Tras recoger las cosas del hotel y pillar algún tomate del huerto que había en la terraza del mismo
una pequeña parada en la playa de Mondello, de arena fina y bastante transitada, un lugar de escape de todos los palermitanos...
Y después de mojarse los pies y refrescarse (y casi llevarse una multa por dejar el coche mal aparcado dos minutitos) nos fuimos a dejarnos impresionar por la Cattedrale di Monreale... si duda te deja sin palabras, la cantidad de detalle que pueden llegar a lograr con el mosaico. Comparable a la capilla Palatina, aunque de mayores dimensiones, la verdad no podría elegir entre ninguna de las dos...
Aunque habíamos visto ya alguna boda, aquí pudimos ver la importancia que pueden llegar a tener las bodas en la isla de Sicilia, y como combinar esto con el turismo, en el caso de Monreale abrieron el portón trasero para que entrase la novia e hicieron apartarse a los turistas. En otras ocasiones lo que hacían era directamente cerar chiesas para garantizar la intimidad de los novios, lo que si es verdad que apartir de este punto cada día encontramos al menos una o dos bodas por todo lo alto en cada uno de los pueblos dónde nos parábamos...
Aún en estado de shock por la belleza de Monreale nos dirigimos a Cefalú, un pequeño pueblo costero muy pintoresco donde pudimos disfrutar de una bella puesta de sol y de aquí empezó nuestra carrera para llegar al que debía ser el destino final de nuestro día: Milazzo, donde teníamos pensado acampar...
llegamos un poco tarde pero a tiempo para plantar nuestra tienda, ir a cenar algo y a madrugar!