Amanecimos temprano en Stykkishólmur y todavía estaba todo cerrado, por lo que, tras subir a una peña frente al puerto para ver unas bonitas vistas del pueblo, continuamos el camino hasta Grundarfjörður, donde hay una oficina de turismo, gasolinera, supermercado, etc.
La península de Snæfellsnes es relativamente poco turística, por lo que aunque de nuevo nos encontramos con una buena cantidad de turistas, no había tantos como en la parte sur de la isla, que era lo que esperábamos.
El principal símbolo de la península es el Snæfellsjökull, volcán cubierto por un glaciar que es símbolo de Islandia sobre todo por ser el volcán que Julio Verne utilizó como entrada al centro de la tierra en su libro “Viaje al Centro de la Tierra”. Incluidos en el Parque Nacional o alrededor de este es donde encontramos algunos de los lugares más interesantes de la zona.
Fuimos rodeando la península, parando de vez en cuando a fotografiar el paisaje, hasta la zona de Gufuskálar, donde se encuentra una base norteamericana, fácil de encontrar por una altísima torre de telecomunicaciones.
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Cerca de ésta hay una zona arqueológica con restos de un antiguo poblado pesquero y no muy lejos, incluso se puede ir andando, queda el cabo de Öndverðarnes, desde el que podemos admirar coladas de lava, imponentes acantilados y algunos volcanes cercanos.
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Desde aquí seguimos dirección sur, pasando entre volcanes, hasta la zona de cráteres Hólahólar, donde destaca un cráter de forma semicircular, aparcamos el coche en el mismo centro del cráter y dimos un paseo por la zona antes de seguir nuestro camino.
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Más al sur llegamos a Dritvík, una de las zonas más bonitas. Se trata de una playa que solía utilizarse como atracadero de barcas de pesca, repleta de formaciones de lava junto a los acantilados, trozos de hierro de un barco inglés que naufragó en la zona y cuatro “pequeñas” rocas que pesan cada una entre unos 20 y 150 kilos y que los marineros utilizaban para probar su fortaleza.
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Pocos kilómetros más adelante llegamos a Lóndrangar, donde encontramos una enorme roca basáltica que sobresale del agua formando dos torres. Se supone llegaron allí expulsadas por el volcán, aunque por su curiosa forma y su tamaño nos parecía imposible.
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Por último llegamos a Hellnar, un pequeñísimo y tranquilo pueblo con algunas casas y granjas salteadas y donde dormiríamos aquella noche, en el Hotel Hellnar.
Terminamos la tarde realizando la ruta que sale desde Hellnar bordeando la costa, de unos dos kilómetros, y que discurre entre acantilados e increíbles formaciones en la roca como arcos y cuevas hasta llegar a la estatua del dios Bardur en Arnarstapi.
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