Amaneció lluvioso en Dublín, aunque ni mucho menos eran aguaceros, sino el tipo de lluvia que en Galicia llamamos “orballo” y los vascos “chirimiri”. Era una posibilidad prevista, ya que los nubarrones que nos recibieron el día anterior no auguraban otra cosa. Desayuno potente en el buffett del hotel, tenía prácticamente de todo: Beans (alubias con tomate), salchichas frescas (buenísimas), bacón, huevos fritos o revueltos, morcilla, bollería del día, etc… con lo cual tras ponernos las botas, salimos para comenzar el día viendo el Trinity College. Bajamos por O´Connell Street y en 10 minutos estábamos a sus puertas: Fundada en 1592 por la reina Isabel I, se trata de la universidad más antigua y prestigiosa de Irlanda. Una isla de cultura en el casco urbano de la ciudad con cerca de 200.000 metros cuadrados de instalaciones académicas, combinando edificios georgianos y neoclásicos del s.XVIII con arquitecturas más modernas. De historia convulsa, como la del propio país, solo admitió estudiantes católicos a finales de los años 70 del pasado siglo. Entre sus estudiantes más destacados estuvieron Jonathan Swift (autor de “Los Viajes de Gulliver”), Samuel Beckett, Oscar Wilde o Bram Stoker, entre otros.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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El paseo nos llevó por su atrio central y sus jardines, repletos de gente ya que era día lectivo, aunque había gran cantidad de turistas, nos dirigimos a su famosa biblioteca a tratar de conseguir entradas para poder verla y sobre todo para ver el archiconocido Libro de Kells, escrito en el s. IX por monjes de un monasterio de dicha localidad y que según la leyenda procedían de la isla de Iona, en las islas Hebridas de Escocia. Nos quedamos con un pasmo de narices cuando llegamos a la biblioteca y vemos una interminable cola que daba la vuelta al edificio y eso que solo eran las 10 de la mañana…Como lo vimos del todo inviable y teníamos idea de ir a la Guinness Storehouse, nos decantamos por dejar tan magno libro para otro momento y emprender la marcha hacia allí, andando eso si, por Dame Street.
Andando, porque Dublín es una ciudad hecha para pasearla, de distancias relativamente cortas, sin apenas desniveles y muy llana, con sus principales atractivos a muy poco distancia unos de otros y bastante concentrados en el centro de la ciudad, con las únicas excepciones de Kilmainham Gaol (la famosa prisión donde fueron encarcelados y fusilados muchos de sus líderes nacionalistas) y el Fenix Park.
Pasamos por delante del City Hall (Ayuntamiento) en la intersección con Capel Street y seguimos hasta el final de Dame Street, para llegar a la Catedral de Christ Church: La más antigua de la ciudad, su origen se remonta al año 1038, habiendo ordenado su construcción un rey vikingo llamado Sigtrygg Silkbeard, sufriendo durante siglos modificaciones en diversos estilos (románico, gótico), hasta que finalmente recibió su aspecto actual en época victoriana (S.XIX). El personaje más ilustre que reposa (según ellos) entre sus muros es Strongbow (Richard FitzGilbert de Clare, II Conde de Pembroke), un noble anglo-normando que en el S.XII lidero la invasión normanda de Irlanda en el curso de las luchas intestinas entre los distintos reinos que la componían. El apodo (Arco Fuerte), parece ser que se originó en el hecho de que gran parte de su ejército contenía contingentes numerosos de arqueros galeses (con sus legendarios arcos de madera de tejo, de ahí supongo lo de “strong”, porque era una madera flexible pero muy difícil de romper).
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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El interior de la catedral es diáfano y muy sencillo, sin gran suntuosidad, aunque tiene un claustro sobrio y bonito, un pequeño baptisterio en un lateral con una pila labrada en marmol, y unas criptas reformadas en fechas recientes, donde se puede ver un video sobre la historia de la catedral o su maqueta, además del antiguo escudo de madera que colgaba en el frente del ayuntamiento medieval de la ciudad y reliquias varias, incluyendo una pequeña cafetería y como no, el famoso gato y el ratón que aparecieron momificados en el s.XVIII en el interior de uno de los tubos de su órgano, inmortalizados por James Joyce en su novela “El despertar de Finnegan”. En su interior se han rodado escenas de la conocida serie de TV “Los Tudor”. Conectado por un pasadizo, aunque previo pago de una entrada aparte, se encuentra el recinto de Dublinia, una exposición interactiva sobre la historia de la ciudad y sus habitantes: Prescindimos de ella y nos fuimos directamente al siguiente objetivo de ese día, la Guinness Storehouse.
