Sonó el despertador a las 6:30 de la mañana (hora dominicana ya). Y no, ni estamos locos ni somos masoquistas, pero siempre que estamos en el Caribe (Punta Cana u otros destinos) ponemos el despertado a esas horas. Nos aseamos, desayunamos y a las 8:00 de la mañana o antes ya estamos en la playa disfrutando del sol. Esto tiene el inconveniente que a la noche acusas antes el cansancio, pero no vamos allí en busca de discoteca, fiesta o trasnoche, sino en busca de playa.
Un amanecer en Punta Cana
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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La verdad que esa mañana el cielo no estaba muy azul, tiraba más bien a gris. No se veían los típicos colores de Punta Cana: esa arena blanca, esa agua turquesa, ese cielo de un azul intenso……
A pesar de las pseudo amenazas que nos hizo el guía de Travelplan si no acudíamos a la reunión del primer día diciéndonos que no nos iban a confirmar el billete de vuelta, optamos por no ir a la reunión del primer día. No es lógico tragarse hora y pico de publicidad de excursiones, para luego tener que ponerte en una cola para que finalmente te confirmen el billete.
Optamos por dar un paseito muy corto ya que sobre las 9:00 teníamos que ir a gestionar el cambio de la habitación.
El Cortecito


Al pasar frente al Cortecito, que es una zona de tiendas que queda pegando al Palladium, pude comprobar que los vendedores no han renovado en absoluto sus estrategias de marketing. Siguen con sus trucos de siempre. Llevábamos un año sin pasar por allí y uno de los vendedores me vocea “Oiga!! usted ayer me dijo que hoy iba a ver mi tienda así que tiene que pasar a verla”. ¿Ayer?

Luego nos acercamos a recepción y gestionamos el cambio (ya he dicho que queríamos cama de matrimonio), cambio que nos prometieron para las 17:00 de ese mismo día.
Piscina del Hotel Bávaro
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Nos acercamos a ver la piscina del Bávaro, piscina que remodelaron en diciembre de 2009 y teníamos ganas de ver. Ha quedado chula. Han rebajado los bordes de la piscina de tal manera que en ese rebaje se instalan una hamacas que quedan a ras de agua. Ideales para tomar el sol.
Este año iba con intención de intentar nadar algo todas las mañanas posibles, así que aproveché que no había mucha gente en la piscina y me hice unos buenos largos (veinte minutillos nadando) mientras mi mujer “estrenaba” las hamacas a ras de agua. Una gozada!
El cielo no acababa de aclarar y nos fuimos a la playa. Yo no aguanto mucho tiempo quieto así que me fui a pasar revista a las barras húmedas. El complejo tiene 4 aunque cuando fuimos funcionaban sólo 3 (cuando hable del complejo, no incluiré nunca la zona Royal, hablaré sólo de instalaciones que podemos utilizar)
Fui a la barra húmeda del Palace. No había mucha gente. Un chico en una esquina charlando con el camarero y un par de crios. Me tomé un cubata de Brugal Añejo. El barman abrió la botella para mí, estaba enterita. Serían las 11 de la mañana pero allí no es tan raro tomar ron a esas horas. Era el primer cubata y me sentía en forma así que me pedí otro. El camarero, el gran Janiel (ya hablaremos de él, un fenómeno!!) me dijo en broma “esta botella va a ser entera para usted!” yo le dije que no, que eso era mucha pelea para mí….. je, ya vereis cómo acabó la cosa

Piscina del Palace


Allí estaba yo, sólo y aburrido. Sin saber qué hacer. El camarero seguía charlando con el chico sentado en la barra así que les pedí perdón por la interrupción y me pedí otro cubata. Se echaron a reir los dos y empecé a hablar con ellos. El cliente era de la provincia de Valencia, recien casado. Habían hecho un periplo por EEUU y acababan en Punta Cana. También era su primer día en el hotel. Me cayó bien y le invité a un cubata.
Y allí empezó la primera tormenta. Tormenta de ron. Parece mentira que yo que he estado varias veces en este tipo de hoteles cometiese ese error de principiante. Me dejé llevar por la euforia del primer día y por la simpatía del amigo recien conocido. Seguimos compartiendo cubatas, haciendo risas, más cubatas…. Llegó su mujer, una chica muy simpática. Al poco rato apareció también mi mujer. Ambas aportaron su granito de arena en la tarea del vaciado de la botella, ya que cada una tomó un único y exclusivo cubata. El resto para nosotros

