![]() ![]() Domingo, 17 de octubre de 2010 / Marsella ✏️ Diarios de Viajes de Mediterráneo
Apuntes culturales: La ciudad de Marsella remonta sus orígenes al 600 a. C. aproximadamente, fundada como una colonia focense. Sin embargo, parece que los focenses pudieron ser precedidos por ligures, fenicios y, con más probabilidad, por dorios...![]() Diario: MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)⭐ Puntos: 4.4 (12 Votos) Etapas: 9 Localización:![]() Apuntes culturales: La ciudad de Marsella remonta sus orígenes al 600 a. C. aproximadamente, fundada como una colonia focense. Sin embargo, parece que los focenses pudieron ser precedidos por ligures, fenicios y, con más probabilidad, por dorios de Rodas. La colonia hubo de enfrentarse desde sus comienzos con rivalidades poderosas: la de los ligures, los cartagineses y los etruscos. Muestra de esta oposición fue la coalición púnico-etrusca que se enfrentó a los colonos de Marsella en el 535 a. C. en Alalia. La victoria griega sobre etruscos y cartagineses redundó en beneficio de la ciudad, fortalecida igualmente por la alianza de los galo-celtas que, a comienzos del s. IV a. C., alcanzaban él suroeste de la Galia. El s. IV a. C. fue el siglo de oro de Marsella, como centro comercial de una vasta red de colonias griegas en las costas mediterráneas occidentales. Dominada por una aristocracia mercantil casi puritana que constituía un Senado de 600 miembros, el poder era detentado por una junta de 15 de ellos, con tres presidentes. A partir de la expansión romana por el Mediterráneo, Marsella verá declinar su importancia, pues si inicialmente las relaciones de alianza fueron muy estrechas, hasta el punto de iniciarse la segunda Guerra púnica para defenderla de la expansión cartaginesa en España, luego su actuación con respecto a los partidos en la guerra civil de Roma, apoyando a Pompeyo, determinó la durísima represión cesariana y, desde entonces, su decadencia a lo largo del Imperio. En el periodo de las invasiones germánicas, Marsella consiguió mantener su casi total autonomía, gracias a su posición mediterránea, hasta el siglo VII, constituyéndose como el gran puerto de la Galia. Coincidiendo con el dominio musulmán del Mediterráneo, que cerraba las rutas del comercio de Siria y Egipto, Marsella experimenta una decadencia total, agravada por el establecimiento de los árabes en sus cercanías (Frassineto) y su inclusión en el condado de Provenza. Sin embargo, puesta la ciudad bajo el gobierno de un vizconde, logró conservar de facto su autonomía. Entre los siglos IX y XII, la evolución del gobierno vizcondal fue abriendo el camino, insensiblemente, a la aparición de una «comuna», semejante a la de Génova que, a comienzos del siglo XIII, controlaba la ciudad y recuperaba plenamente su autonomía, entrando en una segunda edad de oro con la reapertura del tráfico mediterráneo hacia Oriente, gracias a las Cruzadas. Los derechos teóricos del obispo no afectaron al desarrollo de esta burguesía dominante que, incluso, legislaba en el interior y realizaba tratados diplomáticos en el exterior como un poder independiente. La expansión comercial marsellesa se refleja en sus consulados comerciales en Chipre, Acre, Tiro, Jerusalén, Barcelona y, sobre todo, Orán, Ceuta, Tánger, Bugía y Túnez. Este tráfico marítimo se completaba con el terrestre, Ródano arriba, hasta las ferias de Champaña; y con un desarrollo masivo de los instrumentos capitalistas: la banca y la letra de cambio. Esta época espléndida se liquidó, de un golpe, con el advenimiento al condado de Provenza de Carlos de Anjou, que se propuso anular la floreciente y autónoma república y lo consiguió después de dura resistencia en 1252, reafirmándolo en 1256, con motivo de la rebeldía de Marsella, que se había aliado con Alfonso X de Castilla contra el angevino. Esta política determinó el debilitamiento marsellés frente a la hegemonía marítima aragonesa, que se impuso definitivamente en 1248. En 1481, con la anexión de Provenza a la corona francesa, Marsella quedó como una ciudad «real» con autonomía; y su fidelidad a la corona en las guerras del siglo XVI con España le permitieron un breve resurgir en el reinado de Enrique IV. Las luchas civiles del siglo XVII terminaron con la entrada de Luis XIV en Marsella y la desaparición de la autonomía, atenuada por la concesión, en 1669, por Colbert, de la categoría de puerto franco. Como toda Provenza, Marsella se lanzó ardientemente a la Revolución. Este fervor se avino mal con el poder napoleónico dando origen al complot del general Guidal (1812). Entrado el siglo XIX, tres factores han sido responsables de la evolución marsellesa hacia la supremacía mediterránea: la