El año pasado hicimos Canto de la Playa y Saona, así que este año optamos por hacer la otra excursión.
Suena el despertador maldito más temprano que nunca, a las 5:15 (el guia ha quedado en mandar la furgoneta en nuestra busca a las 6:00). Tras asearnos vamos al lobby a desayunar. Para estos días en los que has de marchar tan temprano el Palladium dispone en la barra del lobby del Bávaro una especie de self-service con zumos, café, leche, bollos y embutido. Una oferta justa pero suficiente para tomar fuerzas antes de la excursión. Un detalle del hotel que es muy de agradecer.
Nosotros no trasnochamos nada de nada cuando estamos en Punta Cana y mientras esperamos el taxi tenemos oportunidad de observar un aspecto que desconocíamos: los efectos de la noche dominicana en los huéspedes del Palladium. Vemos como van llegando taxis con gente que viene posiblemente de las discotecas Mangú o Imagine. La noche les ha pasado factura

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El taxi del guia llega puntual, a las 6:00. Recogemos algún otro excursionista en otros hoteles y emprendemos camino.
El conductor, va todo el viaje cantando las canciones de la radio (todas las canciones), hasta que llegamos a Higuey. En ese momento, quita la música y comienza a darnos una charla sobre Higuey y lo que estamos viendo. De la charla turística pasa a hablarnos durante largo rato de la política del pais, de su propia filosofía de vida y de todo lo que se le ocurre. Para poner broche de oro a su, todo hay que decirlo, interesante y muy bien desarrollada charla, nos pone ni más ni menos que el himno de la República Dominicana a todo volumen


En su charla, en la que habló de todo, hablaba también de la necesidad de agradecer lo que está bien hecho e hilado con esto, comentaba que si la excursión nos agradaba, lo pertinente sería comentarlo en “el foro”. No cito qué foro, ni hizo falta. Está claro que ellos son conscientes de la importancia de este foro para captar clientes (el capitán de la lancha también nos habló sobre el tema).
Poco antes de llegar a Bahayibe, se para en la tienda del guia donde se procede a abonar las excursiones (en nuestro caso 55 euros por cabeza).
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Tras unas dos horas de trayecto en furgoneta llegamos al rio Chavón, donde tomamos la lancha. La excursión la integramos un grupo no muy grande y vamos todos en una lancha (el año pasado fuimos en tres lanchas). El capitán, un auténtico profesional que hace muy agradable el desarrollo de la excursión.
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La lancha comienza la travesía muy lenta por el rio Chavón, ya que en la primera parte no hay fondo suficiente para tomar velocidad. Es un rio famoso por haber servido de escenario a peliculas tan famosas como “Apocalypse Now” o “Rambo”. Pero pronto toma velocidad y resulta una gozada surcar el rio entre la frondosa vegetación y contemplando, por ejemplo a lo lejos, los Altos de Chavón (un bonito grupo de casas y un auditorio que surgió por capricho de un millonario).
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El rio Chavón desemboca en el mar Caribe y la lancha va tomando velocidad paralela a la costa de Bayahibe. Al llegar a cierta altura de la costa que ya forma parte del Parque Nacional del Este, Viruta detuvo la lancha para que pudiésemos contemplar unas muy curiosas formaciones rocosas. Tras la cortísima parada la lancha salió zumbando de nuevo. Una nave realmente potente . A lo largo de la excursión adelantamos bastantes lanchas y catamaranes y por el contrario, ni una sóla vez nos vimos rebasados.
Otra lancha que íbamos a rebasar
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Tras unos 45 minutos en lancha llegamos a Isla Catalinita donde hicimos una parada de apenas 15 minutos. En realidad no hay mucho que ver salvo una zona en la que se agolpan muchas caracolas ya vacías y que han dado en llamar “el cementerio de las caracolas”. Muy importante: toda la zona está protegida y por tanto está prohibido llevarse caracolas o cualquier otro tipo de especie.
Inolvidable la visión de Catalinita
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Y ese cementerio se convirtió desde ese día también en el cementerio de mi cámara fotográfica


Cementerio de las caracolas
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Montamos de nuevo en la lancha y está se detuvo a 5 minutos de allí, en un paraje precioso. Un gran banco de arena en medio del mar, en el que apenas cubre un poco más arriba de las rodillas. El contraste de la blanca arena del banco con el azul oscuro del agua profunda que lo rodea es algo incomparable. El disgusto que tenía yo por la cámara no me dejaba disfrutar del momento, pero justo entonces el Viruta sacó la “poción mágica”, mi medicina favorita


