El día once amanecimos en Takayama, pero nuestro objetivo al venir hasta este pueblecito interior no residia en la propia Takayama.
Aun así nos levantamos más pronto que tarde y nos dispusimos a dar un paseo y ver si de día tenía más vida que de noche. Y la verdad que a primera hora tampoco mucha más:
Tras desayunar y el paseo nos dirigimos a la estación de tren a coger un bus a Shirakawa (recuerdo que era caro, la ida y vuelta no salir por más de 20€ de aquel momento). Y es que el pequeño pueblo de Shirakawa es lo más cercano que se puede encontrar a un pueblo de agricultores medival japonés, si no fuera por los coches es como viajar 500 años en el tiempo.
El autobús y la mayoría de los coches se quedan en un aparcamiento junto a un puente largísimo sobre un rio que al otro lado tiene un montón de árboles que no te permiten ver que vas a encontrar:
Y lo que encuentras es un montón de casas de madera tradicionales entorno a campos de arroz que bien pasan de las rodillas... llamadme topo de ciudad pero nunca había visto cultivos al aire libre que no fueran de trigo pasando por alguna nacional por Castilla y Leon:
Hay unas pocas casas en las que pagando te dejan entrar, y al menos entrar en una tiene su gracia, tienes un montón de utensilios de campo para ver a parte de los caseros como esta enorme tetera:
Tras comer (yo como uno de cada 2 días mi arroz con curry) nos seguimos dando un paseo, y en un momento dado viendo a muchos turitas japoneses cargando con cámaras por un caminito les seguimos para tirar unas cuantas fotos desde un buen sitio también nosotros:
A la vuelta a Takayama no hicimos nada particular, la verdad es que ya me lo habían comentado, es un pueblo que queda desierto bastante pronto, si vais por allí plantearoslo como un sitio para hacer un descanso.