conquista de Argelia, que avivaba el interés francés por África; el ferrocarril, que facilitaba las relaciones comerciales con el resto de Francia; y, sobre todo, la apertura del canal de Suez, que convertía el Mediterráneo en la mayor ruta comercial del mundo (1869). Con el surgimiento y auge de los campos petrolíferos del Oriente Medio, Marsella llegó a ser el más importante centro de refinería del petróleo mediterráneo. En la II Guerra mundial, los alemanes arrasaron la ciudad vieja que, junto a los fuertes del siglo XVII que flanqueaban el puerto antiguo (el de S. Juan y S. Nicolás) y la basílica decimonónica de Notre Dame de la Garde, constituía la parte monumental y pintoresca de esta ciudad. En la actualidad, Marsella con la ampliación de su viejo puerto, iniciada en 1840 (Port-De-Bouc) es no sólo el primer centro marítimo francés, sino una potencia industrial de primera clase (moltura de granos, industria oleaginosa, industria química) y la segunda ciudad de Francia. La principales atracciones de Marsella son: El Vieux Port, cuyos 3.000 barcos están guardados por el Fuerte de San Nicolás y el Fuerte de St Jean en la entrada del puerto, es el corazón de Marsella. Notre Dame de la Garde. La famosa iglesia romanesca-bizantina, que se encuentra en el punto más alto de la ciudad, se construyó en el siglo XIX. Ofrece unas fantásticas vistas de la ciudad y de la bahía. La Catedral de La Mayor, construida casi junto al mar, siguiendo el modelo de Santa Sofía de Constantinopla. Considerada como la más grande construida en Francia desde la Edad Media. Le Panier y el Vieille Charité. El laberinto de callejuelas del Quartier du Panier, la parte más antigua de la ciudad, llevan hasta el Vieille Charité, un precioso conjunto de edificios que datan del siglo XVII, y que está diseñado para acoger a vagabundos y huérfanos. Actualmente, es un centro de arte. Abbaye de Saint Víctor (Abadía de San Víctor). Esta preciosa abadía fue construida en el siglo V sobre la sepultura de San Víctor, un mártir romano que murió dos siglos antes. Las excursiones más destacables de MSC cruceros son “Visita a la ciudad de Marsella”, el recorrido comienza con una visita a la Catedral de Notre Dame de la Garde, para seguir hasta el Castillo de Borely y después realizar un recorrido por el centro de Marsella con una duración de 4 horas por 45 €. “Avignon y Marsella” (Jornada completa. Almuerzo no incluido), visitando los lugares emblemáticos de ambas ciudades por 77 €. (El traslado hasta Avignon dura unos 90 minutos). Desde el punto donde atraca el barco hasta el centro de la ciudad hay que ir en bus (1,50 €) o taxi. Desde el Vieux Port se pueden hacer recorridos a pie, en autobús turístico (17 €) o en un “trenecito” (ofrece dos circuitos por 6 y 7 €). Se puede visitar la isla de If en barco (10 € + 5 € por la entrada al castillo), el castillo de If es famoso por falsas leyendas sobre quienes estuvieron presos en él (el marques de Sade, el hombre de la máscara de hierro,...) y por la novela “El Conde de Montecristo”. La escala: Llegó el último día efectivo del crucero. A las ocho desayunamos, a las nueve desembarcamos. El día era radiante pero ventoso y por ello frío. A mediados de octubre no puede esperarse otra cosa en el sur de Francia, por suerte parecía que ese domingo íbamos a esquivar la lluvia. En la propia terminal portuaria nos encontramos con una oficina de turismo que nos facilitó un completo mapa y toda la información que requerimos. La terminal de los cruceros está muy lejos del centro de la ciudad. Sabíamos que la forma más económica de llegar a Marsella era siguiendo una línea verde hasta la parada del autobús. También sabíamos que MSC facilitaba el traslado a un precio astronómico y quisimos comprobarlo. A la salida de la terminal encontramos los autobuses dispuestos al efecto y preguntamos para comprobar que, efectivamente, el precio no era muy bajo: 15 € por persona. Después de despejar la última duda nos dispusimos a buscar la línea verde. Al dar la vuelta al edificio la encontramos: más que una línea se trata de un pasillo pintado de verde que te lleva hasta la salida del recinto portuario. Andando a buen ritmo nos costó poco más de 15 minutos recorrer todo el trayecto que estuvo amenizado por la contemplación de otros barcos de crucero. Uno de ellos fue especial para Carol, Marga, Víctor y yo: se trataba del Blue de France, viejo conocido nuestro de cuando se llamaba Holiday Dream. A la salida nos encontramos con un autobús esperando en su parada. Previo pago de 1,50 € por persona (no hay descuento por grupo) nos llevó hasta la Plaza de la Joliette, en un trayecto que duró menos de 10 minutos. A través de una bocacalle