Toscana: Pisa, Lucca y Siena ✏️ Diarios de Viajes de Italia

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UN PASEO POR LA TOSCANA. Del 23 al 28 de Marzo


Siempre me habían dicho que Florencia era más bonita que Roma. Aunque en cuestión de gustos y más tratándose de ciudades, la experiencia me dice que cada lugar despierta sensaciones distintas en cada persona. O sea que esta semana santa me había propuesto tomar partido por una de las dos ciudades. Florencia o Roma. Y para ello, tenia que visitar la capital de la Toscana.

Volamos desde Barcelona a Pisa, pues aunque Florencia también tiene aeropuerto, la oferta a
Pisa es más amplia y más económica. En poco más de hora y media nos plantamos en el aeropuerto Galileo Galilei.
Llovía. Pero el tiempo es la única cosa que a día de hoy no puede contratarse de antemano. Del aeropuerto de Pisa, salen unos trenes lanzadera que te llevan al centro de la ciudad, a Pisa Centrale. Compramos los billetes para un trayecto de unos 10 minutos, y tuvimos la sensación de que éramos los únicos que los comprábamos.
Nuestro hotel, estaba a unos 20 minutos andando en línea recta pero lloviendo y con las maletas a cuestas, optamos por coger un taxi y que nos dejara en la misma puerta del hotel. El taxista mientras nos llevaba al hotel, nos iba explicando todo lo que veíamos. Los restos de la muralla, la fortaleza, etc.
Nuestro hotel era el Hotel Verdi, en la Piazza de la Repubblica, 5. Un hotel de 3 estrellas, y que para una noche era más que correcto.
Después de dejar las maletas, nos fuimos a lo más imprescindible, por no decir lo único que merece la pena visitar en Pisa. La torre.

Supongo que la lluvia deslucía un poco la imagen, y que quizás las aglomeraciones de turistas no eran tantas como me esperaba. Aun así, hay que decir que la visita a la torre es imprescindible. Se puede observar por fuera, desde varios ángulos, de cerca, de lejos, pero el resultado es el mismo. Parece que se cae.

Se pueden visitar más cosas en la Piazza del Miracoli aparte de la torre. Hay un billete combinado que permite entrar al baptisterio, a la catedral o Duomo (como se llaman en Italia las catedrales), subir a la torre, visitar el Camposanto o el Museo dell´ Opera. Todo el conjunto arquitectónico está algo apartado del centro de la ciudad,

Descartamos subir a la torre, pues aparte de que creíamos que era mejor observarla desde el suelo, las visitas son de 30 minutos con hora concertada, y no nos apetecía hacer cola y si emplear el tiempo en visitar otros lugares.

Que decir de la Torre de Pisa, que no se haya dicho ya. Fue proyectada como el campanario de la Catedral, ha resistido a los bombardeos de la segunda guerra mundial, ha sufrido varios intentos de “enderezamiento”, pero ahí sigue, desafiante, resplandeciente sobre un manto de césped verde. Todos los turistas nos hacemos la misma foto. Jugando con las distancias y simulando empujarla. La catedral de Pisa, el Duomo es uno de los edificios más hermosos de todo el romántico italiano. Su interior está decorado con una delicadeza, rayando entre la majestuosidad y la sencillez. Es quizás, una de las mejores catedrales que he visto en mi vida. Preciosa es poco. Vale la pena visitarla. Si algo se puede resaltar de ella es su púlpito, con una serie de figuras esculpidas en ella, que lo hacen increíble. En el pulpito están representadas diferentes escenas de la pasión de Cristo. Repito. IMPRESIONANTE.

Después del Duomo, nos fuimos hacia el Baptisterio, una construcción circular, cuyo sencillo interior contrasta con el exterior sumamente trabajado. En el centro de él, esta la pila bautismal, flanqueada por cuatro pilas más pequeñas que servían para bautizar a niños más pequeños. Hay varias escaleras, que permiten subir a un piso superior y así tener una perspectiva mayor de todo el interior. Lo mejor del Baptisterio es sin duda su exterior.

