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¡¡Qué temprano suena el maldito despertador en este hotel!!.... por cierto…. no hemos hablado aún del Timhotel Le Louvre. Se trata de un hotel de 2 estrellas, muy modesto, pequeño, limpio y sobre todo muy bien ubicado, a unos 200 metros del Louvre y muy cerca también, unos 300 m., de la parada de metro Palais Royal. El hotel pertenece a una cadena que tiene varios hoteles de distintas categorías en Paris www.timhotel.com/ ...louvre.htm .
Las habitaciones de éste son pequeñas y el baño muy pequeñito también. Dispones de aire acondicionado, una pequeña cafetera en la habitación, televisión de plasma. Un pequeño “pero” de la habitación es el diminuto armario (cabe muy poquito en él). Hay wifi en todas las habitaciones y además, junto a recepción a un ordenador con acceso a internet de uso gratuito (lo utilizamos una vez). El comedor donde desayunábamos es pequeño pero suficiente para unas 30 personas (nunca vimos problemas de aglomeración). El sencillo buffet de desayuno ofrecía café, leche, cereales, croissants, bollos de chocolate, embutidos, huevos cocidos, creppes, zumos, quesos, pan, yogures…
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Todo lo necesario para empezar el día con energía. El personal muy amable y varios de los recepcionistas hablan castellano. Tras hacer el check out ofrecen un servicio de consigna gratuito para las maletas.
Nos gustó el hotel, humilde, limpio y bien ubicado, pero si volviésemos a Paris posiblemente cambiaríamos de zona para el hotel. Todas las noches acabábamos cenando y tomando algo por el Barrio Latino y lo ideal hubiese sido haber tenido allí mismo el hotel. Desde el Barrio Latino a nuestro hotel teníamos unos 20 minutos caminando o 4 paradas de metro (con un transbordo de por medio).
Bueno, volvamos al meollo. Hoy empezaba el día con la visita a la Torre Eiffel. ¡¡La Torre Eiffel!! Su estilizada silueta se ve desde muchos puntos diferentes de la ciudad. Muchas veces, al doblar una esquina, al llegar a una plaza, al subir a la terraza de un monumento, la torre aparece subitamente entre las azoteas, como diciéndote: “eh, tu!! No te olvides que estás en Paris!!”. Las calles más neutras, asépticas o vulgares se convierten subitamente en parisinas recalcitrantes a la sombra de la Torre. Sin duda, el emblema de Paris (con permiso de Notre Dame).
Al fondo se ve una de las gigantescas colas para comprar entradas (9:00 de la mañana)
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Para evitar las interminables colas cogimos las entradas a través de internet ticket.toureiffel.fr/ ...-lges.html . Teníamos el primer turno, a las 9:30 de la mañana. Para este día volvimos a sacar una Mobilis (zonas 1-2). Al llegar a la parada que nos dejaba cerca de la Torre, la maldita mobilis (como el día anterior en Disney) volvió a darnos problemas. Hablamos a través del interfono con el encargado de la taquilla, gracias a mi perfecta mezcla de inglés y comanche (¡aún no se cómo me entendió!). Nos abrió la puerta, comprobó el estado de las Mobilis y nos dijo que todo estaba en orden (lo mismo que nos dijeron el día anterior -qué cosa más rara!-).
Trocadero visto desde el Sommet de la torre
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Llegamos a la Torre sobre las 9:10 y había ya unas colas imponentes. Cómo teníamos los tickets comprados por internet, buscamos unas casetas que habíamos localizado el día anterior y que marcan la entrada para los visitantes con reserva. Tan sólo había una familia esperando. Aún no había personal de la torre por la zona y las taquillas permanecían cerradas hasta las 9:30. Nos pusimos a la cola y tras 20 minutos de espera (hasta que abrieron a las 9:30) entramos derechitos a la Torre. Un ascensor nos subió el primer tramo y allí tomamos el siguiente hasta el Sommet o mirador de la cima, lo tomamos directamente, no tuvimos que hacer cola alguna (ventajas de ser los primeros del 1º turno).