pudimos ver, segundos antes de la parada final, el original edificio de la Catedral, lo que nos sirvió para no perder tiempo en orientarnos y dirigirnos de inmediato a nuestro primer objetivo del día. El espectacular estilo bizantino de la Catedral de Santa María la Mayor, dicen que único en Europa, nos embobó a todos. Nos deleitamos contemplándola desde todos sus ángulos, primero por fuera y después por dentro. Disfrutamos de sus naves, sus santuarios, sus bóvedas y sus cúpulas. Y aprendimos de su historia leyendo los paneles informativos distribuidos por su interior hasta que empezamos a sentirnos saturados y decidimos proseguir con nuestro recorrido. El inconveniente del día resultó ser el fuerte viento que casi se nos llevaba. En una esquina de la plaza de la catedral descubrimos una pequeña tienda que aprovechamos para comprar algo ineludible en Marsella: jabón. Fiel a mi costumbre de no comprar nunca nada en el primer sitio que te encuentras después de visitar cualquier monumento, dejé las compras para una parada posterior. Nuestro destino de la mañana era el Vieux Port, donde sabíamos de la existencia de tenderetes y de donde parte el Petit Train. De camino hacía el Puerto Viejo hicimos parada para degustar una taza de chocolate en una encantadora cafetería ubicada frente a la Vieille Charité que aprovechamos para visitar. Se trata de una capilla rodeada por un edificio en forma de U que en su tiempo alojó a huérfanos y mendigos. Callejeando encontramos una tienda especializada en jabones, de todas formas, olores y colores, presentado delicadamente o en bastas barras. Ahora si que hice mis compras, con más variedad y mejor precio que en la primera tienda. Llegamos hasta la Rue de la Republique que seguimos hasta el Viuex Port. Por el camino constatamos que Marsella es muy sucia. La huelga salvaje de basureros, en pleno apogeo ese día, tiene mucho que ver. Pero, basura acumulada aparte, había que ir esquivando todo el tiempo las bonitas defecaciones de los perros. No fue difícil descubrir la parada del pequeño tren turístico. Sobre todo porque nos lo encontramos en el momento en que finalizaba uno de sus recorridos. El tren tiene 2 circuitos: el Vieux Marseille que recorre la parte antigua de la ciudad, el barrio de Panier, pasando por la Catedral y la Vieille Charité y Notre Dame de la Garde que recorre las Fortificaciones, la cornisa litoral y asciende hasta Notre Dame de la Garde. El primer circuito prácticamente lo habíamos recorrido a pie por lo que optamos, tal como habíamos previsto, por el segundo. Pagamos los 7 € que costaba el pasaje por persona (de nuevo sin descuentos grupales) y nos dispusimos a esperar, curioseando los tenderetes próximos a la parada, hasta la partida de nuestro tren. Hubo que abrigarse ya que el viento resultó de nuevo desagradable pero pudimos disfrutar del trayecto, exceptuando los tramos en los que nos vimos rodeados por pestilentes montones de basura. Recorrimos el puerto deportivo, por el Boulevard Charles Livon, llegamos hasta Le Palais du Pharo, continuamos por L’Anse des Catalans, bordeamos el litoral con sus balnearios, recorrimos la Corniche President Kennedy y dejamos la costa para ascender por Le Chemin du Vallon de L’Oriol hasta Notre Dame de la Garde donde el tren realizó una parada de 15 minutos que nos debía permitir la visita de las dos iglesias, la denominada Baja en el nivel inferior y la Alta considerada como el santuario de los marineros y que está repleta de ofrendas. Las vistas de Marsella desde las terrazas son espectaculares, el tiempo pasó sin darnos cuenta y, lógicamente, cuando regresamos al punto donde nos había dejado el tren, descubrimos que ya había partido. No tuvimos que esperar mucho hasta la llegada de otro tren, sobre el que nos lanzamos al asalto, dada la cantidad de gente que se iba acumulando con el deseo de regresar al Port Vieux. La gran pendiente de las calles hizo que la bajada fuera espectacular, incluso más que la subida. Finalizado el trayecto nos dedicamos a curiosear por la zona hasta que el hambre nos hizo entrar en una hamburguesería a degustar un poco de comida basura que también tiene su derecho a existir. Nos reencontramos con el resto del grupo y caminamos hasta la plaza de la Joliette. El autobús que nos llevaría de regreso al barco pasaba cada media hora. Faltaba poco para las cuatro de la tarde y nos pusimos a esperar protegidos del viento y buscando el sol. Pasaban un par de minutos de las cuatro cuando llegó el autobús. Su chofer bajó nada más detener el vehículo y sin hacer caso a nuestras preguntas se dirigió corriendo hacia la entrada del metro. Supusimos que a satisfacer una imperiosa necesidad fisiológica. Ya