parte del pueblo, y la consabida estatua del pobre San Juan Nepomuceno, nos sorprendieron los dos guardianes que tiene el foso de acceso al castillo: ¡Dos osos!. Si, aquí pocas tonterias, y nada de "cuidado con el perro"...Tienen dos osos vivitos y coleando que cuando nosotros estuvimos, estaban un poco agobiados por el calor, pero que supongo que durante el año, deben estar en su salsa, ya que pinta que allí debe hacer fresquete.
Trás el paseito, y ya que decidimos no visitar el castillo, nos bajamos de nuevo al centro del casco antiguo, y comimos en uno de los hoteles de la plaza unas pizzas, que no recordamos excesivamente ni bien, ni mal, y en donde uno de los objetivos era ir librandonos de la moneda checa que nos quedaba.
No pude evitar tomar una cervecita más...
Despues de comer, y trás comprar unas ultimas chucherias, y hacer un par de fotos más, finalmente cogimos el coche, y nos encaminamos a abandonar la Republica Checa, rumbo a Alemania.
(He de decir, que en terminos generales, lo que vimos de la Republica Checa nos gustó, y que quizás le podriamos haber dedicado algún dia mas, pero que en general, con entre cuatro y cinco dias, te da para hacerte una idea general de Praga, y hacer una escapadita a Cesky Krumlov y a Karlovy Vary. Ya he dicho al principio que el objetivo no era hacer un viaje exaustivo y detallado, sino una vuelta en coche aprovechando para ver alguna cosa significativa)
Ahora, de Cesky Krumlov a Munich, teniamos 290 km, de los cuales, la mitaad eran por carreterillas, y la otra mitad ya por las autopistas alemanas, así que como contabamos con llegar ya tarde al hotel, paramos en un Tesco a comprar algo de pan y embutido para cenar, y ¡al coche!.
Tambien me sorprendio la cantidad de cicloturistas que encontré por esta zona, teniendo en cuenta que es zona prealpina, y que la carretera no es que sea precisamente amigable, con una continua sucesión de toboganes y rampas donde veiamos sufriendo muchisimo a los ciclistas, pero quizás haya algo especialmente atractivo para ellos que yo desconozco.
Sorprendentemente, no encontramos casí tráfico (ibamos por carreteras muy secundarias) hasta practicamente llegar a la frontera, donde pusimos gasolina justo antes de cruzar, y donde, como en todas partes cuecen habas, un buen número de señoritas nos marcaban el camino hacia Alemania (¡).
De nuevo en Alemania, un error al introducir la dirección en el TomTom hizo que nos retrasasemos una media hora, ya que nos llevaba hacia la campiña fuera de Munich, a la misma calle, pero en una minuscula población que debí marcar.
Por fin la fabrica BMW nos dio la bienvenida en las afueras de la ciudad, y sobre la 20h30' aparacabamos junto a nuestro hotel: Suite Novotel Muenchen Parkstadt Schwabing El nombre es como para apuntarlo, pero esta gama de hoteles de la cadena Accor ya lo conociamos de Ginebra, y nos gustó, porque la habitación es muy grande, y viene a ser casi como un míniapartamento, ya que tiene una neverita vacia para tus cosas, un microondas, cafetera, etc..
El hotel está en un nuevo barrio de oficinas, y aunque está algo descolgado, se puede aparcar en la calle sin problemas, y el metro y el tramvia están a mano.
Como esta era una etapa no muy planificada, queriamos poder entrar y salir facilmente de Munich, y no nos importaba no estar en el centro de la ciudad, aparte, claro está, de la diferencia de precio, ya que los hoteles en el centro eran carisimos.
Así que nos apañamos una cena de campaña, y nos fuimos a dormir, porque el dia habia sido cansadito.