Nos alojamos en el Nikko Lodge Park. Es una casa regentada por una australiana y su familia, es de lo más peculiar pero es muy amable. Cuando nosotros fuimos tenía toque de queda pero te dejaba las llaves de la entrada por la noche... y realmente merece la pena por lo que os voy a contar de la noche.
Para llegar a Nikko cogimos un shinkansen(tren bala) en Ueno (se puede coger desde más puntos de Tokyo me parece) con dirección a la estación de tren de Utsunomiya donde cogimos un tren local de JR a Nikko. El viaje desde Ueno no duró más de 2 horas. De ese viaje recuerdo con gran asombro como en 3/4 de hora el Shinkansen fue casi todo el rato entre casas, no se dónde termina Tokyo realmente. Eso sí, coger el tren en Nikko era como coger un tren de montaña de hace 40 años, tanto por la naturaleza que te envuelve como por la carraca en que te llevan.

Nikko es, como se puede adviniar del párrafo anterior, un pueblo de montaña muy turístico. Queríamos alquilar unas bicis de montaña, pero por suerte no había más que 3 y éramos 5... menos mal, porque la zona es todo bajadas y subidas, y la parte de templos todo escaleras.
Tras dejar las cosas en el albergue nos dispusimos a entrar el la zona de Patrimonio de la Humanidad de Nikko, y es que es allí donde está la tumba de Tokugawa Ieyatsu, el Shogun más importante que ha tenido Japón en su historia y, como tal, no es que esté solo su tumba, sino una gran cantidad de templos a su alrededor.
A la entrada del complejo tienes un puente rojo precioso, os dejo varias fotos de la zona:
Hay un retablo que se hace eco de unas palabras de Confuncio que indican que no se peca cuando no se mira, no se habla y no se oye:
Es genial porque los templos están en medio de la naturaleza y te encuentras cruzando trozos de bosques para llegar de un templo a otro:
Comimos cerca del complejo de templos y a la tarde nos plantamos con un bus en la catarata Kegon y en el lago que la origina.
Una cosa importante sobre las cataratas... es de los pocos momentos que utilicé mi poco japonés, pero es que estaba todo tan vacío a las 5 de la tarde, que nos dio cosa, y con razón, y es que todo cerraba a las 6, menos mal que nos dimos cuenta y al menos nos pudimos tomar un crep salado en un lugar para turistas...
Por la noche tras dejar las mochilas pequeñas y ponernos las chanclas nos fuimos de paseo a un onsen!!!
Fue genial, la verdad que fue medio una aventura. Nos lo recomendó nuestra casera australiana y de verdad que mereció la pena. Era un sitio pequeño en mitad del bosque, tras unas pistas de hielo. Lo cierto es que tuvimos que caminar unos metros por un camino de tierra, pero lo mereció. Era ya más de media noche, pero el baño de agua ardiendo y el posterior más relajante bajo las estrellas en mitad del bosque es genial. Después del baño te puedes tomar una copa, cerveza o helado con un poco de música jazz.
Me parece que el onsen se llama "Ogurayama Onsen" por si alguno queréis buscar algo más.