de vuelta le preguntamos si ese autobús llevaba hasta la terminal de cruceros y ante su afirmativa respuesta subimos todos. Esta vez acompañados por otras gentes que nada tenían que ver con el crucero. A petición de Manolo, el amable conductor hizo una parada extra para que pudiera depositar una tarjeta postal en un buzón de correos. La tarjeta era para Judit, la otra nuera de Manolo, que colecciona postales de cualquier destino pero recibidas a través del servicio postal. A la ida el trayecto había sido directo: solo pasajeros del crucero y una única parada final en Marsella. A la vuelta, pronto comprobamos que viajábamos en un autobús convencional con parada cada 500 metros. A medio camino subieron tres fornidos empleados que comprobaron la validez de nuestros billetes. Me parece recordar que la multa por viajar sin billete es de 90 €. Yo llevaba tres billetes en el bolsillo, el de la mañana de Marga y los míos de mañana y tarde, lógicamente el bueno fue el ultimo en comprobar. Otra vez a petición de Manolo, el amable conductor nos avisó cuando llegamos a nuestra parada. El trayecto de vuelta, a pesar de las paradas, no había durado mucho más que el de ida. Gracias a un paso superior bastante desangelado atravesamos la autovía para penetrar en la zona portuaria y reencontrarnos con nuestra línea verde que nos llevó sin contratiempos hasta la terminal. A las 6 el barco inició el último trayecto de nuestro crucero. Desde el balcón de la cabina de María y Manolo contemplamos y grabamos la salida del puerto. A lo lejos Marsella se ve bonita, destacando la catedral de la Mayor y Notre Dame de la Garde como iconos fácilmente reconocibles. Con algo de esfuerzo también pudimos distinguir la isla de If y el resto del archipiélago de Frioul. La mar se veía encrespada, las pequeñas olas ribeteadas de blanco no presagiaban nada bueno. Temía que se cumplieran mis previsión de que la travesía del Golfo de León iba a resultar movida, así que me tomé una biodramina, en plan preventivo ya que el barco apenas se movía. Visitamos la única zona que no conocíamos del Splendida: el gimnasio y el Spa. Después, los que no se marean decidieron asistir a una sesión del cine en 4D. Yo les acompañé pero con la idea de esperarles fuera. No fue necesario: algo se había estropeado y el cine estaba cerrado. Quisimos jugar con las maquinas recreativas pero la maquina expendedora de fichas se tragó un billete de 5 € y no devolvió nada a cambia. El chico que se cuidaba de la zona nos dirigió a recepción para que reclamáramos. De allí regresamos con cinco fichas, la primera máquina funcionó correctamente, la segunda se tragó la ficha y a cambio no nos dejo jugar a nada. Nueva reclamación en recepción para recuperar los 3 € de las fichas que nos quedaban y el euro de la ficha engullida. Hartos de subir y bajar nos sentamos a tomar una cerveza. Ya todo lo que hacíamos lo hacíamos por última vez, nos quedaba la última cena, el último espectáculo, el último baile, la última noche,... Eso nos recordó que había que hacer las maletas para dejarlas antes de la una de la madrugada en la puerta de nuestro camarote. A esa tarea dedicamos el tiempo que quedaba hasta la cena. A las 8 me tomé otra biodramina, el barco seguía navegando placidamente sin movimiento perceptible, pero yo seguía previniendo. Nos reunimos en la Piazetta y a las 9 nos dispusimos a cenar. Concha solo comió pan y queso, se había mareado. El barco seguía su placido recorrido pero me había oído tantas veces repetir que la última noche el golfo de León sería movido que se mareó aunque no hubiera motivo para ello. Finalizada la cena y después de un café en la placita tocaba espectáculo, esa noche dedicado al mimo. María, Roser, Marga, Manolo, Frederic y yo optamos por ir a tomar una copa al Aft Lounge. La música de esa noche no incitaba al baile y nos fuimos al casino a tentar la suerte. Somos lo más lejano que pueda haber a un jugador de ruleta, pero no nos apetecía hacer otra cosa. Pusimos 25 € sobre la mesa y nos dispusimos a jugar. Cuando en nuestro montón habría unos 70 € alguien sugirió retirarse y gastárnoslo en copas pero la mayoría se opuso: - ¡O saltamos la banca o dejamos de jugar cuando se acaben las fichas! Efectivamente en cuanto se acabaron las fichas dejamos de jugar. Dimos un último y nostálgico paseo de despedida y nos acostamos. Índice del Diario: MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)
Total comentarios: 10 Visualizar todos los comentarios
📊 Estadísticas de Etapa ⭐ 0 (0 Votos)
![]() Total comentarios: 10 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN LA ETAPA
Diarios relacionados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
![]() |