7-Villefranche Sur Mer. Mónaco es prescindible ✏️ Diarios de Viajes de Mediterráneo

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Estábamos ya a viernes y era el último día de crucero (lo bueno se acababa) y las excursiones después de las buenas sensaciones que nos dejó Italia no iban a ser lo mismo, ya que para empezar la escala era mucho más corta, de mañana, en la costa azul francesa.

Tocaba madrugar bastante, ya que el desembarco era a las siete de la mañana y la novedad es que el barco fondeaba y el traslado al puerto era mediante lanchas, por lo que yo tenía mis dudas de si iba a ser muy lento y cómo lo iba a hacer la naviera después que todos los pasajeros ya hubiésemos pasado por todos los turnos de desembarco en las escalas anteriores.

En cualquier caso, sobre las seis menos cuarto nos levantamos y el barco ya estaba fondeado enfrente de esta población situada en una cala muy bonita. Así que llevamos a cabo todo el proceso habitual, preparándonos y yendo a desayunar al restaurante "El Duero", que en esa ocasión sí que estaba un poco más concurrido de lo habitual, aunque tampoco mucho, pero sí que es cierto que los camareros tardaron en atendernos. Aún así desayunamos con tranquilidad, aunque la hora ya se nos acabó echando encima.

DESEMBARCO PERFECTAMENTE ORGANIZADO

Aquí tengo que felicitar a Pullmantur por cómo tenía organizado el desembarque, ya que simplemente habían avisado de que se haría desde la discoteca "Zoom", en la cubierta 8, y nada más. No dieron aviso por megafonía y simplemente la gente iba subiendo hacia la discoteca, donde estaba el chico dominicano y de pelo afro (siento dar estas descripciones pero es que no me acuerdo del nombre) repartiendo unas tarjetas de colores según llegabas.

Es admirable el trabajo de esta gente que está todo el día divirtiendo a los pasajeros, que estaban currando a las once y media de la noche en los talleres de ocio que había en la piscina, y ahí estaba a las siete de la mañana dando el callo, sonriendo e incluso con humor para bromear con los pasajeros.

Las tarjetas de colores indicaban el turno en que desembarcabas, es decir, según llegabas a la discoteca desembarcabas, lo cual me parece muy justo. Así que nosotros teníamos unas tarjetas naranjas y esperamos sentados en los sofas de la discoteca hasta que a los cinco minutos nos llamaron.

Todos en fila fuimos bajando andando por las escaleras del Sovereign hasta la cubierta 1 donde había una plataforma para coger la lancha. Es increíble hasta qué punto llega la jeta de las personas, ya que había una persona con una tarjeta de color distinto que se coló en nuestra fila y cuando se la recogieron antes de subir, "como ya estaba abajo...".

Todo iba muy rápido, ya que desde el puerto de Villefranche se pusieron tres o cuatro lanchas en cada una de las cuales cabían perfectamente cien personas y se movían continuamente, tardando en llegar al puerto cinco o diez minutos, con lo cual todo el desembarco fue rápido.

Además la lancha era bastante estable, con lo que el traslado fue bastante cómodo. Felicidades, porque cuando las cosas están bien organizadas es de justicia decirlo.

MÓNACO... MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

Ya estamos en el pueblo de Villefranche y ahí se abren varias posibilidades, siendo sin duda la más recurrente la de acercarse a Mónaco y que es lo que acaba haciendo la mayoría de la gente. A mí me avisaron amigos de qué no tiene más que el casino, el puerto y el circuito de Fórmula 1, a pesar de lo cual picamos y fuimos allí. No acabamos descontentos ni mucho menos, pero probablemente había alternativas mejores.

Por ejemplo, Niza está al mismo lado de Villefranche y también tiene sus cosas que ver, o mismamente Villefranche es un pueblo bonito con un paseo muy coqueto y una playa no muy grande, pero con el agua cristalina que daban ganas de meterse un chapuzón. Yo creo que hubiese sido un buen plan y relajado después de estar pateando ciudades italianas los días anteriores.

Aún así nos decantamos por la opción de Mónaco con sus tres opciones habituales: La excursión de Pullmantur, a la que se apuntó mucha gente, la de las agencias externas e ir por libre. Nosotros no lo dudamos y sabiendo que Mónaco no tiene mucho y que te lo recorres rápido nos dirigimos a la estación de trenes.