En los alrededores de la Piazza, hay varios puestos de venta de artesanía y souvenirs. Nos quedamos unos instantes más observando la torre y decidimos, quizás erróneamente o no que Pisa, la dábamos por vista.
Nos fuimos hacia la estación para tomar un tren con destino al pequeño pueblo de Lucca.

El billete de tren cuesta 2.30 euros, para un trayecto de unos 35 minutos.
La pequeña ciudad de Lucca, es uno de esos lugares que te sorprenden gratamente. Rodeada de antiguas murallas, Lucca es tranquila, amable, y su corazón histórico una mezcla de plazas, iglesias diminutas, museos y calles adoquinadas.
Salimos de la estación y después de cruzar el Baluardo de San Colombano, empezamos a callejear por las tranquilas calles de Lucca. Nuestra primera parada fue el Duomo. En la Piazza de San Giovanni, se alza la iglesia de San Martín. Su fachada es sencillamente espectacular llena de relieves del siglo XIII. El interior de la Iglesia, no desmerece para nada a su exterior, y sin ser tan hermosa como la que había visto en Pisa, si que merece la pena unos minutos de visita. Hay que resaltar una estatua que esta en la misma entrada; la de San Martín a caballo.
Para contemplar y apreciar mucho mejor toda la fachada de la iglesia, mejor hacerlo mientras se encamina hacia la Piazza Napoleone, llegando a la parte más bulliciosa de la ciudad.

Lucca tiene tantos rincones, como días tiene un año. Hay que detenerse en cualquier esquina y contemplar sus tejados, las fachadas de los edificios, las fuentes, las calles, las torres...resaltando por encima de todo, la silueta de la torre Guinigi, y la fachada de la Iglesia de San Michele in Foro. Los arcos y las columnas son parte del paisaje urbano Toscano. Si se tiene tiempo se puede hacer una visita al museo del hijo más famoso de Lucca. Giacomo Puccini.
En Lucca también hay espacio para las tiendas, para las compras o para sentarse en una de las terrazas de la Piazza del Anfiteatro. Las casas medievales de esta plaza, fueron construidas en torno al anfiteatro romano de Lucca.

La noche empezaba a caer, y tuvimos que aligerar algo el paso, a no ser que quisiéramos perder el tren a Pisa. Los trenes en Italia son puntualísimos. Quizás algo “viejos”, pero correctos. Llegamos a Pisa, y empezaron a caer algunas gotas de lluvia. Solo algunas.

Era algo más de las 8 de la noche, cuando nos decidimos por entrar a cenar en un restaurante que ofrecían el menú de Pascua. Era el domingo de Semana Santa, y había menú especial. Y decidimos bien, pues al poco de entrar, se desató una tormenta que nos hubiese dejado literalmente empapados.

Terminamos nuestro primer día por la Toscana, con la sensación de haber aprovechado muy bien el tiempo.

El lunes partimos en tren hacia Siena. El billete de tren nos costó 6.90 euros por cabeza, para un trayecto de algo más de hora y media.

Siena es una joya medieval. Enclavada dentro de la comarca de Chianti, cuna de uno de los mejores vinos de país, Siena es una ciudad pequeña, agradable, llena de arte y de rincones preciosos que giran en torno a su plaza central, Il Campo.
Según la leyenda, Siena fue fundada por Senio y Asquio, hijos de Remo. Por lo que no es extraño encontrar por toda la ciudad estatuas de la loba amamantando a los míticos fundadores de Roma. Siena y Florencia fueron en tiempos dos ciudades que rivalizaban por todo. De hecho Siena llegó a ser una de las ciudades más importantes de toda Europa. Las guerras, y sobre todo la peste negra, que casi aniquiló al 70% de la población, hicieron que Siena fuera perdiendo peso a favor de Florencia.

La estación de tren de Siena, está algo alejada de lo que se podría llamar el centro de la ciudad. Es como si la estación estuviese a los pies de una pequeña colina, y la ciudad en lo alto de ella. Para ir al hotel, teníamos tres opciones.

