El segundo día lo dedicamos a hacer una ruta en coche por la sierra, visitando miradores, lagunas, y el cerro Torre, el pico más alto de Portugal continental, para ir a alojarnos en Manteigas. La ruta fue la siguiente:
Tomamos dirección Penhas da Saúde, no sin antes perdernos un poco por Covilhã (nuestra Mari le tiene un poco de manía a Portugal, según veo). La primera parada la hicimos en la “Varanda dos Carqueijais”, un mirador con vistas a la sierra y a la ciudad. La pena es que la visibilidad era una poco mala, había una especie de bruma, por lo que no se podía apreciar bien el paisaje.
Seguimos nuestro camino hasta llegar a Penhas da Saúde. Aquí paramos muy poco, porque el paisaje era muy parecido al que teníamos en el anterior mirador, y con la bruma no se veía mucho. Este pueblo está lleno de hotelitos tipo cabañas de montaña, y es donde se aloja la mayoría de la gente que va a la estación de esquí en invierno.
Dejamos Penhas da Saúde en dirección Torre, y pocos kilometros después paramos en la carretera para ver el Lago de Viriato. En realidad no es un lago, sino un embalse. Como la mayoría de lagos y lagunas de la Sierra, tienen una pequeña presa para que haya agua todo el año.
Después pasamos por la planicie glaciar de la Nave de Santo Antonio, con un paisaje precioso.
A los pocos metros atravesamos un túnel excavado en la roca, y justo después hay un mirador a la derecha de la carretera, donde se puede ver una enorme escultura de la Nossa Senhora da Boa Estrela, tallada en una pared de granito de una de las formaciones rocosas de la sierra: el Cântaro Raso. A esta virgen también se la conoce como Nossa Senhora dos Pastores. Se puede subir hasta los mismos pies de la escultura por una escalera tallada en la piedra.
Por esa zona también nos encontramos algunas formaciones rocosas curiosas, en forma de dedos, como si fueran hongos salidos de la tierra.
Tomamos el desvío en dirección a la Torre. Allí se encuentra la única estación de esquí de Portugal, y recibe su nombre de un torreón de 7 metros, que fue mandado a construir por el príncipe D. Joao VI en 1802, para que la Sierra alcanzase los 2000 metros de altura. A mi personalmente me parece una actitud un poco infantil, o acomplejada (¿qué más da que la Sierra mida 1993 metros o 2000?)
La torre, obviamente, desentona en el entorno natural de la Serra da Estrela, pero no es, ni de lejos, lo más aberrante del sitio. Hay dos edificios raros, abandonados, con una cúpula en forma de huevo, que según parece los utilizaban las fuerzas armadas, y otros edificios que albergan una especia de centro comercial, además de música pop por todo lo alto. Inocente de mí, pensaba que en el centro comercial habría variedad de tiendas, entre ellas algún supermercado donde comprar algo para hacer bocadillos. Pues no, no era ese “concepto” de centro comercial. Eran muchos puestos, todos vendiendo lo mismo: queso de la Serra da Estrela, jamón (o presunto jamón, valga el juego de palabras), artesanía de la zona y prendas de lana.
Eso era lo que había, así que nos paramos en uno de los muchos puestos a comprar algo para el bocadillo. Primero, el queso Serra da Estrela, la estrella de la región. No tengo nada en contra de este queso, de textura mantecosa, aunque para quesos de pasta blanda prefiero las tortas extremeñas, con mucho más sabor. El problema es que este queso blando no es ni mucho menos ideal para bocadillo, y menos en el correoso pan portugués. Eso sin contar que te agobian dándote a la vez 4 o 5 quesos para que pruebes, y yo que no tenía ni mijita de ganas, y que pretenden que compres un queso entero. ¡Qué no, que solo quiero un trozo, que el resto se me estropea, que no voy para mi casa! Y luego el jamón, que de lo cortan en filetes de un centímetro de grosor. En fin, que con ese agobio hasta me sentó mal el queso que había probado, y solo tenía ganas de salir de allí y volver a la tranquilidad de la sierra.