Tranquilos que no os vais a perder. Principalmente porque esa opción la hace muchísima gente y había una procesión considerable de pasajeros del crucero, yendo a lo largo del paseo marítimo hacia la estación (unos diez minutos andando). En la estación de trenes, primer contratiempo relativo, ya que la máquina que dispensaba billetes estaba solo en francés (nada de inglés) y después de descifrarla resulta que solo se podía pagar con monedas o tarjeta de crédito (nada de billetes ni tarjeta de débito). Total, que después del curso de ingeniería que supuso descifrar la máquina y en vista de que estaba provocando una cola, el que venía detrás mía se ofreció a pagarme los billetes con su tarjeta.

Eso sí, el personal de la estación unos "setas" de mucho cuidado Estaban viendo la cola que se estaba formando y ni se ofrecieron a ayudar ni nada, solo cuando les preguntabas respondían con desgana. Y mi sorpresa fue mayor cuando ví que había una ventanilla con una persona despachando billetes dentro de la estación y estaba vacía... ¿Tanto les había costado decírnoslo?

Bueno, el caso, es que el billete de ida y vuelta a Mónaco cuesta 5,40 euros, lo cual es bastante económico en comparación con los altos precios de Pullmantur. Pero, eso sí, nos expusimos a alguna situación desagradable que luego comentaré.

Nos hicimos con los horarios de trenes para el regreso y a los pocos minutos llegó un regional con destino a Mónaco, que para ser las 8 y media o así de la mañana estaba ya bastante lleno y tuvimos que ir de pie. Solo hizo una parada entre medias, por lo que en menos de 15 minutos estábamos ya en Mónaco.

MI RECORRIDO

La estación de trenes de Mónaco es subterránea y tiene la varias salidas en función de la parte de la ciudad a la que vayas, sea a la zona del puerto, o a la zona alta, a donde accedes por unos ascensores. Nosotros decidimos intentar hacer la visita de la forma más completa y empezamos por arriba dirigiéndonos a un sitio llamado "Jardín Exotique", que no deja de ser un parquecillo con varias especies de arbolitos, que podéis ahorraros la visita. En esa parte de la ciudad estábamos solos, como en muchos otros sitios. De hecho, creo que con los únicos que nos cruzamos fue con gente de las excursiones del crucero, porque la ciudad en sí estaba desierta.

Así pues decidimos bajar a la zona más conocida, mediante una serie de ascensores públicos que te ahorran las cuestas, entre el mar de rascacielos que hay en el principado. Fuimos a dar a otro acceso a la estación de trenes y allí había un punto de información donde nos dieron un plano y a partir de ahí diseñamos la ruta a hacer.

Primero fuimos a una elevación sobre el mar donde está el castillo de los Grimaldi, residencia de Alberto de Mónaco. Tocó subir una cuesta y pasar una especie de muralla para acceder a esta zona que se supone que es el casco antiguo de Mónaco. Mientras íbamos subiendo, sí que tuvimos la ocasión de tirar varias fotos panorámicas a lo que es el puerto, de forma muy tranquila, ya que estábamos solos.

Llegamos por fin al palacio de los Grimaldi y tiramos alguna foto típica con los cañones que hay allí, y empezamos a encontrarnos con gente de la excursión de Pullmantur, yendo en rebaño, con lo cual me convencí aún más del acierto de ir por libre, ya que tampoco me apetecía ir en ese plan.

Nos metimos por una serie de callejuelas (de muy poca distancia) donde comprobamos que en en la glamourosa Mónaco también hay tiendas de souvenirs , eso sí, mucho más cutres que en el resto de ciudades y limitado prácticamente a la Fórmula 1. Y en esa misma zona vimos por fuera la catedral, que no es nada del otro mundo, y el oceanográfico.

Dio la casualidad que nos encontramos con la pareja con la que comimos en el buffet "Panorama" el día de Túnez y nos contaron el recorrido que estaban haciendo con Pullmantur, que nos pareció muy escaso.

Posteriormente comenzamos a bajar a la zona del puerto, lo que es la zona del glamour por excelencia. ¿Cómo decirlo? Yates impresionantes y haciendo ostentación de la opulencia, para que el resto los fotografiemos con la envidia de saber lo que no vamos a tener en la vida. A ver, de todas formas está bien, si ya has estado en otros sitios como Puerto Banús, tampoco vas a descubrir nada nuevo.

Eso sí, el paseo viendo los yates fue agradable antes de convencer a mi novia de hacer una parte del recorrido del circuito de Fórmula 1. Nos metimos por la parte del túnel, que está accesible también para peatones y subimos luego a la parte alta del hotel-auditorio, que está acondicionado como paseo.

