Desayunamos y comenzamos el diario paseo. Caminamos y caminamos hasta llegar a la famosa playa del Complejo Barceló. Según muchos comentarios esta playa es reconocida como la mejor de Punta Cana. Puede que sea así, no seré yo quien lo niegue, pero tampoco es abismal la diferencia con respecto a otras playas.
Playa Complejo Barceló
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Y tengo con qué comparar en Punta Cana al hacer esta afirmación. En nuestros largos paseos hemos abarcado la gran franja de playa que va desde los hoteles Riu hasta el complejo Barceló. Si veis un mapa vereis que es una zona de una longitud considerable que abarca muchos hoteles y playas.
Playa Complejo Barceló
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Es una playa bonita aunque me da la impresión de que está sobrevalorada o idealizada. Yo no elegiría un hotel en base a su playa (al menos en base a ésta y conociendo las otras que hay).
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Tras el largo paseo llegamos al Palladium y resulta que hay fiesta playera organizada por Ron Barceló. Nada del otro mundo, unos hinchables en torno a los cuales se desarrollan distintos concursos en los que toman parte todos los equipos de animación del resort con huéspedes de todos los hoteles. Hay un grupo de bailarinas que reparten premios tras los concursos (mochilas, botellas de ron, camisestas, viseras….)
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Mientras mi mujer toma parte en distintos concursos (ésta se apunta a un bombardeo) yo opto por ir en busca de nuevos horizontes (lo habeis adivinado, la barra húmeda del Palace). Junto a mí, en la piscina, hay una familia dominicana: padre y madre, abuela, cuñada, varios niños…. Todo transcurre con relativa calma hasta que por los bafles empieza a sonar una canción determinada. El padre y la madre de la familia se suben a la isleta de la piscina y empiezan a bailar ante los gritos de ánimo de la abuela, la cuñada y los niños y ante mi total asombro. Y es que el baile aquel incluía roces intensos (muy intensos!!!), posturitas sugerentes, azotes simulados y todo ello ante la abuela y los crios. Desde luego, no sería algo muy común entre nosotros (os aseguro que fue un baile “muy calentito”) pero ellos contemplan esas cosas desde un punto de vista completamente distinto al nuestro.
Después de comer volvimos a disfrutar de la playa y cuando ya atardecía, ví a una familia oriental que contemplaba admirada un enorme pez muerto, un dorado, que había aparecido en la orilla.
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Comienza a atardecer y nos acercamos al Cortecito, en uno de nuestros últimos y desesperados intentos por hacernos con el Siglo de Oro. Los precios siguen siendo muy altos, entramos en varias tiendas y en ninguna conseguimos bajar de los 70 euros de marras (en alguna, ni de los 100).
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Llega la hora de la cena y nos damos cuenta de que al día siguiente se va la familia uruguaya y no nos hemos despedido de ellos. Ellos, al igual que los valencianos, también han intentado prolongar su estancia. Pero el hecho de ser cuatro personas y tener que cambiar dos vuelos les suponía una fuerte penalización económica. Todo el mundo se queda con ganas de más Palladium!!
Sabemos que no suelen ir a restaurantes temáticos a cenar (por los niños) y les buscamos en los buffets. Están en las Torres, cenamos allí y vamos juntos al lobby del Palace a compartir nuestras últimas horas y copas juntos. Da mucha pena despedirnos de una gente tan maja y unos crios tan buenos y cariñosos.
Bueno, lo han pasado tan bien que puede que el año que viene nos volvamos a ver!!

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