Un día de transito entre Orlando y Miami ✏️ Diarios de Viajes de USA

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Antes de proseguir con el relato, tengo que advertir que de este día no dispongo de fotos, porque al ser un día de viaje y con el tiempo tan malo que tuvimos, no tuvimos ocasión ni ganas de hacer fotos.

Domingo 24 de Junio:
Amanecimos con el día gris y diluviando: seguro que era porque Disney se ponía triste por marcharnos…
Nos tocaba recoger nuevamente un coche para irnos a Miami. En nuestro plan inicial, pensábamos hacer una parada en cabo cañaveral para visitar el centro espacial Kennedy, mas comúnmente conocido como la NASA. Pero la lluvia nos desanimo y decidimos tirar para Miami directamente, a ver si podíamos escapar del tiempo.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

El coche, también alquilado a través de Elalquiler de coches, teníamos que recogerlo en el “Care Center”, oficina a medio camino entre nuestro hotel y la entrada del parque Magic Kingdom. Teníamos un teléfono de contacto que al avisar vinieron a recogernos en recepción para acercarnos a la oficina. Esta vez no tuvimos un Dodge sino un Chrysler 7 plazas, negro estupendísimo… ¡¡¡!!!! De capacidad era parecido al otro, pero tenía mas tecnología: una pantallita en el salpicadero para cuando se ponía la marcha atrás, se encendía para ver lo que había detrás del coche y ayudarte a aparcar, unos pilotos en los retrovisores exteriores que se encendían y pitaban a la vez si te acercabas demasiado al otro coche en el momento de adelantar, puertos USB delante, en el medio y atrás de los asientos, una radio con CD y Mp3 que al conectar la radio en una pantallita te ponía la información del disco que sonaba…¡¡¡una maravilla!!!