Y llegamos a la famosa curva de Loewe (la de herradura de la Fórmula 1) donde ya encontramos un gentío impresionante y me resultó imposible sacarme una foto solo porque siempre aparecía gente, aunque al final pude sacar una panorámica desde la escalera que subía a la zona del Casino.

Dimos una vuelta alrededor del casino, que es un edificio bastante bonito con unos jardines contiguos también dignos de ver. Luego nos enteramos de que había una visita guiada al interior del casino y sus salas de juego por diez euros, pero bueno, tampoco nos llamaba mucho.

Eran sobre las 11 de la mañana y ya habíamos visto todo lo que nos interesaba de Mónaco y de forma muy detenida, vamos, que podíamos haberlo hecho más rápido. Así que nos dirigimos a la estación tirando de mapa y llegando a perdernos aunque rápido nos encontramos (una calle al lado de la entrada, resultó ser un puente y tuvimos que pegar un rodeo).

CAOS EN LA ESTACIÓN... Y VUELTA A LA GARRULEZ DE LA GENTE

Llegamos a la estación sobre las 11:15, unos minutos después de haber salido otro tren con destino a Villefranche, con lo que tocaba esperar tranquilamente al siguiente. Normalmente salen cada media hora, pero curiosamente en ese espacio no volvía a salir otro hasta una hora después, a las 12:12, por lo que decidimos esperar tranquilamente.

Un consejo para los que vayáis en tren en Mónaco... No cojáis ese tren. Intentad coger el que sale poco después de las once, que os da tiempo a ver Mónaco de sobra y luego podéis pasar tiempo visitando Villefranche, y no hay mucha masificación.

Y es que coincidió que empezó a llegar a la estación muchísima gente del barco y a cinco minutos de que llegase el tren ya se veía que éramos mucha gente y que íbamos a pasar problemas para entrar, y nos empezamos a agolpar en el anden.

Por si fuese poco, cuando llegó el tren, venía bastante lleno de gente que iba hacia Niza y paró un poco más delante donde estaba la mayoría de gente del barco, por lo que empezó la carrera de "tonto el último". Empezaron los empujones y personas agolpándose en la puerta y empujando a los de delante para entrar, todo ello con niños de por medio y gente mayor.

Hasta el punto llegó la cosa, que vi a una persona fuerte ponerse de espaldas y empujar hacia atrás a la gente, para hacer un pasillo y meter a sus amigos. No sé como, pero al final entramos , eso sí, en un tren de dos plantas, con gente sentada en las escaleras y la mayoría apretados como sardinas al lado de la puerta, aunque el momento de tensión ya había pasado. Eso sí, fue simpático ver como había gente de la zona, en las siguientes paradas, que se dirigía a las playas y que intentó entrar al tren con su sombrilla y mesa plegable y nevera.

Después de 20 minutos en el tren, salimos todos como pudimos y se formó un cierto atasco para salir de una estación que es muy pequeña y por unas escaleras empinadas y estrechas, aunque ya la cosa fue mejor.

Lo dicho, si vais en tren, os aconsejo que volváis a las 11, o si intentáis coger el de las 12:12 y veis que la cosa es imposible, no os metáis en el tumulto y esperéis al siguiente, que sale media hora después, está más desahogado y vais a llegar sobrados para embarcar (la última lancha al Sovereign creo que sale a las 14:15).

LO BUENO SE ACABA.

Después de bajar de la estación, éramos una procesión impresionante de gente del Sovereign que íbamos al puerto a coger la lancha. Entre tanto, vimos a gente zambulléndose en la playa de agua cristalina y lo cierto es que me entró una envidia considerable; eso y el no haber visto Villefranche más en profundidad. Pero bueno, queríamos ir ya al barco e ir a comer tranquilamente.

A pesar de la avalancha de gente, el personal del puerto era muy competente y casi no tuvimos que esperar, porque las lanchas iban y venían muy rápido. Subimos a una de ellas y nos situamos en la parte delantera descubierta para tirar varias fotos, ya que el trayecto se prestaba a ello.

Llegamos al barco y subimos rápido a la plataforma de la cubierta 1 e inmediatamente fuimos al camarote, quedándonos mirando por la ventana, porque teníamos una vista directa del ir y venir de lanchas. Estaba bien.

A partir de ahí teníamos toda la tarde por delante para disfrutar en lo que pudiésemos del barco y sobre todo ir pensando en hacer las maletas y despedirnos de nuestra estancia en el Sovereign.