Lo cierto es que en el foro se aconseja coger la entrada hasta el primer piso ya que a veces el sommet cierra por viento o mal tiempo y no te devuelven el dinero de la entrada si es que el mirador de la parte más alta está cerrado. 13,40 euros nos costó cada entrada hasta el Sommet de la torre. Decidimos arriesgar la pequeña diferencia monetaria entre los dos tipos de entradas en beneficio de evitar una hipotética 2ª cola para comprar la entrada hasta la cima de la torre.
Grand y Petit Palaise, Pont Alexandre…
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La verdad es que ver cómo toma altura el ascensor impresiona un poco (hay 324 m. hasta la antena superior). Llegamos al mirador de la cima de la Torre y no había practicamente nadie (eramos el primer o segundo ascensor que llegaba). Voy a decir una evidencia, pero me resulta inevitable: las vistas son alucinantes. El día estaba muy despejado y la panorámica era indescriptible. Hay un bar que ofrece copas de champagne pero por lo temprano de la hora estaba aún cerrado. Nos hinchamos a sacar fotos, pero poco a poco iba engrosándose el número de visitantes. Cada vez costaba más buscar un hueco en la barandilla, así que como ya llevábamos un buen rato arriba, optamos por bajar. Nos quedamos otro ratito en el primer piso, ya que estaba bastante más descongestionado. Aprovechamos para hacer algunas fotos más.
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Bajamos de la torre (eran ya las 10:30) y las colas tenían un aspecto descorazonador. Enooormes. Una pareja nos preguntó donde había que ponerse a la cola (era tal el mare magnum que no estaba nada claro donde acababan las cola) y aprovechamos para hacernos un poco los chulitos diciendo que no lo sabíamos, porque nosotros habíamos comprado la entrada por internet y habíamos subido sin esperar practicamente nada. Me hizo gracia la respuesta del chico: “¡¡jodeee, qué tontos somos!!”
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En el foro se suele recomendar la hora del atardecer para ver desde la torre cómo se ilumina Paris. Seguro que merece la pena, pero yo me atrevo a recomendaros la primera hora de la mañana, el primer turno. Evitareis todo tipo de colas y no perdereis tiempo, algo fundamental en un viaje en el que hay tanto que ver.
Volvimos al metro y vuelta a dar problemas la mobilis. El chico de la taquilla (el mismo que nos había atendido antes) nos cambia las tarjetas por unas nuevas y decidimos que compraremos las mobilis venideras en un expendedor distinto del que habíamos usado hasta ahora.
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El metro nos llevó derechitos hasta las inmediaciones de la Madeleine, iglesia de corte neoclásico, que inevitablemente evoca el Partenón ateniense y que quien pase ante ella y no la conozca, dificilmente pensará que se encuentra ante una iglesia. De su interior llaman destacadamente la atención los enormes lucernarios del techo sobre la única nave del templo.
Decidimos ir caminando hasta el Palais Garnier a través del Boulevard Madeleine, por donde apreciamos muy buena calidad en sus comercios.
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Al llegar al Palais Garnier, que en realidad es un teatro de ópera, no tenemos muy claro si entrar o no. Decidimos que entraremos siempre y cuando no haya una cola exagerada. Nos acercamos a las taquillas y apenas hay tres personas para comprar el ticket de visita libre por 9 euros (también existe la visita guiada). Compramos los tickets y en buena hora lo hicimos! ¡¡qué maravilla de edificio!!! Posiblemente el que más nos gustó de todos los que vimos en nuestra estancia. El edificio se inauguró en 1875 y fué Napoleón III quien encargó a Charles Garnier la construcción de esta maravilla neobarroca.
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La escalera de entrada al teatro ya nos dejó boquiabiertos por su increible suntuosidad. De la escalera pasamos al Gran Salón que, casi, casi deja chiquito al salón de los espejos de Versalles. Realmente nos sorprendió la belleza del Palais Garnier.
