11 de Agosto
Y llegó otro de los días marcados en rojo en el itinerario del viaje: encuentro con Sharky, cariñoso apodo que dimos a nuestro amigo el tiburón blanco.
Salimos prontito de Cliff Cottage habiendo desayunado poco (consejo de Chuck para evitar “indisposiciones” en el barco) con un silencio sepulcral. Los que teníamos muchas ganas no nos lo creíamos y los que tenían alguna duda pues se iban poniendo más nerviosos.
Llegamos a Kleinbaai (puerto que está a la salida de Gansbaai) puntuales a las 9 a nuestra cita con Shark Cage Diving , con quienes teníamos contratado la actividad a razón de R1450 por barba. No es precisamente barato pero, tras la experiencia, vale mucho la pena.
Bueno, pues allà que estamos los 5 españolitos para ver al gran Sharky. En la recepción, mientras rellenas un formulario para eximirles de responsabilidad por si te mueres (el famoso “at your own risk” que luego veríamos tantas veces en el Kruger) tienes la oportunidad de tomar algo de desayuno (los menos ya que todos estábamos algo nerviosos) o de embobarte con las fotos que tienen de estos increíbles animales (la mayoría) que te animan o te dan más dudas.
Nos dieron un chubasquero naranja que parecíamos los de Pesca Radical del Discovery, nos hicieron una pequeña reunión de cómo iba a ir la experiencia y, alà, directo al barco. Nos pusimos en la parte de arriba ya que se hacen mejores fotos.
[align=center]La "jaula"

El día acompañaba y el mar estaba bastante tranquilo. Tras poco más de 15 minutos (en los que vimos un coletazo de ballena a lo lejos) llegamos a la zona donde tiraron el ancla y empezaron a soltar el cebo (chump): una especie de mezcla de aceite de atún con restos de pescado. En teoría, si este cebo le falla, tienen otro (gladys) que aseguran es infalible. No tuvimos la “suerte” de verlo pero el cachondeo entre nosotros fue grande con la famosa gladys!!
Al poco de tirar el cebo ya empezaron a aparecer. Primero uno pequeñito pero luego ya empezaron los mayores. La gente se ponía algo nerviosa y la tripulación ya pedía voluntarios para ser los primeros en entrar a la jaula. Yo animé a mis amigos pero algunos todavía querían ver cómo funciona eso de la jaula.


Entraron los primeros 8 y, además del cebo anterior, emplearon unos troncos de pescado que estiraban cuando el tiburón se acercaba, haciendo que saliera fuera del agua. El maratón fotográfico fue tremendo!!!


Después de tranquilizarnos un poco, todos nos decidimos a entrar. Fuimos los terceros. Te dan el traje de neopreno, zapatillas, los plomos para hundirte y las gafas, muy buenas por cierto ya que no se empañaban.
El primero que entré fui yo y me puse a la izquierda de toda la jaula. Ya había visto que los sharkies llegaban casi todos por ese lado así que me preparé para verlos de cerca. La jaula está muy bien, es “cómoda” y bastante segura (en los huecos entre barrotes entran las manos y piernas, pero no os asustéis!!). Hace un frío del carallo pero se te pasa a los dos minutos de la emoción.


Consejo: llevad bañador y una camiseta interior térmica. Ellos te dan toallas. Entrad los primeros a la jaula pues son los que están más tiempo y poneros a la parte más izquierda posible ya que la mayoría de tiburones llegan por el lado izquierdo. Si podéis, una cámara submarina para hacer fotos del amiguito ya que los tienes muy muy cerca.
Mi pareja se puso algo nerviosa al verse “encerrada” en la jaula y tuvo un amago de salirse. Al final, la pudimos convencer y se quedó. Y menos mal. La experiencia es impresionante!!!El tripulante del barco te avisa cuando te has de sumergir y tomas aire, te hundes, abres los ojos y lo tienes ahí., a 1-2 metros y ves cómo se mueve, elegante, cómo te mira, ves sus dientes, sus agallas,…nos dábamos codazos de la emoción!!…en una de estas inmersiones me pilló de sorpresa y ¡!!vino hacia la jaula!!!, dando un mordisco a los barrotes. Me quedé sin habla un rato, pasmado, jeje…


Salimos tras 15-20 minutos en la jaula y se nos veía en la cara la sonrisa de haber experimentado algo casi único, especial y 100% emocionante. Estuvimos un rato viendo al último grupo y volvimos a cambiarnos. Más relajados, nos entró mucha hambre y empezamos a devorar los snacks, bollos, zumos y refrescos que te ofrecen en el barco.
Con la sensación de haber disfrutado mucho, de vuelta a puerto el barco pasó por el buffet libre de focas que tienen los tiburones en Dyer Island y que es la razón por la que viven aquí. Había miles, retozando cerca del mar… a sabiendas que su killer está cerca. Menuda vida más emocionante que tienen...

El buffet de Dyer Island
De vuelta a la base, te vuelven a ofrecer algo de comer (tomamos una sopita calentita que nos vino de perlas) y te enseñan el video que han grabado de la experiencia. Lo venden a R350 pero la lástima es que no tiene ninguna imagen submarina, por lo que no vale la pena gastarse el dinero.
Elegimos esta compañía de las muchas que hay tras leer el hilo del foro sobre el tema. A favor: lo tienen muy bien montado y se les nota expertos. En contra: éramos demasiada gente (unas 40 personas) y, aunque todas no entraron en la jaula, los turnos se hacen cortos. Pero, os repito, no os perdáis esta experiencia por nada del mundo.
De vuelta a Hermanus nos fuimos directos a la costa a ver si veíamos ballenas. Pero no tuvimos suerte. Según nos comentó el “Whale Crier” del lugar, no era un buen día ya que el mar estaba algo revuelto.

Paseando por la costa de Hermanus
Duchita en el magnífico B&B (qué olor más buena hacían las habitaciones) y a cenar. Repetimos en el Fisherman’s Cottage con un fish&chips delicioso y, como no, malva pudding de postre mientras recordábamos la visita a nuestro amigo Sharky. Me encantaría volver!!!
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