Martes, 30 de agosto de 2011 ✏️ Diarios de Viajes de FranciaDespués de la ducha, hacer la cama y desayunar, bajo a recepción y les pregunto si no piensan cambiar las toallas, porque aunque las dejamos estiraditas para que se sequen y las oreamos en la ventana (como todo el mundo, el hotel parece el barrio...Diario: ARAGÓN, CATALUÑA Y LA PACA DEL 22 DE AGOSTO AL 3 DE SEPTIEMBRE DE 2011⭐ Puntos: 3 (1 Votos) Etapas: 15 Localización: FranciaDespués de la ducha, hacer la cama y desayunar, bajo a recepción y les pregunto si no piensan cambiar las toallas, porque aunque las dejamos estiraditas para que se sequen y las oreamos en la ventana (como todo el mundo, el hotel parece el barrio de Alfama en Lisboa) sería agradable tener toallas limpias. Y me dicen que la limpieza es una vez a la semana y nosotros solo estamos 6 días. Pero, ¿qué pasa con el papel higiénico? ¿ni siquiera eso reponen? Pues me dicen que no. Ahora me alegro mucho de haberme llevado el papel del aseo de la recepción… el cual tampoco reponen o es que quizá alguien ha seguido mi ejemplo y se lo ha llevado porque la única vez que he utilizado ese aseo en toda mi estancia seguía sin haber papel. Elegimos carreteras secundarias, que como siempre nos llevan por los pueblos lo que tiene la ventaja de que como en Vaillon, puedes ver una flecha que indique un inesperado arco romano al que nos acercamos… y por los pelos no hemos llegado en pleno mercado… cosa siempre interesante. Nueva foto-con-arco-de-triunfo para mi colección. Entre ciudad y ciudad, pueblo y pueblo, la carretera discurre flanqueada por enormes árboles, educados desde bebés para que crecieran hacia el lado opuesto de la carretera, con el único objeto de abrazarse a los árboles del otro lado. La bóveda viva bajo la cual transitamos hace que la temperatura sea varios grados inferior a los tramos de carretera que no están cubiertos por ramas. Llegamos a Saint Remy. Tiene un casco antiguo perfectamente delimitado por una serie de avenidas que encierran un diminuto pueblo típicamente provenzal sin apenas tráfico, con plantas en las puertas y fachadas y contraventanas de colores en las ventanas. Las plantas bajas de las casas se han convertido en tiendas de los más variados productos pero todas con un respeto casi reverente por la estética del casco antiguo. Es como combinar dos mundos: una ciudad moderna y un pueblecito separados por los bulevares. Aquí no hay mar, pero tenemos la misma sensación de pueblo que teníamos en las ciudades de la Riviera en cuanto nos alejábamos del mar. En las afueras de la ciudad se encuentra la ciudad romana de Glanum. Hay que evitar el parking a toda costa. Justo al otro lado de la carretera está el hospital psiquiátrico donde estuvo internado Van Gogh y que visitaremos después (no por necesidad, claro, será visita cultural). Afortunadamente hay un parking gratuito para visitantes… nosotros encajamos en la descripción, así que allí dejamos el coche y nos dirigimos a la entrada de la ciudad romana. Fuera del recinto de la ciudad romana nos reciben su arco de triunfo y un mausoleo. En la taquilla intentamos la tarifa de estudiante para mi chico con su carnet de la universidad pero la taquillera pregunta por su edad. Yo hago como que no la entiendo… pero no cuela y tenemos que pagar los 7€ por barba enteritos, nos da el plano en español. Junto con la entrada nos da una especie de carnet que nos sella, en él aparecen todas las atracciones turísticas de Sant Remy que son: el Monasterio de Saint-Paul de Mausole reconvertido en hospital psiquiátrico y un museo. La verdad es que merece la pena visitar Glanum porque la ciudad está en muy buen estado de conservación: la calle principal discurre por encima de las alcantarillas y a ambos lados se reparten casas, cisternas, templos, fuentes, el foro, la basílica, las termas, el bouleterion… y el ascenso por escaleras a lo alto de una colina junto a las ruinas permite una visión panorámica de todo el conjunto. En numerosos puntos hay paneles explicativos en francés e inglés muy didácticos y el plano en español que nos han dado con la entrada también facilita alguna información. ¡Cómo disfruto en estos lugares arqueológicos… a pesar del calor! Me recuerda mucho a Beit Shean que visitamos el año pasado en Israel… cada vez estoy más cerca de Pompeya. Después de la arqueología, volvemos al hospital psiquiátrico, antiguo Monasterio de Saint-Paul de Mausole. Nos descuentan un euro en la entrada con el carnet que nos habían dado en la taquilla de Glanum y pagamos solo 3€. Visitamos la parte visitable, lo más destacado es el claustro del convento, cuyo pequeño jardín tiene un diseño distinto al que pintó Van Gogh durante su internamiento, en la primera planta se ve la espartana habitación que ocupó el genio holandés, la sensación de desasosiego que me transmiten la solitaria cama sin colchón y las bañeras cubiertas con tablas con un agujero para la cabeza solo es superada por la impresión que causan en mí los carteles con fotografías antiguas de los internos y los textos explicando los tratamientos… ¡cielo santo! Hoy en día algunos de ellos se consideran tortura. No me extraña que Van Gogh terminara suicidándose. No parece que su estancia allí durante más de un año le ayudara mucho a superar sus problemas psíquicos, más bien yo creo que debió empeorarlos. El museo (tercera y última atracción turística de Saint Remy) nos lo saltamos. Teníamos previsto visitar Les Baux de Provence pero por tiempo habíamos desistido. Sin embargo ahora, de camino a