Seguimos con nuestra deliciosa rutina. Paseo tempranero después del desayuno y yo me acerco hasta la piscina del Behique a hacer unos largos. Toda la piscina para mi!
En una de mis idas y venidas por los jardines del Palladium, me llama la atención un detalle. Un hombre de mantenimiento va recorriendo uno de los caminos con columnas.
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Lleva pintura, brocha y trapos. Se para a la altura de cada columna y la analiza de arriba a abajo. Observa cada una por si precisa un brochazo o basta con limpiarla con el trapo, y va siguiendo camino. Todas las columnas, una a una y os garantizo que hay miles. Viendo cosas como estas es cuando te das cuenta que el perfecto estado de las instalaciones del Palladium no es por casualidad, es producto de mucha dedicación y mucho trabajo de un gran equipo.
Desayuno en la Catedral: parte de la repostería y algunos de los riquísimos zumos naturales
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A mi vuelta, Margarita (de animación) y siguiendo con su broma, nada más verme me apunta al concurso de frisbee. Por una vez y sin que sirva de precedente, tomo parte en el juego.
Tras el supremo esfuerzo que supone el lanzamiento de frisbee, me voy hasta uno de los bares de playa, al bar de Janiel, nuestro camarero favorito. Allí me encuentro con un señor mayor que está pidiendo que le llenen un coco de ron y hielo. Me llama la atención el hombre y me suena su cara del año pasado, juraría que es el hombre al que oí pedir el verano pasado “mentiritas” en el bar (mentirita: algunos cubanos llaman “mentirita” al cuba libre, por no considerar que Cuba es libre). Entablo conversación con él, le pregunto y si era él, y efectivamente, el año pasado también estuvo y él siempre pide mentiritas. Todos contentos: yo contento por ser tan buen fisonomista y él contento con su coco lleno de ron hasta el borde.
Barra húmeda de la piscina del Bávaro
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Mi mujer viene a tomarse un refresco y a saludar a Janiel. La anécdota que viene a continuación puede llegar a reflejar lo integrado y a gusto que te puedes llegar a sentir en este hotel. Mientras charlábamos con nuestro amigo camarero él se puso a barrer con la escoba la arena del suelo del chiringuito de la parte de la barra de los clientes. Continuamente llegaban clientes a pedir bebida y continuamente, el camarero tenía que dejar la escoba, entrar en el bar y servirles las consumiciones. En ese momento, mi mujer agarró la escoba y se puso a quitar la arena. Estábamos tan a gusto que era como estar en el bar de un amiguete al que, en un momento dado te apetece echarle una mano. El pobre Janiel llamaba a mi mujer por su nombre y le decía que hiciese el favor de dejar la escoba, que parase de barrer, pero ella, ni caso

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Seguimos de charla en el bar con gentes diversas y es entonces cuando nos enteramos de que la Uva abre también a las noches para cenas italianas (creo que ya lo he comentado en el diario, pero nos enteramos este día). Esa noche hay cena de lunamieleros así que otra vez tendrá que ser.
Comemos en La Uva y me afano después en la dulce tarea de la siesta a la sombra de los arbolitos playeros. Un verdadero placer.
Me vuelvo a encontrar en la playa al chico de mi pueblo con el que coincidí días atrás. Me comenta que están en el Paradisus Punta Cana. Igual que me dijeron el pasado año una pareja que conocimos en una excursión, me explica que es un hotel fabuloso, pero con mucho jubilado, mucho norteamericano y canadiense y el ambiente general del hotel es un tanto soso.
Flamencos en el estanque del Lobby del Bávaro
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Vemos unos movimientos raros en la playa, hay una especie de empalizada en la playa hecha con cañas que antes no estaba. Nos acercamos a preguntar y nos comentan que los viernes se celebran barbacoas en la playa pero que hay que hacer reserva previa en recepción. Poco antes de cenar preguntamos por la barbacoa playera en la recepción y, como nos temíamos, ya está todo lleno. Bueno, no pasa nada, allí mismo está La Catedral y esa noche optamos por la cena buffet.