Esperar un taxi, aventurarse con el autobús, o hacer piernas. Y esto último hicimos. Tras preguntar por la calle en la que estaba nuestro hotel, nos decidimos a subir las pequeñas cuestas que nos llevaban a la ciudad en sí.
Nuestro hotel, era el Hotel Italia, en la Vía Cavour y que teóricamente estaba a tan solo 400 metros de la estación. Pero con las cuestas y las maletas, se hicieron eternos.

Después de dejar las maletas en el hotel, bastante correcto por cierto, nos fuimos a descubrir la ciudad. Cruzamos la Puerta Camollia, una de las puertas de la muralla y empezamos a caminar por Siena. Sus calles tranquilas, semi peatonales, con fachadas muy bien decoradas, tiendas con escaparates que parecen obras de arte y sensación de paz, de tranquilidad. Pequeñas iglesias salen al encuentro de uno, brindando la oportunidad de visitarlas en silencio, en soledad. Todos los caminos conducen a Roma, cuenta un dicho popular, y en Siena todos los caminos conducen a su plaza principal: Il Campo.
Todos los turistas que echábamos de menos minutos antes, se concentraban en una de las plazas más famosas de toda Italia.
Il Campo es una magnifica plaza en forma de concha, rodeada de altas torres, enormes palacios y varios edificios medievales. Además esta plaza es conocida por que en ella se celebran dos veces al año, las famosas carreras de caballos, El Palio. Una carrera de tan solo 90 segundos y meses de preparación en la que todo vale. El espectáculo es un acontecimiento en toda Italia.
Pero hoy los caballos eran substituidos por las decenas, los centenares de turistas que se agolpaban en la plaza.

Aparte de dedicar varios minutos a observar la estructura de Il Campo, en este lugar se pueden hacer varias cosas. Antes de nada, vale la pena acercarse a la Fonte Gaia, una fuente situada en la parte más elevada de la plaza. Quizás la más habitual es subir a la Torre del Mangia. Sus 530 escalones nos llevan a lo alto de ella, y desde sus 100 metros de altura se obtienen unas vistas de toda la ciudad increíbles. Desde aquí, observar los tejados de Siena, y sus colinas próximas es una maravilla. Hay que hacer cola para subir, y la última entrada era en estas fechas las 4 de la tarde.
La Torre del Mangia forma parte de todo el complejo del Palazzo Pubblico, el ayuntamiento de la ciudad. Dentro del Palazzo esta el Museo Cívico. Después del esfuerzo en subir y bajar de la torre, tomarse una cerveza en cualquiera de las terrazas de Il Campo, y dedicarse a observar el trasiego de gente, es una buena manera de dejar pasar el tiempo contemplando la arquitectura de la plaza.

Callejear por Siena sin rumbo fijo, es quizás la manera más autentica de conocer la ciudad. Tiendas de moda, con unos escaparates que son verdaderas obras de arte; tiendas de los típicos souvenirs; Tiendas de vino, del famoso vino Toscano, embutidos, y joyas... Pasear por las calles principales de Siena, es igual que hacerlo por cualquier gran ciudad. La Siena autentica, se descubre en sus calles diminutas, solitarias, bohemias.

Siena, esconde otro gran tesoro. El Duomo.
El Duomo de Siena, es una de las catedrales más hermosas de Italia, superando incluso a la de Florencia. Para entrar a la catedral, se puede comprar un billete combinado que permite entrar a varios sitios y que merecen la pena visitarse. El billete completo cuesta 10 euros, aunque hay varias combinaciones dependiendo de lo que se desee visitar. La fachada, es preciosa. Realizada por el artista local, Giovanni Pisano, observarla a media distancia, con el campanario al lado, y dejando que los rayos de sol iluminen tenuemente las estatuas que la decoran, es una imagen privilegiada.

