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Llegamos temprano a Florencia entrando por el norte de la ciudad y después de estar disfrutando durante algo más de dos horas de los inolvidables paisajes que brinda la Toscana a todos sus visitantes.
Una vez llegados a las afueras de Florencia mi objetivo era buscar el río, puesto que en un punto de su rivera se encontraba mi hotel. Fue bastante fácil ya que hay multitud de indicaciones que llevan hasta el Fiume Arno (Río Arno). El hotel escogido para la ocasión era un 4* llamado Grand Hotel Mediterraneo y situado en el Lungarno del Tempio, a la orilla del Arno y cerca de un cuartel enorme de los Carabinieri.
Como paisaje desde la ventana de la habitación teníamos el propio río, la Piazzale Michelangelo y un parque muy verde a la orilla del río dónde se veía pasear y hacer deporte a los florentinos. El hotel me costó 59 euros la triple por noche con desayuno buffet y sin duda estaba a la altura de sus cuatro estrellas. El hotel dispone de 6 plazas de parking gratuito para clientes en el exterior y de un parking privado con un coste de 24 euros por 24 horas. Tuve una suerte espectacular porque haciendo el Check-in observo que un cliente sale con su coche y deja libre una de las plazas gratuitas del exterior. Salgo a toda pastilla y aparco el mío en esa plaza libre. El coche no se moverá en los próximos días de ese parking. En Florencia el 99% de los estacionamientos en la calle son de pago y además son muy eficaces los cuelgamultas y las grúas porque no perdonan ni un minuto. La mejor opción para visitar Florencia es a pie o en transporte público ya que el centro está muy limitado para vehículos particulares y en las zonas azules meten unos sablazos que no veas. El centro de Florencia se encontraba a unos 12 minutos caminando. En el hotel nos facilitan mapas y guías de la ciudad en español y de manera gratuita.
Nos alojamos y salimos a patear la ciudad. Almorzamos en una terraza en la misma plaza de la Iglesia de Santa Croce que además de ser la iglesia franciscana más grande del mundo, también alberga casi 300 tumbas, incluidas las de de Miguel Ángel y Galileo. Con el estómago lleno y 35 grados de calor no hay nada mejor que patear la ciudad así que…¡¡Adelante!!
Ese día vimos el Duomo, el Battistero, la Piazza de la Signoria con su Palazzo Vecchio y las esculturas de Adán y Eva, Hércules y Caco, la copia del David de Miguel Ángel (el verdadero se retiró en 1883 al quedar dañado por un rayo que cayó sobre él durante una tormenta. Hoy se expone en la Academia). Disfrutamos de La Logia dei Lanzi, dónde se exponen al aire libre bajo unos soportales algunas esculturas como Perseo con la cabeza de Medusa o El Rapto de las Sabinas. En la misma plaza admiramos la Fuente de Neptuno y la Estatua ecuestre de Cosme I. La Piazza della Signoria, además de ser la plaza más bonita de Florencia, es uno de los lugares con más vida de la ciudad.
Nos dirigimos hacia el río y admiramos el maravilloso Ponte Vecchio, construido en 1345 y que pasa a ser el puente construido en piedra más viejo de Europa. Como curiosidad, el Ponte Vecchio fue el único puente que no fue destruido por las tropas nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy se encuentra lleno de joyerías pero en sus inicios estuvo ocupado por carniceros y matarifes pero debido al mal olor que producía su actividad, Fernando I ordenó el cierre de las tiendas y su posterior traslado.
A estas horas ya comenzaba a anochecer así que partimos rumbo al hotel a recibir una bendita ducha para posteriormente regresar al mismo lugar (pero oliendo a Bulgari Aqua) en busca de un sitio dónde cenar. Al final el lugar fue un Kebab, para variar un poco...
A dormir y al día siguiente más de lo mismo pero añadiendo a lo visto, la estatua del Porcellino a la que dicen que si tocas el morro y sueltas una moneda por su boca, volverás a Florencia. Huelga decir que el morro del jabalí está completamente brillante en comparación con su cuerpo. Ese día lo disfrutamos más porque fuimos viendo y observando todo con más detenimiento, además de callejear y perdernos por todos los rincones de la ciudad. Supongo que debido a la intensidad del viaje, las comidas, el agua y no sé qué más, mi mujer se sintió indispuesta y se puso mal del estómago. Era un número verme diciéndole al farmacéutico, mediante señas y gestos, que me diera algún medicamento contra la diarrea. Aún hoy no sé como se dice diarrea en italiano (creo que es igual que en español).
Al caer la noche y con el fresquito disfrutamos maravillosamente de la ciudad y sus vistas nocturnas. Vuelta al hotel a descansar porque al día siguiente nos toca visitar Pisa y Livorno.
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