El camino desde Egilsstaðir hasta el Parque Nacional Jökulsárgljúfur es prácticamente desértico. La carretera discurre entre un mar de lava salpicado por unas pocas ovejas durante unos 140 Km, hasta que nos encontramos con el río Jökulsá á Fjöllum, donde nos desviamos por la carretera 864 dirección Ásbyrgi para adentrarnos en el parque natural.
El parque ocupa la zona volcánica que rodea al cañón por el que transcurre el río, no mucho menos desértica que la que veníamos recorriendo esa mañana. El cañón se formó debido a una erupción volcánica justo debajo del río, dando lugar a un paisaje espectacular.
Varias son las rutas que recorren el parque, se pueden recorrer sus 35 Km de longitud a pie o recorrer la orilla opuesta a la que nos encontrábamos con un todoterreno, por la carretera. Nosotros visitamos sus cascadas y el cañón de Ásbyrgi, haciendo un par de rutas cortas.
A pocos kilómetros del cruce encontramos el desvío a las cascadas y rápidamente llegamos al aparcamiento junto a la Dettifoss.
Desde aquí ya se oía el estruendo del agua de la que es la cascada más caudalosa de Europa, bajamos justo al río a disfrutar del espectáculo del cañón y dar un paseo hasta la cercana Selfoss, que aunque más pequeña a mí me pareció más espectacular.
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Volviendo al aparcamiento seguimos por la ruta que llega a una última cascada, la Hafragilsfoss. Bordeamos el cañón durante una hora y media incluyendo ida y vuelta con algo de lluvia, sin llegar al mirador que da fin a la ruta, pues hasta allí se puede llegar en coche.
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Volvimos a por el coche e hicimos una parada corta en este último mirador antes de seguir la ruta hacia el norte del parque.
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En esta zona está la oficina de información, quizás un poco mal situada, pues creo que la mayoría de la gente accede al parque desde el sur, por lo que la encuentras demasiado tarde. Junto a la oficina además hay una gasolinera con su correspondiente pequeño supermercado y un bar donde tomar algo de beber o comer.
A unos pocos metros de la oficina de información encontramos una pista que lleva al interior del cañón de Ásbirgy. Conocido por su peculiar forma de huella de caballo, se formó probablemente por las coladas arrastradas por el río desde el glaciar y gracias al microclima de su interior nos encontramos con uno de los pocos bosques que encontramos en el país.
Dejamos el coche casi al fondo del cañón y dimos un paseo por la zona, a través del bosque y alrededor de un pequeño lago, para luego volver a la zona de la oficina de información desde donde sale la ruta que recorre el parque por la zona de arriba.
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La primera parte de la ruta va bordeando este cañón y fue la que hicimos, aunque al cabo de una hora y media o así empezó a hacerse algo monótona por el hecho de que siempre teníamos más o menos la misma vista del cañón. Lo mejor de la ruta es que el camino está lleno de arbustos con unos arándanos enormes.
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Nos disponíamos a volver por la misma carretera por la que habíamos venido, cuando nos dimos cuenta de que quizás habíamos cometido un error en la planificación del viaje. En principio nos pareció que Húsavik estaba más lejos de esta zona y sería mejor ir desde Mývatn, pero una vez aquí parecía mejor ir primero a Húsavik, de manera que se gana tiempo. Aunque ya teníamos reservado el alojamiento en el lago, por lo que no nos quedaba otra que seguir según lo planificado.
Deshicimos el camino de nuevo hasta la Ring Road y seguimos hacia el Lago Mývant, donde teníamos pensado quedarnos varios días.
Acercándonos a la zona del lago nos llegó el característico olor a azufre que nos acompañó durante todos los días que estuvimos allí. Este olor también es bastante común en otras zonas volcánicas y sobretodo en el agua de la ducha, pero fue aquí en Mývatn donde más fuerte olía.
El primer lugar que nos encontramos, justo antes de llegar, fue el Námafjall, volcán rodeado de fumarolas, pozas de lodo hirviendo y sobretodo llamativo por el color de la tierra a su alrededor.
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Paseamos un poco por entre las pozas, aunque entonces apretaba la lluvia y no le dedicamos mucho tiempo, además volveríamos a pasar por allí.
Preferimos ir directamente al hostal, pues ya se hacía tarde, el Elda Guest House, gestionado por un señor mayor que debe haberse propuesto convertir el pueblo de Reykjahlid en hotel, pues ya tiene tres casas para alojamiento y no es que haya muchas más. La habitación, aunque no era demasiado barata y con baño compartido estaba bastante bien, incluía sábanas y desayuno.