Arlés, vemos un cartel indicativo y lo vemos a lo lejos, encaramado en lo alto de una colina rodeado por desfiladeros… ¡cómo no! Pues p’árriba. El coche abajo, lejos de los parquímetros y nosotros escalando la montaña hasta llegar al pueblo que parece esconderse, sabemos que está ahí porque lo hemos visto desde la lejanía, pero ahora se resiste a enseñarnos su belleza… hasta que al girar en una curva de la carretera se muestra de repente. Es algo distinto a los otros que hemos visto: las casas son de piedra de color gris. También forma parte de los “pueblos más bellos de Francia”. Esta etiqueta es como un imán para los turistas franceses que lo inundan todo, y el turismo como en los otros pueblos, atrae tiendas de productos típicos con las típicas clavadas. Pero hay que reconocer que las tiendecitas provenzales quedan muy cucas. Callejeamos hasta llegar a la fortaleza que domina el pueblo. La entrada son 7€, decidimos no entrar y seguir disfrutando del paseo por el pueblo. Aquí no compramos nada y seguimos nuestro camino a Arlés donde nos esperan más restos romanos… y los mosquitos. Como siempre, aparcamos por la patilla y nos dirigimos al teatro, que se puede ver entre los barrotes de la valla. Nos acercamos a la taquilla y nos informan que queda media hora para el cierre. La taquillera nos aconseja sacar la entrada para el anfiteatro y ver el teatro a través de la valla porque no nos va a dar tiempo a visitar los dos edificios. Así que aceptamos el consejo y nos encaminamos al anfiteatro dando un rodeo enorme porque nos salimos hacia la izquierda cuando el anfiteatro está justo a la derecha. En la taquilla del anfiteatro compramos nuestras entradas a las 18:18 por 2,60€ por cabeza... El tiempo no da para mucho. Unos actores están representando una lucha de gladiadores y hablan en francés con el público que les ve y les escucha. Nosotros como de francés vamos más bien cortos vemos un rato el espectáculo y luego nos dedicamos a pasear por debajo de las gradas. Cuando terminan los gladiadores salimos al graderío que en su parte inferior está cubierto por burladeros: aquí se celebran corridas de toros. Una estructura metálica recorre todas las gradas. Nos hacemos nuestras fotos y salimos para hacer las fotografías de su exterior que antes no habíamos hecho. La hora impide cualquier otra visita… para la próxima vez. Ahora una paradita más detenida para atisbar el teatro entre los barrotes y un pequeño paseo, que nos lleva hasta el río Ródano, pasando por delante de las termas de Constantino que también vemos a través de la valla. A estas alturas y sin haber comido nada, el estómago empieza a quejarse, así que después de hacer un alto en la plaza del Ayuntamiento donde pierdo a mi chico que se ha metido en una panadería mientras hago una foto Buscándole, me acerco a una avenida a lo largo de la cual se suceden restaurantes con sus terrazas que nos llaman. Como no le veo le llamo por teléfono, sigue en la plaza, le recojo y le enseño la gran cantidad de restaurantes que nos aguarda para que elija… y nos sentamos en una la enorme terraza de un maravilloso restaurante llamado, yo diría mal llamado, La Malarte (2 Boulevard des Lices; 13200 Arles). Hacemos nuestra típica comida-merienda-cena fenomenalmente. Hay tres camareros: un chico joven que sirve los platos como si estuviera bailando ballet, es muy simpático y atento, otro que se mueve pesadamente, despacio como un oso y que desde que nos hemos sentado se ha rascado la cabeza, el final de la espalda y el costado entre plato y plato que sirve, eso sí, también es muy atento con los clientes… y una chica de lo más normal. Nos toma nota el primero de ellos que nos confirma que siguen sirviendo la “formule” a pesar de ser tarde (podemos elegir un plato+postre o dos platos+postre). Como somos unos gumias tragones nos trincamos los dos platos+postre. De beber, agua, que ya hemos aprendido la lección, la botella vacía es automáticamente cambiada por otra llena en cuanto el chaval se da cuenta de que nos hemos bebido todo el contenido. Insisto, muy buen servicio. Pero no podíamos disfrutar tanto de la buena comida, de la agradable terraza y del perfecto servicio. Cuando estábamos en los postres, empezamos a notar invitados “no deseados” alrededor de nuestras piernas. El sol está bajando y los mosquitos han llegado, posiblemente desde el río, para cenar atracándose con nosotros. Empezamos a dar manotazos, ganamos algunas batallas, pero ellos ganan la guerra. Terminamos nuestro postre a toda prisa, pagamos los 48€ aún más rápido y entre manotazo y manotazo, salimos pitando de allí. Según nos dirigimos al coche vamos contando nuestras heridas “de guerra” que se concentran de nuestras rodillas hacia abajo, aunque curiosamente la más llamativa está en mi oreja izquierda, me han picado por delante, por detrás y por encima de la misma. Se me hincha y enrojece y me pica horrores. La piel no me da más de sí y siento una gran tirantez que me durará varios días…. Después de más de un mes, aún tengo las marcas de algunos de estos picotazos. Menos mal que habíamos comprado una pomada en Niza, después de los mosquitos de Mónaco. Nos embadurnamos con ella por todas partes. Es una pena que se nos haya estropeado el final del día. Todo lo que nos quedaba por ver lleva ya más de tres horas cerrado, así que nos dirigimos al coche y nos vamos. De vuelta al hotel y a dormir. Índice del Diario: ARAGÓN, CATALUÑA Y LA PACA DEL 22 DE AGOSTO AL 3 DE SEPTIEMBRE DE 2011
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