Después de la cena nos vamos a un pub que hay en el hotel para tomar algo y hacer tiempo. Nos van a llamar sobre las 2 de la mañana para llevarnos al aeropuerto, pues el avión rumbo a Frankfurt sale a una hora un poco intempestiva. Tenemos 4 horas por delante. Poco a poco la gente va cayendo y se va retirando a su habitación para descansar al menos 3 horas. Entre charla y charla ya han pasado las 12 de la noche, y aunque estoy muerto de sueño decido que para 2 horas que faltan no me merece la pena acostarme, así que sigo hablando con algunos compañeros sobre el viaje, sobre nuestras experiencias senderistas o viajeras del pasado y sobre nuestros planes futuros.
Por fin llega la hora de despedirse de Jordania. Nos vamos al aeropuerto. En esta ocasión soy más sensato y no me abrigo como si fuera al polo norte, por los posibles calores que me entren en el avión cuando vayamos a aterrizar. Como en todo viaje hago balance del mismo. Lo primero es que estoy incrédulo. ¿Cómo he podido completar el viaje entero haciendo casi todas las actividades? Un día antes del viaje apenas si podía caminar por la tendinitis, aún usando los bastones. Se suponía que en el viaje no debía hacer ningún esfuerzo. Los primeros días tenía muchas molestias. Pero llegaron Petra y el desierto y estas molestias comenzaron a desaparecer. Se diría que entré en un estado de shock o euforia y desaparecieron todos mis males. En Petra, aparte de todos los maravillosos monumentos, desde El Siq, pasando por el Tesoro, las Tumbas Reales o el Monasterio, lo de montar en burro fue una experiencia no sé si positiva o negativa pero en cualquier caso inolvidable. El hotel y su restaurante un 10. La oportunidad de poder dormir en un campamento de Wadi Rum, a pesar del frío, única en la vida, así como el poder caminar por muchos de sus parajes. Y bueno, tampoco se puede uno olvidar del curioso fenómeno del Mar Muerto.
Entre pitos y flautas llegamos a Frankfurt y tenemos el tiempo justo para hacer el tránsito para el vuelo a Madrid. Los controles de seguridad no son pocos y también estrictos, y claro, llega el grupo de Jordania a las cintas y...... a abrir las mochilas una a una. Empiezan a salir de las mochilas los cargamentos de cremas del mar muerto, las botellitas de arena (o lo que queda de ellas), etc.... Cuando me toca a mí abrir la mochila, me dice la jefa: Qué, ¿de Jordania también? Ale, pasa, pasa.
El vuelo hasta Madrid transcurre rápido y sin ningún incidente, aunque claro, llegamos a Barajas y falta el equipaje de la mayor parte del grupo. Por suerte el mío sí que ha llegado en el avión. Tras un par de horas de espera y las reclamaciones correspondientes van llegando las maletas y comienzan las despedidas, encantados de habernos conocido, lo bien que nos hemos llevado y lo genial que ha estado el viaje.
Por fin llega la hora de despedirse de Jordania. Nos vamos al aeropuerto. En esta ocasión soy más sensato y no me abrigo como si fuera al polo norte, por los posibles calores que me entren en el avión cuando vayamos a aterrizar. Como en todo viaje hago balance del mismo. Lo primero es que estoy incrédulo. ¿Cómo he podido completar el viaje entero haciendo casi todas las actividades? Un día antes del viaje apenas si podía caminar por la tendinitis, aún usando los bastones. Se suponía que en el viaje no debía hacer ningún esfuerzo. Los primeros días tenía muchas molestias. Pero llegaron Petra y el desierto y estas molestias comenzaron a desaparecer. Se diría que entré en un estado de shock o euforia y desaparecieron todos mis males. En Petra, aparte de todos los maravillosos monumentos, desde El Siq, pasando por el Tesoro, las Tumbas Reales o el Monasterio, lo de montar en burro fue una experiencia no sé si positiva o negativa pero en cualquier caso inolvidable. El hotel y su restaurante un 10. La oportunidad de poder dormir en un campamento de Wadi Rum, a pesar del frío, única en la vida, así como el poder caminar por muchos de sus parajes. Y bueno, tampoco se puede uno olvidar del curioso fenómeno del Mar Muerto.
Entre pitos y flautas llegamos a Frankfurt y tenemos el tiempo justo para hacer el tránsito para el vuelo a Madrid. Los controles de seguridad no son pocos y también estrictos, y claro, llega el grupo de Jordania a las cintas y...... a abrir las mochilas una a una. Empiezan a salir de las mochilas los cargamentos de cremas del mar muerto, las botellitas de arena (o lo que queda de ellas), etc.... Cuando me toca a mí abrir la mochila, me dice la jefa: Qué, ¿de Jordania también? Ale, pasa, pasa.
El vuelo hasta Madrid transcurre rápido y sin ningún incidente, aunque claro, llegamos a Barajas y falta el equipaje de la mayor parte del grupo. Por suerte el mío sí que ha llegado en el avión. Tras un par de horas de espera y las reclamaciones correspondientes van llegando las maletas y comienzan las despedidas, encantados de habernos conocido, lo bien que nos hemos llevado y lo genial que ha estado el viaje.