Nuestro viaje a Budapest iba a ser en tren desde Viena, así que tras el desayuno y abandonar el hotel, fuimos a coger el metro hasta la estación Franz-Josef-Bahnhof. Ya teníamos los billetes de tren, así que buscamos el anden correspondiente. Como teníamos tiempo aprovechamos para comprar unas postales y mandarlas.
A la hora prevista nos subimos al tren, fuimos a nuestro compartimento, que compartíamos con una mujer y su perra "Lola". Allí los animales pueden viajar, con su billete claro, y no es necesario que vayan enjaulados ni nada. Esta perrita iba con su manta y su hueso tan tranquila todo el viaje. A las 4 horas ya estábamos en Budapest.
Al llegar a la estación la verdad es que pensamos que estábamos en otro mundo. Claro, la imperial Viena nada tiene que ver con Budapest, así que nos costó un poco acoplarnos.
Tras situarnos, fuimos a una caja de cambio y cambiamos dinero para coger el metro. Primera timada.. no cambieis nada más que el dinero imprescindible, porque el cambio en la estación es malísimo. Y sobre todo, no hagáis caso de la cantidad de gente que se os acercará para cambiaros ellos, suelen estar rondando las casas de cambios.
Bueno sigo. Conseguimos encontrar el metro siguiendo las señales de la estación, como os podéis imaginar no era el lugar más idoneo para perderse... Sacamos nuestros tickets (230 Ft el sencillo y 3100Ft el billete turista para 3 días) y fuimos hacia la vía, y hasta llegar ahí nos pidieron varias veces los tickets. Tener cuidado porque van a pillar al turista....
Llegamos a la estación de metro que nos cogía más cerca del hotel, y al salir comenzaba a llover y nosotros cargados con las maletas. Por suerte no nos costó mucho encontrar el hotel, que estaba en la calle de enfrente de el puente de las cadenas. Aquí nos costó un poco hacer el checkin porque la chica no hablaba mucho de inglés y como el nuestro tampoco es que sea muy fluido pues nos costó entendernos. Pero no hubo problemas, nos enteramos de el número de habitación, de la hora del desayuno y de donde se servía... también nos pareció entender que teníamos entrada gratis al gimnasio, pero vamos, que no estábamos como para ponernos a hacer pesas

El hotel era el Starlight Suiten, también recomendable porque está como os he dicho enfrente del puente de las cadenas, desde el mirador de nuestra habitación se veía, y la imagen por la noche era espectacular. Las habitaciones del hotel son suite, tienen un salón con una barra donde hay un microondas y la mini nevera, además te dejan infusiones y café por si quieres tomarlo en la habitación sin coste.
Como os he dicho, fuera llovía, pero no habíamos llegado allí para quedarnos en la habitación, así que cogimos nuestros chubasqueros, que nos regalaron hacía 2 años para que nos acompañaran en los viajes y aún no habíamos estrenado, y nos dispusimos a dar una vuelta por la ciudad. Si Budapest es gris imaginaos lloviendo.... Mi marido estaba desencantado con la ciudad, ya os he dicho que le encantó Viena, y el cambio era notable.
Antes de nada, fuimos a comer, por la hora todo estaba cerrado, así que de nuevo Mc Donalds, que en Budapest nos salvó más de un día.
Nuestra primera parada fue el mercado. No recuerdo si estaba previsto o no, pero nos tuvimos que meter porque la lluvia se había convertido en diluvio. Así que aprovechamos para entrar dentro y ver el mercado. Nos gustó mucho. La parte de abajo es un mercado normal, con toda clase de puestos, y en la parte de arriba hay restaurantes y puestos de souvenirs. Nosotros el último día terminamos comprando aquí todo.


Cuando paró un poco, salimos y continuamos nuestro paseo... pero nada, la lluvia no nos daba tregua, así que nos metimos al Museo de Historia.... a ver, nuestra idea no era ir de museo por Budapest, pero la lluvia nos obligó y después de entrar, mi marido quería ir al baño, yo me quedé en el hall y él entró... y al salir me dice que se puede entrar sin problemas a ver el museo. Entonces me di cuenta que en el panfleto que cogí del museo mientras esperaba ponía que el museo era gratis (los museos públicos de Budapest son gratuitos, sólo cobran por ver las exposiciones puntuales). Así que como no dejaba de llover nos dimos una vuelta. Y si tenéis tiempo ir a este museo, y comprenderéis por qué la ciudad es así, aún está renaciendo de sus cenizas, y le cuesta. Nos hizo entender mejor la ciudad ver su historia recreada con maniquís y objetos. Eso sí, las explicaciones brillan por su ausencia, pero como mi marido está licenciado en historia, no tuve problemas porque me lo iba explicando todo.
Salimos y aunque seguía lloviendo, ya lo hacía más debilmente, así que paseamos hasta la Sinagoga y luego hasta la Ópera, por fuera me gustó más que la de Viena, por lo menos parecía una ópera, además me recordaba al teatro real de Madrid.
Y como veis por la foto, cada vez estaba más oscuro.. así que nos dirigimos al hotel. Por el camino encontramos un supermercado y compramos algo para la cena. Los precios nos sorprendieron. En los restaurantes se nota que allí las cosas son algo más baratas, pero en el supermercado aún más, por 4€ compramos una buena cena para esa noche.