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Del salón pasamos a los balcones que dan a la Plaza, llena de actividad a mediodía. Seguimos curioseando por alguna sala más, hasta que vimos que había dos palcos abiertos para poder ver el Teatro de la Ópera. Pasamos a uno de ellos para contemplar la elegante sala. Lo primero que nos llamó la atención fue la pintura del techo, obra de Marc Chagall (pintada en 1964) y que por su estilo, contrasta sin desentonar con la opulencia del teatro (aunque al parecer recibió enconadas críticas en su día).
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El terciopelo rojo de los asientos y los dorados de la estructura da un aspecto muy elegante al teatro. Considero algo imprescindible de Paris la visita al Palais Garnier. Imperdonable no descubrirlo.
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Lo único malo del Palais Garnier es que tiene muy cerca las Galerías Lafayette
y esa sí que era una visita que mi mujer no quería perdonar, así que para allá que nos fuimos. Las galerías son inmensas y se ubican en dos edificios contiguos comunicados por una pasarela. Disponíamos de bastante tiempo y dedicamos casi una hora y media a curiosear por las galerías. Un comercio de mucho nivel, con marcas como Prada, Jimmy Choo o Chanel y donde su imagen más conocida es la famosa y fotografiada cúpula central.*** Imagen borrada de Tinypic ***
A duras penas conseguí sacar a mi mujer de una pantanosa zona de zapatos de prestigiosas marcas en las que había caido atrapada. ¡¡Qué mal trago!! Tras mi heróico rescate, tomamos metro y nos bajamos en la parada de Blanche, en pleno barrio del Pigalle.
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El Pigalle es el barrio rojo (y no me refiero a comunista) más conocido de Paris. Decenas de comercios de videos para adultos, sex shops, salas de striptease, etc.
A apenas una decena de metros de la salida de Blanche queda el Molin Rouge, el mítico cabaret que debe su fama casi a partes iguales a sus lucidas bailarinas y a los carteles de Toulouse-Lautrec. Desde el Molin Rouge, subimos hacia el barrio de Montmartre a través de la calle Lepic.
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Nuestra siguiente etapa era el Moulin de la Galette, un molino bajo el que se instaló una sala de baile y que es mundialmente conocido por el cuadro de Renoir (cuadro que veríamos días después en el Museo D´Orsay). Pero el molino estaba siendo restaurado y no pudimos verlo. Afortunadamente unos metros más adelante está el Moulin Radet que alberga ahora un restaurante y que estaba hasta la bandera, por cierto (a pesar de que en el arco de entrada ponga Moulin de la Galete ese es el nombre del restaurante, no del molino –un poco lioso, ya lo se!!-).
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Seguimos en dirección a la Place du Tertre y por el camino nos fuimos topando con zonas deliciosas.
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Y llegamos hasta una de las mayores decepciones de este viaje: la Place du Tertre. Habíamos oido que es una de las plazas más bonitas y encantadoras de Paris, pero no la vimos ni bonita ni encantadora. De hecho, no la vimos. La totalidad de la plaza está ocupada por terrazas pertenecientes a los restaurantes vecinos. Toda la plaza tomada por voraces viajeros zampando a dos carrillos a la sombra de las carpas de cada restaurante.
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La plaza desaparece cubierta por las terrazas de los restaurantes. En torno a la sepultada plaza, sabíamos que se suelen poner los pintores, pero era tal la cantidad de gente que dimos una vuelta alrededor de la plaza sin poder disfrutar del encanto del lugar. Una auténtica pena!!
Comimos algo y desde la desilusionante plaza caminamos hasta la Basílica del Sacré Coeur. Este templo si que no decepciona. Se construyó entre 1875 y 1914, aunque no se consagró hasta 1919. Entramos y el interior no nos pareció tan espectacular como su exterior. Pudimos comprobar que, tal y como habíamos leido, hay rezos continuos durante las 24 horas del día (bueno, al menos cuando entramos había un coro de monjas dirigiendo la oración de los fieles).