Y ya pensamos en ir a comer, atendiendo a las recomendaciones del camarero, fuimos a la una y media a comer, según abrían el restaurante "El Duero", para no coger colas. Efectivamente, abrieron el restaurante y rápidamente nos ubicaron en una mesa; mucho mejor que los días del buffet.

Comimos muy tranquilamente, con una cervecita con limon al lado y yendo calmadamente a por la comida. Eso si que es comer a gusto y sin preocupaciones por colas ni por que te quiten el sitio.

Fuimos al bar de la cubierta 7 a tomar el café (y en mi caso un té de menta), porque queríamos salir al exterior y ver la maniobra de salida del barco de la bahía de Villefranche. Me dio pena, porque poníamos rumbo a Barcelona y era el último trayecto del crucero. Nos quedamos mirando cómo salía el barco y desmontaban la plataforma donde estaban llegando las lanchas, y al poco se asomó Niza, la cual me quedé contemplando unos minutos.

Nos fuimos al camarote a cambiarnos y allí nos encontramos ya con las instrucciones para el desembarco. Como muy tarde a las tres de la mañana teníamos que dejar las maletas (salvo el equipaje de mano) en la puerta y vimos que por nuestra situación en la cubierta 2, hasta las diez y cuarto de la mañana no podríamos salir al día siguiente, ya que se iba saliendo escalonadamente desde arriba a abajo y éramos los últimos. Sin embargo, vimos que teníamos la posibilidad contratar con Pullmantur el traslado a la estación de Sants y si lo hacíamos así, saldríamos a las nueve. Con lo cual comenzamos a pensarlo.

LA PRESIÓN QUE SUFREN LOS TRABAJADORES, Y COMENZANDO A DESPEDIRNOS DEL BARCO

Una de las cosas que estaban con los papeles que nos dejaron en el camarote era una encuesta de satisfacción. Al poco picó la puerta el asistente del camarote para despedirse, porque tenía que atender a otras cuestiones, preguntarnos si iba a hacer falta que limpiase el camarote a la tarde (le dijimos que no) y explicarnos lo de la encuesta.

Nos pidió que si habíamos estado contentos, que por favor le pusiésemos una buena nota, no sólo a él, sinó al resto de trabajadores. Y nos aclaró que Pullmantur les presiona muchísimo para que los clientes les pongan buena nota, porque sinó no les renuevan el contrato. Ahí se nos confirmó lo que nos dijo el camarero el día antes. Lo cierto es que hacían muchísimas horas tanto asistentes como camareros y personal de animación, y estaban siempre con una sonrisa, y no me quiero imaginar en qué condiciones estaban los trabajadores de máquinas...

Nos despedimos ya del asistente agradeciendo su atención a lo largo del crucero y nos cambiamos para ir a la piscina. Encontramos tumbonas en la zona del "Solárium" y nos entretuvimos mirando los concursos del equipo de animación, como un quiz de bandas sonoras de películas y posteriormente un campeonato de entradas a panza en la piscina con los que me eché unas risas.

Prácticamente estuvimos apoyados en la barandilla viendo esos concursos y los posteriores bailes, con algo para beber, ya que en la tumbona no se estaba del todo cómodo por el viento que se había levantado. Así, posteriormente me metí un último chapuzón en la piscina, de la que no iba a guardar un gran recuerdo porque no es de lo mejor del barco . 2 piscinas muy pequeñas con muchos niños tirándose sin mirar... Pero bueno, está claro que a un crucero no puedes ir a preparar un campeonato de natación.

Sobre las seis decidimos picar algún sandwich en el grill, porque habíamos comido a la una y media. No obstante, había muy poca gente en la cola, porque quien más o quien menos había comido tarde y bien, y no era lo de las excursiones, que comías pronto y poco y llegabas con hambre al barco.

Así posteriormente volvimos al camarote después de pensarnos lo del traslado. Lo cierto es que nuestro tren salía a las dos de la tarde y ganar una hora de tiempo era atractivo para hacer algo por Barcelona al día siguiente; y encima eran diez euros y nos compensaba más que los 5,50 que nos salía esperar por el bus que nos llevaba a Drassanes (y a saber lo que había que esperar) y luego cargar con maletas hacia el metro. Así que rellenamos la hoja.

También hicimos la encuesta, poniendo la máxima nota a los trabajadores del barco, con los que estuvimos bien a gusto, y siendo críticos con lo que nos parecía que la naviera eran cutres. Subimos a la cubierta 4, a la zona donde se resevaban las excursiones y encargamos el traslado, dándonos los billetes y una cinta de un distinto color para marcar las maletas.