Imágenes distorsionadas para preservar el anonimato de todos
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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De repente, a la tormenta de ron se sumó una tormenta de agua. Terrible tromba. Teníamos las toallas en las hamacas, pero todo nos daba igual. Seguimos metidos en la piscina, bajo el techado de la barra húmeda, encantados de la vida. El camarero nos enseño sonriente la botella practicamente vacía (¡¡qué bestias!!) y pensamos que lo mejor era secarnos, cambiarnos y vernos acto seguido en el restaurante La Uva para comer.
Fuimos hacia la villa. Entre mi andar “dubitativo” y las dos toallas empapadas que pesaban como dos sacos de piedras el camino se convirtió en una odisea. Primer día y primera “castaña” y antes de comer (soy un desastre).
Nos cambiamos y fuimos a la Uva pero los valencianos no aparecieron. Luego me enteré que si que estuvieron pero que él apenas pudo comer y marcharon pronto.
Por cierto, cuando aluda a gente que hemos conocido allí siempre lo haré por su procedencia, sin dar nombres ya que me parece así más procedente.
Comimos rapidamente. Llovía, teníamos que ir a la habitación a esperar la llamada sobre el cambio de villa y además yo necesitaba urgentemente una siesta reparadora.
Así que allí que nos fuimos.
Una imagen del Palladium (de otro día, más luminoso que el que estábamos viviendo)
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Mientras esperábamos a que nos llamasen para el cambio de habitación, el Palladium nos volvió a sorprender con esa manera de funcionar tan peculiar y agradable que tienen. Llaman de repente a la puerta, abre mi mujer y era un maletero. Le pregunta a ver si estamos esperando el cambio de habitación, ella dice que sí y él le entrega un platito con una hermosa manzana para que meriende. Entendedme bien. No es la manzana en sí. El hecho de traernos aquella mini merienda era para que supiésemos que nos tenían en cuenta y que estaban gestionando el cambio. Que no se habían olvidado de nosotros. Nos lo decían, pero sin decirlo. Me pareció un gesto bonito.
Al de poco, llegó de nuevo el maletero y ya nos llevó hasta nuestra nueva villa, en esta ocasión la villa 40, pegadita al lobby del Bávaro. Junior Suite y con la cama King Size que queríamos. Lo más característico de las Junior Suite es su jacuzzi en el que caben comodamente dos personas.
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La villa estaba ubicada en el punto diametralmente opuesto a la villa del año pasado, que estaba junto a la playa. Pero yo no le doy demasiada importancia a la ubicación. En aquella teníamos muy cerca la playa y la piscina y en la de este año teníamos al lado el buffet La Catedral, el lobby y el Hemingway. Hombre! Lo único…. Las vistas!!!! Ver el mar desde la ventana fue un auténtico lujazo, pero tampoco pasa nada. Estuvimos de maravilla en la villa 40.
Entre siesta y cambio de habitación nos dio la hora de cenar y optamos por ir al Mare Nostrum. No tuvimos que esperar y pasamos directamente.
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Enseguida nos dimos cuenta de que la carta había variado. El año pasado el Mare Nostrum era basicamente italiano y ofrecía pizzas, lasagnas, pasta…. Este año no aparecía ni una pizza en su carta. Se podría decir que ahora es restaurante de cocina mediterranea. Lo cierto es que cenamos de maravilla. Unos camarones de entrantes y luego bacalao y pechuga de pollo, respectivamente.
Días después descubrimos que el buffet La Uva lo habilitan por la noche como restaurante italiano y ese sí que tiene pasta y pizzas en su carta (basicamente).
Rumbo a la habitación pasamos a curiosear por las tiendas del hotel, por pasar el rato más que nada. Hay dos zonas de tiendas en el hotel, una está a la vuelta de los restaurantes Rodizio y Sumptuori (hotel Punta Cana) y la otra zona junto al lobby del Bávaro.
Y a dormir, que había sido un día muy “tormentoso”