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Salimos del templo y nos quedamos un ratito aún admirándolo. Comenzamos a bajar las escaleras donde había un chico tocando la guitarra y cantando y, la verdad, no la hacía nada mal, así que decidimos sentarnos a escucharle. Las escaleras estaban llenas de gente disfrutando del sol, de las espléndidas vistas y de la música. El tipo no lo hacía nada mal, lo mismo atacaba temas de Leonard Cohen, que de Lynyrd Skynyrd o Cat Stevens. He de reconocer humildemente, que los miembros del espontáneo coro sentado en las escaleras tampoco lo hacíamos nada mal. De repente al cantante se le acerca una guapísima chica morena, charla con él y el cantante la presenta. Acto seguido la chica nos deleita con What´s going on, de 4 non Blondes, acompañada por el guitarrista. La chica concluye su canción, vuelve a sentarse en las escaleras y sigue el cantante con su repertorio hasta que se acerca otro chico al que le cede la guitarra.
Los Artistas y las vistas de Paris(y el “combustible” 
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Al parecer, en el concierto tomaba parte cualquiera que estuviese dispuesto (aunque el dueño de la guitarra y el ampli fue quien se quedó con la recaudación). Estuvimos un buen rato durante el que escuchamos rotarse hasta cinco cantantes distintos (y todos con un nivel más que decoroso, algunos con composiciones propias y otros con temas conocidos). Si la música, el sol y las vistas eran una maravilla, la cosa aún podía mejorar, y mejoró mucho, y es que había unos chicos vendiendo por las escaleras cervezas frescas. Llamamos a uno y brindamos por Paris.
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Si la plaza du Tertre fue una desilusión, el rato que pasamos sentados en las escaleras escuchando a los músicos, disfrutando las birras y con todo Paris a nuestros pies fue uno de los momentos más agradables de todo el viaje. Nos costó mucho marcharnos de allí, y es que estábamos muy a gusto.
Bajamos por las escaleras ubicadas frente al templo y se nos acercaron varias veces chicos de color que querían “regalarnos” unas pulseras de hilo. Ya me habían advertido del tema, así que rechazamos el “regalo”
que una vez amarrado a tu muñeca te lo cobran bien cobrado. *** Imagen borrada de Tinypic ***
Las escaleras desembocan en una calle atestada de tiendas turísticas y en la que cuesta avanzar debido a la cantidad de gente que va y viene. Tomamos por allí el metro hacia la zona donde reparábamos fuerzas todas las tardes, los alrededores del centro Pompidou. Trasegamos unas cervezas en una concurrida terraza.
Es muy curiosa la disposición de las terrazas en Paris. En vez de ponerse en torno a la mesa para disfrutar de la tertulia, en Paris se sientan todos mirando hacia la acera o plaza donde esté ubicada la terraza, dispuestos a disfrutar del espectáculo que proporcionan los viandantes. Me llamó mucho la atención, todas las sillas cara al paseo, como si estuviesen en un teatro disfrutando de un espectáculo (que en muchas ocasiones, ver pasar a la cantidad de gente que camina por Paris es eso, todo un espectáculo).
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Tras las primera pintas de cerveza fuimos a otro bar en el que habíamos estado en días anteriores, el Bar Le Komptoir. La camarera nos saludó al llegar y nos pregunto simpática “two Grimbergen?” . Tu lo has dicho, guapetona!. Mi mujer le pidió unos cacahuetes y la chica nos trajo un cuenco que no nos quiso cobrar. Correspondimos el detalle con una propina y la salada camarera volvió al minuto con un par de chupitos de licor de melocotón. Me empezaba yo a sentir muy a gusto en Paris
Una de las boutiques del Marais que más me gustaron …
…*** Imagen borrada de Tinypic ***
Se estaba bien en este bar. Ambiente juvenil pero muy tranquilo, sin alborotos y además y ofrecía atractivos cocktails de 50 cl. a 7 u 8 euros (el mojito estaba de película, puedo dar fe de ello).
Tras acabar con cacahuetes, cervezas y chupitos, nos fuimos al hotel a cambiarnos.