La fábrica-museo de Guinness se encuentra a unos 10 min andando desde la propia Christ Church, rodeada por múltiples instalaciones de la propia marca, llegamos por la calle adyacente que desemboca en una de las estampas habituales de todo visitante a Dublín, la puerta de acero con fondo negro y el anagrama de la marca. Por descontado con la afluencia de visitantes que había en la ciudad en estas fechas y la ya habitual del lugar, había bofetadas para sacarse una foto en solitario, todo un número, si señor, jejeje.
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Y ahora viene lo bueno, como había comprado las entradas a través de su web (te hacían 1€ de descuento en cada una, además es abierta, sin hora ni fecha prefijada) llevaba mi bono impreso para recogerlas. Llegamos a la entrada al edificio y una cola de unas 100 personas fuera, buufff dije para mí, pero es que cuando entramos en la zona de venta en taquilla habría como otras 100 esperando y la taquilla cerrada (entiendo que debía ser por razones de aforo). Fuimos a un cajero en la zona que nos indicó el personal, introduje el número de reserva e imprimimos las entradas y pasamos directamente. La verdad es que como se dice popularmente “vino a vernos la Virgen”, sino no entrabamos ni de broma…
La Guinness Storehouse se construyó en 1904 y se reparte en cinco plantas construidas siguiendo en su zona interior la forma de una enorme pinta, donde se pueden comprar todo tipo de souvenirs imaginables de la marca, ver como se elabora la cerveza (agua, cebada tostada y lúpulo), como se distribuía por todo el mundo (muy didáctica la exposición y videos de cómo fabricaban sus propios barriles), sus campañas publicitarias y cartelería a lo largo de su historia, e incluso aprender a tirar tu propia pinta en el bar master-class de la 5ª planta (donde nos dieron unos diplomas muy majos). Aunque de lo mejor, sobre todo por sus espectaculares vistas la ciudad, el Gravity Bar, en la azotea, un bar circular completamente acristalado y que permite disfrutar de la vista en 360 grados, mientras degustábamos unas estupendas pintas, con un ambientazo increíble.
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Con motivo de las celebraciones de Sant Patrick, había actuaciones en directo durante todo el fin de semana en la Guinness, vimos varios grupos tocando, concretamente uno que hacía excelentes versiones de los éxitos de U2 y otro que tocaban swing. Como curiosidad hay que contar que el símbolo del arpa, es una marca registrada por ellos, por lo que el gobierno irlandés tuvo que ponerla invertida cuando quiso usarla como símbolo nacional.
Tras haber disfrutado de la visita y degustado unas estupendas pintas, regresamos hacia el Temple Bar, haciendo una parada tardía para comer (eran ya las 16:30) en el fish and chips más famoso de Dublín, "Leo Burdock" en Werburgh Street (al ladito de Christ Church), donde nos pusimos las botas por un precio módico. Eso si, comimos sentados en un banco, porque el local es absolutamente "to take away"...Y de allí al Temple Bar, unas pintas en el mismo pub del día anterior y acabamos la tarde noche en el que para mi resultó el mejor pub de los que estuvimos, el PorterHouse (16 de Parliament Street esquina con Essex Street), un local muy muy currado, con tres plantas, ambientazo, música en directo de muy buena calidad y una carta de cevezas de las mejores que he visto (me permito el lujo de decir que hablo con propiedad, ya que además de gran cervecero, he estado en locales de Inglaterra, Escocia, Alemania o Bélgica, y este no desmerece en absoluto a los mejores de esos paises). Cuenta con especialidades de fabricación propia (lujazo) de las que debo destacar dos que personalmente me encantaron: la Temple Brau, una rubia suave de gran sabor, y la maravillosa PorterHouse Red, una red ale contundente, con sabor y fuerza, de las que te deja ganas de acabarla para pedir otra acto seguido. Otra de las características de este local es la friolera de 16 grifos de cerveza distintos por barra (un escandalo diría el gran Raphael).
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Y que decir de la música...Tuvimos la suerte de que los días que estuvimos hemos podido disfrutar del grupo residente de este pub, "Sliotar", un buenísimo grupo de folk-rock, que combinan temas propios con tradicionales irlandeses, formado por un batería, un guitarra y cantante, y del que nos hicimos fans acerrimos los tres, un virtuoso de la gaita irlandesa (también cantaba algunos temas) llamado Ray McCormac, francamente un tipo increible y que merece la pena oir tocar o cantar.
Y después de una velada divertida y amena, nos fuimos hacia el hotel, haciendo una paradita de camino en un puestecillo que vendían perritos (el hambre apretaba) y a dormir, al día siguiente nos tocaba una jornada intensa.