El Duomo de Siena esta repleto de obras de arte. Al entrar, llama la atención los bustos de 172 papas que hay esculpidos en las paredes superiores. Pinturas de increíble belleza, un pulpito precioso lleno de bajorrelieves con la vida de Cristo, obras de Bernini, de Michelangelo, de Donnatello, y de varios artistas no tan conocidos... todo el interior de la Catedral, dedicada a la patrona de Siena, la Virgen Assunta, es como un pequeño museo. Incluso el suelo de la Catedral es un ejemplo único de decoración. Quizás lo más llamativo y extraordinariamente hermoso de la iglesia, es la vidriera circular que con más de seis metros de diámetro, domina el ábside de la Catedral. La autoría de ella, se atribuye al que es considerado una de las mayores figuras artísticas en la historia del arte: Duccio di Buoninsega. Todos los edificios que veíamos en Siena, tenían en alguna u otra forma obras suyas.

Puede que el sentimiento religioso este algo aletargado, pero no cabe duda de que merece la pena estar un buen rato dentro de esta Catedral. Imprescindible.

Con la entrada combinada, accedimos a la Cripta. Descubierta hace menos de 10 años durante la restauración de la Iglesia, la Cripta es una gran habitación de más de 180 metros cuadrados repleta de pinturas en sus paredes, y con una antigüedad que se remonta al siglo XIII. Algunas de estas pinturas aun conservan sus colores originales, pero en otras, el paso del tiempo las ha dejado en un estado algo más deprimente. La visita a la Cripta, es también muy recomendable.

Después de la Cripta, visitamos el Baptisterio, construido a principios del siglo XIV. Las bóvedas internas están llenas de frescos. Dos cosas a resaltar del lugar. Su fuente bautismal de mármol, bronce y esmalte y su excepcional sonoridad. En unas horas concretas, un empleado del lugar, cierra todas las puertas, y desde el centro del Baptisterio entona algunos cantos y frases para que comprobemos la sonoridad de lugar y su extraordinario eco. Vale la pena esperar a oírlo.

Dejamos para el final, la visita al Museo dell Opera. En este museo esta uno de los cuadros más famosos de Duccio: la Virgen de Crevole. Al ver el cuadro, recordé que no me era extraño, pero que no tenía ni idea de quien, ni cuando, lo habían pintado. El museo esta lleno de cuadros de distintos autores, y que se suelen ver a corre prisa, deteniéndonos tan solo en alguno que su autor nos resulte familiar. Por el museo, se accede a un lugar casi escondido, que muchos ignoran: El Facciatone.
El Facciatone es, o debía ser, la fachada de la nueva Catedral que nunca terminó de construirse. Subiendo unas escaleras se llega a su terraza, desde la que se obtiene la panorámica más deslumbrante de la ciudad de Siena. La vista desde lo alto, es inmejorable, increíble. Se distingue claramente los edificios medievales, las torres, la muralla que rodea la ciudad, sus iglesias, sus barrios... su gente. Una pequeña joya semioculta.

Al bajar de nuevo a las calles, emprendimos rumbo hacia el último edificio al que podíamos entrar con el billete combinado. El Oratorio de San Bernardino, que esta situado al lado del Convento de San Francesco, es un pequeño museo dividido en varias estancias y niveles, que a mi modo de ver, tan solo merece la visita si se es muy amante de las pinturas. Se ve rápido, pues no es muy grande, pero no creo que merezca la pena su visita. No por la calidad de sus pinturas, sino porque seguramente a estas alturas se llevan unas cuantas a la espalda.

Después de reencontrarnos con unos amigos, nos fuimos a despedirlos a la estación de autobuses. A Siena se puede ir en tren, o en autobús. Varias compañías ofrecen el trayecto desde Florencia, que no suele durar más de hora y media. La estación de autobuses de Siena, esta situada en la Piazza Gramsci, y en dicha plaza hay un Outlett de varias marcas de moda en el cual echamos un vistazo. Nada interesante.
La oferta astronómica fuera del centro, es algo escasa por la noche, no obstante cenamos en la Brasserie Fonte Giusta, en la Vía Camolia. Cena buena y barata, aunque algo lentos.

Siena es una ciudad que con un día, bien aprovechado se puede ver. Merece la pena. Casi es obligatoria su visita. Después de la cena, a descansar, que mañana por fin, nos íbamos a Florencia.

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