Le dije a mi mujer que nos teníamos que arreglar un poco para ir a un sitio que de momento no le iba a decir y es que, siguiendo los siempre sabios consejos del foro, había reservado mesa, vía mail, en el pomposo restaurante Le Train Bleu, emplazado en la Gare de Lyon, en una estación de tren. www.le-train-bleu.com/fr/index.php .
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Perdonad si me extiendo en los comentarios sobre el restaurante, pero lo considero pertinente ya que es un restaurante muy recomendado en el foro. Llegamos puntualísimos, a las 22:00. El restaurante es espectacular. El maitre que nos atendió hablaba perfectamente castellano y la carta que nos ofreció estaba en castellano también. Siguiendo lo recomendado en el foro (una vez más) nos inclinamos por el Menú Rejanne (55 euros por cabeza, iva incluido). Mi mujer empezó con salchichón con pistachos a la Lyonesa en brioche con salsa de perigueux, mientras que yo me incliné por tartar de tomates con mozzarela de búfala en emulsión. De segundo para ella lubina a la plancha y para mi pato preparado de tres maneras distintas.
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Para beber un tinto, Chateau Laroche Joubert (de Côtes-de-Bourg). De postre yo pedí Rum Baba (bizcocho bañado en ron) y mi mujer fresas con nata.
La experiencia fue agridulce. El restaurante, bien, sin más. Muy bonito comedor, espectacular diríamos mejor. Pero la cocina, más sencilla de lo que pensaba (y sobre todo tras leer el enunciado de sus platos).
Los primeros platos salieron de la cocina casi al momento de pedirlos, lo que evidencia que estaban preparados ya, algo inusual en un restaurante de esta supuesta categoría (de hecho mi plato salía, a todas luces de un frigorífico). Después el ritmo del servicio entre el 1º y 2º plato y 2º plato y postre resultó muy mejorable. Los postres de una simpleza extraña en un restaurante de este tipo.
Detalle del techo y Carta del Restaurante
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El restaurante es antiguo y el comedor es sencillamente espectacular, pero hay equipamientos, como los baños, que no es que sean antiguos, es que están viejos y claman por una remodelación. El comedor carecía de aire acondicionado y con las temperaturas que sufrimos esos días en Paris y a pesar de tener todos los ventanales abiertos, pasamos mucho calor durante la cena.
Para remate, a los postres un gato se paseó tan campante por el comedor (yo creo que entró por uno de los abiertos ventanales). La cara del maitre era un poema ante la visita del inesperado intruso.
De todas formas, teniendo en cuenta lo carísimo que es comer bien en Paris, un menú de 55 euros en un restaurante tan espectacular y elegante puede ser un dinero bien pagado (la verdad, aún estoy sopesando la cuestión).
Pero a mi mujer le gustó el detalle de la invitación, que era lo importante, así que todos tan contentos.
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Llegamos al metro a las 23:58, justo a tiempo de aprovechar por última vez ese día la mobilis. Por cierto, en ocasiones, sobre todo en estaciones en las que hay correspondencia de muchas lineas, se anda muchísimo para cambiar de linea (da la impresión que yendo andando por la superficie se llega antes a tu destino que haciendo transbordo de metro). Otro dato llamativo de Paris es la poca cantidad de ascensores o escaleras mecánicas que hay en el metro. Muchas veces hay que superar “a músculo” los desniveles. Supongo que personas con problemas de movilidad verán muy condicionados sus desplazamientos en metro.
Bicis de alquiler por todo Paris
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Si no quereis usar metro o buses, Paris dispone de un servicio de alquiler de bicicletas, el sistema Velib. Por todas las esquinas de Paris vereis bicicletas iguales, alineadas y enganchadas a unos pivotes. Presentan todas un muy buen estado de conservación y parece ser que para alquilarlas es tan sólo necesaria una tarjeta de crédito. Nosotros no nos atrevimos a utilizarlas ya que el tráfico de Paris impone bastante (a pesar de haber habilitados muchos carriles bici por la ciudad). Si estais interesados en este servicio, podeis encontrar más información en esta web www.velib.paris.fr/
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