No había estado nunca en una estación de esquí, ni en temporada ni fuera de ella, pero esta en concreto no me gustó nada.
Para recuperar la tranquilidad decidimos hacer una pequeña caminata a las Lagunas Serrana y del Covão das Quilhas. Forman parte de la Ruta de las Lagunas de la Torre, que parte desde el cerro Torre, pero no nos animamos a hacerla entera, porque por esta zona las rutas de senderismo están muy mal señalizadas, y es fácil perderse si no llevas GPS. Salimos de la Torre en dirección Sabugueiro, vimos del lado izquierdo de la carretera las dos lagunas que queríamos visitar, seguimos un poco más adelante, hasta ver una pequeña presa, por debajo de las lagunas. Aparcamos el coche allí cerca, que sale un camino que va hacia la presa.
Anduvimos por ese camino, que recorre el Valle Glaciar del Loriga, pero no llegamos hasta la presa, sino que nos desviamos antes a la izquierda, cuando empezamos a ver “mariolas” (piedras amontonadas que señalan la ruta, y ahí continuamos subiendo hasta las lagunas, aunque en esta parte no había camino, sino que teníamos que andar por las piedras.
Comimos allí, sentados en el borde las lagunas (que no son lagunas sino represas, descansando y disfrutando de las vistas.
Teníamos pensado continuar por el camino inicial hasta la presa, para ver la Garganta del Loriga, pero se nos hizo un poco tarde (en total tardamos unas 2 horas), así que regresamos hasta el coche.
Siguiendo por la carretera, paramos para ver la Laguna Comprida. Es la más grande de la que hay en la sierra, y esta me gustó menos, porque es un pantano en toda regla, con una presa grande.
Continuamos hasta Sabugueiro, la aldea de montaña más alta de Portugal. Como el pueblo no nos pareció gran cosa, paramos a comprar agua y seguimos en dirección Manteigas. Por esta zona todavía se aprecian muchos árboles quemados, víctimas de alguno de los incendios que ha sufrido Portugal en los últimos años.
Nos desviamos hasta el Vale do Rossim, otro lago donde la gente va a bañarse. Hay un bar y también posibilidad de realizar actividades acuáticas. Se nos ocurrió hacer un alto en el camino y alquilar una canoa. Así que allí estuvimos, lago adelante y lago atrás, remando y disfrutando de la tarde. Después, como no, una cervecita para reponer fuerzas.
Los siguiente pasos de nuestra ruta eran Penhas Douradas y el Covão da ponte, pero fuimos a ninguno de los dos sitios. A Penhas Douradas porque nos pasamos el cruce y ya era complicado buscar sitio para dar la vuelta (las carreteras son muy estrechas y con curvas), y al Covão da Ponte porque estábamos cansados, así seguimos en dirección a Manteigas, no sin antes pararnos en un mirador que encontramos en la primera curva después del cruce del Covão, con unas magníficas vistas del Valle del Zêzere y del pueblo de Manteigas.
Nos alojamos en el Hotel Vale do Zêzere, habitación doble con desayuno por 45 euros. Totalmente recomendable. Las instalaciones muy cuidadas, con vistas a la sierra, y el trato muy bueno. Lo lleva una familia, y todos están dispuestos a ayudar. Les pedimos información sobre rutas de senderismo y nos imprimieron la que nosotros queríamos, todo perfecto.
Después de una ducha rápida fuimos al centro pueblo, que estaba como a 10 minutos andando del hotel, eso sí, por cuestas bastante empinadas. Manteigas es un pueblo con mucho encanto, justo en el corazón de la Serra da Estrela. Paseamos por sus calles, viendo algunas iglesias y edificios bonitos.
Compramos comida en el supermercado para la ruta del día siguiente y nos sentamos a cenar, en un restaurante en el centro del pueblo. El restaurante se llamaba Central, y no nos gustó mucho. Pedimos bacalao, que no estaba malo, pero ni punto de comparación con el del día anterior, y trucha grelhada, que tenía la carne un poco saboría, porque era de criadero, por mucho que la trucha sea uno de los pescados de río típicos de la zona.