ÚLTIMO ESPECTÁCULO, ÚLTIMA CENA, ÚLTIMO CÓCTAIL Y A DORMIR

Lo cierto es que a mí me apetecía ver el último espectáculo del crucero, sin saber muy bien de qué iba, por lo que tomamos algo y nos fuimos a verlo. Era un número que se llamaba "Deja Vú" y venía a ser un "autobombo" sobre los bailes y números de los espectáculos, proyectando cifras sobre los ballets y salpicándolo con algún baile y canción.

A mí particularmente me aburrió algo, y lo mejor fue un gag que volvió a hacer el mago del barco antes de empezar el espectáculo. Así que no lo vimos acabar y nos fuimos, para aprovechar a hacer otras cosas.

Por ejemplo, liquidar ya el dinero que habíamos puesto de depósito el primer día y que nos devolvieran lo que había sobrado. Así que aprovechamos que no había mucha gente en recepción e hicimos el trámite, para no dejarlo para la mañana siguiente y exponernos a aguantar cola. Con ello quedaron nuestras tarjetas sin operativo ya para hacer compras.

Y curiosamente me dio por ir a la tienda de Souvenirs de la planta 5, con la idea de comprar algún imán y una tableta de chocolate "Cadbury", que a mí me encanta y que no lo venden en España. Simplemente eso, porque mucho "Duty Free" pero los precios no eran ninguna ganga.

Así que cuando me pongo en la cola, me dicen que solo puedo pagar con la tarjeta del barco, y que si ya está liquidada, que tengo que ir con una nota de caja con el valor de la venta y activar de nuevo la tarjeta en recepción por esa cantidad para volver a subir y hacer la compra...

"¡Ellos se lo pierden!" Fue esa mi reacción. Y es que parece que te están haciendo un favor más que una venta con la que ganan dinero de algo que tampoco es la panacea.

Antes de ir a cenar, decidimos dar otra vuelta por donde las fotos para decidir si cogíamos alguna foto o no. Y lo cierto es que la de la cena del capitán nos encantaba y costaba 8,25 euros cada una, nada económicas pero no deja de ser un bonito recuerdo.

Decidimos comprarlas, pero esperar a hacerlo a la mañana siguiente, que se podía (y se debía hacer) en efectivo, y porque nos habían filtrado que igual las tiendas hacían alguna oferta de última hora.

Así, más o menos organizados, decidimos ir a nuestra última cena, que estuvo muy rica con lo que solo nos quedó por felicitar al camarero y a su asistente, Nidia, por el trato que nos dieron a lo largo de toda la semana. Ellos también fueron corteses al decir que había sido un placer atendernos y como último consejo, nos dijeron que intentásemos desayunar antes de las siete y media, porque el restaurante iba a estar cerrado y en el buffet más allá se apelotonaba la gente buscando un sitio desesperadamente.

Tras la cena, llegaron los primeros momentos de nostalgia. Eran las 11 de la noche y aún no habíamos hecho la maleta, así que tocó regresar al camarote y hacerla; algo que no tardamos mucho, ya que teníamos claro lo que íbamos a dejar para el día siguiente en el equipaje de mano. Las marcamos con la cinta amarilla, que era la que indicaba que íbamos a salir en un traslado organizado y tiramos las rojas que indicaban que pertenecíamos a la cubierta 2 (y que supondría que saliesen las últimas).

Y con todo hecho, decidimos ir a tomar el último coctail del barco. El entrañable todo incluído con sobre todo refrescos con su peculiar sabor Al salir, nos encontramos con las parejas con las que coincidimos el primer día en la cena, que se retiraban a descansar, y aprovechamos para depedirnos.

Subimos a la piscina a echar un último vistazo, a ver si había algo organizado, pero nada, simplemente niños correteando. Así que decidimos ir a la discoteca "Zoom" a tomar el último coctail.

No había ido en toda la semana y me hizo gracia. Típica discoteca con sofás y butacas acolchadas y una pista de baile con sus típicas bolas; es decir, estética totalmente ochentera que me recordó a la discoteca de mi pueblo de entonces. Eso, y que el DJ de pronto te ponía música electrónica, como de repente cambiaba de golpe y te ponía David Bisbal

No había mucha gente, y por lo menos en los sofás se estaba cómodo, así que tomamos el último coctail antes de retirarnos al camarote definitivamente a dormir, que al día siguiente tocaba madrugar lo suyo.

Como ponía en la hoja informativa, sacamos las maletas al pasillo y a dormir... Se acababa lo que se daba.

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