Konso Trek 5 días ✏️ Diarios de Viajes de EtiopiaBueno, empieza la caminata. Nos reunimos con el que será nuestro guía durante el Trek, cogemos lo imprescindible para llevar con nosotros y dejamos el resto en Strawberry Fields, a donde regresaremos al final del trekking. Serán cinco días de...Diario: Etiopia del Sur⭐ Puntos: 5 (18 Votos) Etapas: 12 Localización: EtiopiaBueno, empieza la caminata. Nos reunimos con el que será nuestro guía durante el Trek, cogemos lo imprescindible para llevar con nosotros y dejamos el resto en Strawberry Fields, a donde regresaremos al final del trekking. Serán cinco días de trekking, no demasiado exigente, de una media de tres o cuatro horas de caminata diarias que nos permitirá conocer de primera mano como viven las gentes de este lugar. Los paisajes de esta zona, están marcados por las terrazas de cultivos, creadas por los antepasados de los actuales habitantes y declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco. Suaves colinas dan una forma ondulada al paisaje cruzado por las líneas que forman las terrazas. Y siempre, omnipresente, como telón de fondo, el valle del Rift Al poco de iniciar la caminata, llegamos al primer poblado de los que veremos y empezamos a darnos cuenta, que vamos a experimentar lo que significa vivir en las mismas condiciones en que se vivía hace dos mil años. La estructura típica de estos poblados es la siguiente: una muralla de piedra seca, rematada por estacas, circunda el poblado. En el interior de esta muralla, cada familia tiene un espacio de terreno o “compound”, acotado con unas vallas hechas de troncos y ramas, en las que han construido, dos o tres o cuatro “huts”, dependiendo de la riqueza y el tamaño de cada familia, con un espacio central descubierto, que hace las veces de cocina-sala de estar-comedor. Las vacas, gallinas y cabras, campan a sus anchas por la zona común y tienen junto a alguna de las cabañas, un pequeño cercado donde pasan la noche. Estos pueblos acostumbran a estar situados en la parte más alta de las colinas, con lo que ello implica como mas adelante podréis ver. Algunas noches dormiremos en tiendas en las afueras de los pueblos, pero en otras compartiremos “casa” con una de las familias del poblado, no debería extrañarnos pues, que a la mañana siguiente, después de pasar una noche en una de estas cabañas, nos levantemos con cuarenta o cincuenta picotazos de pulga en diversas partes del cuerpo. Y esto a pesar de llevar en los tobillos, un collar antiparásito de estos que por aquí les colocamos a los perros. Pero a pesar de los inconvenientes, tengo clarísimo que estos días pasados en estos pueblos, han sido para mí, lo mejor de todo el viaje. La oportunidad de pasar una tarde, sentado en la zona común de un “compound”, compartiendo con estas gentes, su cerveza de sorgo, su vino de miel, sus albóndigas vegetales y un licor, que vete a saber de que estará destilado y que te recuerda cual es la longitud de tu esófago, mientras lo va quemando al descender hasta tu estomago, es una de esas cosas que recordaremos el resto de nuestras vidas. En unos pueblos, hallamos a tejedores, no pudimos resistir la tentación de comprar una manta, que siguen tejiendo de forma artesanal. En otro pueblo, a donde llegamos calados ya que nos pilló una tormenta de camino, nos fabricaron un puñal delante nuestro, siguiendo las técnicas que puedes ver en cualquier museo, de cualquier ciudad ibera de antes de la conquista romana de la península y que hizo las delicias de un amigo, apasionado coleccionista de chismes de estos, cuando se lo regalé. Vimos a un curandero, realizar sus curas en base a hierbas y masajes, como fabrican sus ollas y vasos y otros utensilios de cerámica, pudimos ver el “Chief Compound”, o sea, la casa del jefe de todas las tribus Konso. Pero no todo es bonito y mágico, también vimos la otra cara, la cara mas amarga de la existencia en estas condiciones, vimos como cada día, las mujeres y sobre todo las niñas, de seis o siete años, bajan hasta el rio, un desnivel de dos o trescientos metros en vertical, para ir a buscar agua, como suben estas cuestas con bidones de quince o veinte litros a la espalda, vimos a una niña llorar desconsolada, porque su bidón se había roto y perdía toda el agua que tanto trabajo le había costado conseguir. Como una vez han subido el agua, vuelven a bajar, para esta vez, ir en busca de leña y volver a subir al poblado, cargados como una mula, vimos malformaciones en críos, signos de malnutrición, no por falta de alimento, no pasan hambre, pero si que se dan casos de falta de vitaminas debidos a la monotonía de su dieta, basada principalmente en el sorgo. Y vimos a los niños, salir corriendo del pueblo en cuanto ven que te acercas, gritando “faranji, faranji” y tu ves a esos treinta o cuarenta críos, de entre dos y seis años, que salen corriendo a recibirte, chillando y saltando a tu lado, que se pelean entre ellos por poder darte la mano y poder decir luego a sus amigos “yo le di la mano aun faranji” y que te hacen sonreír, por cansado que estés, con sus ocurrencias y cabriolas y sin embargo, eres consciente que de todos ellos, quizás una decima parte o no mucho mas, llegaran a los dieciocho años, que el resto se quedaran por el camino, que aquí una herida que se infecta, una pierna rota en un mal sitio, una pulmonía, pueden convertirse en algo incurable y suponer la muerte. Y algo que nunca olvidaré, fue lo que pudimos oír, que no ver, en uno de estos poblados, al que llaman New York, por unas formaciones geológicas que parecen rascacielos, acampamos junto a la muralla del poblado y al caer la noche, cuando ya estábamos en el interior de la tienda a punto de dormir, empezamos a oír el sonido de los tambores y los canticos de la gente reunidos en la plaza central del pueblo, donde se estaba celebrando un funeral por un joven que había muerto lejos del pueblo. De verdad que aun hoy, al recordar aquella música y aquellos cantos, se me pone la piel de gallina. En fin, que esta parte del viaje fue algo inolvidable por múltiples motivos, como anécdota, recuerdo que al regresar a casa, fuimos un día a Llafranch, en la Costa Brava y subimos a visitar las ruinas de un poblado ibérico que hay en la cima de la colina que domina el pueblo y allí vimos, dibujos y dioramas explicativos de cómo era la vida diaria en ese pueblo mil años antes de Cristo y no pude evitar volverme hacia mi mujer y decirle, mira, esto lo vimos en vivo y no dibujado, en Konso. Índice del Diario: Etiopia del Sur
01: Introducción
02: Addis Abbaba – Konso
03: Konso Trek 5 días
04: Arba Minch – Dorze
05: TURMI - Hammer
06: OMORATE - Dasanech
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