Sentado en el banco de arena
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Estábamos sólos en aquel banco de arena, un privilegio, pero al de poco comenzaron a llegar lanchas de otras excursiones y el guia optó por seguir la marcha. Estuvimos alrededor de 30 minutos en el banco llamado “la playa oculta” (según la web del guia, cuanda baja la marea, queda la arena a la vista, formando una playa en medio del mar).
La lancha nos lleva hasta Isla Saona a una velocidad impresionante. De las tres veces que hemos estado en Saona, ésta ha sido la vez que menos gente había y por tanto, la vez que presentaba un aspecto más paradisíaco.
Saona desde el agua
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Durante nuestra estancia en la isla podemos acudir cuantas veces queramos a un kiosko donde sirven ron, cerveza, agua y refrescos (llevamos una pulsera de TI para la isla).
La comida es muy sencilla: un pequeño buffet con pasta, patatas, ensaladas, algo de legumbre, carne a la brasa, pescado, fruta. Suficiente y todo rico.
Tras la comida empezó a sonar música por la megafonía y el equipo de animación de la isla empezó a llamar a la gente para ir a bailar con ellos, pero ese día yo creo que todos estábamos más por disfrutar de aquel sol, aquella arena y esa agua tan cristalina. Qué lástima de cámara de fotos para captar aquellos paisajes!
Estuvimos en isla Saona alrededor de 2 horas y media, hasta que el guia nos fue llamando para embarcar.
Salimos en dirección a la zona de las piscinas naturales, adelantando a cuanto barco se nos ponía a tiro. Antes llegar a las “piscinas” hicimos una pequeña parada en una zona donde hay muchas estrellas de mar. Viruta prestó al personal gafas de snorkle (aunque yo llevaba las mías). Las estrellas son muy delicadas, y no se puedes sacar totalmente del agua porque morirían.
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Tras las fotos pertinentes fuimos hasta las piscinas naturales, que es una zona a unos 200 metros o más de la orilla y en la que apenas cubre por la cintura. Allí animador procedió a desarrollar la divertida ceremonia del bautizo del ron y a repartir ron a diestro y siniestro. El ron entonó bastante al personal y ya, bien animados embarcamos de nuevo rumbo a la última etapa de la excursión: una parada frente a Bayahibe en una zona muy poblada por peces de colores. Otra vez tiempo para hacer snorkle y disfrutar viendo esos fondos y los peces durante unos 15 minutos aproximadamente.
Tras subir por última vez a la lancha, el guia dio una charla de despedida y animó a quien quisiese a hablar de ellos en el foro (saben bien cual es su mejor propaganda) y también sugirió que una propina sería bien recibida. Quien quiso dio y quien no quiso no. No hubo ningún mal gesto ni coacción alguna.
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Desembarcamos. La furgoneta ya estaba esperándonos en Bayahibe. Allí nos pusimos bañadores secos y montamos en la furgoneta. Pasó el guia y nos saludó y estuve a punto de bajarme para charlar con él acerca de Viruta. Ya lo sabrá, pero es que este tipo es todo un profesional. Lo mismo te habla del Parque Natural, que te cuenta unos chistes, que hace de camarero en el kiosko, que tripula mejor que nadie la lancha y todo sin perder nunca la alegría. Es increible el entusiasmo que demuestra, y más teniendo en cuenta que repetirá cada día bautizos de ron y chistes.
La furgoneta comenzó camino y, como es tradicional, paró en Higuey, en una tienda que seguramente el chofer tendrá convenida. Una chica (tras preguntarnos a todos) le sugirió al chofer que siguiese camino, que nadie iba a ir a la tienda, pero él hizo caso omiso y paró. Nadie se bajó de la furgoneta (salvo para estirar las piernas) y al de un rato, emprendimos de nuevo la marcha que nos llevó de nuevo hasta nuestro hotel. Y es que normalmente estas tiendas en las que te paran en las excursiones superan con muchos los precios de tiendas del Cortecito, Bibijagua, Corte Inglés…
Jardines del Palladium
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Llegamos al hotel hacia las 19:15, un poco cansados, todo hay que decirlo, hemos madrugado mucho y los viajes en furgoneta, los botes de la lancha y los tragos de ron acaban pasando factura. Tras una ducha y un reconstituyente cubata en el selecto y tranquilo Cocktail Bar Hemingway nos decantamos para cenar por la colosal oferta del buffet Las Torres. Nos acordamos que ese día es la fiesta nocturna en la playa, pero estamos tan cansados que optamos por ir a dormir. La semana anterior no tuvimos fiesta playera por el mal tiempo, pero sí que la disfrutamos el pasado año y nos gustó: una orquesta en directo en la playa, concursos, bailes, mucho ambiente y ron caldeando el ambiente. Si no estais tan cansados como nosotros, no os la perdais!!