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El camino de Sognefjord a Geirangerfjord es uno de los platos fuertes del viaje. Lo hemos planteado como una ruta en coche, pasando por algunas de las carreteras turísticas que más me han gustado.
Desde Lunde, retrocedemos de nuevo hasta el Fiordo de los Sueños (frente a nuestro adorado Vangsnes), y tomamos un ferry muy curioso que nos lleva a la otra orilla a visitar la iglesia de madera de Urnes, una de las más antiguas de Noruega. La iglesia no tiene nada de particular, pero el ferry que nos lleva a ella nos hace gracia. Es muy pequeño, caben apenas media docena de coches. Tenemos que entrar marcha atrás y el único cierre es una cuerda.
Después de subir y bajar a la iglesia (de nuevo, no entramos porque nos quieren cobrar 80NOK, unos 10€ a cada uno), seguimos camino hacia el interior del fiordo. Paramos a comer en un merendero junto a la carretera y el fiordo, al pie de la Feigumfossen. Aunque ya empezamos a estar hartos de cascadas, esta, vista desde abajo, parece impresionante. Es una pena que el camino está lleno de barro, y no podemos subir.
Cruzamos el fiordo por un puente cerca de Gaupne, e iniciamos la subida hacia el norte. Desde la orilla del fiordo, seguimos la carretera 55, la primera en recibir la denominación de “carretera turística”. Nos lleva hasta Lom, cruzando la impresionante meseta del Jotunheimen, parque nacional y hogar de las cumbres más altas de Noruega. Lástima que el día está totalmente nublado, y con niebla muy baja, lo que nos impide apreciar el paisaje en toda su belleza. Aún así, no deja de tener su encanto ver aparecer las montañas y lagos entre la niebla, y el viaje nos encanta.
Desde Lom, y para llegar a Geirangerfjord, hay varias opciones. Nosotros, por supuesto, escogemos la más larga y difícil, pero también la más bonita: la Gamle Strynefjellsvegen. Es la antigua carrera de montaña que unía Lom con Videseter, y que actualmente sólo recorren turistas. Es bastante mala, sobre todo porque durante más o menos la mitad del camino, prácticamente no hay asfalto. Pero las vistas son increíbles. A lo largo de todo el descenso y mientras recorres el alto de la montaña, vemos el paisaje desolado que ya hemos visto tantas veces pero que no deja de asombrarnos: praderas salpicadas de pequeñas cabañas con tejado de hierba, lagos de agua azul, matorrales, restos de nieve, montañas y glaciares al fondo…
Pero esta carretera reserva una sorpresa, en el descenso hacia Geiranger: el valle se extiende hasta el mar (que por desgracia no se ve) y toda la ladera de la montaña esta llena de saltos de agua a los que te acercas a medida que giras en cada curva de herradura de la carretera. Este es sin duda uno de los mejores días.
Justo antes de empezar el descenso, nos encontramos con una cascada, cuyo nombre no recuerdo, que resulta ser una sorpresa positiva más. Hay un mirador justo sobre el punto donde el agua empieza a caer, la vista es impresionante, y el ruido ensordedor.
La carretera serpentea por el valle, y baja hasta el pueblo de Geiranger. El tiempo es lluvioso y el día gris acompaña bastante bien el paisaje. Geiranger parece un pueblo muy pequeño, pero en el puerto vemos una gran actividad de cruceros, algunos enormes.
Salimos de Geiranger e iniciamos la subida a la famosa carretera de las Águilas. Las vistas del fiordo desde arriba son, una vez más, impresionantes.
Esta noche y la siguiente, dormimos el Valldal, un pueblo en la orilla del fiordo, al norte de Geiranger.
Nuestro hotel es el Fjellro, que nos gusta bastante. Los camareros son muy simpáticos, y aunque no es gran cosa, tiene restaurante. Lo agradecemos, porque el pueblo parece tener tanta animación como Vik. El primer día cenamos un entrecot y salmón, que no están muy buenos, lo cual no nos sorprende. El segundo, una pizza, muy buena, pero exactamente igual a la que comimos en Vik, por lo que llegamos a la conclusión de que no es casera (lo cual tampoco nos sorprende).
Dedicamos la mañana del día siguiente a ver, por primera vez, un fiordo desde el agua. Compramos a mitad de precio (era una promoción del hotel) dos billetes de ida y vuelta para el ferry turístico Valldal – Geiranger.
La sensación de ver el fiordo desde el agua es muy diferente a la de verlo desde la carretera, pero igualmente sobrecogedora. Mirar hacia arriba y ver las enormes paredes de piedra, y las cascadas, es una experiencia imprescindible si quieres vivir de verdad los fiordos. Pasamos por delante de las 7 Hermanas, y de su pretendiente, agarrado a su botella…..
El crucero me gusta mucho, pero tiene una pega, y es que el recorrido dura en total algo más de cinco horas. Aunque el paisaje es precioso, llega un momento en que se hace algo pesado. Pero aún así merece la pena, y además nos permite descansar de coche por unas horas.
Comemos en el ferry (todavía nos dura el embutido…) y en cuando llegamos a Valldal cogemos el coche para visitar la famosa Trollstigen, o escalera de los Trolls. Se llama así a la carretera que desciende hasta Andalsnes, en el Romdalsfjorden, y cuyas vistas desde arriba impresionan..
No obstante, no es, ni de lejos, la carretera más bonita de las que hemos visto, pero sí la más turística. Está llena de gente, y esto le quita un poco el encanto.
Ya que estamos aquí, nos acercamos a Andalsnes a tomar un café (el primer café de verdad que veo en muchos días!!!!!). El pueblo no parece tener mucho que ver, aunque alucinamos de nuevo con el tráfico de cruceros enormes. Damos un pequeño paseo para estirar las piernas y volvemos sobre nuestros pasos.
Entre la Trollstigen y Valldal, pasamos de nuevo por el paisaje de montaña que nos ha acompañado todos estos días, y visitamos Gudbransjuvet, un lugar curioso. Aquí, el río ha erosionado la roca, formando pozas y saltos de agua a los que te puedes asomar desde una serie de miradores y puentes con el suelo de cristal. Curioso
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