Para nuestro último día en esta zona solo disponíamos hasta las primeras horas de la tarde y la dedicamos a visitar el Parque Nacional de Monfragüe y algún pueblo cercano.
Este parque está declarado nacional tan solo desde 2.007, pero lleva declarado como Parque Natural desde 1.979. Debe su importancia sobretodo por ser reserva de diversas aves, algunas en peligro de extinción, como el buitre leonado, buitre negro, águila imperial, cigüeña negra...
La vegetación es sobretodo dehesas de encinares, alcornoques, matorrales... por lo que es preferible ir cuando no hace demasiada calor, pues hay zonas en las que mucha sombra no hay.

Para visitar el parque nos dirigimos al pueblo de Villarreal de San Carlos, donde se encuentra el centro de visitantes y el centro de interpretación del parque, además hay allí restaurante y alojamientos.
Desde allí salen varias rutas a pie, más o menos largas, que recorren las zonas principales del parque, pero como no teníamos mucho tiempo nos decidimos por realizar las dos rutas que existen para coches.
La primera ruta que hicimos es la que va desde Villarreal hasta el Castillo de Monfragüe. La ruta tiene solo ocho kilómetros, pero es quizás la más bonita y visitada.
Hicimos nuestra primera parada en la fuente del cardenal, un poco antes de llegar al puente del cardenal. desde aquí, junto a unos chozos tradicionales, hay unas vistas muy bonitas de la desembocadura del río Tietar en el Tajo.


Cruzamos el Tajo y unos pocos kilómetros más alante encontramos el Salto del Gitano, uno de los puntos más emblemáticos del parque. Se trata de un cortado rocoso, junto al río, en el que podemos avistar buena parte de las aves que viven en el parque. Muchas de ellas anidan aquí y podemos verlas en su hábitat, mientras crían o cazan a otros animales.


En el mirador encontramos a gente de toda Europa, a cada cual con un equipo mejor, que viene hasta aquí solamente para ver las aves. Nosotros, que de aves no entendemos mucho, intentábamos avistar las que ellos iban indicando, pero para esto es recomendable llevar prismáticos y tener mucha paciencia y va a ser que no teníamos ninguna de las dos cosas, nos conformamos con disfrutar de la vista de los pájaros volando.

Seguimos por la carretera que sube al castillo, parando a medio camino para ver unas pinturas rupestres que había indicadas, pero la cueva estaba cerrada. En todo el parque hay varios sitios donde se pueden encontrar este tipo de pinturas, pero no vienen señaladas en el mapa que nos dieron ni encontramos ninguna otra indicación por la carretera.

El castillo lo construyeron los árabes en el año 811, que lo defendieron hasta la conquista cristiana, primero por los portugueses y más tarde por Alfonso VIII.
De él se conservan la muralla y dos torres, una de ellas muy deteriorada y la otra restaurada, a la que se puede subir. Dentro del área del castillo hay construida una ermita, más moderna, donde se guarda la Virgen de Monfragüe, traida desde Jerusalén en el siglo XII.


Las vistas desde el castillo son de las mejores del parque, pues desde aquí podemos ver casi toda su extensión, las dehesas y las desembocaduras de los distintos arroyos en el Tajo.


Volvimos hacia Villarreal de San Carlos y una vez pasado el pueblo, en la carretera por la que habíamos venido, encontramos el desvío que indica los Saltos del Torrejón y que es lña carretera por la que se realiza la segunda ruta en coche por el parque.


La carretera discurre entre encinas y alcornoques siguiendo la orilla del río Tiétar hasta el embalse de Torrejón-Tiétar. Por el camino encontramos varios miradores desde los que ver los meandros que va formando el río y una vez en el embalse hay un merendero algo más grande que los anteriores y con más árboles con sombra para parar un poco.
Este embalse, junto con el del Torrejón-Tajo, que se encuentra muy cerquita, fueron uno de los mayores problemas del parque cuando se construyeron en los años 60, pues alteraron el paisaje, afectando también a la fauna de la zona. El otro problema fueron las repoblaciones de eucalipto que se realizaron por toda Extremadura y de los que todavía hoy no nos hemos podido librar.


Este merendero es también zona de observación de aves, aquí nos volvimos a encontrar con el grupo de extranjeros con sus equipos.
Nosotros continuamos por la carretera para parar en los siguientes miradores, que en total son unos siete, hasta que la carretera empieza a salir del parque en dirección Navalmoral, Malpartida, etc. Y en un rato nos encontramos fuera del parque, muy cerquita de nuevo de la zona de Malpartida o La Vera.


Como todavía nos quedaba algo de tiempo antes de la hora en que queríamos volver a casa nos decidimos por ir a comer algo a Cuacos de Yuste y así aprovechar para ver el Monasterio de Yuste.
Dimos un paseo por el pueblo, aunque a esas horas ya poca gente había por la calle y además al ser día de diario casi ni bares había abiertos.




Nos dirigimos al monasterio con la mala suerte de que por ser lunes estaba cerrado, por lo que solo pudimos verlo desde el muro de fuera. De visitas anteriores puedo decir que lo que se visita dentro del monasterio son varias habitaciones muy sencillas en las que vivió durante dos años y murió Carlos I. estas conservan parte del mobiliario que usó en su día, del que una de las cosas más llamativas es una silla especial construida para transportarlo, pues padecía de gota.


En realidad el antiguo monasterio, construido en el siglo XV, se quemó a principios del siglo XIX, durante la Guerra de Independencia, quedando en bastantes malas condiciones. En el año 1.949 se reconstruyó el edificio respetando el modelo original y esta reconstrucción es la que podemos ver ahora.
Además de las habitaciones del rey también forman parte del conjunto una iglesia y un claustro del siglo XV y otro claustro más del siglo XVI, aunque al menos cuando lo visité hace algunos años esta zona no se enseñaba al público.
Muy cerquita del monasterio, a un paseo por la carretera que viene de Cuacos, está el cementerio alemán, que como curiosidad, aquí se encuentran enterrados los soldados alemanes que murieron en la Primera y Segunda Guerra Mundial en España, sobre todo a causa de naufragios y derribo de aviones.

Por último, antes de la vuelta a casa, nos acercamos a Garganta la Olla, situado a unos cinco kilómetros del monasterio. No disponíamos de mucho tiempo y solo dimos un paseo por el pueblo, pero merece la pena visitar todas las calles del centro, donde encontramos muchas casas del estilo de la zona, en las que los antiguos maderos de las plantas de arriba parece que se nos fueran a caer encima. La verdad que estos y otros pueblos de la zona bien merecen dedicarles más tiempo.