*** Imagen borrada de Tinypic ***

De vuelta al hotel, después de despedirnos en recepción y cargar nuevamente el coche, pusimos dirección Miami; para ir hasta allí teníamos 3 opciones:
1º) por autopista de peaje, la mas directa porque no tenía prácticamente salidas, se llamaba TurnPike
2º) la I 95 que era autovía, sin ser de pago y en la que te podías salir en cualquier sitio y
3º) la A1A que iba pegada a la costa y era la que mas se tardaba en llegar por pasar por todos los pueblos y ciudades.
Teníamos previsto ir por la I 95 para no coger peajes y parar a comer a mitad de camino.
Ya os podéis imaginar que nos equivocamos: al enchufar a Chiquito (tengo que explicar que, desde el año pasado en la costa oeste, íbamos con un TomTom al cual le habíamos puesto la voz de Chiquito de la Calzada para indicarnos el camino,) sin querer, le dimos a la opción de autopista y bien mandado que era Chiquito, allí nos llevo. Tardamos un buen rato hasta darnos cuenta del error y cuando intentamos solucionarlo, no encontrábamos salidas para corregirlo. Por fin, pudimos coger una salida que nos llevo hasta Vero Beach para enlazar con la I 95.
Como era hora de comer, nos paramos en un Crackel Barrel (cadena de restaurantes que se encontraban en muchos sitios, casi todos decorados iguales, muy al estilo Americano, banderitas, mecedoras en el porche, con su tienda de recuerdos y el restaurante al fondo).
La lluvia no dejaba de caer y fue con nuestros chubasqueros de Disney que nos metimos corriendo adentro.
Al ser domingo, el comedor estaba lleno de familias, parejas o grupos de gente local y yo creo que éramos las únicas extranjeras en todo el restaurante. Nos comimos unas hamburguesas estupendas y tras fisgonear un poco la tienda, volvimos al coche.
Esta vez ya no pensábamos parar hasta llegar al hotel, visto el tiempo tan malo que hacía, que no dejaba opción a pasear para visitar algún sitio.
Pero claro, sí que podíamos tener una alternativa al paseo con lluvia… un paseo bajo techo… y que mejor que un súper outlet para ello ¿???
En los preparativos, ya tenía un día reservado para acudir a un outlet durante nuestra estancia en Miami y había elegido acudir al Outlet Dolphin Mall, cerca del aeropuerto de Miami, a unos 20 minutos o menos, en lugar del Outlet Sawgrass Mills mucho más grande pero a casi una hora de distancia de la ciudad.
Al suspender nuestra visita a la Nasa, habíamos recuperado tiempo y como nuestra entrada a Miami iba en esa dirección, le dijimos a Chiquito que nos llevara al paraíso del consumismo.
Una buena señal, fue que al bajar del coche había dejado por fin de llover y otra, fue que una de mis amigas se encontró con un billete de 1 dólar antes de entrar.
No puedo describir lo enorme que era el outlet: ¡muchísimo más grande que el Premium de Las Vegas ¡ luego leí no recuerdo donde, que era el cuarto más grande del mundo… ¡y lo creo!
Decidimos antes de entrar, tal como lo hicimos el año pasado en Las Vegas, separarnos para que cada una pudiese ir al ritmo que quisiese y vernos en el mismo sitio que entrábamos a la hora convenida (tampoco podíamos estar muchas horas porque nos faltaba llegar a Miami y hacer el check in del hotel).
Aquí, los que ya habéis estado en algún outlet de USA podéis fácilmente imaginaros como la locura consumista se apodera de uno en cuanto entra…. ¡alucinante! Yo ya tenía varios encargos por cumplir así que me dediqué a buscar las tiendas que necesitaba; el tiempo se pasó volando y sin darme cuenta ya era hora de volver al punto de encuentro... ¿pero donde estaba el punto de encuentro? O mejor dicho ¿Dónde estaba yo? Al ir de una tienda a otra, cambiando de dirección, y con el laberinto de calles comerciales ya no sabía por donde tenía que ir!!! Menos mal que había cogido un plano al entrar y con él en mano fui preguntando a la gente que me indico el camino.
Pero no solamente me ocurrió a mí si no que también a otras dos de mis amigas les pasó igual: se despistaron y no encontraban el camino de vuelta. Un verdadero laberinto de calles y tiendas.
Con el coche mas cargado todavía de bolsas, esta vez pusimos rumbo a Miami, dirección Hotel 18, en la calle 18 de South Beach.
Llegamos sin dificultad y ya de noche localizamos el hotel: fue el mas flojito de todo el viaje pero nos costo mucho encontrar uno que no tuviera un precio desorbitante, no muy lejos de la playa, lejos del jaleo nocturno pero cerca de Lincoln Road… unas premisas que hicieron difícil encontrar algo. Además la estancia iba a estar divida en dos partes: del 24 al 26 y del 27 al 29 porque entremedio nos íbamos una noche a Cayo Hueso.
Tuvimos suerte con la encargada que nos atendió ya que pudimos negociar el precio del parking para el coche y nos lo dejo a 10 $ por noche, mucho mas barato que el parking municipal que había estado mirando y que costaba 16$. Eso sí, no era un parking cubierto, sino que eran unas plazas pintadas en la acera, delante justo de la entrada del hotel. Nos vino genial para descargar el coche del equipaje y compras. Lo malo vino después, cuando vimos que el hotel era como los de la costa oeste: un patio central, muy bonito con palmeras, silloncitos de mimbre, alrededor una planta baja con habitaciones y un primer piso con más habitaciones….¿Y donde nos toco? ¡Bingo! En la primera planta sin ascensor.
Las habitaciones no eran muy espaciosas pero tenían lo necesario; incluso disponían de un rincón cocina con todo lo necesario para desayunar (no incluido en el precio de la habitación). Una novedad para nosotras fue que la habitación (y la puerta del hotel también) no se abría con llave o tarjeta, sino que disponía de un dispositivo con un sistema numérico como el de las cajas fuertes en el cual debías teclear la combinación numérica que daban con la tarjeta de la habitación. Algo lioso al principio pero que resolvimos haciendo una foto con el móvil a la tarjeta.
Una vez instaladas, nos fuimos a la calle para explorar los alrededores y buscar sitio para cenar.
A dos calles teníamos la famosa Lincoln Road, calle muy ancha que tenía muchos comercios normalitos al principio pero que se convertía en peatonal a mitad de calle, con terracitas de restaurantes y bares en el centro y boutiques a cada lado. Este último tramo, lo descubrimos el último día de nuestra estancia….
Continuamos un poco mas adelante por Washington Avenue y pasada la calle 15 nos dimos de bruces con Española Way: Era una calle peatonal no muy larga, repleta de restaurantes. La iluminación de los árboles como si fuese Navidad y la animación de la gente cenando en las terrazas, hacía del lugar un buen reclamo para buscar allí un sitio para cenar y no seguir investigando más.
Yo creo que no fueron tanto los kilómetros que recorrimos como las horas que dedicamos al outlet, lo que nos agotaron. Una vez más, terminada la cena, nos volvimos callejeando esta vez por Collins Avenue para llegar al hotel.
Un día de transito bien aprovechado.

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